“Además os declaro, hermanos, el evangelio
que os he predicado, el cual también recibisteis, en el cual también
perseveráis; por el cual asimismo, si retenéis la palabra que os he predicado,
sois salvos, si no creísteis en vano. Porque primeramente os he enseñado lo que
asimismo recibí: Que Cristo murió por nuestros pecados, conforme a las
Escrituras; y que fue sepultado, y que resucitó al tercer día, conforme a las
Escrituras; y que apareció a Cefas, y después a los doce. Después apareció a
más de quinientos hermanos a la vez, de los cuales muchos viven aún, y otros ya
duermen. Después apareció a Jacobo; después a todos los apóstoles; y al último
de todos, como a un abortivo, me apareció a mí. Porque yo soy el más pequeño de
los apóstoles, que no soy digno de ser llamado apóstol, porque perseguí a la
iglesia de Dios. Pero por la gracia de Dios soy lo que soy; y su gracia no ha
sido en vano para conmigo, antes he trabajado más que todos ellos; pero no yo,
sino la gracia de Dios conmigo. Porque o sea yo o sean ellos, así predicamos, y
así habéis creído”.
1 Corintios 15:1-11
INTRODUCCIÓN
Hoy iniciamos un nuevo capítulo
en la primera carta del apóstol Pablo a los corintios y hasta el momento se ha
dedicado a tocar temas relacionados con los problemas que esta iglesia vivía,
desde los grupos que provocaban las divisiones dentro de ellos, la inmoralidad
sexual, el abuso de los dones espirituales, el abuso de la cena del Señor y el
desorden que se provocaba durante la realización de culto. Sin embargo, hoy en
lugar de seguir abordando más temas relacionados a esta clase de problemas, se
enfoca en un tema doctrinal: la resurrección de Cristo. Definitivamente esta
carta tiene grandes riquezas espirituales para nosotros, no solo porque toca
temas relacionados a problemas que incluso hoy en día pasan en nuestras
congregaciones, sino porque tiene enseñanzas exclusivas que nos ayudan a
comprender mejor algunos temas doctrinales tales como los dones del Espíritu
Santo, que están en al capítulo 12, la preeminencia del amor, que está en el capítulo
13 y hoy se desarrolla una de las doctrinas fundamentales de la fe cristiana,
la resurrección. Con 58 versículos, la temática gira alrededor de este tema por
lo que dicho capítulo figura entre otra de la joyas de esta fantástica carta.
El Gran tema del Evangelio: la Resurrección de Cristo |
UN EVANGELIO QUE SALVA
“Además os declaro, hermanos, el evangelio
que os he predicado, el cual también recibisteis, en el cual también
perseveráis; por el cual asimismo, si retenéis la palabra que os he predicado,
sois salvos, si no creísteis en vano”.
1 Corintios 15:1-2
En este capítulo el apóstol
Pablo tocará el gran tema del evangelio, la resurrección de Cristo y los
santos. Posiblemente el tema de la resurrección era uno de los problemas
doctrinales que los corintios tenían y por ello después de haber tocados
diferentes asuntos casi al final de su carta se dedica a explicarles este
grandioso tema doctrinal. Para empezar Pablo quiere aclarar que este evangelio
que él mismo les ha predicado es capaz de salvarlos si permanecen creyendo en
él: Además os
declaro, hermanos, el evangelio que os he predicado, el cual también
recibisteis, en el cual también perseveráis; por el cual asimismo, si retenéis
la palabra que os he predicado, sois salvos, si no creísteis en vano.
El apóstol estaba consciente del poder que el evangelio tenía para salvar, pero
antes que eso, nadie podía creer si no se les exponía al mismo y por ello les
decía que este evangelio que habían recibido
y en el cual habían decidido perseverar era capaz de salvarlos, porque
de lo contrario ellos habían creído en vano. Si nos damos cuenta Pablo nos
expone el proceso de cómo el evangelio actúa en la vida de los hombres: primero
lo reciben, luego deciden perseverar en sus enseñanzas creyendo en él, y luego
lo retienen por el resto de sus vidas; de lo contrario habrán creído en vano y
no serían salvos. Ahora bien, para recibirlo debe existir alguien que esté
dispuesto a predicarlo para que este mensaje llegue a la vida de otras personas
y por esto mismo Pablo decía a los romanos: “Porque todo aquel que invocare el nombre del Señor, será
salvo. ¿Cómo, pues, invocarán a aquel en el cual no han creído? ¿Y cómo creerán
en aquel de quien no han oído? ¿Y cómo oirán sin haber quien les predique? ¿Y
cómo predicarán si no fueren enviados? Como está escrito: ¡Cuán hermosos son
los pies de los que anuncian la paz, de los que anuncian buenas nuevas!”,
(Romanos 10:13-15). Aquí se nos describe
la forma de cómo el evangelio llega a los hombre, porque, ¿cómo invocarán el
nombre del Señor si no creen?, y ¿cómo creerán en Jesús si nunca han oído de
él?, y ¿cómo oirán si no hay nadie dispuesto a predicar el evangelio?, y ¿cómo
predicarán si Dios no los envía? Por esto mismo Jesús antes de ascender a los
cielos delegó esta misión de predicar el evangelio a sus discípulos de tal
forma que este es el método que Dios utiliza para que su mensaje llegue a todos
los hombres: “Y
les dijo: Id por todo el mundo y predicad el evangelio a toda criatura. El que
creyere y fuere bautizado, será salvo; mas el que no creyere, será condenado”,
(Marcos 16:15-16). Nuestra responsabilidad como cristianos es dar testimonio de
este evangelio o los hombres, está en Dios el que este produzca los frutos
necesarios para salvación, y la iglesia primitiva estaba consciente de este
hecho y por ello siempre aprovechaban la oportunidad para dar a conocer este
glorioso mensaje para que el Señor hiciera el resto, agregar a su iglesia los
que habrían de ser salvos: “Y perseverando unánimes cada día en el templo, y partiendo
el pan en las casas, comían juntos con alegría y sencillez de corazón, alabando a Dios, y teniendo favor con todo el
pueblo. Y el Señor añadía cada día a la iglesia los que habían de ser salvos”,
(Hechos 2:46-47).
EL TEMA CENTRAL DEL EVANGELIO
“Porque primeramente os he enseñado lo que
asimismo recibí: Que Cristo murió por nuestros pecados, conforme a las
Escrituras; y que fue sepultado, y que resucitó al tercer día, conforme a las
Escrituras”.
1 Corintios 15:3-4
Ahora bien, desde el principio
este evangelio ha tenido un tema principal, el cual Pablo conoció desde sus
primeros días de convertido y este a su vez se los dio a conocer a los
corintios: Que
Cristo murió por nuestros pecados, conforme a las Escrituras; y que fue
sepultado, y que resucitó al tercer día, conforme a las Escrituras.
Prácticamente el mensaje central es este: que Cristo murió por nuestros
pecados, que fue sepultado y resucitó al tercer día conforme a las Escrituras.
Desde el Antiguo Testamento se anunciaba la obra redentora de Cristo, aún desde
Génesis se nos decía que este Mesías sería herido en el calcañal por la
serpiente que es Satanás: “Y pondré enemistad entre ti y la mujer, y entre tu simiente
y la simiente suya; ésta te herirá en la cabeza, y tú le herirás en el calcañar”,
(Génesis 3:15). En Isaías se nos hablaba acerca de cómo el Mesías sería
martirizado por nuestras rebeliones: “¿Quién ha creído a nuestro anuncio? ¿y sobre quién se ha
manifestado el brazo de Jehová? Subirá cual renuevo delante de él, y como raíz
de tierra seca; no hay parecer en él, ni hermosura; le veremos, mas sin
atractivo para que le deseemos. Despreciado y desechado entre los hombres,
varón de dolores, experimentado en quebranto; y como que escondimos de él el
rostro, fue menospreciado, y no lo estimamos. Ciertamente llevó él nuestras
enfermedades, y sufrió nuestros dolores; y nosotros le tuvimos por azotado, por
herido de Dios y abatido. Mas él herido fue por nuestras rebeliones, molido por
nuestros pecados; el castigo de nuestra paz fue sobre él, y por su llaga fuimos
nosotros curados. Todos nosotros nos descarriamos como ovejas, cada cual se
apartó por su camino; mas Jehová cargó en él el pecado de todos nosotros. Angustiado él, y afligido, no abrió su boca;
como cordero fue llevado al matadero; y como oveja delante de sus
trasquiladores, enmudeció, y no abrió su boca. Por cárcel y por juicio fue
quitado; y su generación, ¿quién la contará? Porque fue cortado de la tierra de
los vivientes, y por la rebelión de mi pueblo fue herido. Y se dispuso con los
impíos su sepultura, mas con los ricos fue en su muerte; aunque nunca hizo
maldad, ni hubo engaño en su boca. Con todo eso, Jehová quiso quebrantarlo,
sujetándole a padecimiento. Cuando haya puesto su vida en expiación por el
pecado, verá linaje, vivirá por largos días, y la voluntad de Jehová será en su
mano prosperada”, (Isaías 53:1-10). Y en los Salmos aseguraba que
después de muerto Dios no permitiría que su Cristo viera corrupción de carne
así que por ello resucito al tercer día: “Se alegró por tanto mi corazón, y se gozó mi alma; mi carne
también reposará confiadamente; porque no dejarás mi alma en el Seol, ni
permitirás que tu santo vea corrupción”, (Salmo 16:9-10). Por tanto,
este mensaje que anuncia que Cristo murió por nuestros pecados, que fue
sepultado y resucitó al tercer día ha estado anunciado desde el principio de
los tiempos y no es un concepto nuevo del Nuevo Testamento y se predica de tal
forma que aquellos que lo escuchan se arrepientan de sus pecados y sean salvo
por la fe. El mismo Señor Jesús les dijo a sus discípulos que todo lo que le
había pasado era necesario que ocurriera para que se cumplieran las Escrituras
y se predicara este evangelio para arrepentimiento de pecados: “Y les dijo: Estas
son las palabras que os hablé, estando aún con vosotros: que era necesario que
se cumpliese todo lo que está escrito de mí en la ley de Moisés, en los
profetas y en los salmos… y les dijo: Así está escrito, y así fue necesario que
el Cristo padeciese, y resucitase de los muertos al tercer día; y que se
predicase en su nombre el arrepentimiento y el perdón de pecados en todas las
naciones, comenzando desde Jerusalén”, (Lucas 24:44, 46-47). Desde
el principio la iglesia fue fiel a este mandato de predicar la muerte y
resurrección de Cristo, y así vemos a Pedro predicando este mensaje en sus
primeros mensajes: “A este Jesús resucitó Dios, de lo cual todos nosotros somos
testigos”, (Hechos 2:32), y Pablo también se había dedicado a
transmitir este mismo mensaje: Porque primeramente os he enseñado lo que asimismo recibí:
Que Cristo murió por nuestros pecados.
LOS TESTIGOS DE LA RESURRECCIÓN DE CRISTO
“… y que apareció a Cefas, y después a los
doce. Después apareció a más de quinientos hermanos a la vez, de los cuales
muchos viven aún, y otros ya duermen. Después apareció a Jacobo; después a
todos los apóstoles; y al último de todos, como a un abortivo, me apareció a
mí. Porque yo soy el más pequeño de los apóstoles, que no soy digno de ser
llamado apóstol, porque perseguí a la iglesia de Dios”.
1 Corintios 15:5-9
Después de exponer el tema central del evangelio, que
Cristo murió por nuestros pecados, que fue sepultado y resucitó al tercer día,
Pablo presenta los testigos oculares de este maravilloso hecho. En la
antigüedad los griegos no creían en la resurrección de los muertos, y de entre
los judíos la mayoría de ellos, a excepción de la secta de los saduceos, creía
que sí había resurrección. Por ello les presenta a estos corintios los testigos
oculares que para este entonces aún se encontraban vivos y en primer lugar,
presenta a Cefas, quien es Pedro: “… y que apareció a Cefas. De acuerdo a los
evangelios Pedro fue el primero de los once que tuvo el privilegio de ver a
Jesús resucitado, así lo afirma un texto donde dos discípulos hablan con Cristo
resucitado camino a Emaús: “Que decían: Ha resucitado el Señor verdaderamente, y ha
aparecido a Simón”, (Lucas
24:34), y luego dice que después se les apareció a los doce: , y después a los
doce, así lo dicen las Escrituras: “Mientras ellos aún hablaban de estas cosas,
Jesús se puso en medio de ellos, y les dijo: Paz a vosotros. Entonces,
espantados y atemorizados, pensaban que veían espíritu. Pero él les dijo: ¿Por
qué estáis turbados, y vienen a vuestro corazón estos pensamientos? Mirad mis
manos y mis pies, que yo mismo soy; palpad, y ved; porque un espíritu no tiene
carne ni huesos, como veis que yo tengo. Y diciendo esto, les mostró las manos
y los pies”, (Lucas 24:36-40). Aquí el apóstol habla de los doce,
aunque sabemos que realmente eran solo once ya que Judas fue traidor y para
este momento que Jesús se les aparece solo eran once y no doce aunque después
eligieron al sucesor de Judas que fue Matías (Hechos 1:12-26), y posteriormente
se les conoció con el nombre de los doce, haciendo referencia a los primeros
apóstoles que estuvieron con Jesús: “Entonces los doce convocaron a la multitud de los
discípulos, y dijeron: No es justo que nosotros dejemos la palabra de Dios,
para servir a las mesas”, (Hechos 24:34). Posteriormente Pablo dice
que el Cristo resucitado se le apareció a más de quinientos hermanos a la vez
de los cuales la mayoría de ellos vivían para aquel tiempo: Después apareció a
más de quinientos hermanos a la vez, de los cuales muchos viven aún.
Luego menciona a otro personaje muy conocido entre los cristianos por su labor
como testigo y predicador de Cristo, a Santiago, el hermano de Jesús: Después apareció a
Jacobo. Santiago es considerado el más prominente de los Santiagos
(Jacobos) que se mencionan en el Nuevo Testamento, medio hermano de Jesús,
autor de la carta de Santiago y líder del Concilio de Jerusalén. En cuanto a su
nombre en sí, nuestra forma Santiago es un derivado medieval del latín Sant Iacobs, que literalmente significa
San Jacobo, por lo que su nombre identifica la misma persona. Como la Biblia lo
testifica Jacobo llamado también Santiago era hermano de Jesús e hijo de María:
“Y venido a su tierra, les enseñaba en la sinagoga de ellos, de tal
manera que se maravillaban, y decían: ¿De dónde tiene éste esta sabiduría y
estos milagros? ¿No es éste el hijo del carpintero? ¿No se llama su madre
María, y sus hermanos, Jacobo, José, Simón y Judas?”, (Mateo
13:54-55), incluso
hasta Pablo lo reconoce como hermano de Jesús: “Después, pasados tres años, subí a
Jerusalén para ver a Pedro, y permanecí
con él quince días; pero no vi a ningún otro de los apóstoles, sino a Jacobo el
hermano del Señor”, (Gálatas 1:18-19). Este hombre llego a ser una columna principal entre los líderes de la
iglesia en Jerusalén: “y reconociendo la gracia que me había sido dada, Jacobo, Cefas y
Juan, que eran considerados como columnas, nos dieron a mí y a Bernabé la
diestra en señal de compañerismo, para que nosotros fuésemos a los gentiles, y
ellos a la circuncisión”, (Gálatas 2:9). Sin embargo,
Santiago no fue siempre un creyente, sino que durante el ministerio de Jesús
fue un incrédulo como todos sus hermanos: “Porque ni aun sus hermanos creían en él”, (Juan
7:5), e incluso creían que estaba loco: “Cuando lo oyeron los suyos, vinieron para prenderle; porque
decían: Está fuera de sí… Vienen después sus hermanos y su madre, y quedándose
afuera, enviaron a llamarle. Y la gente que estaba sentada alrededor de él le
dijo: Tu madre y tus hermanos están afuera, y te buscan”, (Marcos
3:21, 31-32). Aunque la Biblia no relata cómo fue su conversión hay un
evangelio apócrifo que no está incluido entre los evangelios inspirados por
Dios que relata cómo esta se dio, este es el Evangelio según los Hebreos. Sólo se
conservan de él algunos fragmentos, uno de ellos, preservado por Jerónimo,
dice: “Ahora
bien: el Señor, después de darle el paño de lino al siervo del sacerdote, se
dirigió a Santiago y se le apareció (porque Santiago había jurado no probar
bocado desde que bebió el cáliz del Señor hasta que le viera resucitado de
entre los que duermen)”. Así que,
sigue diciéndonos la historia, Jesús se dirigió a Santiago y dijo: “Poned la mesa,
y poned pan. Y tomó el pan, y lo bendijo, y lo partió, y le dio a Santiago el
Justo diciéndole: Hermano mío: Come tu pan, porque el Hijo del Hombre se ha
levantado de entre los durmientes”. Lo cierto es que después de su
muerte y de que Jesús se le apareció Santiago se convirtió y llego a ser
reconocido entre los apóstoles de la iglesia de Jerusalén y por ello Pablo lo
menciona aquí como otro testigo ocular de la resurrección de Cristo.
Finalmente, se presenta a él
mismo como un testigo ocular de su resurrección: y al último de todos, como a un abortivo,
me apareció a mí. Porque yo soy el más pequeño de los apóstoles, que no soy
digno de ser llamado apóstol, porque perseguí a la iglesia de Dios. La
historia de este hombre se encuentra en su totalidad relatada en el libro de
los Hechos de los Apóstoles donde lo vemos como un fariseo estricto que
perseguía a la iglesia pero camino a Damasco se le apareció el Señor Jesucristo
convirtiéndose en cristiano: “Saulo, respirando aún amenazas y muerte contra los
discípulos del Señor, vino al sumo sacerdote, y le pidió cartas para las
sinagogas de Damasco, a fin de que si hallase algunos hombres o mujeres de este
Camino, los trajese presos a Jerusalén. Mas yendo por el camino, aconteció que
al llegar cerca de Damasco, repentinamente le rodeó un resplandor de luz del
cielo; y cayendo en tierra, oyó una voz que le decía: Saulo, Saulo, ¿por qué me
persigues? Él dijo: ¿Quién eres, Señor?
Y le dijo: Yo soy Jesús, a quien tú persigues; dura cosa te es dar coces contra
el aguijón”, (Hechos 9:1-5). Este fue constituido en apóstol de los
gentiles por el mismo Señor Jesús: “El Señor le dijo: Ve, porque instrumento escogido me es
éste, para llevar mi nombre en presencia de los gentiles, y de reyes, y de los
hijos de Israel; porque yo le mostraré cuánto le es necesario padecer por mi
nombre”, (Hechos 9:15-16). Por haber sido un perseguidor de la
iglesia Pablo siempre se consideró en el más pequeño de los apóstoles aunque
realmente su ministerio fue grande.
LA GRACIA DEL SEÑOR ACTUANDO EN LA VIDA DE PABLO
“Pero por la gracia de Dios soy lo que soy;
y su gracia no ha sido en vano para conmigo, antes he trabajado más que todos
ellos; pero no yo, sino la gracia de Dios conmigo. Porque o sea yo o sean
ellos, así predicamos, y así habéis creído”.
1 Corintios 15:10-11
Aunque Pablo había sido un
perseguidor de la iglesia él alababa al Señor al reconocer lo que la gracia de
Dios había hecho sobre él: Pero por la gracia de Dios soy lo que soy; y su gracia no ha
sido en vano para conmigo, antes he trabajado más que todos ellos; pero no yo,
sino la gracia de Dios conmigo. Pablo era un hombre humilde porque
aunque sabía que su ministerio había tenido mucho más alcance que el resto de
los apóstoles y que el nivel de la compresión del evangelio y su doctrina que
tuvo estuvo por encima de la mayoría de los apóstoles y demás obreros de la
iglesia primitiva, no permitía que eso lo hiciera considerar superior a todos,
porque al final, ni se lo merecía y era la gracia del Señor que actuaba en él
que le permitía realizar todo lo que hacía. No cabe duda que esta es una
actitud que todos debemos imitar ya que también nosotros que hemos creído hemos
sido exaltados por el Señor, especialmente si somos usados para llevar el evangelio
a otras personas, cuando eso ocurra no debemos olvidar que somos lo que somos
por la gracias del Señor. Sin embargo, Pablo decía que ya sea que fuera él o
los otros obreros, el evangelio es predicado para salvación de sus almas: Porque o sea yo o
sean ellos, así predicamos, y así habéis creído. Por tanto, este
evangelio que predicamos anuncia que Cristo vino a esta tierra, murió, pero al
tercer día resucito, y que todo aquel que crea en él será salvo, este es el
mensaje central del evangelio.
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