“Sabiendo que el hombre no es justificado por las obras de la ley,
sino por la fe de Jesucristo, nosotros también hemos creído en Jesucristo, para
ser justificados por la fe de Cristo y no por las obras de la ley, por cuanto
por las obras de la ley nadie será justificado”.
Galatas2:16
INTRODUCCIÓN
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La justificación es otro de los grandes
temas en la doctrina de la salvación y esta no solo ofrece grandes beneficios
que los cristianos recibimos sino constituye la base de nuestra seguridad y nos
abre el acceso directo a la misma presencia de Dios ya que todos nuestros
pecados son quitados, se nos imputa la justicia de Cristo y la posibilidad de
tener una relación personal con un Dios santo es posible. Veamos entonces este
grandioso tema más a detalle.
LA REALIDAD DE UN DIOS JUSTO Y SANTO
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La Biblia nos enseña que Dios es un ser
justo y santo, y estos atributos son invariables e inmutables en su ser: “Toda buena dádiva y
todo don perfecto desciende de lo alto, del Padre de las luces, en el cual no
hay mudanza, ni sombra de variación”, (Santiago 1:17). La
santidad de su ser hace referencia a que es un Ser que está separado de toda
maldad, en Él no se encuentra pecado y por ende no induce a nadie a pecar:
“Cuando alguno es
tentado, no diga que es tentado de parte de Dios; porque Dios no puede ser
tentado por el mal, ni él tienta a nadie; sino que cada uno es tentado, cuando
de su propia concupiscencia es atraído y seducido. Entonces la concupiscencia,
después que ha concebido, da a luz el pecado; y el pecado, siendo consumado, da
a luz la muerte”, (Santiago 1:13-15). Mientras tanto la justicia de su
Ser hace referencia la rectitud de su conducta, y de aquí se desprenden
muchas otras cualidades que lo caracterizan. El Diccionario Ilustrado de la
Biblia Nelson comentan al respecto de su justicia: “Así, la justicia de Dios manifiesta su
fidelidad consecuente consigo mismo y con su pacto. Según Deuteronomio 34:2,
Dios es justo (tsaddiq) y recto (yashar); todos sus caminos son justos
(mishpat), y no hay iniquidad en Él. Es la Roca (Deuteronomio 32:4; Salmo
92:12-15), y "la justicia (tsedeq) y el derecho (mishpat) son la base de
su trono" (Salmo 97:2; 36:5; 71:16; 89:14). Dios es el autor de toda
justicia; es quien autoriza al rey (Salmo 72:1-4) y al juez (Salmo 82)”.
De acuerdo con esto, la justicia está relacionada con hacer lo resto. En el
Antiguo Testamento la palabra hebrea que su traduce en nuestras Biblias como
justo es tsadác (צָדַק), que
literalmente significa recto, mientras que la palabra griega que se usa en el
Nuevo Testamento para justo es díke (δίκη), la cual también
significa ser recto o hacer derecho. Por tanto, si Dios es santo y justo, es
completamente imposible que el hombre pecador gane su favor y pueda tener
comunión con su persona, ya que si lo aceptara dejaría de ser santo porque
tendría comunión con el pecado y esto es imposible, y si dejara pasar por alto
su pecado y no lo castigara dejara de ser justo. Por ello en el Antiguo
Testamento Dios le exigía a su pueblo a alejarse de todo pecado porque Él no
justificaría al impío: “De palabra de mentira te alejarás, y no matarás al inocente
y justo; porque yo no justificaré al impío”, (Éxodo 23:7), pero el
problema con esto es que todo hombre ha pecado y destituido de su gloria: “Por cuanto todos
pecaron, y están destituidos de la gloria de Dios”, (Romanos 3:23),
y el mismo Pablo declara al citar una serie de citas de los Salmos e Isaías que
el hombre está completamente depravado y corrompido por el pecado: “Como está escrito:
No hay justo, ni aun uno; no hay quien entienda, no hay quien busque a Dios.
Todos se desviaron, a una se hicieron inútiles; no hay quien haga lo bueno, no
hay ni siquiera uno. Sepulcro abierto es su garganta; con su lengua engañan.
Veneno de áspides hay debajo de sus labios; su boca está llena de maldición y
de amargura. Sus pies se apresuran para derramar sangre; quebranto y desventura
hay en sus caminos; y no conocieron camino de paz. No hay temor de Dios delante
de sus ojos”, (Romanos 3:10-18). Por todo eso surge la pregunta:
¿cómo se justificará el hombre delante de Dios?, y esta pregunta no es nueva,
sino fue planteada desde hace muchos años atrás: “¿Cómo, pues, se justificará el hombre para con
Dios? ¿Y cómo será limpio el que nace de mujer?”, (Job 25:4).
Respondamos a esta pregunta en los siguientes temas.
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La justificación por fe |
EL SIGNIFICADO DE LA JUSTIFICACIÓN
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La justificación es otra de las grandes
obras salvadoras que el Señor realiza a favor de aquellos que se arrepienten de
sus pecados, como ya vimos muchas cosas pasan cuando alguien experimenta la
gloriosa salvación de Dios, y así operan el nuevo nacimiento, la conversión, la
santificación y la justificación de su alma. La palabra justificar es un
término judicial que significa absolver o pronunciar una sentencia favorable a
favor de un hombre en un juicio. Pero ¿qué es la justificación a la luz de la
Biblia? El diccionario Ilustrado de la Biblia Nelson nos define la
justificación de la siguiente manera: “Acto soberano de Dios por el que, por pura gracia y a
base de su pacto, declara aceptos ante Él a quienes creen en su Hijo”.
El Nuevo Diccionario de la Biblia de Alfonso Lockward nos dice que la
justificación es:
“Acto de hacer a un hombre justo, aceptable ante Dios”. Charles Ryre
dice:
“Justificar significa declarar justo. Tanto la palabra hebrea (—sadaq—) como la
griega (—dikaioo—) significan anunciar o pronunciar un veredicto favorable,
declarar justo. El concepto no significa hacer justo, sino atribuir justicia”.
J. Oliver Buswell Jr. dice: “La justificación no es meramente el acto
judicial por el cual Dios nos declara libres del castigo decretado por la ley.
El acto judicial de Dios por el cual somos justificados también involucra la
imputación a nuestra cuenta de la justicia positiva de Cristo”.
Finalmente, Myre Pearlman nos dice de manera más extensa: “la justificación es un acto de la gracia
libre de Dios, por medio de la cual perdona todos nuestros pecados y nos acepta
en calidad de justos ante su presencia, solo en virtud de la justicia de Cristo
imputada o atribuida a nosotros y recibida por la fe solamente”. Por
tanto, la justificación es el acto soberano de Dios mediante el cual declara
justa a una persona que se arrepiente de sus pecados. El hecho de que
Dios declare justa a una persona no significa que esta sea inocente, porque
como ya lo hemos visto todos hemos pecado delante del Señor; pero entonces,
¿cómo es que Dios declara justo a un pecador arrepentido si no hay buenas obras
que lo justifiquen? La forma de cómo Dios declara justo a una persona es porque
le imputa la justicia de Cristo. Cuando una persona cree por la fe en el
sacrificio de Cristo después de haber confesado sus pecados, el Señor lo limpia
con su sangre de toda su inmundicia y le imputa su justicia, por esto Pablo
decía: “Y ser
hallado en él, no teniendo mi propia justicia, que es por la ley, sino la que
es por la fe de Cristo, la justicia que es de Dios por la fe”,
(Filipenses 3:9). De esta forma Cristo nos imputa su justicia la cual nos hace
aceptos delante del Padre, y respecto a esta imputación Lewis Sperry Chafer nos
ilustra de una manera muy clara: “El hecho de la imputación es subrayado en la imputación
del pecado de Adán a la raza humana con el efecto de que todos los hombres son
considerados pecadores por Dios (Romanos 5:12-21). Esto se desarrolla más aún
en el hecho de que el pecado del hombre fue imputado a Cristo cuando Él se
ofreció coma ofrenda por el pecado del mundo (2 Corintios 5:14, 21; He. 2:9; 1
Juan 2:2). Así también la justicia de Dios es imputada a todos los que creen,
para que ellos puedan permanecer delante de Dios en toda la perfección de
Cristo. Por causa de esta provisión se puede decir de todos los que son salvos
en Cristo que ellos son hechos justicia de Dios en Él (1 Corintios 1:30; 2 Corintios
5:21). Siendo que esta justicia es de Dios y no del hombre y que, según lo
afirma la Escritura, ella existe aparte de toda obra u observancia de algún
precepto legal (Romanos 3:21), es obvio que esta justicia imputada no es algo
que el hombre pueda efectuar. Siendo la justicia de Dios, ella no puede ser
aumentada por la piedad de aquel a quien le es imputada, ni tampoco disminuir
por causa de su maldad”. Por tanto, es gracias a esta justicia que
Cristo nos imputa que somos declarados justos delante de Dios, y esta justicia
no puede ganarse por ninguna buena obra o piedad, sino solamente por medio de
la fe es que el hombre puede logar ser justificado.
LA JUSTIFICACIÓN POR MEDIO DE LA FE
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Como hemos visto nadie puede ser
justificado a través de las obras, no es por cumplir los diez mandamientos, o
por hacer obras de beneficencia, o por seguir las reglas de una religión que
ganaremos la salvación, porque no hay nadie que pueda vivir por la ley e Israel
es el mejor ejemplo de eso. Dios había hecho un pacto con ellos y si estos
obedecían su ley serian bendecidos: “Acontecerá que, si oyeres atentamente la voz de Jehová tu
Dios, para guardar y poner por obra todos sus mandamientos que yo te prescribo
hoy, también Jehová tu Dios te exaltará sobre todas las naciones de la tierra”,
(Deuteronomio 28:1). Sin embargo, Israel fallo ya que esta mas que demostrado
que por causa de nuestra naturaleza pecaminosa nos es imposible vivir por la
ley, y aunque nos esforcemos por observar los mandamientos del Señor, el solo
hecho de quebrantar uno de ellos nos convierte en infractores de la ley: “Porque cualquiera
que guardare toda la ley, pero ofendiere en un punto, se hace culpable de
todos”, (Santiago 2:10). Por ello, Isaías dice que nuestras
justicias son como trapos de inmundicia delante de Dios: “Si bien todos nosotros somos como suciedad, y
todas nuestras justicias como trapo de inmundicia; y caímos todos nosotros como
la hoja, y nuestras maldades nos llevaron como viento”, (Isaías 64:6).
Nadie puede justificarse por medio de la ley o las obras y al respecto J.
Oliver Buswell Jr. Dice: “La Escritura enfatiza uniformemente la imposibilidad de
alcanzar la justificación ante la santa ley de Dios por cualquier tipo de
actividad humana. Esto se manifiesta en la predicación de Pablo como aparece en
el libro de los Hechos. El mensaje de Pablo fue: «Sabed, pues, esto, varones
hermanos: que por medio de él se os anuncia perdón de pecados, y que de todos
aquellos pecados de que por la ley de Moisés no pudisteis ser justificados, en
él es justificado todo aquel que cree» (Hechos 13.38,39)”. Por tanto, Pablo tiene razón al decir: “Sabiendo que el
hombre no es justificado por las obras de la ley, sino por la fe de Jesucristo,
nosotros también hemos creído en Jesucristo, para ser justificados por la fe de
Cristo y no por las obras de la ley, por cuanto por las obras de la ley nadie
será justificado”, (Galatas2:16).
Ahora
bien, esto no significa que la ley sea mala, sino es buena, es santa y perfecta:
“De manera que la
ley a la verdad es santa, y el mandamiento santo, justo y bueno”,
(Romanos 7:12), y nos enseña que somos pecadores y necesitamos la misericordia
de Dios: “Pero
sabemos que todo lo que la ley dice, lo dice a los que están bajo la ley, para
que toda boca se cierre y todo el mundo quede bajo el juicio de Dios; ya que
por las obras de la ley ningún ser humano será justificado delante de él;
porque por medio de la ley es el conocimiento del pecado”, (Romanos
3:19-20). Por medio de la ley comprendemos que somos pecadores y estamos
destituidos de la gloria de Dios, pero a parte de la ley también Dios a
establecido la vida por medio de la fe en Jesucristo: “Pero ahora, aparte de la ley, se ha
manifestado la justicia de Dios, testificada por la ley y por los profetas; la
justicia de Dios por medio de la fe en Jesucristo, para todos los que creen en
él. Porque no hay diferencia, por cuanto todos pecaron, y están destituidos de
la gloria de Dios, siendo justificados gratuitamente por su gracia, mediante la
redención que es en Cristo Jesús, a quien Dios puso como propiciación por medio
de la fe en su sangre, para manifestar su justicia, a causa de haber pasado por
alto, en su paciencia, los pecados pasados, con la mira de manifestar en este
tiempo su justicia, a fin de que él sea el justo, y el que justifica al que es
de la fe de Jesús”, (Romanos 3:21-26).
Mientras que la palabra nos enseña
que somos pecadores y que estamos en condenación; también esta nos muestra el
camino de salvación a través de creer en Jesucristo: Pero ahora, aparte de la ley, se ha manifestado
la justicia de Dios, testificada por la ley y por los profetas; la justicia de
Dios por medio de la fe en Jesucristo, para todos los que creen en él. Porque
no hay diferencia, por cuanto todos pecaron, y están destituidos de la gloria
de Dios, siendo justificados gratuitamente por su gracia, mediante la redención
que es en Cristo Jesús. Si nos damos cuenta somo justificados
gratuitamente por gracia, es decir, es un don o regalo de Dios, no esta basada
en nada de lo que nosotros pudiésemos dar ya que es a través de lo que Jesús
hizo en la cruz del Calvario. Este concepto de que la salvación seria gratuita
no es exclusivo del Nuevo Testamento ya que en Isaías se nos hablaba de una
redención gratuita: “A todos los sedientos: Venid a las aguas; y los que no
tienen dinero, venid, comprad y comed. Venid, comprad sin dinero y sin precio,
vino y leche. ¿Por qué gastáis el dinero en lo que no es pan, y vuestro trabajo
en lo que no sacia? Oídme atentamente, y comed del bien, y se deleitará vuestra
alma con grosura”, (Isaías 55:1-2). La invitación que Dios hace a
través de este profeta es a comprar sin dinero e invita a todos los sedientos
ya que sabia que no hay nadie que pudiera justificarse delante de El por medio
de sus obras. Contrario a lo que muchas religiones enseñan, la salvación no es
algo que se pueda comprar con dinero, buenas obras o una vida de piedad, ya que
como hemos visto nuestras justicias son como trapo de inmundicia, no hay nadie
que haya podido ganarse la justificación a través de las obras. Por ello Pablo
dice: “¿Qué,
pues, diremos que halló Abraham, nuestro padre según la carne? Porque si
Abraham fue justificado por las obras, tiene de qué gloriarse, pero no para con
Dios. Porque ¿qué dice la Escritura? Creyó Abraham a Dios, y le fue contado por
justicia. Pero al que obra, no se le cuenta el salario como gracia, sino como
deuda; más al que no obra, sino cree en aquel que justifica al impío, su fe le
es contada por justicia”, (Romanos 4:1-5). Los judíos creían que su
antepasado Abraham había sido justificado por medio de sus obras, pero el
apóstol Pablo les dice que no era así, sino que el hecho de haberle creído a
Dios le fue contado por justicia, porque si alguien pudiese hacer obras que
agradaran totalmente a Dios, su salvación le sería como un salario que se le
daría por deuda; pero como no es así ya que por obras es imposible salvarse, la
salvación le es contada como un salario que se da por gracia. Ahora bien, esta
justificación es gratuita, no le cuesta nada al que cree, pero no es porque no
se haya hecho nada por perdonar todos nuestros pecados, ya que Dios no puede
pasarlas por alto. El precio de nuestra salvación la consumo Cristo a través de
su sacrificio: mediante
la redención que es en Cristo Jesús, a quien Dios puso como propiciación por
medio de la fe en su sangre, para manifestar su justicia, a causa de haber
pasado por alto, en su paciencia, los pecados pasados, con la mira de manifestar
en este tiempo su justicia, a fin de que él sea el justo, y el que justifica al
que es de la fe de Jesús. Por ende, podemos ver que la justificación
es por fe y no por obras.
LA FORMA DE CÓMO SE EFECTÚA LA JUSTIFICACIÓN EN AQUEL QUE CREE
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La justificación opera en aquella persona
que cree en Jesús y lo hace en dos sentidos. Primero actúa sobre la persona
que es justificada cuando se le atribuye a esta la justicia de Cristo: “y ser hallado en
él, no teniendo mi propia justicia, que es por la ley, sino la que es por la fe
de Cristo, la justicia que es de Dios por la fe”, (Filipenses 3:9).
La justicia de un creyente no proviene de sus propias obras porque son
imperfectas, su justicia es imputada, es decir, le es atribuida de parte de
Cristo, de tal forma que hoy el Padre ve en él la justicia de su Hijo
Jesucristo la cual le es agradable. Por otro lado, la justificación actuó en la
persona de Jesucristo imputándole todos nuestros pecados y por ende el castigo
de nuestras rebeliones recayó sobre Él: “quien llevó él mismo nuestros pecados en su
cuerpo sobre el madero, para que nosotros, estando muertos a los pecados,
vivamos a la justicia; y por cuya herida fuisteis sanados”, (1 Pedro
2:24). De esta forma es justificado el que cree, ya que todos nuestros pecados
fueron cargados en la persona de Cristo y así pago por todas nuestras
rebeliones, Él se ofreció como sustituto, para morir por nuestras maldades de
tal forma que al limpiarnos con su sangre nos imputa su justicia y nos vuelve
aceptos delante de su Padre, así el hombre es justificado por la fe.
RESULTADOS DE LA JUSTIFICACIÓN
“Pues mucho más, estando ya justificados en su sangre, por él
seremos salvos de la ira”.
Romanos 5:9
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Como ya hemos visto el hombre es
justificado por medio de la fe y definitivamente el primero y mayor de todos
los beneficios que el hombre recibe es la salvación de su alma: Pues mucho más,
estando ya justificados en su sangre, por él seremos salvos de la ira.
Gracias a la justificación hoy podemos ser hallados no en nuestra propia
justicia, sino en la de Cristo lo cual nos hace aceptos delante del Padre y por
tanto tenemos acceso directo a su presencia. Además de esto, la restauración del
hombre interior produce cambios favorables en su persona, tal y como Pablo le expresa:
“Justificados,
pues, por la fe, tenemos paz para con Dios por medio de nuestro Señor
Jesucristo; por quien también tenemos entrada por la fe a esta gracia en la
cual estamos firmes, y nos gloriamos en la esperanza de la gloria de Dios. Y no
sólo esto, sino que también nos gloriamos en las tribulaciones, sabiendo que la
tribulación produce paciencia; y la paciencia, prueba; y la prueba, esperanza;
y la esperanza no avergüenza; porque el amor de Dios ha sido derramado en
nuestros corazones por el Espíritu Santo que nos fue dado”, (Romanos
5:1-5). La justificación nos declara justos delante de Dios y por ende la culpa
de nuestro pecado es quitada trayendo paz a nuestra alma, a parte de eso los
justificados tenemos acceso a esta preciosa fe que nos hace herederos de
grandes promesas gloriosas y nos afirma en esta gloriosa profesión a la cual
hemos sido llamados. Además, el justificado por la fe es capaz de soportar con
paciencia las tribulaciones a través del respaldo y consolación que recibe de
parte de Dios, manteniendo su gozo y aferrándolo a una esperanza que no avergüenza.
Finalmente, el Espíritu Santo ha sido dado a los justificados y el amor de Dios
se ha derramado en sus corazones dándoles testimonio de que ahora forman parte
de la familia del reino de los cielos. Definitivamente el hombre que es
justificado recibe un cambio radical para bien de su existencia gracias a que
se convierte en morada del Espíritu Santo, y al respecto Lewis Sperry Chafer
nos dice: “Lleno
del Espíritu, el hijo de Dios producirá las obras de justicia (Romanos 8:4),
del fruto del Espíritu (Gálatas 5:22-23) y manifestara los dones para el servicio
que le han sido dados por el Espíritu (1 Corintios 12:7). Se establece
claramente que estos resultados se deben a la obra que el Espíritu realiza en y
a través del creyente”. Gracias a Dios por el Espíritu Santo que se
nos ha dado, pero esto no fuese posible sin la justificación, porque Dios no
puede habitar en un corazón de un hombre pecador. Todo esto constituye motivo
de gran gozo en la vida del creyente, en la vida de aquel que ha sido
justificado.
Que tremenda bendición es esta palabra en la vida de los creyentes de parte de Nuestro Dios Padre por medio de Nuestro señor Jesucristo con la ayuda de su Santo Espíritu. Amén 🙏🙏🙏
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