“Pues no nos ha llamado
Dios a inmundicia, sino a santificación”.
1
Tesalonicenses 4:7
INTRODUCCIÓN
Una
de las obras más maravillosas que nuestro Señor Jesucristo ha realizado en
nosotros es el limpiarnos de toda la inmundicia que antes traíamos de nuestra
antigua vida de pecado. Por ser un Dios santo se espera que nosotros sus hijos
también seamos santos y por ello Pablo decía: Pues no nos ha llamado Dios a inmundicia, sino
a santificación. Vivir en santidad significa vivir para Dios,
apartados del pecado y obedeciendo su palabra; pero cuanto cuidado debemos
tener porque hoy en día se habla mucho de salvación por fe, sin obras, pero hay
muy poco compromiso para buscar la santidad. Hoy queremos considerar dos
errores comunes que se comenten y que no ayudan a nuestra propia santidad.
Dos enemigos de la santidad |
I. PRIMER ENEMIGO DE LA
SANTIDAD: PENSAR QUE NO ESTAMOS OBLIGADO A VIVIR POR LA LEY MORAL DE DIOS.
Un
pensamiento que generalmente es un enemigo de la santidad es el creer
que porque ahora estamos en Cristo la ley no importa para nada ya que es por
gracia y no por obras, por lo cual esto crea un exceso desmedido de confianza
que en ocasiones da licencia para vivir en viejos pecados. A veces se
abusa de la doctrina de la seguridad de la salvación o perseverancia de los
santos, ya que si bien es cierto, en la Biblia podemos encontrar evidencias de
que la obra salvadora de Cristo a favor de nosotros nos da vida eterna y de que
el que está en sus manos jamás será arrebatado, o de que todo aquel que cree en
él no vendrá a condenación sino tiene vida eterna, esto no significa que
podemos vivir como nosotros queremos. Al tener un pensamiento como este podemos
llegar a caer en dos errores terribles que son doctrinas y conductas heréticas
y pecaminosas que Dios desaprueba, estas son el antinomianismo, una antigua
doctrina herética, y el libertinaje.
1. Antinomianismo.
Un
pensamiento como este puede conducir a practicar el antinomianismo, es decir,
vivir sin guardar la ley moral de Dios solo porque la salvación es por gracia.
Antinomianismo es una palabra compuesta de otras dos griegas que literalmente
significa “En contra de la Ley”. El
diccionario Mundo Hispano lo traduce de la siguiente manera: “Un término
teológico que no se encuentra en las Escrituras; se refiere a la opinión de que
la ley moral del AT no se aplica a los creyentes que están bajo la gracia”.
Sin embargo, esto es un total error que conduce al infierno ya que si bien es
cierto somos salvos por medio de la fe, y no por obras, pero eso no significa
que los cristianos podemos vivir como mejor nos parece, ya que los verdaderos
convertidos hemos muerto al pecado, tal y como Pablo lo dijo: “¿Qué, pues,
diremos? ¿Perseveraremos en el pecado para que la gracia abunde? En ninguna
manera. Porque los que hemos muerto al pecado, ¿cómo viviremos aún en él?”,
(Romanos 6:1-2). Lo cierto es que los cristianos hemos muerto al pecado y ya no
podemos vivir en él, Dios desea nuestra santificación y ser santo significa
vivir apartados de las practicas pecaminosas de este mundo, vivir para Dios;
pero ¿qué significa vivir para Dios? Bueno, es vivir de acuerdo a su palabra.
Miremos como Pablo lo dice: “Por lo demás, hermanos, os rogamos y exhortamos en el Señor
Jesús, que de la manera que aprendisteis de nosotros cómo os conviene
conduciros y agradar a Dios, así abundéis más y más. Porque ya sabéis qué
instrucciones os dimos por el Señor Jesús; pues la voluntad de Dios es vuestra
santificación; que os apartéis de fornicación; que cada uno de vosotros sepa
tener su propia esposa en santidad y honor; no en pasión de concupiscencia,
como los gentiles que no conocen a Dios; que ninguno agravie ni engañe en nada
a su hermano; porque el Señor es vengador de todo esto, como ya os hemos dicho
y testificado. Pues no nos ha llamado Dios a inmundicia, sino a santificación.
Así que, el que desecha esto, no desecha a hombre, sino a Dios, que también nos
dio su Espíritu Santo”, (1 Tesalonicenses 4:1-8). Como hijos de Dios
no podemos vivir en inmundicia abusando de la gracia, ya que aquellos que lo
hacen: no desecha
a hombre, sino a Dios, que también nos dio su Espíritu Santo. Aquellos
que verdaderamente han experimentado un verdadero nuevo nacimiento han sido
totalmente transformado por la obra del Espíritu Santo el cual le da testimonio
a su espíritu de que hoy es hijo de Dios y tiene herencia eterna, y como nueva
criatura a abandonado su vieja vida de pecado viviendo de acuerdo a la ley
moral de Dios. Por tanto, es un error pensar que porque somos salvos
por gracias no estamos obligados a abandonar nuestra vida de pecados y obedecer
su palabra.
2. El libertinaje.
En segundo lugar, un
pensamiento como este nos puede conducir al libertinaje. Libertinaje es una
palabra que proviene del latín libertinus
que significa “sin límites“. En este
sentido, libertinaje es vivir sin considerar ninguna restricción de la ley,
entregado al desenfreno, excesos y descontrol, abusando de la verdadera
libertad. Este tipo de vida en la antigüedad se conoció como Hedonismo.
Realmente el libertinaje se observa en los impíos, aquellos que no conocen ni
temen a Dios, sin embargo, los cristianos pueden llegar a caer en esta práctica
si no se aseguran de santificarse totalmente delante de Dios. Muchos cristianos
viven practicando pecados ocultos y aunque a veces su espíritu los reprende,
aquellos que no se arrepienten y se apartan de ellos están condenados a ser
controlados por ellos y su consciencia es progresivamente cauterizada hasta que
estos los arrastran a entregarse públicamente a una vida de desenfreno y
abandonan el evangelio. Una persona que ha gustado del evangelio pero que por
descuido permitió que un pecado lo esclavizara para arrastrarlo a peores
condiciones es explicado muy bien por nuestro Señor Jesucristo: “Cuando el espíritu
inmundo sale del hombre, anda por lugares secos, buscando reposo, y no lo
halla. Entonces dice: Volveré a mi casa de donde salí; y cuando llega, la halla
desocupada, barrida y adornada. Entonces va, y toma consigo otros siete
espíritus peores que él, y entrados, moran allí; y el postrer estado de aquel
hombre viene a ser peor que el primero. Así también acontecerá a esta mala
generación”, (Mateo 12:43-45). Como cristianos debemos ser
responsables con nuestra propia santificación, desechar todo pecado, porque si
no podemos llegar a ser controlados por estos y ser arrastrados de regreso al
mundo, siendo nuestra postrer condición peor que la primera y, ¡ay de aquellos
que habiendo conocido al Señor retroceden para integrarse desenfrenadamente a
los placeres de este mundo sin ningún tipo de arrepentimiento: “Porque si pecáremos
voluntariamente después de haber recibido el conocimiento de la verdad, ya no
queda más sacrificio por los pecados, sino una horrenda expectación de juicio,
y de hervor de fuego que ha de devorar a los adversarios. El que viola la ley
de Moisés, por el testimonio de dos o de tres testigos muere irremisiblemente.
¿Cuánto mayor castigo pensáis que merecerá el que pisoteare al Hijo de Dios, y
tuviere por inmunda la sangre del pacto en la cual fue santificado, e hiciere
afrenta al Espíritu de gracia?”, (Hebreos 10:26-29). Por esto, debemos tener cuidado que la
libertad a la cual Cristo nos ha llamado no se convierta en libertinaje: “Estad, pues, firmes
en la libertad con que Cristo nos hizo libres, y no estéis otra vez sujetos al
yugo de esclavitud”, (Gálatas 5:1).
II.
EL LEGALISMO.
El segundo enemigo de
la santidad es el legalismo. El legalismo es buscar la salvación a través de
cumplir reglas o reglamentos religiosos, y quizás el mejor ejemplo de legalismo
en la Biblia son los fariseos. Nuestro Señor Jesús resalto muy bien el
verdadero espíritu del legalismo a través de las siguientes palabras: “En la cátedra de
Moisés se sientan los escribas y los fariseos. Así que, todo lo que os digan
que guardéis, guardadlo y hacedlo; más no hagáis conforme a sus obras, porque
dicen, y no hacen. Porque atan cargas pesadas y difíciles de llevar, y las
ponen sobre los hombros de los hombres; pero ellos ni con un dedo quieren
moverlas. Antes, hacen todas sus obras para ser vistos por los hombres. Pues
ensanchan sus filacterias, y extienden los flecos de sus mantos; y aman los primeros
asientos en las cenas, y las primeras sillas en las sinagogas, y las
salutaciones en las plazas, y que los hombres los llamen: Rabí, Rabí”,
(Mateo 23:2-7). En este sentido, un legalista es:
1.
Una
persona que dice vivir por la ley de Dios, pero no hace lo que dice: En la cátedra de
Moisés se sientan los escribas y los fariseos Así que, todo lo que os digan que guardéis,
guardadlo y hacedlo; más no hagáis conforme a sus obras, porque dicen, y no
hacen.
2.
Una
persona que coloca duras cargas sobre los demás que ellos no llevan: Porque atan cargas
pesadas y difíciles de llevar, y las ponen sobre los hombros de los hombres;
pero ellos ni con un dedo quieren moverlas.
3.
Una
persona que se jacta de su supuesto nivel espiritual y se cree superior a los
demás: Pues
ensanchan sus filacterias, y extienden los flecos de sus mantos.
4.
Una
persona que ama los títulos personales y ser admirada por los demás por su gran
nivel espiritual: y aman los primeros asientos en las cenas, y las primeras sillas en las
sinagogas, y las salutaciones en las plazas, y que los hombres los llamen:
Rabí, Rabí.
Aquellos que viven en
el legalismo poseerán esta características o parecidas. Hoy en día existen
sectas y religiones muy legalistas donde la salvación del alma está limitada a
obedecer reglamentos internos, guardar algunos días, ser bautizados por su
método exclusivo, usar un estilo de vestimenta estricto donde se regulan
incluso los colores de la tela, el no usar ningún tipo de metal en el cuerpo,
como anillos, pulseras o adornos, el no recibir transfusiones de sangre aun
estando su vida en peligro, entre otras cosas. Lo peligroso de todo esto es
creer que podemos llegar a santificarnos delante de Dios por medio de estas
cosas. Hoy en día los cristianos debemos cuidarnos de no caer en estos errores
porque sin saberlo podemos llegar a caer en el legalismo al considerarnos más
santos que los demás por nuestra propia perseverancia, o pensar que otros son
más carnales que nosotros por su edad o sexo, o llegar a desarrollar un
espíritu de vanagloria por los dones que hemos recibo, ante todo esto debemos
recordar que: “Pero por la gracia de Dios soy lo que soy; y
su gracia no ha sido en vano para conmigo, antes he trabajado más que todos
ellos; pero no yo, sino la gracia de Dios conmigo”, (1 Corintios
15:10). Por tanto, no debemos caer en este terrible error permitiendo que por
nuestro esfuerzo por santificarnos se cree en nosotros un espíritu de
vanagloria que quiera exaltar nuestro propio yo antes que a nuestro Señor Jesucristo.
CONCLUSIÓN.
El
deseo de Dios es nuestra santificación, pero esta tiene dos enemigos. Pensar
que porque somos salvos ya no estamos obligados a vivir de acuerdo a la ley
moral de Dios porque una vez salvo siempre salvo es un terrible error ya que puede
conducirnos a una vida de prácticas pecaminosas sin ningún arrepentimiento. Por
otro lado, vivir jactándonos de nuestra gran piedad obedeciendo reglamentos
religiosos y pensando que por ellos somos más santos que los demás es otro
error que nos conduce al legalismo. No debemos caer en ambos extremos porque
ambos son enemigos de nuestra santificación. Antes citamos la exhortación de
Pablo para limpiarnos de toda inmundicia: “Así que, amados, puesto que tenemos tales promesas,
limpiémonos de toda contaminación de carne y de espíritu, perfeccionando la
santidad en el temor de Dios”, (2 Corintios 7:1).
Hermoso y muy edificante estudio, doy gracias al Todo Poderoso Dios y ruego les continúe usando para buena enseñanza de su palabra.
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