“Pero no quisieron
escuchar, antes volvieron la espalda, y taparon sus oídos para no oír; y pusieron
su corazón como diamante, para no oír la ley ni las palabras que Jehová de los
ejércitos enviaba por su Espíritu, por medio de los profetas primeros; vino,
por tanto, gran enojo de parte de Jehová de los ejércitos”.
Zacarias 7:11-12
INTRODUCCIÓN
Hoy en día la palabra de Dios es
predicada, ya sea en los templos cristianos, en plazas y campañas evangelísticas,
en las casas o a través de los diferentes medios de comunicación y redes
sociales; pero cuantos de estos la escuchan y la ponen por obra. Estos versículos
nos muestran la realidad de muchas personas que no atiende el mensaje de Dios y
las consecuencias de no hacerlo.
No quisieron escuchar la palabra de Dios |
I.
LA REALIDAD DEL CORAZÓN
DURO DEL HOMBRE.
“Pero
no quisieron escuchar, antes volvieron la espalda, y taparon sus oídos para
no oír; y pusieron su corazón como diamante, para no oír la ley ni las palabras
que Jehová de los ejércitos enviaba por su Espíritu, por medio de los profetas
primeros; vino, por tanto, gran enojo de parte de Jehová de los ejércitos”.
En estos versículos, Dios por medio de su profeta, les recuerda a los
israelitas las consecuencias de no obedecer su palabra, ya que sus antepasados le
volvieron la espalda, taparon sus oídos para no oír y pusieron su corazón como
diamante, y como consecuencia, fueron castigados yendo a la cautividad. De igual
forma este texto nos recuerda la importancia de obedecer la palabra de Dios y
no ser indiferentes a su llamamiento, ya que aquellos que lo han hecho, su fin
es trágico.
II.
EJEMPLOS DE AQUELLOS QUE
NO QUISIERON ESCUCHAR LA PALABRA DE DIOS.
“Y estas cosas les acontecieron como ejemplo,
y están escritas para amonestarnos a nosotros, a quienes han alcanzado los
fines de los siglos”.
1 Corintios 10:11
El apóstol nos dice que las cosas que están escritas en la Biblia fueron
para que nosotros aprendamos de ellas y no cometamos los mismos errores, y así
uno puede ver cómo Israel no obedeció su palabra a pesar de que muchas veces, a
través de sus profetas, los amonesto a dejar el pecado y volverse a Él, pero no
quisieron: “Jehová amonestó entonces a Israel y a
Judá por medio de todos los profetas y de todos los videntes, diciendo: Volveos
de vuestros malos caminos, y guardad mis mandamientos y mis ordenanzas,
conforme a todas las leyes que yo prescribí a vuestros padres, y que os he
enviado por medio de mis siervos los profetas. Mas ellos no obedecieron, antes
endurecieron su cerviz, como la cerviz de sus padres, los cuales no creyeron en
Jehová su Dios”, (2 Reyes 17:13-14). Desde que Dios los saco de
Egipto, les enseño su palabra, tuvieron a Moisés, el gran legislador de Israel,
el cual les dio la ley divina, luego tuvieron a Josué el cual no solo los dirigió
a la tierra prometida, sino los amonesto para seguir por el camino del Señor, también
tuvieron jueces que los liberaron de sus enemigos y les mostraron el camino de
justicia, y a parte de esto tuvieron reyes como David que gobernaron bajo la
voluntad de Dios, y otros trajeron grandes reformas a la nación, como Zacarias
y Josías, en el reino del sur, y sus profetas no cesaron de amonestarlos para
que se volvieran a Dios. Pero con todo esto, no quisieron escuchar y como consecuencia
Israel, el reino del norte, es llevado cautivo a Asiria, y años después, Jerusalén,
el reino del sur, es conquistado y deportado a Babilonia.
También podemos recordar la necedad
de Sedequías, el último rey del reino de Juda, el cual tuvo la oportunidad de
salvar su reino y su propia vida con tan solo obedecer la palabra de Dios; pero
no obedeció. Esta historia bíblica la tenemos allá en el libro de Jeremías: “Después envió el rey Sedequías, e hizo traer al profeta
Jeremías a su presencia, en la tercera entrada de la casa de Jehová. Y dijo el
rey a Jeremías: Te haré una pregunta; no me encubras ninguna cosa. Y Jeremías dijo a Sedequías: Si te lo
declarare, ¿no es verdad que me matarás? y si te diere consejo, no me
escucharás. Y juró el rey Sedequías en secreto a Jeremías, diciendo: Vive
Jehová que nos hizo esta alma, que no te mataré, ni te entregaré en mano de estos
varones que buscan tu vida. Entonces
dijo Jeremías a Sedequías: Así ha dicho Jehová Dios de los ejércitos, Dios de
Israel: Si te entregas en seguida a los príncipes del rey de Babilonia, tu alma
vivirá, y esta ciudad no será puesta a fuego, y vivirás tú y tú casa. Pero si
no te entregas a los príncipes del rey de Babilonia, esta ciudad será entregada
en mano de los caldeos, y la pondrán a fuego, y tú no escaparás de sus manos. Y
dijo el rey Sedequías a Jeremías: Tengo temor de los judíos que se han pasado a
los caldeos, no sea que me entreguen en sus manos y me escarnezcan. Y dijo
Jeremías: No te entregarán. Oye ahora la voz de Jehová que yo te hablo, y te
irá bien y vivirás”, (Jeremías 38:14-20). Es lamentable ver como
este hombre pudo haber salvado su vida y su reino con tan solo escuchar y
obedecer la palabra de Dios; pero no lo hizo, y al final fue capturado, vio
como mataron a sus hijos y a el le sacaron los ojos y lo encarcelaron, mientras
que Jerusalén fue destruida y quemada, todo porque no quisieron escuchar la
palabra de Dios.
El mismo apóstol Pablo, predicando
el evangelio se enfrento a la dureza de corazón de los judíos, los cuales, a pesar
de su fuerte persuasión, estos no creyeron: “Y
habiéndole señalado un día, vinieron a él muchos a la posada, a los cuales les
declaraba y les testificaba el reino de Dios desde la mañana hasta la tarde,
persuadiéndoles acerca de Jesús, tanto por la ley de Moisés como por los
profetas. Y algunos asentían a lo que se decía, pero
otros
no creían. Y como no estuviesen de acuerdo entre sí, al retirarse, les dijo
Pablo esta palabra: Bien habló el Espíritu Santo por medio del profeta Isaías a
nuestros padres, diciendo: Ve a este pueblo, y diles: De oído oiréis, y no
entenderéis; y viendo veréis, y no percibiréis; porque el corazón de este
pueblo se ha engrosado, y con los oídos oyeron pesadamente, y sus ojos han
cerrado, para que no vean con los ojos, y oigan con los oídos, y entiendan de
corazón, y se conviertan, y yo los sane. Sabed, pues, que a los gentiles es
enviada esta salvación de Dios; y ellos oirán. Y cuando hubo dicho esto, los
judíos se fueron, teniendo gran discusión entre sí”, (Hechos 28:23-29). Es triste ver como la historia
de aquellos que no escuchar la palabra de Dios para obedecerla se repite una y
otra vez, y así como le paso al apóstol Pablo, les sucede a muchos que predicando
su palabra ven la indiferencia y dureza de corazones, el problema con esto es
que al no atender su consejo viene el desastre y condenación eterna.
III.
EL NO OBEDECER SU
PALABRA NOS CONDUCE A LA CONDENACIÓN ETERNA.
“¡Ay de ti, Corazín! ¡Ay de ti, Betsaida!
que si en Tiro y en Sidón se hubieran hecho los milagros que se han hecho en
vosotras, tiempo ha que sentadas en cilicio y ceniza, se habrían arrepentido. Por
tanto, en el juicio será más tolerable el castigo para Tiro y Sidón, que para
vosotras. Y
tú, Capernaum, que hasta los cielos eres
levantada, hasta el Hades serás abatida. El que a vosotros oye, a mí me oye; y
el que a vosotros desecha, a mí me desecha; y el que me desecha a mí, desecha
al que me envió”.
Lucas 10:13-16
En estos versículos, el Señor Jesús nos advierte del
peligro de no escuchar y obedecer su palabra. En Corazín y Betsaida, se hicieron
grandes milagros y el mismo Jesús les predico, pero no escucharon y fueron incrédulos.
En Capernaum, Jesús anuncio el evangelio y realizo muchas señales, pero los
hombres de esta ciudad endurecieron sus corazones. Al final, nuestro Señor les
dice que, si todo esto se hubiese dado en Tiro y Sidón, ciudades paganas, hace
ratos se hubiesen arrepentido, y por ello, su castigo sería peor. De igual
forma, si nosotros no escuchamos su palabra y la obedecemos, creyendo en
Cristo, iremos rumbo a nuestra ruina a una eternidad de condenación.
CONCLUSIÓN.
En la Biblia encontramos muchos ejemplos de personas
que no escucharon la palabra de Dios y la obedecieron, y por tanto, se
perdieron, pero nosotros debemos creer en esta palabra la cual a través de Cristo
nos ofrece la vida eterna, porque todo aquel que no la escucha va camino al
fracaso y la condenación eterna.
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