Un mensaje Cristocéntrico (Hechos 2:22-36)


 

“Varones israelitas, oíd estas palabras: Jesús nazareno, varón aprobado por Dios entre vosotros con las maravillas, prodigios y señales que Dios hizo entre vosotros por medio de él, como vosotros mismos sabéis; a éste, entregado por el determinado consejo y anticipado conocimiento de Dios, prendisteis y matasteis por manos de inicuos, crucificándole; al cual Dios levantó, sueltos los dolores de la muerte, por cuanto era imposible que fuese retenido por ella. Porque David dice de él: Veía al Señor siempre delante de mí; porque está a mi diestra, no seré conmovido. Por lo cual mi corazón se alegró, y se gozó mi lengua, y aun mi carne descansará en esperanza; porque no dejarás mi alma en el Hades, ni permitirás que tu Santo vea corrupción. Me hiciste conocer los caminos de la vida; me llenarás de gozo con tu presencia. Varones hermanos, se os puede decir libremente del patriarca David, que murió y fue sepultado, y su sepulcro está con nosotros hasta el día de hoy. Pero siendo profeta, y sabiendo que con juramento Dios le había jurado que, de su descendencia, en cuanto a la carne, levantaría al Cristo para que se sentase en su trono, viéndolo antes, habló de la resurrección de Cristo, que su alma no fue dejada en el Hades, ni su carne vio corrupción. A este Jesús resucitó Dios, de lo cual todos nosotros somos testigos. Así que, exaltado por la diestra de Dios, y habiendo recibido del Padre la promesa del Espíritu Santo, ha derramado esto que vosotros veis y oís. Porque David no subió a los cielos; pero él mismo dice: Dijo el Señor a mi Señor: Siéntate a mi diestra, hasta que ponga a tus enemigos por estrado de tus pies. Sepa, pues, ciertísimamente toda la casa de Israel, que a este Jesús a quien vosotros crucificasteis, Dios le ha hecho Señor y Cristo”.

Hechos 2:22-36


INTRODUCCIÓN

                  Continuamos estudiando el primer sermón que la iglesia cristiana predicó y como hemos visto, el mensaje de Pedro guarda una increíble estructura homilética ya que no se tratan de un montón de palabras inventadas, sino más bien, iluminado por el Espíritu Santo, nos presenta un mensaje que tiene como propósito mostrar que Jesús es Señor y Cristo. Anteriormente el apóstol hizo su introducción citando el pasaje del profeta Joel para demostrar que los acontecimientos que estaban presenciado en ese momento no eran más que el cumplimiento de la profecía del Joel, ahora, amparándose de otros pasajes del Antiguo Testamento, presentara a Jesús como Dios, Señor de señores y el Mesías, es decir, el Cristo anunciado por las Escrituras.

 

mensaje-Pedro
Un mensaje Cristocéntrico

OÍD ESTAS PALABRAS

“Varones israelitas, oíd estas palabras…”

Hechos 2:22

               Las palabras de Pedro: Varones israelitas, oíd estas palabras…, nos sugieren que el mensaje que está a punto de compartir es algo que todo hombre debe conocer y prestarle toda la atención del mundo y esto es así porque su mensaje consistirá en presentar a Cristo. El mensaje del evangelio que se debe predicar a las almas perdidas debe en todo momento estar centrado en Cristo, en conocer su vida, obra y resurrección, ya que cualquier otro mensaje fuera de la verdadera doctrina de Cristo no conducirá a la vida eterna. Hoy en día, todo mensaje evangelístico debe ser Cristocéntrico y este fue el mensaje que la iglesia predico desde sus primeros tiempos, tal y como Pablo nos lo declara: “Además os declaro, hermanos, el evangelio que os he predicado, el cual también recibisteis, en el cual también perseveráis; por el cual, asimismo, si retenéis la palabra que os he predicado, sois salvos, si no creísteis en vano. Porque primeramente os he enseñado lo que asimismo recibí: Que Cristo murió por nuestros pecados, conforme a las Escrituras; y que fue sepultado, y que resucitó al tercer día, conforme a las Escrituras”, (1 Corintios 15.1-4). Veamos como Pedro presenta el mensaje de Cristo.

 

            Jesús fue hecho hombre perfecto y habitó entre nosotros.

“... Jesús nazareno…”

Hechos 2:22

Lo primero que Pedro enseña es que Jesús fue hecho hombre perfecto y habitó entre ellos porque lo llama: Jesús nazareno. La palabra nazareno hace referencia a una aldea de Galilea llamada Nazaret, una aldea despreciable y sin mayor importancia para los judíos, de hecho, en algunas ocasiones nuestro Señor fue despreciado por el hecho de venir de esta aldea: “El siguiente día quiso Jesús ir a Galilea, y halló a Felipe, y le dijo: Sígueme. Y Felipe era de Betsaida, la ciudad de Andrés y Pedro. Felipe halló a Natanael, y le dijo: Hemos hallado a aquel de quien escribió Moisés en la ley, así como los profetas: a Jesús, el hijo de José, de Nazaret. Natanael le dijo: ¿De Nazaret puede salir algo de bueno? Le dijo Felipe: Ven y ve”, (Juan 1:43-46). La misma palabra enseña esta verdad, en que, siendo Dios, se encarnó en la persona de Jesús y habitó entre los hombres: “Y aquel Verbo fue hecho carne, y habitó entre nosotros (y vimos su gloria, gloria como del unigénito del Padre), lleno de gracia y de verdad”, (Juan 1:14). Por tanto, el verdadero mensaje Cristocéntrico enseña esta verdad, la naturaleza humana de Jesús.

 

            Jesús aprobado por Dios.

“… varón aprobado por Dios entre vosotros con las maravillas, prodigios y señales que Dios hizo entre vosotros por medio de él, como vosotros mismos sabéis…”

Hechos 2:22

En segundo lugar, Pedro nos dice que Jesús fue un varón aprobado por Dios y esto se confirma a través de su vida intachable y las señales y maravillas que hacía: varón aprobado por Dios entre vosotros con las maravillas, prodigios y señales que Dios hizo entre vosotros por medio de él, como vosotros mismos sabéis. Lo que confirmó esto no solo fueron las palabras de Jesús acerca de sí mismo, sino también su testimonio, su vida sujeta a la voluntad de su Padre, su vida de santidad y conforme a las Escrituras y, finalmente, los milagros que lo precedían. Es importante notar que los milagros están al final de la lista, antes su carácter en santidad y de acuerdo a las Escrituras debe estar en orden, porque hoy en día existen muchos falsos apóstoles y profetas que violentan la pureza de la sana doctrina con sus falsas enseñanzas, su vida es un total desorden y lo único que tienen son supuestos milagros, pero si lo primero no está en orden, los milagros no son una señal determinante para concluir de que se trata de un hombre de Dios. Lo cierto es que Jesús vivía en santidad y en obediencia a la palabra de Dios, agradando en todo momento a su Padre y su vida era respaldada con milagros. Aquí Pedro utiliza tres palabras para referirse a los milagros: maravillas, prodigios y señales. Consideremos cada palabra. En primer lugar, se nos dice que Jesús hacia maravillas, y esta palabra proviene del griego dunamis (δύναμις), la cual describe un poder en acción, y realmente los milagros eso son, son el poder sobrenatural de Dios en acción para cumplir su voluntad, sin importar lo difícil de la situación. En segundo lugar, se nos dice que Jesús realizaba prodigios, y esta palabra proviene del griego teras (τέρας), que hace referencia a algo que ocurre y provoca que las personas que lo presencien se asombren. En tercer lugar, Jesús realizaba señales, y esta palabra se traduce del griego semeion (σημει̂ον), que indica que se está haciendo un acto milagroso que alude a una señal o indicativo que confirma algo. Por ello esta palabra se traduce como señal, porque los milagros eran señales que confirmaban que Jesús era el Cristo de Dios. Así que basado en esto podríamos decir que un milagro es un acto sobrenatural donde el poder de Dios se manifiesta para romper las leyes naturales y confirmar las palabras o acciones del mensajero que lo realiza, lo cual, a su vez, causa asombro en aquellas personas que las presencian.

 

Jesús fue crucificado.

“… a éste, entregado por el determinado consejo y anticipado conocimiento de Dios, prendisteis y matasteis por manos de inicuos, crucificándole”.

Hechos 2:23

En tercer lugar, se nos dice que Jesús fue crucificado: a éste, entregado por el determinado consejo y anticipado conocimiento de Dios, prendisteis y matasteis por manos de inicuos, crucificándole. El tema de la cruz siempre ha sido muy controversial, sin embargo, es crucial en la doctrina de Cristo. Pablo nos habla de que para los griegos la predicación de la cruz era locura porque no concebían como un Dios pudiese morir en un madero y para los judíos la predicación de la cruz era locura, porque no concebían como su Mesías pudiese morir en un madero: “Porque los judíos piden señales, y los griegos buscan sabiduría; pero nosotros predicamos a Cristo crucificado, para los judíos ciertamente tropezadero, y para los gentiles locura”, (1 Corintios 1:22-23). Ahora, todo esto de la crucifixión de Cristo ocurrió de acuerdo al anticipado conocimiento de Dios, es decir, Dios tenía planeado que la traición de Judas, el hecho de que los principales y sacerdotes de los judíos entregasen a Jesús a Poncio Pilato para ser crucificado, ocurrió porque era necesario que nuestro Señor padeciese por nuestros pecados, para que, por medio de su muerte, nosotros viniésemos a heredar vida eterna.

 

La resurrección de Jesús. 

“… al cual Dios levantó, sueltos los dolores de la muerte, por cuanto era imposible que fuese retenido por ella. Porque David dice de él: Veía al Señor siempre delante de mí; porque está a mi diestra, no seré conmovido. Por lo cual mi corazón se alegró, y se gozó mi lengua, y aun mi carne descansará en esperanza; porque no dejarás mi alma en el Hades, ni permitirás que tu Santo vea corrupción. Me hiciste conocer los caminos de la vida; me llenarás de gozo con tu presencia”.

Hechos 2:24-28

Acompañando el tema de la crucifixión de Cristo esta su resurrección. La resurrección marca la victoria final del Señor Jesús sobre la muerte y el pecado: al cual Dios levantó, sueltos los dolores de la muerte, por cuanto era imposible que fuese retenido por ella. Para confirmar este hecho maravilloso de la resurrección de Cristo, Pedro cita una parte del Antiguo Testamento que anunciaba esto de lo cual está hablando: Porque David dice de él: Veía al Señor siempre delante de mí; porque está a mi diestra, no seré conmovido. Por lo cual mi corazón se alegró, y se gozó mi lengua, y aun mi carne descansará en esperanza; porque no dejarás mi alma en el Hades, ni permitirás que tu Santo vea corrupción. Me hiciste conocer los caminos de la vida; me llenarás de gozo con tu presencia. En este caso, Pedro cita uno de los Salmos de David: “A Jehová he puesto siempre delante de mí; porque está a mi diestra, no seré conmovido. Se alegró por tanto mi corazón, y se gozó mi alma; mi carne también reposará confiadamente; Porque no dejarás mi alma en el Seol, ni permitirás que tu santo vea corrupción. Me mostrarás la senda de la vida; en tu presencia hay plenitud de gozo; delicias a tu diestra para siempre”, (Salmos 16:8-11). De acuerdo a todo esto, se había cumplido la profecía de David de que el Mesías no vería corrupción y, por ende, lo levantaría de la muerte.

 

            Jesús, Hijo de David.

“Varones hermanos, se os puede decir libremente del patriarca David, que murió y fue sepultado, y su sepulcro está con nosotros hasta el día de hoy. Pero siendo profeta, y sabiendo que con juramento Dios le había jurado que, de su descendencia, en cuanto a la carne, levantaría al Cristo para que se sentase en su trono, viéndolo antes, habló de la resurrección de Cristo, que su alma no fue dejada en el Hades, ni su carne vio corrupción. A este Jesús resucitó Dios, de lo cual todos nosotros somos testigos”.

Hechos 2:29-32

En estos versículos el apóstol continúa con el pensamiento que trae concerniente a la resurrección de Cristo y ahora vuelve a recordarle la profecía que se le dio a David de que uno de sus descendientes se sentaría para siempre en su trono: Varones hermanos, se os puede decir libremente del patriarca David, que murió y fue sepultado, y su sepulcro está con nosotros hasta el día de hoy. Pero siendo profeta, y sabiendo que con juramento Dios le había jurado que, de su descendencia, en cuanto a la carne, levantaría al Cristo para que se sentase en su trono, viéndolo antes, habló de la resurrección de Cristo, que su alma no fue dejada en el Hades, ni su carne vio corrupción. A este Jesús resucitó Dios, de lo cual todos nosotros somos testigos. David había muerto y Pedro afirma que su tumba ahora se encontraba entre ellos, aunque arqueológicamente no se ha logrado encontrar, pero este que ahora estaba muerto se le había profetizado que el Cristo se sentaría en su trono: “Y cuando tus días sean cumplidos, y duermas con tus padres, yo levantaré después de ti a uno de tu linaje, el cual procederá de tus entrañas, y afirmaré su reino. El edificará casa a mi nombre, y yo afirmaré para siempre el trono de su reino. Yo le seré a él padre, y él me será a mí hijo. Y si él hiciere mal, yo le castigaré con vara de hombres, y con azotes de hijos de hombres; pero mi misericordia no se apartará de él como la aparté de Saúl, al cual quité de delante de ti. Y será afirmada tu casa y tu reino para siempre delante de tu rostro, y tu trono será estable eternamente”, (2 Samuel 7:12-26). Jesús tenía todas las credenciales en cuanto a su linaje como para reclamar el título de Hijo de David y por consiguiente sentarse como rey en su trono, de hecho, en Mateo se nos dan tales credenciales al presentar su genealogía: “Libro de la genealogía de Jesucristo, hijo de David, hijo de Abraham”, (Mateo 1:1). Ahora, el apóstol afirma que de todo esto ellos habían sido testigos.

 

Jesús ha sido glorificado y sentado a la diestra del Padre. 

“Así que, exaltado por la diestra de Dios, y habiendo recibido del Padre la promesa del Espíritu Santo, ha derramado esto que vosotros veis y oís. Porque David no subió a los cielos; pero él mismo dice: Dijo el Señor a mi Señor: Siéntate a mi diestra, hasta que ponga a tus enemigos por estrado de tus pies”.

Hechos 2:33-35

Todo esto conlleva el siguiente punto, Jesús ha sido glorificado y se ha sentado a la diestra del Padre: Así que, exaltado por la diestra de Dios, y habiendo recibido del Padre la promesa del Espíritu Santo, ha derramado esto que vosotros veis y oís. Porque David no subió a los cielos; pero él mismo dice: Dijo el Señor a mi Señor: Siéntate a mi diestra, hasta que ponga a tus enemigos por estrado de tus pies. Jesús fue crucificado, murió y fue sepultado, pero al tercer día, con el poder del Espíritu Santo, fue resucitado, posteriormente fue glorificado y ascendió a los cielos para sentarse a la diestra del Padre y tomar todo señorío en los cielos, la tierra y debajo de ella. Para esto, Pedro les recuerda otra profecía de carácter mesiánico que David en cierta ocasión cito en uno de sus salmos: “Jehová dijo a mi Señor: siéntate a mi diestra, hasta que ponga a tus enemigos por estrado de tus pies”, (Salmos 110:1). Esta profecía tiene un cumplimiento exacto en la vida de Jesús, porque ciertamente con su resurrección y ascensión a los cielos todo esto se cumplió.

 

JESÚS HECHO SEÑOR Y CRISTO 

“Sepa, pues, ciertísimamente toda la casa de Israel, que a este Jesús a quien vosotros crucificasteis, Dios le ha hecho Señor y Cristo”.

Hechos 2:36

              Después de haber presentado una descripción bastante precisa de la naturaleza de Cristo, como hombre perfecto que habito entre nosotros, como un verdadero varón aprobado por Dios y poderoso en obras milagrosas, el cual fue crucificado, murió y fue sepultado, pero al tercer día resucitó y ascendió a los cielos para sentarse a la diestra de su Padre para heredar todo poderío, Pedro nos dice que este Jesús ha sido hecho, Señor y Cristo: Sepa, pues, ciertísimamente toda la casa de Israel, que a este Jesús a quien vosotros crucificasteis, Dios le ha hecho Señor y Cristo. La palabra Señor, se traduce del griego kurios (κύριος), que hace referencia a un señor o amo que ejerce su poder y gobiernos sobre un grupo de personas. En este sentido, Jesús es el Señor, Dios todo poderoso, el Soberano que tiene su gobierno en todo el universo. También lo llaman Cristo, y Cristo se traduce de la palabra griega Jristos (χριστός), cuyo equivalente en hebreo es la palabra Mesías, que a su vez proviene de la palabra hebrea mashaj (מָשַׁח), que hace referencia a ungir con ungüento, y en este sentido, Jesús es el Ungido de Dios, porque el poder del Espíritu Santo estuvo sobre Él durante todo su ministerio. Por tanto, Pedro deja claro, que Jesús es el Señor y Cristo lo cual establece su preeminencia sobre todo poderío y su victoria final sobre la muerte y el pecado para convertirse en nuestro Salvador.

 


1 comentario:

  1. Buenas tardes, mi hermano Walter Cuadra, que interesante presentación del evangelio puro de Jesucristo, muy diferente de los mensajes que hoy en día se realizan dando siempre mensajes que no son cristocéntricos, y dándoles más honra al hombre que al mismo Jesús que es Nuestro Salvador y todo sucede por su falta de entendimiento de las sagradas escrituras, oremos a Dios para que siempre nos mantenga iluminados con su Santo Espíritu, Amén

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