“Pues mucho me regocijé cuando vinieron los hermanos y dieron testimonio de tu verdad, de cómo andas en la verdad. No tengo yo mayor gozo que este, el oír que mis hijos andan en la verdad. Amado, fielmente te conduces cuando prestas algún servicio a los hermanos, especialmente a los desconocidos, los cuales han dado ante la iglesia testimonio de tu amor; y harás bien en encaminarlos como es digno de su servicio a Dios, para que continúen su viaje. Porque ellos salieron por amor del nombre de él, sin aceptar nada de los gentiles. Nosotros, pues, debemos acoger a tales personas, para que cooperemos con la verdad”.
3 Juan 3-8
INTRODUCCIÓN
Como ya dijimos anteriormente, esta corta carta que conocemos como 3 Juan gira alrededor del testimonio de tres personas, Gayo, Diótrefes y Demetrio. Hoy consideraremos el testimonio de Gayo, al cual el apóstol Juan o el anciano, dirige esta carta. A pesar de que falsos maestros y hombres amadores de poder se habían introducido en las iglesias joaninas, Gayo era un ejemplo de perseverancia en la sana doctrina y de gran hospitalidad, por ello Juan se regocija en gran manera, aparte de elogiar su gran hospitalidad hacia aquellos misioneros que predicaban el verdadero evangelio.
Elogio al buen testimonio de Gayo |
EL EJEMPLO DE PERSEVERANCIA DE GAYO
“Pues mucho me regocijé cuando vinieron los hermanos y dieron testimonio de tu verdad, de cómo andas en la verdad. No tengo yo mayor gozo que este, el oír que mis hijos andan en la verdad”.
3 Juan 3-4
La primera razón por la cual Gayo era un verdadero ejemplo de buen cristiano con un testimonio intachable era por su vida de perseverancia en el evangelio: Pues mucho me regocijé cuando vinieron los hermanos y dieron testimonio de tu verdad, de cómo andas en la verdad. No tengo yo mayor gozo que este, el oír que mis hijos andan en la verdad. El anciano se regocijaba de oír que sus hijos andaban en la verdad y la verdad es que hay que entender lo que para este momento estaba pasando con las iglesias joaninas para comprender mejor estas palabras. Cuando Juan escribe su evangelio y cartas, lo hace alrededor de los años 90 al 95 d.C., un tiempo en el cual todos los apóstoles, a excepción de Juan, ya habían muerto. Prácticamente los pastores u obispos de las iglesias actuales eran aquellos cristianos que habían recibido una instrucción bíblica de los apóstoles, a estos se les conoce como los cristianos de la segunda generación, y estos a su vez, les daban instrucciones a cristianos de una tercera generación. Además, cuando Juan escribe, muchas herejías concernientes a la persona de Cristo se habían levantado, el gnosticismo se estaba mezclando con algunos principios del evangelio para crear un seudo cristianismo y falsos maestros habían surgido introduciéndose en la iglesia para destruir el fundamento de las doctrinas bíblicas básicas. Por eso, cuando Juan escribe su evangelio pretendía contradecir dichas herejías y luego, más tarde dirige su primera carta tocando temas relacionados con el amor, el mantenerse en la verdad y cuidarse de los falsos maestros a los cuales llama anticristos. Para este momento la intensión de estos falsos maestros de introducirse en las iglesias era bastante claro y en 1 Juan se les advierte a los cristianos de tal cosa. Luego, cuando escribe 2 Juan, la influencia de los falsos maestros era aun mayor, de tal manera que estos ya comenzaban a introducirse en las iglesias y por ello Juan les recomienda a sus lectores que no reciban a dichos obreros fraudulentos, ya que el que le da la bienvenida participa de sus pecados: “Si alguno viene a vosotros, y no trae esta doctrina, no lo recibáis en casa, ni le digáis: ¡Bienvenido! Porque el que le dice: ¡Bienvenido! participa en sus malas obras”, (2 Juan 10-11). Ahora, cuando se escribe 3 Juan, muchas iglesias habían sido contaminadas por las enseñanzas de los falsos maestros, pero a pesar de que muchos se habían apartado de la verdad, Gayo permanecía firme en el verdadero evangelio y esto es elogiado por el anciano.
Cuán
importante es seguir el ejemplo de Gayo, el de perseverar en el verdadero
evangelio. Lamentablemente hoy vivimos tiempo muy parecidos. Hoy se predican
cosas contrarias a lo que la verdadera doctrina bíblica enseña. Los mensajes en
algunas iglesias está enfocada en hablar de una prosperidad desmedida que
conduce al materialismo y codicia, se observan manifestaciones falsas del
Espíritu Santo que terminan en vergonzosos desordenes durante sus cultos, se
predican mensajes positivos que no confronta al hombre con la realidad de su
pecado y la necesidad que el hombre tiene de la salvación que solo Cristo
ofrece, se habla de maldiciones generacionales de las cuales los cristianos
tienen que liberarse a través de participar en retiros o encuentros que no son
mas que lugares donde se utiliza la hipnosis y psicología humana como técnicas
de liberación. Difícilmente se tocan temas como el arrepentimiento, la
justificación por fe, la santidad, el infierno, el nuevo nacimiento y otros
temas que son la base del cristianismo. Por eso Pablo cuando le hablaba a
Timoteo le hacia ver la importancia de perseverar en la sana doctrina y que esta
enseñase, porque solo así se salvaría él y aquellos que oyendo creyeran: “Ten cuidado de ti mismo y de la doctrina; persiste en ello,
pues haciendo esto, te salvarás a ti mismo y a los que te oyeren”,
(1 Timoteo 4:16). De igual forma, Pablo exhortó a Tito a buscar hombres idóneos
para enseñar, porque sabia que no se podía escoger a personas que torciesen la
verdad del evangelio: “Porque es necesario que el
obispo sea… retenedor de la palabra fiel tal como ha sido enseñada, para que
también pueda exhortar con sana enseñanza y convencer a los que contradicen”,
(Tito 1:7, 9). Por tanto, el perseverar en la sana doctrina es determinante
porque solo el verdadero evangelio nos conduce a la realidad de nuestro pecado
y nos muestra el plan de salvación a través de Jesucristo, nos muestra el
verdadero carácter de Dios, sus atributos y personalidad, además de mostrarnos
muchas promesas gloriosas reservadas para sus santos.
LA HOSPITALIDAD DE GAYO
“Amado,
fielmente te conduces cuando prestas algún servicio a los hermanos,
especialmente a los desconocidos, los cuales han dado ante la iglesia
testimonio de tu amor; y harás bien en encaminarlos como es digno de su
servicio a Dios, para que continúen su viaje. Porque ellos salieron por amor
del nombre de él, sin aceptar nada de los gentiles. Nosotros, pues, debemos
acoger a tales personas, para que cooperemos con la verdad”.
3 Juan 5-8
Otra característica que distinguía a Gayo era su hospitalidad para con los misioneros que llegaban a su ciudad para predicar el evangelio: Amado, fielmente te conduces cuando prestas algún servicio a los hermanos, especialmente a los desconocidos, los cuales han dado ante la iglesia testimonio de tu amor; y harás bien en encaminarlos como es digno de su servicio a Dios, para que continúen su viaje. Porque ellos salieron por amor del nombre de él, sin aceptar nada de los gentiles. Nosotros, pues, debemos acoger a tales personas, para que cooperemos con la verdad. Lo mas seguro es que Gayo no era un predicador, sin embargo, contribuía con la predicación de la palabra por medio de hospedar a aquellos que si lo hacían. La hospitalidad era la actitud de gentileza que algunas personas tenían en el Medio Oriente de hospedar en su casa a los extranjeros que venían de viaje a su ciudad. Esta característica de ser hospitalario era muy común y hasta cierto punto tradicional en la cultura bíblica. Uno puede ver ejemplos de hospitalidad desde el Antiguo Testamento, por ejemplo, Abraham hospedo al Angel de Jehová y sus dos mensajeros celestiales cuando iban camino a Sodoma y Gomorra: “Después le apareció Jehová en el encinar de Mamre, estando él sentado a la puerta de su tienda en el calor del día. Y alzó sus ojos y miró, y he aquí tres varones que estaban junto a él; y cuando los vio, salió corriendo de la puerta de su tienda a recibirlos, y se postró en tierra, y dijo: Señor, si ahora he hallado gracia en tus ojos, te ruego que no pases de tu siervo. Que se traiga ahora un poco de agua, y lavad vuestros pies; y recostaos debajo de un árbol, y traeré un bocado de pan, y sustentad vuestro corazón, y después pasaréis; pues por eso habéis pasado cerca de vuestro siervo. Y ellos dijeron: Haz, así como has dicho. Entonces Abraham fue de prisa a la tienda a Sara, y le dijo: Toma pronto tres medidas de flor de harina, y amasa y haz panes cocidos debajo del rescoldo. Y corrió Abraham a las vacas, y tomó un becerro tierno y bueno, y lo dio al criado, y este se dio prisa a prepararlo. Tomó también mantequilla y leche, y el becerro que había preparado, y lo puso delante de ellos; y él se estuvo con ellos debajo del árbol, y comieron”, (Génesis 18:1-8). Vemos en estos versículos el verdadero espíritu de la hospitalidad, se solía ofrecer a los extranjeros alojamiento, se lavaban sus pies, se recostaban en un lugar cómodo, además de ofrecerles lo mejor de su comida. En la ley, Dios establecía la responsabilidad de los israelitas de practicar la hospitalidad: “Cuando el extranjero morare con vosotros en vuestra tierra, no le oprimiréis. Como a un natural de vosotros tendréis al extranjero que more entre vosotros, y lo amarás como a ti mismo; porque extranjeros fuisteis en la tierra de Egipto. Yo Jehová vuestro Dios”, (Levítico 19:33-34). La hospitalidad era una característica indispensable en los obispos de las iglesias: “Pero es necesario que el obispo sea … hospedador…”, (1 Timoteo 3:2). Durante sus viajes misioneros Pablo fue hospedado por personas generosas, por ejemplo, así lo vemos cuando estuvo en la isla de Malta: “En aquellos lugares había propiedades del hombre principal de la isla, llamado Publio, quien nos recibió y hospedó solícitamente tres día”, (Hechos 28:7). O cuando estuvo en Filipos se quedo en casa de Lidia: “Entonces una mujer llamada Lidia, vendedora de púrpura, de la ciudad de Tiatira, que adoraba a Dios, estaba oyendo; y el Señor abrió el corazón de ella para que estuviese atenta a lo que Pablo decía. Y cuando fue bautizada, y su familia, nos rogó diciendo: Si habéis juzgado que yo sea fiel al Señor, entrad en mi casa, y posad. Y nos obligó a quedarnos”, (Hechos 16:14-15). Así que la hospitalidad era muy practicada en estos tiempos y especialmente entre los cristianos, abriendo las puertas de sus casas para dar hospedaje a los misioneros que predicaban el evangelio y Gayo era una de esas personas y por tal motivo Juan lo elogia. Hoy en día debemos seguir practicando esta característica de gran generosidad con aquellas personas que Dios verdaderamente ha llamado a las misiones, de esta forma estaremos contribuyendo con el avance del evangelio en este mundo.
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