Cuerpo, Alma y Espíritu (Tercera Parte)


 

“Porque tú formaste mis entrañas; tú me hiciste en el vientre de mi madre. Te alabaré; porque formidables, maravillosas son tus obras; estoy maravillado, y mi alma lo sabe muy bien”.

Salmos 139:13-14

 

INTRODUCCIÓN

                 Hasta el momento hemos estudiado todo lo referente a lo que la Biblia enseña acerca del alma y el espíritu, dos aspectos inmateriales de la naturaleza del hombre, ahora consideremos su parte corpórea, el cuerpo. A lo largo del tiempo, tanto filósofos como religiosos, no le han dado al cuerpo su importancia que tiene en cuanto a valor que Dios le ha dado, algunos lo han considerado malo y le han dado mayor importancia a la parte espiritual o al alma; pero la verdad es que Dios desea santificar, no solo el alma, sino también el cuerpo y todo su ser.

 

Cuerpo
Cuerpo, Alma y Espíritu (Tercera Parte)

¿QUÉ ES EL CUERPO?

                 ¿Qué es el cuerpo? Buena pregunta. Algunos podrían decir que el cuerpo humano es el conjunto de todas las partes materiales que componen el organismo del hombre, otros dirían que es el conjunto de órganos, células, sistemas y miembros que componen al ser vivo. ¿Pero qué es el cuerpo humano según la Biblia? En el Nuevo Testamento, la palabra cuerpo se traduce del griego sóma (σῶμα), la cual hace referencia a la parte material o corpórea del ser humano, este es producto de la creación de Dios: “Porque tú formaste mis entrañas; tú me hiciste en el vientre de mi madre. Te alabaré; porque formidables, maravillosas son tus obras; estoy maravillado, y mi alma lo sabe muy bien”, (Salmos 139:13-14). El cuerpo, siendo creación de Dios, es el conjunto de órganos, sistemas nerviosos y circulatorios, entre otros fluidos, huesos y tendones que proveen diferentes funciones a los miembros del cuerpo humano, este a su vez está provisto de sentidos que le ayudan a relacionarse con el mundo material que lo rodea. En palabra sencillas, el cuerpo es el depósito del alma, la forma de cómo la parte incorpórea se expresa en el mundo material, tal y como lo dice J. Oliver Buswell Jr., en su libro, Teología Sistemática, Tomo II: “El hombre es esencial e idealmente un ser corpóreo. El hombre no material sin el cuerpo es incompleto”. Dicho cuerpo es vivificado por medio del espíritu, donde habita un alma que se relaciona con el mundo por medio del cuerpo humana, esto mientras el hombre vive, porque al morir, el alma abandona el cuerpo humano y este regresa al polvo de la tierra. Charles Hodge, en su libro, Teología Sistemática, Volumen 1 lo dice así: “Que la relación entre los dos es una unión vital, en el sentido de que el alma es la fuente de vida para el cuerpo. Cuando el alma deja el cuerpo, éste deja de vivir. Pierde su sensibilidad y actividad, y queda en el acto sujeto a las leyes químicas que gobiernan a la materia desorganizada, y por su operación de estas pronto queda reducido a polvo, indistinguible de la tierra de la que fue originalmente tomado”. Adamas, podríamos decir que el alma percibe el mundo material a través del cuerpo. Myer Pearlman, en su libro, Teología Bíblica y Sistemática, nos dice: “Por medio del cuerpo el alma recibe sus impresiones del mundo exterior. Las impresiones son recibidas por los sentidos (la vista, el oído, el gusto, el olfato y el tacto) y transmitidas al cerebro por medio del sistema nervioso”. De esta forma, la parte incorpórea del hombre se relaciona con su cuerpo y a través de este con el mundo material.

 

LA SANTIFICACIÓN DEL CUERPO

                   Definitivamente Dios desea santificar no solo nuestra alma y espíritu, sino también nuestro cuerpo: “Y el mismo Dios de paz os santifique por completo; y todo vuestro ser, espíritu, alma y cuerpo, sea guardado irreprensible para la venida de nuestro Señor Jesucristo”, (1 Tesalonicenses 5:23). Durante los primero 4 siglos de la iglesia se lucho con la idea de que el cuerpo es malo y el espíritu bueno, de aquí se desprendieron muchas posiciones erradas. Aquellos que entendían que el cuerpo era malo predisponían sus vidas a los placeres, practicando el hedonismo, al fin, la carne es mala y todo lo que se haga con el cuerpo no afecta el espíritu. Por otro lado, estaban aquellos que afirmaban que el cuerpo se tenía que castigar, flagelándolo y aislándolo en monasterios para mantenerlo alejado de los deseos pecaminosos de este mundo, así esta practica era exclusiva de la vida monástica. Sin embargo, ambos extremos están errados. Si es cierto que poseemos una naturaleza pecaminosa, pero cuando venimos a Cristo, no solo somos santificados de nuestro interior, sino también nuestro cuerpo es santo para Dios, de allí que Pablo solía decir: “Así que, hermanos, os ruego por las misericordias de Dios, que presentéis vuestros cuerpos en sacrificio vivo, santo, agradable a Dios, que es vuestro culto racional. No os conforméis a este siglo, sino transformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento, para que comprobéis cuál sea la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta”, (Romanos 12:1-2). Como cristianos debemos buscar la santificación de todo nuestro ser y no podemos entregar nuestro cuerpo al pecado: “… Pero el cuerpo no es para la fornicación, sino para el Señor, y el Señor para el cuerpo”, (1 Corintios 6:13). De esto, J. Oliver Buswell Jr. nos comenta algo al respecto en su libro Teología Sistemática, Tomo II: “Mientras, el cuerpo, que es la morada, el instrumento, y la expresión del hombre, quien es creado a la imagen de Dios, debe guardarse puro y santo para la manifestación de santidad. Pablo habla con indignación airada contra aquellos que manchan sus cuerpos con corrupción pecaminosa (Ro 1:24). Enseña que «no reine pues, el pecado en vuestro cuerpo mortal» (Ro 6:12). Nuestros cuerpos están sujetos a la muerte por causa del pecado (Ro 8.19) pero esperan la consumación de nuestra herencia como hijos de Dios en la resurrección (Ro 8:23)”.

 

OTROS NOMBRES QUE SE LE DAN AL CUERPO

                  En la Biblia podemos encontrar otros nombres que se le dan al cuerpo humano, lo cual nos puede ampliar un poco más lo referente al tema que estamos estudiando. Desde la perspectiva biológica, nuestro cuerpo es una maravilla, el estudio de su funcionamiento, de la forma de cómo todos sus miembros y sistemas se interrelacionan entre si para funcionar perfectamente deja asombrado a cualquier persona, pero en la Biblia no solo se nos confirma esta verdad, sino también se le da al cuerpo otros nombres que nos habla de la importancia que el cuerpo humano tiene en nuestra vida. Consideremos algunos de estos.

 

El Cuerpo Humano es un Tabernáculo.

El cuerpo humano es visto a veces como un tabernáculo: “Porque sabemos que si nuestra morada terrestre, este tabernáculo, se deshiciere, tenemos de Dios un edificio, una casa no hecha de manos, eterna, en los cielos”, (2 Corintios 5:1). La palabra tabernáculo se traduce del griego skénos (σκῆνος), la cual hace referencia a una tienda de campaña, y en este sentido, el cuerpo humano es visto solo como una morada temporal que el alma utiliza mientras viva en esta tierra, una morada temporal que se va desgastando día a día ya que el cuerpo envejece: “Por tanto, no desmayamos; antes, aunque este nuestro hombre exterior se va desgastando, el interior no obstante se renueva de día en día”, (2 Corintios 4:16).

 

El cuerpo humano es el deposito del alma.

En el libro de Daniel encontramos las siguientes palabras: “Se me turbó el espíritu a mí, Daniel, en medio de mi cuerpo…”, (Daniel 7:15). La palabra, “cuerpo”, se traduce del hebreo nidné (נִדְנֶה), la cual literalmente hace referencia a una vaina lo cual nos sugiere que el cuerpo humano es visto como el depósito donde el alma se encuentra contenida.


El cuerpo humano es una casa para el alma.

Si volvemos a leer el versículo de 2 Corintios 5:1, encontramos que el cuerpo humano es vista también como una casa: “Nosotros somos como una casa terrenal, como una tienda de campaña no permanente; pero sabemos que si esta tienda se destruye, Dios nos tiene preparada en el cielo una casa eterna, que no ha sido hecha por manos humanas”, (2 Corintios 5:1, DHH). La palabra “morada”, se traduce del griego oikía (οἰκία), la cual significa casa o residencia, sugiriéndonos así de que el cuerpo es la casa terrenal donde el alma habita.

 

El cuerpo humano es el templo y morada del Espíritu Santo.

`Finalmente, podemos decir que el cuerpo humano es el templo y morada del Espíritu Santo: “¿O ignoráis que vuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo, el cual está en vosotros, el cual tenéis de Dios, y que no sois vuestros?”, (1 Corintios 6:19). Desde el momento de la conversión, el Espíritu Santo viene a morar a nuestras vidas y literalmente nuestro cuerpo se convierte en su templo y morada, así, Dios ya no habita en templos de piedra o madera, ahora habita en el corazón de cada uno de sus hijos.

 

UN NUEVO CUERPO

“Pero dirá alguno: ¿Cómo resucitarán los muertos? ¿Con qué cuerpo vendrán?”.

1 Corintios 15:35

               En las Escrituras se nos enseña que todos los humanos resucitaremos con un nuevo cuerpo después de la muerte, de allí las palabras de Pablo: Pero dirá alguno: ¿Cómo resucitarán los muertos? ¿Con qué cuerpo vendrán? Hoy en día vivimos con un cuerpo dañado por el pecado, el cual posee una naturaleza pecaminosa que lo impulsa a la maldad: “¡Miserable de mí! ¿quién me librará de este cuerpo de muerte? Gracias doy a Dios, por Jesucristo Señor nuestro. Así que, yo mismo con la mente sirvo a la ley de Dios, más con la carne a la ley del pecado”, (Romanos 7:24-25). Este cuerpo está sujeto a tantas enfermedades capaces de estremecerlo: “Ten misericordia de mí, oh Jehová, porque estoy enfermo; sáname, oh Jehová, porque mis huesos se estremecen”, (Salmos 6:2). También va envejeciendo cada día perdiendo su vitalidad, hasta morir: “No dejes que la emoción de la juventud te lleve a olvidarte de tu Creador. Hónralo mientras seas joven, antes de que te pongas viejo y digas: «La vida ya no es agradable». Acuérdate de él antes de que la luz del sol, de la luna y de las estrellas se vuelva tenue a tus ojos viejos, y las nubes negras oscurezcan para siempre tu cielo. Acuérdate de él antes de que tus piernas—guardianas de tu casa—empiecen a temblar, y tus hombros—los guerreros fuertes—se encorven. Acuérdate de él antes de que tus dientes—esos pocos sirvientes que te quedan—dejen de moler, y tus pupilas—las que miran por las ventanas—ya no vean con claridad. Acuérdate de él antes de que la puerta de las oportunidades de la vida se cierre y disminuya el sonido de la actividad diaria. Ahora te levantas con el primer canto de los pájaros, pero un día todos esos trinos apenas serán perceptibles. Acuérdate de él antes de que tengas miedo de caerte y te preocupes de los peligros de la calle; antes de que el cabello se te ponga blanco como un almendro en flor y arrastres los pies sin energía como un saltamontes moribundo, y la alcaparra ya no estimule el deseo sexual. Acuérdate de él antes de que te falte poco para llegar a la tumba—tu hogar eterno—donde los que lamentan tu muerte llorarán en tu entierro. Sí, acuérdate de tu Creador ahora que eres joven, antes de que se rompa el cordón de plata de la vida y se quiebre la vasija de oro. No esperes hasta que la jarra de agua se haga pedazos contra la fuente y la polea se rompa en el pozo. Pues ese día el polvo volverá a la tierra, y el espíritu regresará a Dios, que fue quien lo dio”, (Eclesiastés 12:1-6, NTV). Sin embargo, Dios promete a todos los cristianos que estos cuerpos que hoy son débiles y dañados por el pecado resucitaran totalmente diferentes: “Así también es la resurrección de los muertos. Se siembra en corrupción, resucitará en incorrupción. Se siembra en deshonra, resucitará en gloria; se siembra en debilidad, resucitará en poder. Se siembra cuerpo animal, resucitará cuerpo espiritual. Hay cuerpo animal, y hay cuerpo espiritual”, (1 Corintios 15:42-44). Aquí el apóstol habla de cuerpo animal, palabras que se traducen del griego sóma psujikós (σῶμα ψυχικόν), donde, psujikós (ψυχικόν) deriva de la palabra psujé o psike (ψυχή), que es alma. En este sentido, el cuerpo animal se refiere al cuerpo físico que hoy tenemos, el cual de acuerpo a este pasaje que estamos considerando se encuentra degradado en corrupción, humillación y debilidad. Pero Pablo habla de otro cuerpo, este es el cuerpo espiritual, el cual se traduce del griego sóma pneumatikós (σῶμα πνευματικός), y hace referencia al cuerpo con el cual resucitaremos, un cuerpo libre de todas las limitantes que hoy tenemos y restaurara la antigua imagen que se perdió en el huerto del Edén: “el cual transformará el cuerpo de la humillación nuestra, para que sea semejante al cuerpo de la gloria suya, por el poder con el cual puede también sujetar a sí mismo todas las cosas”, (Filipenses 3:21). En resumen, podemos citar las palabras de J. Oliver Buswell Jr., el cual explica este punto en su libro, Teología Sistemática, Tomo II: “Las palabras soma psychikon, «cuerpo del alma», designan bien claramente al cuerpo humano como que tiene estos atributos que son apropiados para la vida de la persona en la carne en este mundo durante la época presente. De la misma manera, las palabras soma pneumatikon, «cuerpo espiritual», se refieren al mismo cuerpo, cambiado tal cual será en la resurrección, y apropiado para la vida de la persona, asociada con Cristo resucitado en su reino futuro”.

 


No hay comentarios.:

Publicar un comentario