“Partieron los hijos de
Israel de Ramesés a Sucot, como seiscientos mil hombres de a pie, sin contar
los niños. También subió con ellos grande multitud de toda clase de gentes, y
ovejas, y muchísimo ganado”.
Éxodo 12:37-38
INTRODUCCIÓN
En
esta oportunidad procuraremos finalizar con este tema, el Éxodo Histórico. Ya
vimos cómo el Éxodo representa para Israel un tema de gran importancia, y no
solo para ellos, sino para nosotros los cristianos, ya que históricamente nos
habla de los orígenes de esta gran nación a la cual Dios liberó de la
esclavitud para introducirlos en la tierra que les había prometido a sus
antepasados. Por otro lado, desde la perspectiva teológica, Dios entrega sus
leyes, las cuales son tema de gran estudio ya que reflejan el carácter santo y
justo de su naturaleza. Obviamente, nos hemos enfocado más a considerar la
parte histórica, ahora, continuemos entonces estudiando este tema tan
interesante.
¿FUE POSIBLE UN ÉXODO DE TANTAS PERSONAS?
El
libro de Éxodo nos dice de que fueron como 600, 000 hombre (sin contar
mujeres y niños) que salieron de Egipto para iniciar su éxodo: “Partieron los hijos de
Israel de Ramesés a Sucot, como seiscientos mil hombres de a pie, sin contar
los niños. También subió con ellos grande multitud de toda clase de gentes, y
ovejas, y muchísimo ganado”,
(Éxodo 12:37-38). Ahora, ¿existe evidencia arqueológica del peregrinar
por medio del desierto de una gran cantidad de personas? ¿Cómo fue posible que
esta gran multitud de personas peregrinaran por medio del desierto? Para algunas personas, un éxodo de
tantos esclavos a través del desierto es una idea descabellada, especialmente
porque hoy por hoy no existen evidencias arqueológicas que confirmen de forma
directa y textual que este existió. A parte de la Biblia, no existe ninguna
otra referencia a tal hecho. Pedro C. Morales, en su libro,
Arqueología Bíblica, nos dice: “En cuanto al
Éxodo mismo, no tenemos testimonios extrabíblicos. Más aún, a la luz de la
documentación extrabíblica existente, algunos autores ponen en duda la
posibilidad del Éxodo como tal. Para Israel Finkelstein hay demasiadas
dificultades históricas como para considerar reales los relatos del Éxodo, así
como situarlos en el reinado de Ramsés II: no se menciona en fuentes egipcias
un evento de esa magnitud; la costa norte del Sinaí estaba fuertemente
fortificada y vigilada por los egipcios; no hay restos de la presencia del
pueblo en la península del Sinaí en el Bronce tardío, ni siquiera en
Kades-Barnea donde los israelitas estuvieron acampados un largo periodo de
tiempo según el texto bíblico; Canaán era por aquel tiempo provincia egipcia,
etc”. Sin embargo, ya hemos expuesto que difícilmente una nación tan
orgullosa como Egipto hubiese registrado una humillante derrota tan grande como
la que el libro de Éxodo nos relata, además de que cuando Israel inicio su
éxodo, Egipto estaba totalmente colapsado después de las 10 plagas a tal punto
de que las fortalezas situadas en las costas del Sinaí no se hubiesen opuesto
al avanzar de ellos, es más, J. Randall Prince, en su libro, Biblical
Archeology, nos dice a manera de defensa: “Los
libros de Éxodo, Josué, Jueces y Rut hablan de migraciones masivas, guerras y
condiciones catastróficas que afectaron a los pueblos de Egipto y Canaán. Si
bien este es el tipo de eventos que la arqueología generalmente puede
verificar, hay factores que lo reducen considerablemente. Primero, debe
entenderse que un pueblo orgulloso como los egipcios difícilmente habría
registrado una derrota nacional por parte de esclavos extranjeros. Por lo
tanto, es poco probable que se encuentre alguna evidencia de inscripción en
Egipto de plagas vinculadas a los hebreos. En segundo lugar, la migración
(éxodo) de los hebreos desde Egipto y su estancia en el desierto del Sinaí
habría sido arqueológicamente invisible; es decir, todo se habría utilizado y
no se habría dejado nada como prueba material. Incluso si hubiera restos, el
ambiente desértico habría destruido o cubierto lo poco que había”.
Por tanto, tampoco podemos afirmar contundentemente que el Éxodo jamás ocurrió,
aun así resulta difícil entender cómo una gran cantidad de personas
peregrinaron a través del desierto, de hecho, Éxodo 12:37 nos dice que
fueron 600 mil hombres (sin contar mujeres y niños los que partieron), luego en
Números 1 se hace un censo de los hombres mayores de 20 años que podían ir a la
guerra de tal forma que los contados sumaron 603, 550 : “Y todos los contados de los hijos de Israel por las casas de
sus padres, de veinte años arriba, todos los que podían salir a la guerra en
Israel, fueron todos los contados seiscientos tres mil quinientos cincuenta”,
(Números 1:45-46). Más adelante, en Números se vuelve a realizar otro censo
para contar a los hombres mayores de 20 años que podían ir a la guerra, sumando
601, 730: “Estos son los contados de los hijos de
Israel, seiscientos un mil setecientos treinta”, (Números 26:51). Para
poder explicar esto, algunos han opinado que la palabra hebrea que traducimos
como mil, podría hacer referencia no a un prefijo de cantidad, sino, más bien a
familias o tiendas. La palabra mil se traduce del hebreo élef (אֶלֶף), la cual algunos opinan que debería
traducirse como tienda o familia, si acaso fuera así, la cifra que aparece en
Éxodo 12:37 no sería 600 mil hombres, sino, 600 tiendas o 600 familias, y si
cada familia posee alrededor de 5 miembros, hablaríamos de unas 3 mil personas,
lo cual sería un número más razonable. G. Ernest Wright, en su libro Arqueología
Bíblica, nos dice algo muy similar a esto: “En Nm 1 y 26 aparecen dos censos… Se ha
dicho que ambos son probablemente variaciones de la misma lista; ambos estiman
el número de los varones en algo más de 600.000. Si a esta cifra añadimos
mujeres y niños, la población total censada subiría a una cifra entre dos y
tres millones de almas. Es notorio que la península del Sinaí no hubiera podido
ofrecer medios de vida a un número tan elevado de personas… Nos vemos
obligados, por consiguiente, a suponer que las cifras fueron completamente
reelaboradas por los historiadores israelitas posteriores, o que representan un
censo que resultó trastrocado en los documentos y que en realidad pertenece a
época posterior. Esto último es lo más probable. El único censo que se recuerda
en toda la historia de Israel es el mandado hacer por David (2 Sm 24). W. F.
Albright señaló hace ya algunos años la posibilidad de que estas listas de Nm
correspondan al censo de David más que al de Moisés… Sir Flinders Petrie ha
ofrecido una ingeniosísima explicación de tales cifras, que, de resultar
aceptable, resolvería el problema de una vez. En vez de traducir el término
hebreo «millar» como un numeral, lo entiende como «familia» o «tienda». Así, la
citra que se da en la primera lista para la tribu de Manases, 32.000,
significaría realmente, según este investigador, 32 tiendas para 200 personas,
o seis personas por tienda o familia”.
Ahora, todos estos argumentos o
hipótesis pudiesen oírse razonables y la verdad es que cualquiera de ellas pudo
haber pasado de tal manera que realmente no fueron 600, 000 hombres, que junto
con los niños y mujeres a lo mejor sumarian al menos unos 2 millones de
personas; sino más bien hablamos de unos 3 a 5 mil personas. Por otro lado, no
olvidemos que para Dios no hay nada imposible y si respaldamos las cifras que
se encuentran en ambos libros del pentateuco, Éxodo y Números, el poder
sobrenatural del Señor Todopoderoso quedaría evidenciado a través del milagro
de haber preservado la vida a tantas personas a través del desierto.
Por otro lado, es interesante considerar cómo Dios alimento a tan grande
grupo de personas. En algunas ocasiones los hebreos disfrutaron
de la carne de las codornices, lo cual es algo muy probable ya que como
dice G. Ernest Wright, en su libro Arqueología Bíblica: “… en septiembre y
octubre, grandes bandadas de codornices cruzan el Mediterráneo procedentes de
Europa para invernar en Arabia y África. Después de cruzar el mar, caen
completamente exhaustas en las orillas del Sinaí y resulta muy fácil cogerlas a
mano”. La migración de estas aves definitivamente no fue una
cuestión del azar o la coincidencia, sino, parte de la providencia de Dios, y
que no decir del maná, un verdadero milagro: “Cuando el rocío cesó de descender, he aquí
sobre la faz del desierto una cosa menuda, redonda, menuda como una escarcha
sobre la tierra. Y viéndolo los hijos de Israel, se dijeron unos a otros: ¿Qué
es esto? porque no sabían qué era. Entonces Moisés les dijo: Es el pan que
Jehová os da para comer. Esto es lo que Jehová ha mandado: Recoged de él cada
uno según lo que pudiere comer; un gomer por cabeza, conforme al número de
vuestras personas, tomaréis cada uno para los que están en su tienda… Y la casa
de Israel lo llamó Maná; y era como semilla de culantro, blanco, y su sabor
como de hojuelas con miel”, (Éxodo 16:14-16, 31). La palabra maná
se traduce del hebreo man (מָן), la cual, literalmente significa, ¿qué
es eso?, ya que obedece a la pregunta que los hebreos se hicieron
cuando lo vieron por primera vez. El Diccionario Bíblico Certeza nos dice
acerca del maná: “Sustancia que fue el principal alimento de los israelitas
durante los cuarenta años que pasaron en el desierto (Ex. 16.35). Cuando Israel
se quejó por falta de alimentos en el desierto de Sin, Dios les envió “pan del
cielo” (Ex. 16.4; Sal. 78.23–24), provisión que no cesó hasta que entraron en
Canaán y comenzaron a comer los alimentos de esa tierra (Jos. 5.12), a pesar de
sus quejas (Nm. 11.6; compárese Neh. 9.20). Los israelitas debían recoger un gomer
durante cinco días, y el doble el sexto día para que les alcanzara para el día
de reposo, ya que ese día no caía. Generalmente no duraba de un día para el
otro, y criaba gusanos y hedía si se lo guardaba, pero el maná que debía
guardarse para el día de reposo se preservaba cocinándolo u horneándolo con
antelación (Ex. 16.4–5, 16–30). Se lo encontraba cada mañana después de haberse
disipado el rocío, “una cosa menuda, redonda, menuda como la escarcha sobre la
tierra”, “su color como color de bedelio”, y “como semillas de culantro,
blanco, y su sabor como hojuela con miel”; se lo podía moler y utilizar para
cocinar y hornear”. Además de esto, el Nuevo Diccionario
Ilustrado de la Biblia de Wilton M. Nelson nos dice: “Nombre basado en la
pregunta hecha por los israelitas en hebreo, ¿Man ju? ("¿qué es
esto?", Éx 16.15), cuando vieron por primera vez el "pan del
cielo" (Éx 16.4) que Jehová les dio durante toda la peregrinación en el
desierto (v. 35; cf. Jos 5.12). El salmista lo llama "trigo de los
cielos" (Sal 78.24) y "pan de nobles" (v. 25) o, quizás,
"pan de ángeles" (conforme a la LXX), porque la palabra hebrea aquí
se basa en el verbo "volar". En señal de desprecio, los mismos
israelitas llamaron al maná "pan liviano" (Nm 21.5). El apóstol Pablo
lo llamó "alimento espiritual" (1 Co 10.3) por su origen divino y por
su significado como tipo de Cristo. Jesús se identificó como "el verdadero
pan del cielo ... el pan de vida" (Jn 6.25-69). También prometió que
"el que venciere" se alimentará de este "maná escondido",
la misma vida espiritual del Redentor (cf. Ap 2.17)”. Curiosamente
en la península del Sinaí se ha identificado un de árbol tamarisco,
científicamente conocido con el nombre de tamarix gallica en el cual se produce
una resina similar a la cera, la cual se derrite con el sol, su sabor es dulce como
la miel y tienen un color amarillo. De alguna manera esto nos recuerda a la
descripción bíblica del maná con el cual Dios alimento a los israelitas. Ahora,
esta resina es alta en azúcar y no contiene los otros nutrientes necesarios
para alimentar correctamente a una persona, pero, aun así, esto es una
referencia que se asemeja a la descripción del maná. El Diccionario Bíblico
Certeza nos comenta acerca de esto: “Muchos han especulado sobre la naturaleza exacta de este maná,
y se conocen varios paralelos parciales. Hasta el día de hoy en Sinaí ciertos
insectos producen excreciones dulces sobre las ramas del tamarisco, en junio,
durante varias semanas. Durante la noche las gotas caen de los árboles a la
tierra, donde permanecen hasta que el calor del sol atrae las hormigas, que se
las llevan. Son pequeñas gotas pegajosas de color claro y sabor azucarado,
bastante similares a las descripciones bíblicas en Ex. 16 y Nm. 11. En Sinaí, y
en otras partes, hay insectos que producen secreciones dulzonas, por ejemplo,
ciertas clases de cigarras. No obstante, estos productos no concuerdan con la
descripción bíblica en todos sus detalles… En el sur de Argelia en 1932 …. “cayó
una sustancia blanquecina, inodora, insípida, de tipo farináceo, que cubría las
tiendas y la vegetación cada mañana” (A. Rendle Short, Modern Discovery and the
Bible, 1952, página 152). También en 1932, una sustancia blanca como el maná
cubrió una mañana una superficie de 640 por 18 metros en una granja en Natal, y
los habitantes del lugar la comieron (H. S. Gehman en Westminster Dictionary of
the Bible, 1944, página 375). Ninguno de estos fenómenos satisface los datos
bíblicos, y la provisión del maná finalmente se mantiene en el dominio de lo
milagroso”. Lo cierto es que la provisión de maná fue
un verdadero milagro, aunque probablemente quedo vestigios de ello, este
acontecimiento sobrenatural estuvo presente en la vida de los israelitas hasta
el momento de entrar a la tierra de Canaán para conquistarla.
EL MONTE SINAÍ
Después
de todo el recorrido que el libro de Éxodo describe, desde el cruce del mar
Rojo, a través de los desiertos de Shur y Sin, y sus diferentes estaciones,
Israel finalmente llega al monte Sinaí: “En el mes tercero de la
salida de los hijos de Israel de la tierra de Egipto, en el mismo día llegaron
al desierto de Sinaí. Habían salido de Refidim, y llegaron al desierto de
Sinaí, y acamparon en el desierto; y acampó allí Israel delante del monte”,
(Éxodo 16:1). Este monte que se menciona en Éxodo 16:1 es el Sinaí, llamado en
otras partes de la Biblia como monte Horeb, fue en el tercer mes después de su salida
de Egipto que los israelitas llegaron al monte Sinaí. J. B. Tidwell,
en su libro Geografía Bíblica, nos da una explicación acerca de este monte
Sinaí: “Horeb significa terreno baldío seco y
Sinaí parece que viene de la idea de una brillantez o resplandor y significa un
"relumbre". Horeb a veces es considerado como una entera cordillera
de montañas y Sinaí como uno de sus picos prominentes. Está situado en la parte
sur de la península sinaítica en la vecindad de Edom. Los dos nombres, Horeb y
Sinaí, se usan en forma intercambiable, siendo Horeb el más común en
Deuteronomio, y Sinaí en los otros libros del Pentateuco. La montaña sagrada no
se puede señalar con exacta certidumbre, pero probablemente era una de las
estribaciones sudoestes del monte Seir”. Conocer donde estaba
ubicado el monte Sinaí es una tarea muy difícil que hasta el momento los
expertos en arqueología y geografía bíblica no han podido superar, de hecho, se
han propuesto algunas opciones referentes a la posible ubicación del Monte
Sinaí y de esto, James Hoffmeir en su libro, Arqueología de la
Biblia, nos explica algunas de estas: “La península del
Sinaí se divide en tres zonas geológicas: norte, central y sur. En cada una de
estas zonas, así como en el norte de Arabia, se localizan varias montañas que a
lo largo de los últimos 200 años se han identificado como el posible monte
Sinaí de la Biblia. Dichas montañas son: 1. Gebel Helal y Har Karkom (norte del
Sinaí o sur de Israel). 2. Ge bel Sin Bishr (Sinaí central). 3. Gebel Musa/Safsafah,
Gebel Serbal, Gebel Kadi.erina (sur del Sinaí). 4. Gebel Biggir, Gebel el-Lawz,
Hallat el Badr (norte de Arabia). A pesar de que la Biblia ofrece pistas para
situar la región en la que se encontraba el monte Sinaí, no proporciona
suficientes datos geográficos específicos para conocer con precisión de qué
montaña se trata”. Como vemos existen muchas posibles ubicaciones donde
estovo situado el monte Sinaí.
Mount Sinai
De Mohammed Moussa - Trabajo propio, CC BY-SA 3.0, https://commons.wikimedia.org/w/index.php?curid=28338950 |
Otra opinión en cuanto a la ubicación del Sinaí es que estaba ubicado en la
tierra de Madián, considerando que el suegro de Moisés era un sacerdote de
Madián, de allí que algunos ofrezcan otra ruta alternativa tal y como la vemos
en el mapa de la ruta del Éxodo que mostramos anteriormente. G.
Ernest Wright, en su libro Arqueología Bíblica, nos da su opinión al respecto
de esta hipótesis: “Cierto número de
investigadores opina que el monte Sinaí ha de situarse en el antiguo Madián, al
sudeste de Edom, en Arabia. La principal base para este punto de vista es la
creencia de que Ex 19 refleja una erupción volcánica, lo que obligaría a situar
la montaña sagrada en una región de volcanes. Esto nos llevaría hasta Madián,
la única zona en que, según nuestras noticias, se daban semejantes fenómenos.
Pero los mismos datos pueden interpretarse en el sentido de una fuerte tormenta
de montaña, y, en cualquier caso, el Antiguo Testamento describe frecuentemente
las apariciones de Dios en términos tomados de fenómenos naturales tan
terroríficos, que resulta imposible servirse de exactitud una localización
geográfica. Sal 29,6 dice que las montañas del Líbano y del Sarión danzan como
un becerro salvaje al oír la voz de Dios, y, sin embargo, no nos atreveríamos a
decir sobre esta base que se trata de montañas volcánicas. De hecho, sabemos
que no lo eran”. Como hemos visto, se han propuesto muchas
sugerencias en cuanto a la ubicación del monte Sinaí, es más, basado en las
distancias que los pueblos antiguos recorrían a través del desierto de Sin por día,
los cuales se encuentran en manuscritos antiguos de otras civilizaciones, se
han trasado posibles rutas considerando el tiempo que a Israel le tardo llegar desde
el mar Rojo al monte Sinaí, o desde el monte Sinaí hasta Cades Barnea, en función
de eso, establecen las diferentes propuestas de cuál fue el monte que ellos
llamaron monte Sinaí. De todas estas propuestas, la más popular podría ser la
de Gebel Musa, ubicada al sur de la península del Sinaí cuyo nombre es de
origen árabe el cual significa monte Moisés. Justo en la boca del cañón de este
monte se ha construido un antiguo monasterio que hoy en día sigue estado
habitado por miembros de una iglesia ortodoxa, este recibe el nombre de Monasterio
de Santa Catalina o de la Transfiguración, el cual, según la tradición, fue
aquí donde Moisés recibió la visión de la zarza ardiendo que no se consumía. De
esto, James Hoffmeir nos comenta en su libro, Arqueología de la Biblia: “La única región que
se corresponde con los datos sobre la distancia de los que disponemos y con la
referencia de Cades-Banea es el sur del Sinaí. Ya en la tradición cristiana
antigua se asociaba esta zona con lugares santos relacionados con Moisés. Ya en
el 360 d.C., un monje sirio, Julianus Sabus, y algunos de sus discípulos
construyeron una capilla en la cima de Gebel Musa, que significa monte de
Moisés, creyendo que era este el lugar donde Dios reveló la Ley a Moisés”. Fue
en el monte Sinaí donde Dios se manifestó con grandes señales y prodigios: “Aconteció que, al tercer
día, cuando vino la mañana, vinieron truenos y relámpagos, y espesa nube sobre
el monte, y sonido de bocina muy fuerte; y se estremeció todo el pueblo que
estaba en el campamento. Y Moisés sacó del campamento al pueblo para recibir a
Dios; y se detuvieron al pie del monte. Todo el monte Sinaí humeaba, porque
Jehová había descendido sobre él en fuego; y el humo subía como el humo de un
horno, y todo el monte se estremecía en gran manera. El sonido de la bocina iba
aumentando en extremo; Moisés hablaba, y Dios le respondía con voz tronante”,
(Éxodo 19:16-19). Fue en este monte donde Dios le dio sus leyes a Israel, las
instrucciones referentes a la construcción del tabernáculo de reunión, sus
demás utensilios y las vestiduras sacerdotales.
Saint Catherine's Monastery, Sinai, Egypt De Berthold Werner - Trabajo propio, CC BY-SA 3.0, https://commons.wikimedia.org/w/index.php?curid=12215773 |
LA PARTIDA DEL MONTE SINAÍ
“En el año segundo, en el
mes segundo, a los veinte días del mes, la nube se alzó del tabernáculo del
testimonio. Y partieron los hijos de Israel del desierto de Sinaí según el
orden de marcha; y se detuvo la nube en el desierto de Parán. Partieron la
primera vez al mandato de Jehová por medio de Moisés”.
Números 10:11-13
Después
de 2 años con 2 meses y 20 días de haber acampado en el monte Sinaí, Israel
parte rumbo a Cades Barnea, a través del desierte de Parán, todo con el objetivo
de iniciar la conquista de la tierra de Canaán, sin embargo, si leemos el libro
de Números, nos daremos cuenta que por su incredulidad, Israel no entro a la
tierra que Dios les había prometido y los condenó a vagar 40 años por el desierto,
hasta que todos ellos murieron y fue la descendencia que en aquel entonces eran
unos niños lo que habrían de conquistar la tierra junto con Caleb y Josué. En el
siguiente mapa podemos observar la posible ruta que los israelitas tomaron
durante su peregrina a través del desierto y los diferentes lugares que
visitaron.
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