Motivos de la desunión en la iglesia (Filipenses 2:1-4)



“Por tanto, si hay alguna consolación en Cristo, si algún consuelo de amor, si alguna comunión del Espíritu, si algún afecto entrañable, si alguna misericordia, completad mi gozo, sintiendo lo mismo, teniendo el mismo amor, unánimes, sintiendo una misma cosa. Nada hagáis por contienda o por vanagloria; antes bien con humildad, estimando cada uno a los demás como superiores a él mismo; no mirando cada uno por lo suyo propio, sino cada cual también por lo de los otros”.

Filipenses 2:1-4

 

INTRODUCCIÓN

            Después de un tiempo volvemos al estudio de esta maravillosa carta, la carta a los Filipenses. La última ocasión finalizamos el estudio del capítulo 1 y ahora con la ayuda del Espíritu Santo iniciaremos su segundo capítulo. Hoy consideraremos el contenido de los primeros cuatro versículos de dicho capítulo, en estos el apóstol Pablo intercede por mantener la unidad de la iglesia, esto considerando que se trataba de una iglesia muy ejemplar con la que mantenía una buena amistad y comunicación, sin embargo, era de temerse el hecho de que algunos inescrupulosos que predicaban por contienda o rivalidad, se introdujesen y rompieran esa comunión y unidad que tenían.

 

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Motivos de la desunión en la iglesia


CONTRIBUYENDO CON LA UNIDAD DE LA IGLESIA

“Por tanto, si hay alguna consolación en Cristo, si algún consuelo de amor, si alguna comunión del Espíritu, si algún afecto entrañable, si alguna misericordia, completad mi gozo, sintiendo lo mismo, teniendo el mismo amor, unánimes, sintiendo una misma cosa”.

Filipenses 2:1-2

                Si recordamos un poco, en el capítulo anterior el apóstol a expresado su gozo por el apoyo y amistad que la iglesia de Filipos le había expresado. Al parecer la iglesia de Filipos era una congregación de santos que mantenían una verdadera comunión con Cristo y sus hermanos, una iglesia que apoyaba a los misioneros como Pablo. Cuando Pablo estuvo por primera vez en Filipos, una mujer de allí llamada Lidia le mostro su hospitalidad: “Entonces una mujer llamada Lidia, vendedora de púrpura, de la ciudad de Tiatira, que adoraba a Dios, estaba oyendo; y el Señor abrió el corazón de ella para que estuviese atenta a lo que Pablo decía. Y cuando fue bautizada, y su familia, nos rogó diciendo: Si habéis juzgado que yo sea fiel al Señor, entrad en mi casa, y posad. Y nos obligó a quedarnos”, (Hechos 16:14-15). Luego de su visita, esta iglesia mantuvo comunicación con el apóstol, como ya vimos, se cree que al menos dos cartas fueron escritas durante este periodo, las cuales han sido llamadas, la carta de la amistad y la carta del gozo. Si nos damos cuenta, sus nombres nos sugieren a una iglesia que no tenia mucho que corregírsele, a diferencia de la iglesia de Corinto que tenia luchas internas entre ellos y otros problemas. En todo esto se lograba visualizar la gran unidad que existía en esta iglesia, sin embargo, Pablo no ignoraba las artimañas del diablo y sabía que intentaría destruir dicha unidad y desviarlos del propósito de Dios, especialmente porque ya había algunas personas que predicaban el evangelio por envidias que le tenían a Pablo: “Algunos, a la verdad, predican a Cristo por envidia y contienda; pero otros de buena voluntad. Los unos anuncian a Cristo por contención, no sinceramente, pensando añadir aflicción a mis prisiones”, (filipenses 1:15-16). Por ello el apóstol les exhorta a mantener esta comunión a través de cultivar las mejores virtudes cristianas: Por tanto, si hay alguna consolación en Cristo, si algún consuelo de amor, si alguna comunión del Espíritu, si algún afecto entrañable, si alguna misericordia, completad mi gozo, sintiendo lo mismo, teniendo el mismo amor, unánimes, sintiendo una misma cosa. La unidad de la iglesia se promueve a través de que nosotros, como miembros de las iglesias, desarrollemos las mejores virtudes que contribuyan a mantener las buenas relaciones con nuestros hermanos. El amor, la comunión con el Espíritu Santo, o la vida en santidad, el afecto entrañable hacia nuestros hermanos, la misericordia, el gozo, el tener un mismo sentir, todo esto ayuda a mantener la unidad en la iglesia. Muchos problemas entre las personas tienen que ver con su mal carácter o temperamento, así como la imprudencia o falta de amor, amabilidad y misericordia; pero si queremos contribuir con la unidad de la iglesia, como creyentes estamos llamados a luchar por mantener la unidad de la iglesia y esto se logra a través de manifestar todas aquellas grandes virtudes que identificar el verdadero carácter de un cristiano.

 

ACTITUDES QUE DAÑAN LA UNIDAD DE LA IGLESIA

“Nada hagáis por contienda o por vanagloria; antes bien con humildad, estimando cada uno a los demás como superiores a él mismo; no mirando cada uno por lo suyo propio, sino cada cual también por lo de los otros”.

Filipenses 2:3-4

               En estos dos versículos encontramos al menos tres actitudes que dañan la unidad de la iglesia y que debemos evitar. La primera actitud que daña la unidad de la iglesia son las contiendas internas que se desatan en medio de la iglesia: Nada hagáis por contienda… La palabra contienda se traduce del griego erizeía (ἐριθεία), la cual hace referencia a contiendo o intriga que lleva a la división. Cuando entre los mismos hermanos dentro de una iglesia existen diferencias que no logran superar, se da paso a las contiendas internas y esto puede llevar a la creación de grupos internos que desfavorecen la unidad de la iglesia, de hecho, Pablo amonestó a la iglesia en Corinto por esto mismo: “porque aún sois carnales; pues habiendo entre vosotros celos, contiendas y disensiones, ¿no sois carnales, y andáis como hombres? Porque diciendo el uno: Yo ciertamente soy de Pablo; y el otro: Yo soy de Apolos, ¿no sois carnales?”, (1 Corintios 3:3-4). Como hijos de Dios debemos evitar las luchas internas o contiendas entre nosotros, debemos tener un nivel de madurez espiritual y amor para entender que la iglesia le pertenece al Señor y no a un hombre de esta tierra y que esta es el cuerpo de Cristo, cada miembro de esta con diferentes dones y funciones que, al complementarlas, permite el avance de la iglesia. Debemos buscar la unidad de la iglesia en medio de esta diversidad de dones y el amor es clave para ello. Lo segundo es evitar hacer las cosas por vanagloria: Nada hagáis… por vanagloria; antes bien con humildad, estimando cada uno a los demás como superiores a él mismo. Otro problema que se da para mantener la unidad de la iglesia es cuando sus servidores hacen las cosas por vanagloria o por los deseos de obtener prestigio. La palabra vanagloria se traduce del griego kenodoxía (κενοδοξία), la cual denota a una persona que se ha inflado, a alguien orgulloso que ama el ser reconocido para su propio ego. Etimológicamente, la palabra yo proviene del latín, ego, y ciertamente el ego es un problema, porque el ego provoca que la persona piense desmedidamente en su yo interior, en buscar fama, reconocimiento y popularidad. Ciertamente esto es un problema que daña la unidad de la iglesia porque se espera que todos seamos de un mismo sentir, inspirados en resaltar a la persona de Cristo; y no la nuestra propia. Por ello, para contrarrestar el ego o la vanagloria, el apóstol recomienda que antes seamos humildes de mente, viendo a los demás como a superiores, que solo somos servidores de los demás y no capataces. Cuando esto se hace así, promovemos la unidad de la iglesia porque nuestro servicio a los santos es conforme el amor y la misericordia de Dios. Finalmente, el apóstol pide que evitemos los deseos de sacar provecho propio de los demás en la iglesia: … no mirando cada uno por lo suyo propio, sino cada cual también por lo de los otros. Este si que es un problema que daña la unidad de la iglesia, el hecho de que existan luchas por el control del poder y las finanzas de la congregación, pero esto pasa porque aquellos que se proponen tal cosa desea sacar un beneficio para ellos. Cuantas divisiones se han provocado por las luchas de poder y control económico, cuantas congregaciones has sido diezmadas por presenciar estas contiendas. La verdad es que Pablo nos dice que nuestro servicio al Señor debe ser totalmente desinteresado, sin buscar un beneficio económico o personal, antes, debemos servirle a Dios y sus santos por amor.  

 


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