“Hermanos, sed imitadores de mí, y mirad a los que así se
conducen según el ejemplo que tenéis en nosotros. Porque por ahí andan muchos,
de los cuales os dije muchas veces, y aun ahora lo digo llorando, que son
enemigos de la cruz de Cristo; el fin de los cuales será perdición, cuyo dios
es el vientre, y cuya gloria es su vergüenza; que solo piensan en lo terrenal.
Mas nuestra ciudadanía está en los cielos, de donde también esperamos al
Salvador, al Señor Jesucristo; el cual transformará el cuerpo de la humillación
nuestra, para que sea semejante al cuerpo de la gloria suya, por el poder con
el cual puede también sujetar a sí mismo todas las cosas”.
Filipenses 3:17-21
INTRODUCCIÓN
Con estos últimos 5
versículos estaríamos finalizando el capítulo 3 de la carta a los Filipenses.
En estos versículos el apóstol Pablo exhorta a los cristianos de Filipos a no
olvidar su verdadera ciudadanía, ya que, aunque en lo terrenal muchos de ellos
habían logrado obtener la ciudadanía romana, pero más allá de cualquier ciudadanía
terrenal, los cristianos hemos recibido la ciudadanía celestial y en función de
eso debemos conducirnos como merece a un ciudadano del cielo, esperando la
futura restauración completa que nuestro ser recibirá.
SIENDO EJEMPLO EN TODO LO BUENO
“Hermanos, sed imitadores de mí, y mirad a los que así se
conducen según el ejemplo que tenéis en nosotros”.
Filipenses 3:17
De estas palabras podemos
aprender dos cosas: Hermanos, sed imitadores de mí, y
mirad a los que así se conducen según el ejemplo que tenéis en nosotros. Lo primero es que como
cristianos debemos aprender a imitar todo lo bueno: “Amado, no imites lo malo, sino lo bueno. El que hace lo
bueno es de Dios; pero el que hace lo malo, no ha visto a Dios”, (3
Juan 11). Esto es así porque los cristianos somos discípulos de Cristo y por
ello debemos tener una actitud de estar aprendiendo constantemente de su
palabra. No olvidemos que la naturaleza humana tiende a imitar todo lo malo y
con el tiempo estos se convierten en malos hábitos. El creyente debe buscar
imitar todo aquello que Dios aprueba por medio de su palabra, llevándolo a la
práctica a tal punto que su finalidad es parecerse cada día más y más a Cristo.
Lo segundo es que nosotros mismos, los cristianos, tenemos que convertirnos
en modelo de Cristo a seguir, de allí que Pablo dice: Hermanos, sed imitadores de mí, y mirad a los que así se
conducen según el ejemplo que tenéis en nosotros. Hoy en día muchos no nos
atrevemos a decirle a la gente que sean imitadores de nosotros, probablemente
porque se oye algo pretencioso, pero en muchos casos porque no somos el mejor
ejemplo en algunas cosas. A veces se dice, imiten esto o aquello, pero no me
imiten a mi porque me fue mal en esto, y así muchos no se atreven a poner de ejemplo
en algunas cosas. En esta época en la cual Pablo esta escribiendo era una
costumbre de que el discípulo imitara a su maestro, por ello les dice que sean
imitadores de él, Pablo estaba convencido de su fe y totalmente entregado a
Cristo que su ejemplo servía de ejemplo para que otros lo imitaran. Los
predicadores tenemos una gran responsabilidad para que nuestras acciones estén
en armonía con el mensaje del evangelio que enseñamos, ya que se espera que
seamos modelos que inspiren a otros a seguir a Cristo: “Acordaos de vuestros pastores, que os hablaron la palabra de
Dios; considerad cuál haya sido el resultado de su conducta, e imitad su fe”,
(Hebreos 13:7).
PREDICADORES QUE BUSCABAN OBTENER GANANCIA
“Porque por ahí andan muchos, de los cuales os dije muchas
veces, y aun ahora lo digo llorando, que son enemigos de la cruz de Cristo; el
fin de los cuales será perdición, cuyo dios es el vientre, y cuya gloria es su
vergüenza; que solo piensan en lo terrenal”.
Filipenses 3:18-19
Ahora, el apóstol pasa a
advertirles acerca de otros predicadores a los cuales llama enemigos de la cruz
de Cristo: Porque por ahí andan muchos, de los
cuales os dije muchas veces, y aun ahora lo digo llorando, que son enemigos de
la cruz de Cristo.
¿Quiénes son estos enemigos de la cruz de Cristo? ¿Podrían ser los
judaizantes? Difícilmente, ya que el problema con estos es que buscaban
enseñar la importancia de observar la ley aparte de creer en Cristo, y no
estaban tan interesados en obtener alguna ganancia de parte de los filipenses,
ya que Pablo resalta el hecho de que estos buscaban saciar su vientre y solo
pensaban en lo terrenal: el fin de los cuales será perdición,
cuyo dios es el vientre, y cuya gloria es su vergüenza; que solo piensan en lo terrenal. Otros dicen que eran
gnósticos que realizaban una especie de mezcla entre el evangelio y sus
creencias de religiones orientales, no obstante, dudamos que se trataran de
apostatas, ya que Pablo resaltara la herejía que estos hubieran estado enseñando.
Quizás la explicación más probable sea aquella donde se afirma que eran
predicadores ambulantes que anunciaban el evangelio solo por obtener alguna
ganancia. En este tiempo podemos decir que existían dos tipos de
predicadores del evangelio. Los primeros eran aquellos como Pablo,
cuyo enfoque no solo era anunciar el evangelio para que las almas se salvaran,
sino también, afirmar a los convertidos y organizarlos para fundar una
iglesia en ese lugar. El segundo tipo de predicador era aquel que no
fundaba iglesias, sino, más bien, iba de un lugar a otro predicando el
evangelio, tratando de imitar a Jesús quien durante su ministerio iba
por todas las aldeas predicando y enseñando el reino de Dios. cuando Jesús envió
a sus 12 discípulos, de dos en dos, no les pidió que llevaran mas que lo
necesario y que dependieran prácticamente de la hospitalidad de las personas: “Habiendo reunido a sus doce discípulos, les dio poder y
autoridad sobre todos los demonios, y para sanar enfermedades. Y los envió a
predicar el reino de Dios, y a sanar a los enfermos. Y les dijo: No toméis nada
para el camino, ni bordón, ni alforja, ni pan, ni dinero; ni llevéis dos
túnicas. Y en cualquier casa donde entréis, quedad allí, y de allí salid. Y
dondequiera que no os recibieren, salid de aquella ciudad, y sacudid el polvo
de vuestros pies en testimonio contra ellos. Y saliendo, pasaban por todas las
aldeas, anunciando el evangelio y sanando por todas partes”, (Lucas
9:1-6). Algunos opinan que un grupo de creyentes siguieron este modelo, iban a
una ciudad y allí predicaban el evangelio, se apoyaban de las personas
creyentes que allí habitaban para ser recibidos en sus casas donde recibían alimentación,
sin embargo, estos lo hacían por amor de predicar el evangelio, pero algunos lo
habían visto como una forma de ganarse la vida y aprovecharse de la
hospitalidad de los cristianos a tal punto que pasaban hasta varios días comiendo
en las casas de aquellos que los hospedaban y hasta dinero recibían por prestar
su servicio. Si esto fue así, tienen más razón las palabras de Pablo cuando se
refiere a estos enemigos de la cruz de Cristo: cuyo dios es el vientre, y cuya gloria es su vergüenza; que solo
piensan en lo terrenal.
En la Didajé o enseñanza de los 12, un documento del primer siglo que recopila
una serie de costumbres, doctrinas y prácticas de la iglesia de los primeros
siglos y aquí se advierte del peligro de recibir a personas así: “Todo apóstol que llegue a vosotros, ha de ser recibido
como el Señor. Pero no se quedará por más de un día o dos, si hace falta;
quedándose tres días, es un falso profeta. Al partir, el apóstol no aceptará
nada sino pan para sustentarse hasta llegar a otro hospedaje. Si pidiere
dinero, es un falso profeta”, (Didajé XI:4-6). Queda claro que había
personas que creían que podían sacar ganancia de predicar el evangelio, por
ello Pablo dice que su dios es el vientre, porque trabajaban solo para complacer
su estomago y solo pensaban en lo terrenal.
CIUDADANOS DEL CIELO
“Mas nuestra ciudadanía está en los cielos, de donde también
esperamos al Salvador, al Señor Jesucristo; el cual transformará el cuerpo de
la humillación nuestra, para que sea semejante al cuerpo de la gloria suya, por
el poder con el cual puede también sujetar a sí mismo todas las cosas”.
Filipenses 3:20-21
Finalmente, el apóstol cierra
este pensamiento recordándonos de que nuestra ciudadanía está en los cielos: Mas nuestra ciudadanía está en los cielos… Filipos se había
convertido en una colonia romana y muchos de los que allí habitaban se
consideraban orgullosos de su ciudadanía y los privilegios que ello conllevaba,
sin embargo, Pablo también les dice que no olvide que independientemente la ciudadanía
terrenal que tengamos, somos ciudadanos del cielo, herederos del reino de Dios,
quienes están esperando a nuestro Señor Jesucristo y la futura glorificación de
todo nuestro ser, o lo que algunos llaman la santificación final: … de donde también esperamos al Salvador, al Señor
Jesucristo; el cual transformará el cuerpo de la humillación nuestra, para que
sea semejante al cuerpo de la gloria suya, por el poder con el cual puede
también sujetar a sí mismo todas las cosas. Considerando esto, es importante
que vigilemos nuestra manera de andar en este mundo, debemos vivir de acuerdo a
los principios bíblicos, siendo ejemplos para otros, predicando el evangelio y
sirviendo a Dios y a sus santos por amor y no por beneficio propio.
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