“Finalmente, sed todos de un mismo sentir,
compasivos, amándoos fraternalmente, misericordiosos, amigables; no devolviendo
mal por mal, ni maldición por maldición, sino por el contrario, bendiciendo,
sabiendo que fuisteis llamados para que heredaseis bendición. Porque: El que
quiere amar la vida y ver días buenos, refrene su lengua de mal, y sus labios
no hablen engaño; apártese del mal, y haga el bien; busque la paz, y sígala. Porque
los ojos del Señor están sobre los justos, y sus oídos atentos a sus oraciones;
pero el rostro del Señor está contra aquellos que hacen el mal”.
1 Pedro 3:8-12
INTRODUCCIÓN
Con
el versículo 7 el apóstol Pedro finalizó con los consejos dirigidos a la
familia, aunque realmente solo se dirigió a los esposos, esposas y esclavos domésticos,
obviando a los amos y los hijos. A estos consejos como a los que también Pablo
presenta en Efesios 5:22-33; 6:1-9, se le conocen como los códigos domésticos. Ahora,
el Pedro dirigirá sus consejos a todos los creyentes en general.
LAS GRANDES VIRTUDES QUE UN CRISTIANO MANIFIESTA
“Finalmente, sed todos de un mismo sentir,
compasivos, amándoos fraternalmente, misericordiosos, amigables; no devolviendo
mal por mal, ni maldición por maldición, sino por el contrario, bendiciendo,
sabiendo que fuisteis llamados para que heredaseis bendición”.
1 Pedro 3:8-9
Definitivamente
el evangelio transforma al hombre en una persona de bien, con la manifestación
de grandes virtudes que lo convierten en una ser agradable y noble. Con la
palabra, “finalmente”, el apóstol inicia una nueva sección donde se dirige no a
un grupo en específico, sino, a todos los creyentes, y en este sentido, Pedro
nos exhorta a caracterizarnos por las siguientes virtudes.
Ser todos de un mismo sentir.
Lo
primero que Pedro nos pide es que todos seamos de un mismo sentir. Las
palabras, “ser de un mismo sentir”, se traducen de una sola expresión griega,
jomófrones (ὁμόφρονες), la cual puede traducirse también
como, tener una misma mente, o estar en armonía con las diferentes opiniones de
los demás. En este caso, “ser de un mismo sentir”, se refiere a compartir
una misma fe, un mismo bautismo, una misma doctrina, un mismo Señor y Salvador,
una misma familia en la fe, un mismo Espíritu. En su oración en el
Getsemaní, nuestro Señor Jesús oró para que todos fuésemos uno, así como Él era
uno con su Padre: “Mas no ruego solamente por éstos,
sino también por los que han de creer en mí por la palabra de ellos, para que
todos sean uno; como tú, oh Padre, en mí, y yo en ti, que también ellos sean
uno en nosotros; para que el mundo crea que tú me enviaste”, (Juan
17:20-21). También Pablo exhortaba a los creyentes a tener todos un mismo sentir:
“Por lo demás, hermanos, tened gozo, perfeccionaos,
consolaos, sed de un mismo sentir, y vivid en paz; y el Dios de paz y de amor
estará con vosotros”, (2 Corintios 13:11).
Debemos ser compasivos.
Además,
Pedro nos dice que los cristianos debemos ser compasivos. La palabra
compasivo se traduce del griego sumpazeis (συμπαθεῖς) y sugiere la idea de alguien que sufre al lado de otro,
o de tener un sentimiento de solidaridad o compañerismo ante el dolor del otro.
La compasión va más allá de la lastima, la lástima es solo un sentimiento que no
mueve a nadie a la acción, en cambio, la compasión nos vuelva más solidarios,
como Jesús, quien teniendo compasión se movía a aliviar el sufrimiento: “Y al ver las multitudes, tuvo compasión de ellas; porque
estaban desamparadas y dispersas como ovejas que no tienen pastor. Entonces
dijo a sus discípulos: A la verdad la mies es mucha, más los obreros pocos.
Rogad, pues, al Señor de la mies, que envíe obreros a su mies”,
(Mateo 9:36-38). Como Jesús, debemos tener compasión de las almas que están sin
Cristo, y esta compasión debe movernos a la oración y a la acción misma para
mostrar el gran amor de Dios.
Debemos mostrar amor fraternal.
Las palabras, “amor fraternal”, se
traducen de una sola palabra griega que es filadelfoi (φιλάδελφοι),
que expresa el amor entre amigos, un sentimiento que se desprende del cariño
que puede surgir entre compañeros. Nosotros los cristianos debemos aprender a
amarnos los unos de los otros, entre nosotros no puede haber disputas o pleitos
o enemistades, porque hemos sido transformados por el poder del amor de Cristo
y ahora, cómo podríamos odiar a alguien si realmente hemos sido perdonados y heredado
grandes promesas: “Si alguno dice: Yo amo a Dios, y
aborrece a su hermano, es mentiroso. Pues el que no ama a su hermano a quien ha
visto, ¿cómo puede amar a Dios a quien no ha visto?”, (1 Juan 4:20).
Debemos ser misericordiosos.
Los cristianos debemos ser
misericordiosos. La palabra, “misericordioso”, se traduce del griego eusplagjnoi
(εὔσπλαγχνοι), que literalmente significa, tener un
corazón tierno, pero a veces se traduce como misericordioso. La misericordia
mueve a la compasión por el sufrimiento ajeno, al perdón y reconciliación,
y esto es algo en lo que los cristianos debemos caracterizarnos: “Nunca se aparten de ti la misericordia y la verdad; átalas a
tu cuello, Escríbelas en la tabla de tu corazón; y hallarás gracia y buena
opinión ante los ojos de Dios y de los hombres”, (Proverbios 3:3).
Los cristianos debemos ser humildes.
Otra
característica que debe distinguirnos a los cristianos es que debemos ser
humildes. En la versión RV60, se ha traducido como “amigable”, pero una mejor
traducción seria “humilde”, ya que dicha palabra griega es tapeinofrosúne (ταπεινοφροσύνη), de allí que muchas versiones
modernas traducen dicha palabra como humildad, en lugar de amistoso, incluso la
RVA, versión del 2015 así lo hace: “Finalmente, sean
todos de un mismo sentir: compasivos, amándose fraternalmente, misericordiosos
y humildes”, (1 Pedro 3:8, RVA). La palabra tapeinofrosúne (ταπεινοφροσύνη), se refiere a una humildad de
mente, es decir, los cristianos no debemos tener sentimientos de superioridad
ni vanagloria, antes, debemos considerarnos servidores de Dios y de su pueblo: “Digo, pues, por la gracia que me es dada, a cada cual que
está entre vosotros, que no tenga más alto concepto de sí que el que debe
tener, sino que piense de sí con cordura, conforme a la medida de fe que Dios
repartió a cada uno”, (Romanos 12:3).
No devolviendo mal por mal.
Finalmente,
el cristiano tiene que ser una persona que no devuelva mal por mal. En la
humanidad hay una tendencia a la venganza, a devolver mal por mal, a practicar
la ley de talión, es decir, ojo por ojo; pero Pedro nos dice: no devolviendo mal por mal, ni maldición por
maldición, sino por el contrario, bendiciendo, sabiendo que fuisteis llamados
para que heredaseis bendición. Muchas pueden ser las razones por las
que el hombre desee devolver mal por mal, ya sea por deseos de venganza, o en
un momento de arrebato de ira o por contiendas personales, pero, Pedro nos dice
que ante el mal debemos bendecir, sabiendo que hemos sido bendecidos con toda
clase de bendiciones espirituales. Nuestro Señor Jesucristo nos enseña a orar
por nuestros enemigos y orar por aquellos que nos ultrajan: “bendecid a los que os maldicen, y orad por los que os
calumnian. Al que te hiera en una mejilla, preséntale también la otra; y al que
te quite la capa, ni aun la túnica le niegues”, (Lucas 6:28-29). En su
enseñanza el Señor usa una hipérbole, es decir, una figura literaria que presenta
una verdad de manera exagerada para entender el principio básico que se quiere
enseñar, en este sentido, el Señor nos dice que si nos golpean una mejilla, pongamos
la otra, o si nos quitan la capa, demos también la túnica. ¿Significa esto que
los cristianos debemos permitir el abuso? Pues, ¡No!... Lo que enseña es que no
debemos desear vengarnos por nuestras propias manos, ante cualquier mal del
cual seamos víctimas, debemos apartarnos y orar por aquellos que nos ultrajan,
bendecirlos en oración y dejando que sea Dios quien juzgue según las obras de
cada uno, recordando que la manera de vencer el mal es devolviendo bien por mal:
“No os venguéis vosotros mismos, amados míos, sino
dejad lugar a la ira de Dios; porque escrito está: Mía es la venganza, yo
pagaré, dice el Señor. Así que, si tu enemigo tuviere hambre, dale de comer; si
tuviere sed, dale de beber; pues haciendo esto, ascuas de fuego amontonarás
sobre su cabeza. No seas vencido de lo malo, sino vence con el bien el mal”,
(Romanos 12:19-21). Si nos damos cuenta, Pablo nos dice que cuando hacemos
esto, ascuas de fuego se amontonan sobre la cabeza de nuestro enemigo, ahora, esto
no significa señal de juicio, sino es un hebraísmo que significa que nuestro
enemigo se avergonzara al considerar nuestra conducta benigna y bondadosa como
respuesta a su maldad, de allí, la Nueva Versión Internacional de la Biblia
traduce este versículo de la siguiente manera: “Antes
bien, «Si tu enemigo tiene hambre, dale de comer; si tiene sed, dale de beber. Actuando
así, harás que se avergüence de su conducta»”,
(Romanos 12:20, NVI).
EL QUE DESEE VER DÍAS BUENOS
“El que quiere amar la vida y ver días buenos, refrene
su lengua de mal, y sus labios no hablen engaño; apártese del mal, y haga el
bien; busque la paz, y sígala. Porque los ojos del Señor están sobre los
justos, y sus oídos atentos a sus oraciones; pero el rostro del Señor está
contra aquellos que hacen el mal”.
1 Pedro 3:10-12
Como consejo final, el apóstol Pedro
nos aconseja la conducta que debemos guardar si deseamos ver días buenos: “El que quiere amar la vida y ver días buenos, refrene
su lengua de mal, y sus labios no hablen engaño; apártese del mal, y haga el
bien; busque la paz, y sígala. Porque los ojos del Señor están sobre los
justos, y sus oídos atentos a sus oraciones; pero el rostro del Señor está
contra aquellos que hacen el mal. Realmente lo que Pedro hace aquí es
citar uno de los Salmos: “¿Quién es el hombre que
desea vida, que desea muchos días para ver el bien? Guarda tu lengua del mal, y
tus labios de hablar engaño. Apártate del mal, y haz el bien; busca la paz, y
síguela. Los ojos de Jehová están sobre los justos, y atentos sus oídos al
clamor de ellos. La ira de Jehová contra los que hacen mal, para cortar de la
tierra la memoria de ellos”, (Salmos 34:12-16). He aquí grandes
consejos para amar la vida y tener buenos días, la verdad es que muchos de los
males que el ser humano experimenta en la vida es por su lengua, por decir cosas
que no debe, por unirse en murmuraciones o hacer el mal, pero aquellos que
refrenan su lengua, se apartan del mal y buscan la paz, ganan el favor de Dios
y sus oraciones son contestadas. Por tanto, busquemos hacer esto y vivir de
acuerdo a los principios bíblicos siendo buenas personas, porque entonces el Señor
nos bendecirá y veremos días buenos.
compartir una misma fe, un mismo bautismo. Entonces el bautismo que realizó Pedro ( En el Nombre de Jesús para perdón de pecados) es el mismo que tenemos que recibir nosotros
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