“Entonces hubo gran clamor del pueblo y de sus
mujeres contra sus hermanos judíos. Había quien decía: Nosotros, nuestros hijos
y nuestras hijas, somos muchos; por tanto, hemos pedido prestado grano para
comer y vivir. Y había quienes decían: Hemos empeñado
nuestras tierras, nuestras viñas y nuestras casas, para comprar grano, a causa
del hambre. Y había quienes decían: Hemos tomado prestado dinero para el
tributo del rey, sobre nuestras tierras y viñas. Ahora bien, nuestra carne es
como la carne de nuestros hermanos, nuestros hijos como sus hijos; y he aquí
que nosotros dimos nuestros hijos y nuestras hijas a servidumbre, y algunas de
nuestras hijas lo están ya, y no tenemos posibilidad de rescatarlas, porque
nuestras tierras y nuestras viñas son de otros”.
Nehemías 5:1-5
INTRODUCCIÓN
Hemos llegado al capítulo
número 5 de este maravilloso libro de Nehemías y aún nos hace falta mucho por
recorrer en el estudio de este libro. La última oportunidad vimos cómo a pesar
de la gran oposición que los enemigos de afuera presentaron a la obra de reconstrucción
de los muros de Jerusalén, Nehemías supo manejarla y no desistió de su
objetivo. Ahora, por un tiempo parece que estos enemigos externos dejan de
provocar problemas, pero un nuevo enemigo se presenta, un enemigo interno,
algunos de los mismos judíos que buscaban enriquecerse de la situación habían
servido como acreedores provocando que la pobreza se incrementara más en medio
de su pueblo y esto había traído el hambre y desesperación en medio del pueblo.
Una nueva oposición se presenta desde adentro
LA QUEJA DEL PUEBLO
“Entonces hubo gran clamor del pueblo y de sus
mujeres contra sus hermanos judíos…”
Nehemías 5:1
Cuando parecía que los
problemas causados por los extranjeros habían cesado, al menos por un tiempo,
un nuevo problema surge y esta vez viene de adentro. El libro de Nehemías nos
muestra que la vida cristiana y en general, el trabajo en la obra de Dios no
es fácil. Satanás siempre se opondrá a su progreso y usualmente pensamos que
los enemigos y la oposición vendrá de afuera, y en parte así es, pero también
debemos estar sabedores que en ocasiones esta también se levantará desde
adentro, es decir, los problemas también surgirán de en medio de la
congregación y aquí tenemos un ejemplo de ello. El versículo 1 dice: Entonces hubo gran clamor del pueblo y de sus
mujeres contra sus hermanos judíos. Podemos ver que en este caso hubo un gran clamor que el pueblo
levanto en contra de sus propios hermanos judíos. Las palabras, “gran clamor”,
se traducen del hebreo tsaacá (צַעֲקָה), que literalmente significa, “grito
desgarrador”. En este sentido, este gran clamor que el pueblo elevó en
contra de algunos de sus hermanos judíos era un verdadero grito de gran
angustia, una protesta en contra de las injusticias que estaban viviendo,
injusticias que venían no de los extranjeros, sino, de algunos de sus propios
compatriotas.
EL ABUSO DE LAS CLASES ALTAS HACIA LOS POBRES
“Había quien decía: Nosotros, nuestros hijos y
nuestras hijas, somos muchos; por tanto, hemos pedido prestado grano para comer
y vivir”.
Nehemías 5:2
El versículo 2 nos dice
cual era el problema en sí: Había quien decía: Nosotros, nuestros hijos y nuestras hijas, somos
muchos; por tanto, hemos pedido prestado grano para comer y vivir. El problema radicaba en que el pueblo judío
experimentaba una pobreza extrema que los había llevado a pedir prestado grano
para poder comer y vivir. Realmente las palabras, “hemos pedido prestado”,
que aparecen en la RV60 no están presentes en el texto hebreo del versículo 2,
más bien el texto nos sugiere la terrible situación de escasez y hambre que el
pueblo sufría, de allí que otras versiones modernas traducen mejor el texto
hebreo, veamos como lo traduce la Nueva Versión Internacional de la Biblia: “Decían: «Nuestras familias son tan numerosas
que necesitamos más comida para sobrevivir»”, (Nehemías 5:2, NVI). La versión, Dios Habla Hoy, lo traduce de la
siguiente manera: “pues algunos decían que tenían muchos hijos e hijas y necesitaban
conseguir trigo para no morirse de hambre”, (Nehemías 5:2, DHH). La lectura del versículo 2 en otras
versiones nos amplia la comprensión de lo que estaba pasado y de la realidad
social que los judíos experimentaban, la pobreza extrema estaba provocando
que buscaran comida para al menos sobrevivir y no morirse de hambre. Por
los versículos que vienen se entiende que para no morir de hambre las familias
tuvieron que pedir préstamos. ¿Qué provocó la escasez y extrema pobreza en
medio del pueblo judío? Se han presentado algunas opiniones al respecto.
Algunos dicen que el trabajo de reconstrucción de los muros de Jerusalén pudo
haber hecho de que los judíos se descuidaran los cultivos en los campos y, por
consiguiente, no hubo una buena cosecha ese año. Otros opinan que la oposición
externa causo un bloqueo del comercio que aisló a los judíos y trajo un periodo
de escasez, además de los impuestos que los persas imponían a sus naciones
conquistadas o a lo mejor una combinación de todo esto pudo haber traído esta situación
de pobreza y en medio de esto, la codicia de la clase alta que vio la
oportunidad para realizar prestamos con grandes intereses a las personas.
LOS PRÉSTAMOS CON USURA
“Y había quienes decían: Hemos empeñado nuestras
tierras, nuestras viñas y nuestras casas, para comprar grano, a causa del
hambre. Y había quienes decían: Hemos tomado prestado dinero para el tributo
del rey, sobre nuestras tierras y viñas. Ahora bien, nuestra carne es como la
carne de nuestros hermanos, nuestros hijos como sus hijos; y he aquí que
nosotros dimos nuestros hijos y nuestras hijas a servidumbre, y algunas de
nuestras hijas lo están ya, y no tenemos posibilidad de rescatarlas, porque
nuestras tierras y nuestras viñas son de otros”.
Nehemías 5:3-5
Aquí vemos más detalles en
cuanto al problema que los judíos estaban viviendo. En primer lugar, ellos habían
empeñado sus tierras y casas por grano: Y había quienes decían: Hemos empeñado nuestras tierras, nuestras
viñas y nuestras casas, para comprar grano, a causa del hambre. Debido a hambre que se vivía en estos tiempos
las familias tuvieron que empeñar lo único que les quedaba, sus casas y
terrenos, para así poder obtener el grano que necesitaban para al menos comer y
no morir de hambre. A parte de todo esto, los prestamos implicaban dinero,
ya que también prestaron dinero para poder pagar el tributo persa: Hemos tomado prestado dinero para el tributo del
rey, sobre nuestras tierras y viñas. Tan seria era la situación de escasez de los judíos de la clase
pobre que prácticamente sus casas y terrenos ya no les pertenecían, en concepto
de préstamo las habían empeñado para poder obtener el grano necesario para a
penas sobrevivir y no morir de hambre, y por otro lado, este trato también
implicaba prestamos de dinero para pagar los tributos persas, lo cual elevo el
nivel de deuda de los judíos a tal punto que aun sus propios hijos fueron
vendidos como esclavos para pagar sus deudas: … he aquí que nosotros dimos nuestros hijos y
nuestras hijas a servidumbre, y algunas de nuestras hijas lo están ya, y no
tenemos posibilidad de rescatarlas, porque nuestras tierras y nuestras viñas
son de otros. Esta era la
situación difícil que la mayoría de los judíos experimentaban y lo peor de todo
es que eran sus propios hermanos, los judíos de las clases altas, que los
habían hecho caer en este nivel de endeudamiento que les había provocado la
perdida de sus casas, terrenos e hijos.
Muchas veces este tipo de
historias se repiten. Vemos como las clases altas o personas que gozan de
mejores recursos económicos se aprovechan de los pobres para hacerlos caer en
deudas donde los intereses son en sobremanera grande, a tal punto que muchos
terminan perdiendo sus propiedades. En su palabra, el Señor condena a
aquellos que, tomando ventaja de su posición económica, explotan a los pobres
para que con engaños y altos intereses de préstamos los dejen desposeídos: “Así ha dicho Jehová: Por tres pecados de Israel,
y por el cuarto, no revocaré su castigo; porque vendieron por dinero al justo,
y al pobre por un par de zapatos. Pisotean en el polvo de la tierra las cabezas
de los desvalidos, y tuercen el camino de los humildes…”, (Amós 2:6-7). Cuando una persona hace
prestamos con intereses excesivamente altos, a esta práctica se le conoce como usura,
una práctica que el Señor condena en su palabra: “… al pobre y menesteroso oprimiere, cometiere
robos, no devolviere la prenda, o alzare sus ojos a los ídolos e hiciere
abominación, prestare a interés y tomare usura; ¿vivirá este? No vivirá. Todas
estas abominaciones hizo; de cierto morirá, su sangre será sobre él”, (Exequiel 18:12-13). En la ley Dios les
prohibía la práctica de prestar con usura: “No tomarás de él usura ni ganancia, sino tendrás temor de tu
Dios, y tu hermano vivirá contigo”, (Levítico 25:36).
¿Qué más dice la Biblia acerca de ser prestamista o prestar dinero?
Si consideramos un poco más
lo que la Biblia dice acerca del prestar dinero, vemos que Dios no condena
el acto de prestar, sino la usara, aunque tampoco promueve el acto de
prestar dinero como una profesión para ganarse la vida. El espíritu de esta
ley en Israel era tener consideración del hermano compatriota, de prestarle sin
intereses, más si se permitía prestar con intereses al extranjero: “No exigirás de tu hermano interés de dinero, ni
interés de comestibles, ni de cosa alguna de que se suele exigir interés. Del
extraño podrás exigir interés, más de tu hermano no lo exigirás, para que te
bendiga Jehová tu Dios en toda obra de tus manos en la tierra a donde vas para
tomar posesión de ella”, (Deuteronomio 23:19-20). Además, el Señor exigía que cuando se
les prestare a los pobres se hiciera sin intereses, ya que ellos no tenían forma
de pagar intereses: “Cuando haya en medio de ti menesteroso de alguno de tus hermanos en
alguna de tus ciudades, en la tierra que Jehová tu Dios te da, no endurecerás
tu corazón, ni cerrarás tu mano contra tu hermano pobre, sino abrirás a él tu
mano liberalmente, y en efecto le prestarás lo que necesite. Guárdate de tener
en tu corazón pensamiento perverso, diciendo: Cerca está el año séptimo, el de
la remisión, y mires con malos ojos a tu hermano menesteroso para no darle;
porque él podrá clamar contra ti a Jehová, y se te contará por pecado”, (Deuteronomio 15:7-9). De igual manera, la misma
ley, cada 7 años, permitía que las deudas fuesen perdonadas, a lo que se le conocía
como el año de la remisión o año sabático: “Cada siete años harás remisión. 2 Y esta es la manera de la
remisión: perdonará a su deudor todo aquel que hizo empréstito de su mano, con
el cual obligó a su prójimo; no lo demandará más a su prójimo, o a su hermano,
porque es pregonada la remisión de Jehová”, (Deuteronomio 15:1-2). De igual manera, cada 49 años, en el año
50, se celebraba el año de jubileo, donde entre otras cosas, no solo se
perdonaban deudas, sino también se devolvían aquellas propiedades que habían sido
perdidos por causas de deudas: “Y santificaréis el año cincuenta, y pregonaréis libertad en la
tierra a todos sus moradores; ese año os será de jubileo, y volveréis cada uno
a vuestra posesión, y cada cual volverá a su familia”, (Levítico 25.10). así que, por todo esto podemos
aprender algunos principios importantes. Primero, Dios espera que seamos misericordiosos
y dadivosos, especialmente con los pobres, de tal manera de que, si hacemos
un préstamo y esta persona es pobre, dicho prestamos debería ser sin intereses,
especialmente si son de la familia de la fe: “Así que, según tengamos oportunidad, hagamos bien a todos, y
mayormente a los de la familia de la fe”, (Gálatas 6:10). Lo segundo es que la Biblia no prohíbe
expresamente el prestar dinero con intereses justos o pedir dinero prestado, pero
tampoco lo fomenta, lo cierto es que la Biblia exhorta al hombre a pensar
bien si realmente va a pedir un préstamo, porque adquirirá un compromiso por el
cual deberá responder: “El rico se enseñorea de los pobres, y el que toma prestado es
siervo del que presta”, (Proverbios 22:7). En este sentido podemos dice que lo tercero que
la Biblia enseña de este tema es que todo aquel que adquiera un préstamo,
debe estar dispuesto a pagarlo: “El impío toma prestado, y no paga…”, (Salmos 37:21).
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