Hechos 5:38-39
Muro de los Reformadores |
“Desde sus mismos orígenes, el evangelio se injertó en la historia humana”.
Justo L. González
INTRODUCCIÓN
La
figura que aparece arriba es conocida como el Monumento Internacional de la
Reforma, generalmente conocido con el nombre de Muro de los Reformadores, que
se halla en Ginebra (Suiza). En el centro de la pared, con una altura de 5
metros, se reúnen las estatuas de las cuatro figuras más destacadas del
movimiento reformador: Guillaume Farel (1489-1565), uno de los instigadores de
la Reforma en Ginebra, Juan Calvino (1509-1564), el personaje central del
movimiento, Teodoro de Beza (1513-1605), quien fue rector de la Academia de
Ginebra, y John Knox (1513-1572), fundador del presbiterianismo en Escocia. Los
cuatro están vestidos con la tradicional robe de Genève (toga de Ginebra) y
sostienen la Pequeña Biblia del Pueblo Cristiano en su mano. Con este monumento
se conmemora un acontecimiento histórico por el cual ha pasado la iglesia del
Señor, la Reforma. Es interesante ver como la iglesia ha sido un movimiento
poderoso que pese a las persecuciones y críticas ha sobrevivido a lo largo de
la historia. El mismo Gamaliel, un sabio rabino judío lo dijo hace más de 2000 años, cuando los líderes judíos buscaban acallar este movimiento que comenzaba
a ganar adeptos: “Entonces
levantándose en el concilio un fariseo llamado Gamaliel, doctor de la ley,
venerado de todo el pueblo, mandó que sacasen fuera por un momento a los
apóstoles, y luego dijo: Varones israelitas, mirad por vosotros lo que vais a
hacer respecto a estos hombres. Porque antes de estos días se levantó Teudas,
diciendo que era alguien. A éste se unió un número como de cuatrocientos
hombres; pero él fue muerto, y todos los que le obedecían fueron dispersados y
reducidos a nada. Después de éste, se levantó Judas el galileo, en los días del
censo, y llevó en pos de sí a mucho pueblo. Pereció también él, y todos los que
le obedecían fueron dispersados. Y ahora os digo: Apartaos de estos hombres, y
dejadlos; porque si este consejo o esta obra es de los hombres, se desvanecerá;
mas si es de Dios, no la podréis destruir; no seáis tal vez hallados luchando
contra Dios”, (Hechos 5:34-39). Cuánta razón tenía este rabino, ya
que el movimiento que estaba surgiendo no era humano, sino del Espíritu Santo,
y con el tiempo llegaría a ser conocido como cristianismo, así, hoy en la
actualidad tenemos más de 2000 años de historia de la iglesia.
Historia Eclesiástica es el estudio de la historia
de la Iglesia Cristiana desde el final del Nuevo Testamento hasta el principio
del movimiento evangélico. Se pone énfasis en el sacrificio de los mártires,
las controversias doctrinales, el desarrollo del catolicismo, los precursores
de la reforma protestante, las misiones alrededor del mundo hasta llegar a la
iglesia contemporánea. Su estudio es de gran valor para aquellos que anhelan
conocer sus orígenes e inspirarse que aquellos hombres o mujeres que impactaron
este mundo a través del mensaje del evangelio.
EL NACIMIENTO DE LA IGLESIA
“Cuando llegó el día de
Pentecostés, estaban todos unánimes juntos. Y de repente vino del cielo un
estruendo como de un viento recio que soplaba, el cual llenó toda la casa donde
estaban sentados; y se les aparecieron lenguas repartidas, como de fuego,
asentándose sobre cada uno de ellos. Y fueron todos llenos del Espíritu Santo,
y comenzaron a hablar en otras lenguas, según el Espíritu les daba que
hablasen”.
Hechos 2:1-4
Cuando
hablamos del origen de la iglesia del Señor, la mayoría la ubica en el primer
siglo d.C., exactamente en el día de Pentecostés, 50 días después de la
resurrección de Cristo, en una de las principales fiestas judías con la que
cerraban la celebración de la Pascua y agradecían a Dios por los primeros
frutos que la tierra producía. Para esta época los discípulos se encontraban en
Jerusalén esperando el poder del Espíritu Santo que su Maestro les había
prometido: “Estando
juntos, les mandó que no se fueran de Jerusalén, sino que esperasen la promesa
del Padre, la cual, les dijo, oísteis de mí. Porque Juan ciertamente bautizó
con agua, mas vosotros seréis bautizados con el Espíritu Santo dentro de no
muchos días… pero recibiréis poder, cuando haya venido sobre vosotros el
Espíritu Santo, y me seréis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria, y
hasta lo último de la tierra”, (Hechos 1:4-5, 8). Fue debido a esta
orden que los discípulos permanecieron en Jerusalén, donde se menciona por
última vez los nombres de los once apóstoles, acompañados por algunas mujeres,
María, la madre de Jesús y sus hijos: “Y entrados, subieron al aposento alto, donde moraban Pedro y
Jacobo, Juan, Andrés, Felipe, Tomás, Bartolomé, Mateo, Jacobo hijo de Alfeo,
Simón el Zelote y Judas hermano de Jacobo.
Todos éstos perseveraban unánimes en oración y ruego, con las mujeres, y
con María la madre de Jesús, y con sus hermanos”, (Hechos 1:13-14).
Es increíble ver como desde el origen de la iglesia la oración jugo un papel
muy importantísimo para el éxito de la misma, tal y como su Maestro les había
enseñado las batallas tendrían que ser ganadas de rodillas. Fue también en este
periodo, entre las últimas órdenes de Jesús y el bautismo del Espíritu Santo,
que se eligió al sucesor de Judas Iscariote, y se nos dice que fueron alrededor
de 120 discípulos que iniciaron esta obra gloriosa que se conocería como
cristianismo: “En
aquellos días Pedro se levantó en medio de los hermanos (y los reunidos eran
como ciento veinte en número), y dijo: Varones hermanos, era necesario que se
cumpliese la Escritura en que el Espíritu Santo habló antes por boca de David
acerca de Judas, que fue guía de los que prendieron a Jesús, y era contado con
nosotros, y tenía parte en este ministerio. Este, pues, con el salario de su
iniquidad adquirió un campo, y cayendo de cabeza, se reventó por la mitad, y
todas sus entrañas se derramaron. Y fue notorio a todos los habitantes de
Jerusalén, de tal manera que aquel campo se llama en su propia lengua,
Acéldama, que quiere decir, Campo de sangre. Porque está escrito en el libro de
los Salmos: Sea hecha desierta su habitación, y no haya quien more en ella; y:
tome otro su oficio. Es necesario, pues, que de estos hombres que han estado
juntos con nosotros todo el tiempo que el Señor Jesús entraba y salía entre
nosotros, comenzando desde el bautismo de Juan hasta el día en que de entre
nosotros fue recibido arriba, uno sea hecho testigo con nosotros, de su
resurrección. Y señalaron a dos: a José, llamado Barsabás, que tenía por
sobrenombre Justo, y a Matías. Y orando, dijeron: Tú, Señor, que conoces los
corazones de todos, muestra cuál de estos dos has escogido, para que tome la
parte de este ministerio y apostolado, de que cayó Judas por transgresión, para
irse a su propio lugar. Y les echaron suertes, y la suerte cayó sobre Matías; y
fue contado con los once apóstoles”, (Hechos 1:15-26).
Fue 50 días después de su
resurrección que Dios cumplió su promesa y vino el poder del Espíritu Santo
sobre los discípulos, un poder que se evidencia a través del hablar en nuevas
lenguas y que les dio autoridad para predicar su palabra y ser testigos fieles
de su gracia (Hechos 2:1-4). Así inicio el primer capítulos de miles de una organización
divinamente establecida destinada a influir poderosamente a través del mensaje
del evangelio en esta tierra y contra la cual las fuerzas de las tinieblas no
iban a prevalecer: “… y sobre esta roca edificaré mi iglesia; y las puertas del
Hades no prevalecerán contra ella”, (Mateo
16:18).
EL ARQUITECTO DIVINO Y EL FUNDAMENTO DE LA IGLESIA
“Viniendo Jesús a la
región de Cesarea de Filipo, preguntó a sus discípulos, diciendo: ¿Quién dicen
los hombres que es el Hijo del Hombre? Ellos dijeron: Unos, Juan el Bautista;
otros, Elías; y otros, Jeremías, o alguno de los profetas. Él les dijo: Y
vosotros, ¿quién decís que soy yo? Respondiendo Simón Pedro, dijo: Tú eres el
Cristo, el Hijo del Dios viviente. Entonces le respondió Jesús: Bienaventurado
eres, Simón, hijo de Jonás, porque no te lo reveló carne ni sangre, sino mi
Padre que está en los cielos. Y yo también te digo, que tú eres Pedro, y sobre
esta roca edificaré mi iglesia; y las puertas del Hades no prevalecerán contra
ella”.
Mateo 16:13-18
Alrededor
del mundo existen muchas organizaciones algunas muy antiguas de las cuales
algunas de ellas suelen resaltar a su fundador colocando una foto de él en
alguna parte de sus oficinas centrales y narrando con gran entusiasmo sus obras.
Como cristianos nosotros también tenemos un fundador, y este no es un hombre de
esta tierra, sino el verdadero y único Dios. La iglesia más que una
organización, es un organismo vivo, compuestos por hombre y mujeres de
diferentes partes del mundo que se enlazan entre sí por la fe en Jesús. Una
increíble profecía fue dada por Jesucristo mucho antes de su muerte donde
mencionaba lo impactante que llegaría a ser su iglesia. Para esta época Jesús
había ganado popularidad y muchos especulaban acerca de su verdadera identidad
por lo cual les pregunto a sus discípulos ¿Quién dicen los hombres que es el Hijo del Hombre?,
a lo cual ellos respondieron: Unos, Juan el Bautista; otros, Elías; y otros, Jeremías, o
alguno de los profetas. No obstante, lo que a Jesús le interesaba
era lo que ellos pensaban acerca de Él y por eso les realiza la misma pregunta
a lo cual Pedro realiza una de las más sublimes declaraciones que jamás se
hallan hecho: Respondiendo
Simón Pedro, dijo: Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente. Esta
declaración fue inspirada por el Espíritu de Dios sobre la vida de Pedro y es
sobre la base de esta que la iglesia está fundamentada.
La respuesta de Cristo a la
declaración de Pedro ha causado gran controversia en cuanto al verdadero
fundamento de la iglesia: Bienaventurado eres, Simón, hijo de Jonás, porque no te lo
reveló carne ni sangre, sino mi Padre que está en los cielos. Y yo también te
digo, que tú eres Pedro, y sobre esta roca edificaré mi iglesia; y las puertas
del Hades no prevalecerán contra ella. Algunos ven en estos
versículos la base para afirmar que el fundamento de toda la iglesia es Pedro,
pero realmente esto no es cierto, ya que si un hombre fuera su fundamento, hace
tiempo hubiese colapsado. Para comprender mejor esto es importante evaluarlo
considerando el original griego en el cual este texto se escribió,
especialmente el versículo 18: Y yo también te digo, que tú eres Pedro, y sobre esta roca
edificaré mi iglesia. Algunos creen que la roca sobre la cual
edificaría su iglesia seria Pedro; pero el griego lo desmiente. La palabra
griega de donde se traduce Pedro es Pétros
(Πέτρος); mientras
que la palabra roca se traduce de pétra (πέτρα),
lo cual hace una clara diferencia entre ambos sujetos. Por un lado, Pétros hace referencia a una piedra
pequeña; pero por otro, pétra, es una
roca inconmovible sobre la cual está fundamentada la iglesia. De acuerdo a
esto, ambos sujetos hablan de diferentes personas, por lo que Pedro no es pétra. Entonces, ¿quién es pétra? Pétra es la afirmación que Pedro declaro, Cristo mismo, y sobre Él
la iglesia esta edificada. El mismo apóstol Pedro niega ser el fundamento de la iglesia al
afirmar que esta se encuentra edificada en Cristo: “Vosotros también, como piedras vivas, sed
edificados como casa espiritual y sacerdocio santo, para ofrecer sacrificios
espirituales aceptables a Dios por medio de Jesucristo. Por lo cual también
contiene la Escritura: He aquí, pongo en Sion la principal piedra del ángulo,
escogida, preciosa; y el que creyere en él, no será avergonzado. Para vosotros,
pues, los que creéis, él es precioso; pero para los que no creen, la piedra que
los edificadores desecharon, ha venido a ser la cabeza del ángulo; y: Piedra de
tropiezo, y roca que hace caer, porque tropiezan en la palabra, siendo
desobedientes; a lo cual fueron también destinados”, (1 Pedro
2:5-8). Y el apóstol Pablo confirma que el único fundamento es Cristo: “Porque nadie puede
poner otro fundamento que el que está puesto, el cual es Jesucristo”,
(1 Corintios 3:11). Este fundamento es predicado por su iglesia, y nadie puede
destruirlo porque es Dios mismo y no un simple hombre: “edificados sobre el fundamento de los
apóstoles y profetas, siendo la principal piedra del ángulo Jesucristo mismo”,
(Efesios 2:20).
Por tanto, Jesús es el fundador
y al mismo tiempo el fundamento de la iglesia y aunque han tratado de
destruirla; ésta sigue existiendo ya que ni siquiera las fuerzas de las
tinieblas son capaces de hacerlo: y las puertas del Hades no prevalecerán contra ella.
Excelente la apreciación de las Sagradas Escrituras, es muy edificante y clara, Dios siga bendiciendo este precioso ministerio.
ResponderBorrarAtte.
Ps. Roly Ruiz