La Verdadera Fe no descansa el Sábado (Juan 5:10-18)


“Entonces los judíos dijeron a aquel que había sido sanado: Es día de reposo; no te es lícito llevar tu lecho. Él les respondió: El que me sanó, él mismo me dijo: Toma tu lecho y anda. Entonces le preguntaron: ¿Quién es el que te dijo: Toma tu lecho y anda? Y el que había sido sanado no sabía quién fuese, porque Jesús se había apartado de la gente que estaba en aquel lugar.  Después le halló Jesús en el templo, y le dijo: Mira, has sido sanado; no peques más, para que no te venga alguna cosa peor. El hombre se fue, y dio aviso a los judíos, que Jesús era el que le había sanado. Y por esta causa los judíos perseguían a Jesús, y procuraban matarle, porque hacía estas cosas en el día de reposo. Y Jesús les respondió: Mi Padre hasta ahora trabaja, y yo trabajo. Por esto los judíos aún más procuraban matarle, porque no sólo quebrantaba el día de reposo, sino que también decía que Dios era su propio Padre, haciéndose igual a Dios”.
Juan 5:10-18

INTRODUCCIÓN


                 La historia del paralitico de Betesda continua hasta el versículo 18 de donde podemos seguir aprendiendo aún más principios bíblicos. En esta ocasión vemos el choque que Jesús tuvo con los líderes religiosos de su tiempo y la gran diferencia que hay entre el amor y la misericordia de Dios, versus las frías reglas de una religión orientada a la observancia de las mismas antes que a la compasión por sus semejantes. La confrontación tiene lugar en día de reposo el cual corresponde a día sábado, y no será la primera vez que esto a de ocurrir lo cual enfurece en gran manera a los fariseos los cuales se jactaban de ser los guardianes de la ley, ignorando que allí se encontraba el Señor del mismo sábado y de todos los días de la semana.

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La Verdadera Fe no descansa el Sábado

UNA RELIGIÓN QUE CARGA A LAS PERSONAS


“Entonces los judíos dijeron a aquel que había sido sanado: Es día de reposo; no te es lícito llevar tu lecho. Él les respondió: El que me sanó, él mismo me dijo: Toma tu lecho y anda. Entonces le preguntaron: ¿Quién es el que te dijo: Toma tu lecho y anda? Y el que había sido sanado no sabía quién fuese, porque Jesús se había apartado de la gente que estaba en aquel lugar”.
Juan 5:10-13

                 Después de su sanidad Jesús le ordeno al paralitico que tomara su lecho y se fuera, y como ya lo vimos este obedeció, sin embargo, todo esto sucedió en el día sábado de tal forma que cuando los líderes religiosos se dieron cuenta que aquel hombre cargaba su lecho lo amonestaron sin mayor consideración: Entonces los judíos dijeron a aquel que había sido sanado: Es día de reposo; no te es lícito llevar tu lecho. El término judío utilizado aquí por Juan es una referencia no a la nacionalidad de estos, sino más bien se usa para referirse a los líderes religiosos, posiblemente los fariseos. El día sábado tiene una raíz hebrea que proviene de la palabra shabbat (שַׁבָּת) que en el griego aparece con el nombre de sábbaton (σάββατον) y se refiere al séptimo día de la semana. La observancia del día sábado obedecía al cuarto mandamiento que decía: “Acuérdate del día de reposo para santificarlo”, (Éxodo 20:8), sin embargo, desde el principio a Israel le costó obedecer este mandamiento. Por ejemplo podemos ver el caso de aquel hombre sorprendido en un día sábado recogiendo leña el cual fue condenado a muerte: “Estando los hijos de Israel en el desierto, hallaron a un hombre que recogía leña en día de reposo… Y Jehová dijo a Moisés: Irremisiblemente muera aquel hombre; apedréelo toda la congregación fuera del campamento”, (Números 15:32, 35). Antes de la invasión babilónica y la destrucción de Jerusalén, uno de los pecados que trajo el juicio de Dios sobre ellos fue el no guardar el sábado: “Así ha dicho Jehová: Guardaos por vuestra vida de llevar carga en el día de reposo, y de meterla por las puertas de Jerusalén. Ni saquéis carga de vuestras casas en el día de reposo, ni hagáis trabajo alguno, sino santificad el día de reposo, como mandé a vuestros padres. Pero ellos no oyeron, ni inclinaron su oído, sino endurecieron su cerviz para no oír, ni recibir corrección”, (Jeremías 17:21-23). También en tiempos post-exilio babilónico, los judíos no guardaban el sábado por estar comerciando con los incrédulos: “Sucedió, pues, que cuando iba oscureciendo a las puertas de Jerusalén antes del día de reposo, dije que se cerrasen las puertas, y ordené que no las abriesen hasta después del día de reposo; y puse a las puertas algunos de mis criados, para que en día de reposo no introdujeran carga. Y se quedaron fuera de Jerusalén una y dos veces los negociantes y los que vendían toda especie de mercancía”, (Nehemías 13:19-20). Por eso, para el tiempo de Jesús los fariseos eran los vigilantes que esta ley se cumpliera, pero llevaron las cosas al extremo. En el Mishna los rabinos habían establecido al menos 39 reglamentos que regulaban dicha ley. Por ejemplo se prohibía que se llevaran zapatos clavados (porque el clavo era una carga), que un solo hombre cargara pan (se permitía que lo cargaran dos hombres), que se usara muleta, que la mujer cargara bolsa, que llevara aguja en la ropa, y aun discutían si era lícito llevar pierna de madera o dientes postizos. Aquel hombre que había sido sanado tendría que quedarse acostado sobre su lecho todo el día si no quería que nadie se lo robase. Aquí vemos lo ridículo que era la interpretación de esta sagrada ley convirtiendo un día de meditación y descanso en el Señor en una terrible e insoportable carga.

UNA RELIGIÓN SIN COMPASIÓN


“Después le halló Jesús en el templo, y le dijo: Mira, has sido sanado; no peques más, para que no te venga alguna cosa peor. El hombre se fue, y dio aviso a los judíos, que Jesús era el que le había sanado. Y por esta causa los judíos perseguían a Jesús, y procuraban matarle, porque hacía estas cosas en el día de reposo”.
Juan 5:14-16

                Posteriormente Jesús vuelve a encontrarse con aquel hombre que había sanado en el estanque de Betesda: Después le halló Jesús en el templo, y le dijo: Mira, has sido sanado; no peques más, para que no te venga alguna cosa peor. Es increíble pensar en lo que este segundo encuentro significa. Jesús lo había sanado, pero su obra redentora no estaba completa, sin embargo, ahora aquel hombre estaba en el Templo agradecido con Dios por su sanidad preguntándose quién era aquel que lo había sanado, su atención estaba hacia aquel hombre santo que lo había librado de su parálisis de 38 años. Vemos aquí otro método utilizado por Jesús para salvar almas. Ya vimos la forma de cómo evangelizó a Nicodemo y a la mujer Samaritana, pero ahora por medio de solventar una gran necesidad capta el interés de este hombre el cual en este momento está presto para escuchar su mensaje de salvación. Su mensaje fue corto pero efectivo: no peques más, para que no te venga alguna cosa peor. Es obvio que aquel que había recibido la sanidad estaba dispuesto a obedecer cualquier cosa que su sanador divino le dijera. A veces Dios puede actuar de esta manera, solventando grandes necesidades en las vidas de las personas las cuales en agradecimiento terminan entregándose a Él. Cuando aquel hombre se enteró que Jesús era el que lo había sanado y estaba en el templo corrió a los líderes religiosos para avisarles pero estos últimos no lo vieron con agrado: El hombre se fue, y dio aviso a los judíos, que Jesús era el que le había sanado. Y por esta causa los judíos perseguían a Jesús, y procuraban matarle, porque hacía estas cosas en el día de reposo. El enojo de los judíos no solo era por la orden que Jesús le había dado al hombre de cargar su lecho sino también por la sanidad realizada en el día sábado. De acuerdo a sus interminables tradiciones era completamente prohibido sanar en sábado porque se consideraba trabajo, y si alguien estaba herido, solo se podía asistir colocándole vendas pero no ungüentos y mucho menos tratar de sanar, se tenía que asistir con los requerimientos mínimos para que la persona no muriera. El cumplimiento de esta regla judía era un completo contraste entre una hueca e insensible religión versus la compasión que Dios espera que habite en el corazón del hombre.

LA VERDADERA FE NO DESCANSA


“Y Jesús les respondió: Mi Padre hasta ahora trabaja, y yo trabajo. Por esto los judíos aún más procuraban matarle, porque no sólo quebrantaba el día de reposo, sino que también decía que Dios era su propio Padre, haciéndose igual a Dios”.
Juan 5:17-18

                  La declaración de Jesús hacia estos judíos nos arroja dos revelaciones importantes. Por un lado la verdadera fe no descansa nunca: Y Jesús les respondió: Mi Padre hasta ahora trabaja, y yo trabajo. Cuando Dios creo los cielos y la tierra, y todo lo que en ella habita incluyendo al hombre, lo hizo en seis días, y santifico el séptimo porque en él descanso de toda su obra: “Y acabó Dios en el día séptimo la obra que hizo; y reposó el día séptimo de toda la obra que hizo. Y bendijo Dios al día séptimo, y lo santificó, porque en él reposó de toda la obra que había hecho en la creación”, (Génesis 2:2-3). Sin embargo, este reposo fue terminado por causa del pecado de Adán y Eva y a partir de allí el Señor inicio su trabajo por redimir a la humanidad, y ahora allí estaba Jesús realizando su obra salvífica. Ahora, el reposo no se refería a abstenerse de trabajo para no realizar nada, sino más bien el énfasis estaba en separar ese día para acercarse a Dios en una actitud de adoración y justicia, amando a su prójimo y testificando del amor de Dios. Una forma de expresar este amor de Dios es ayudando a los necesitados. Por 38 años aquel pobre hombre había estado atado en sufrimiento a una terrible parálisis y finalmente Jesús lo había liberado de su azote lo cual tuvo que haber sido motivo de alegría para los piadosos de Jerusalén; pero al contrario, en lugar de eso se molestaron. El énfasis de Dios siempre ha sido la compasión y espera que sus seguidores lo imiten en esta noble característica que evidencia a toda persona de fe. Por eso Santiago nos dice que la verdadera religión nunca desliga la santidad (que es resultado de la obediencia a su palabra) de la compasión de los demás, sin importar el día en el que se encuentre: “La religión pura y sin mácula delante de Dios el Padre es esta: Visitar a los huérfanos y a las viudas en sus tribulaciones, y guardarse sin mancha del mundo”, (Santiago 1:27). Como hijos de Dios nuestra compasión hacia los demás no puede estar limitada a ciertos días de la semana y el Señor jamás establecerá reglas que limiten el hacer el bien a los demás. Esto era algo que aquellos judíos no entendían.


                En segundo lugar, la declaración de Jesús es una contundente afirmación de su divinidad al llamar a Dios su Padre lo cual generaba el odio de los judíos: Por esto los judíos aún más procuraban matarle, porque no sólo quebrantaba el día de reposo, sino que también decía que Dios era su propio Padre, haciéndose igual a Dios. Hasta el momento nadie se había atrevido a llamar a Dios Padre, pero fue Jesús el primero en hacerlo y posteriormente la iglesia adopto este nombre para referirse a la primera persona de la divinidad. Para los judíos llamar a Dios Padre era un atrevimiento, pero Jesús lo hacía porque era el verdadero Hijo de Dios, y que bueno es saber que ahora nosotros también podemos adjudicarnos ese título al ser redimidos por Él: “Mas a todos los que le recibieron, a los que creen en su nombre, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios; los cuales no son engendrados de sangre, ni de voluntad de carne, ni de voluntad de varón, sino de Dios”, (Juan 1:12-13). No olvidemos que el objetivo principal del apóstol Juan al presentarnos este hermoso evangelio es demostrar la divinidad de Jesús, y está a quedado demostrada a través de su autoridad para sanar y las declaraciones de su propia boca. Por tanto, hoy podemos aprender que la verdadera fe debe estar acompañada de la compasión hacia los demás y que tenemos un Padre celestial que nos ha hecho sus hijos a través de Cristo Jesús, el verdadero Hijo de Dios.


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