Un Acusador y un Juez (Juan 5:42-46)



“Más yo os conozco, que no tenéis amor de Dios en vosotros. Yo he venido en nombre de mi Padre, y no me recibís; si otro viniere en su propio nombre, a ése recibiréis. ¿Cómo podéis vosotros creer, pues recibís gloria los unos de los otros, y no buscáis la gloria que viene del Dios único? No penséis que yo voy a acusaros delante del Padre; hay quien os acusa, Moisés, en quien tenéis vuestra esperanza. Porque si creyeseis a Moisés, me creeríais a mí, porque de mí escribió él”.
Juan 5:42-46

INTRODUCCIÓN


                     Con estos cinco versículos se cierra el capítulo cinco del evangelio según Juan así como este sorprendente discurso de nuestro Señor Jesucristo. Si recordamos todo esto comenzó con la sanidad del paralitico del estanque de Betesda un día sábado lo cual despertó el repudio y oposición de los líderes religiosos judíos. Esto provoco la represión de Jesús hacia ellos haciéndoles saber que Él era el Señor del sábado y les mostró que su autoridad y todo lo que hacía procedía del Padre, mostrándoles así su credenciales mesiánicas y los testigos que ratifican sus palabras. Ahora, el Señor decretara un terrible juicio para estos perversos judíos que no creyeron en Él.

acusador-juez
Un Acusador y un Juez

UNA RELIGIÓN QUE NO TIENE AMOR Y BUSCA SU PROPIA GLORIA


“Más yo os conozco, que no tenéis amor de Dios en vosotros. Yo he venido en nombre de mi Padre, y no me recibís; si otro viniere en su propio nombre, a ése recibiréis. ¿Cómo podéis vosotros creer, pues recibís gloria los unos de los otros, y no buscáis la gloria que viene del Dios único?”.
Juan 5:42-44

                     Aquí vemos el problema principal de la dureza de corazón de estos religiosos judíos, su falta de amor: Más yo os conozco, que no tenéis amor de Dios en vosotros. Aunque estos hombres se jactaban de apegarse a una rigorosa ley y preceptos religiosos habían dejado de un lado el amor, la fuente que tiene que regular todas sus acciones. Increíblemente preferían que un hombre enfermo siguiera sufriendo a quebrantar un día en el cual ellos decían que no se tenía que sanar. Por ello Jesús los amonesto: “¡Ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas! porque diezmáis la menta y el eneldo y el comino, y dejáis lo más importante de la ley: la justicia, la misericordia y la fe. Esto era necesario hacer, sin dejar de hacer aquello”, (Mateo 23:23). Aunque eran hombres rigurosos en sus costumbres religiosas y algunas respaldadas por la ley mosaica, se les había olvidado poner en primer lugar elementos importantes e indispensables como la justicia, misericordia y la fe, sin esto solo se practica una religión de obras muertas: “La religión pura y sin mácula delante de Dios el Padre es esta: Visitar a los huérfanos y a las viudas en sus tribulaciones, y guardarse sin mancha del mundo”, (Santiago 1:27). La piedad hacia el prójimo, las buenas obras y vivir en santidad es la religión que Dios aprueba, y todo esto nace de un corazón que sabe amar y esto era algo que estos religiosos no tenían.

                En segundo lugar, estos religiosos buscaban la gloria de otros hombres en lugar de la gloria de Dios y por eso no aprobaban a Jesús: Yo he venido en nombre de mi Padre, y no me recibís; si otro viniere en su propio nombre, a ése recibiréis. ¿Cómo podéis vosotros creer, pues recibís gloria los unos de los otros, y no buscáis la gloria que viene del Dios único?”. Si había algo que a estos hombres les gustaba era recibir los aplausos y reconocimientos de otros hombres por su aparente piedad y por eso Jesús los recriminó: “Antes, hacen todas sus obras para ser vistos por los hombres. Pues ensanchan sus filacterias, y extienden los flecos de sus mantos; y aman los primeros asientos en las cenas, y las primeras sillas en las sinagogas, y las salutaciones en las plazas, y que los hombres los llamen: Rabí, Rabí”, (Mateo 23:5-7). A diferencia de estos hombres que buscaban que los hombres los alabaran, Jesús solo busco la gloria de Dios y así también Dios lo glorificó a Él. La verdadera religión solo buscará engrandecer el nombre de Dios y como consecuencia Dios terminará honrando a aquellos que lo honran.

UN ACUSADOR Y UN JUEZ


“No penséis que yo voy a acusaros delante del Padre; hay quien os acusa, Moisés, en quien tenéis vuestra esperanza. Porque si creyeseis a Moisés, me creeríais a mí, porque de mí escribió él”.
Juan 5:45-46

                     Aquel día no será Jesús quien los acusará delante del Padre, sino será la misma ley de Moisés en la cual ellos se apoyaban y decían cumplir. La dureza de su corazón no les permitía ver que toda la ley mosaica se resumía en creer en el Mesías, el cual ahora está frente a sus propias narices, pero no creyeron, sino se aferraron a todas sus costumbres religiosas, creyendo que sus almas estaban seguras en la ley que supuestamente obedecían; pero lo cierto era que esta ley en la cual creían estar seguros seria la que los acusaría aquel día, porque no creyeron en Aquel en que estas testificaban. En el día de su juicio la ley mosaica los acusaría delante del Padre, y Jesús será su Juez, Aquel a quien rechazaron los juzgara por todos sus pecados y entonces sabrán que se equivocaron terriblemente y será demasiado tarde. Quiera Dios que todos comprendamos el mensaje central de toda la Biblia: alcanzar la vida eterna a través de Jesucristo porque de lo contrario las Escrituras testificaran en contra de nosotros y conoceremos a Jesús no como nuestro Salvador, sino como nuestro Juez.



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