“Aconteció
que cuando terminó Jesús estas parábolas, se fue de allí. Y venido a su tierra,
les enseñaba en la sinagoga de ellos, de tal manera que se maravillaban, y
decían: ¿De dónde tiene éste esta sabiduría y estos milagros? ¿No es éste el
hijo del carpintero? ¿No se llama su madre María, y sus hermanos, Jacobo, José,
Simón y Judas? ¿No están todas sus hermanas con nosotros? ¿De dónde, pues,
tiene éste todas estas cosas? Y se escandalizaban de él. Pero Jesús les dijo:
No hay profeta sin honra, sino en su propia tierra y en su casa. Y no hizo allí
muchos milagros, a causa de la incredulidad de ellos”.
Mateo 13:53-58
Introducción
Finalmente llegamos hoy al final del capítulo 13, y al tercero de cinco
grandes discursos que Mateo registra en este glorioso evangelio. En estos
últimos versículos el apóstol Mateo concluye el discurso de siete grandes
parábolas que nuestro Señor Jesucristo enseño durante su ministerio y lo ubica
rápidamente en un nuevo escenario, en Nazaret, la ciudad natal de Jesús. Sin
embargo, vamos a ver en esta sección como por el hecho de conocerlo desde niño
no creyeron en Él lo cual resulto en una terrible incredulidad. Lo peor que nos
puede pasar es ser incrédulos porque en el evangelio todo se trata de fe y
ahora veremos como la incredulidad puede ser la ruina de las personas.
Jesús en Nazaret |
Los Nazarenos Rechazaron a Jesús
“Aconteció que cuando terminó Jesús estas
parábolas, se fue de allí. Y venido a su tierra, les enseñaba en la sinagoga de
ellos, de tal manera que se maravillaban, y decían: ¿De dónde tiene éste esta
sabiduría y estos milagros? ¿No es éste el hijo del carpintero? ¿No se llama su
madre María, y sus hermanos, Jacobo, José, Simón y Judas? ¿No están todas sus
hermanas con nosotros? ¿De dónde, pues, tiene éste todas estas cosas? Y se
escandalizaban de él. Pero Jesús les dijo: No hay profeta sin honra, sino en su
propia tierra y en su casa”.
Mateo
13:53-58
Durante su ministerio nuestro Señor Jesús procuro ir a diferentes partes
de Israel con el objetivo de compartir las buenas nuevas de su venida, y es así
como lo vemos recorriendo todas las aldeas y ciudades predicando el evangelio,
enseñando en las sinagogas y sanando a los enfermos. Así en los primeros
capítulos de este evangelio vemos el impacto positivo que su ministerio tuvo en
la región de Galilea, luego, gracias a Juan, podemos ver cómo se desarrolló su
ministerio en Jerusalén, y ahora lo vemos en su ciudad natal, Nazaret. Sin
embargo, a diferencia de la popularidad que tuvo en Galilea, las personas de
Nazaret no lo recibieron con fe. Realmente, esta no es la primera vez que Jesús
visita Nazaret, la ciudad donde se había criado, ya que cuando inicio su
ministerio lo vemos entrar en una sinagoga y anunciarles el evangelio; pero en
esa ocasión no fue aceptado por la gente: “Vino a Nazaret, donde se había criado; y en
el día de reposo entró en la sinagoga, conforme a su costumbre, y se levantó a
leer. Y se le dio el libro del profeta Isaías; y habiendo abierto el libro,
halló el lugar donde estaba escrito: El Espíritu del Señor está sobre mí, Por
cuanto me ha ungido para dar buenas nuevas a los pobres; Me ha enviado a sanar
a los quebrantados de corazón; A pregonar libertad a los cautivos, Y vista a
los ciegos; A poner en libertad a los oprimidos; A predicar el año agradable
del Señor. Y enrollando el libro, lo dio al ministro, y se sentó; y los ojos de
todos en la sinagoga estaban fijos en él. Y comenzó a decirles: Hoy se ha
cumplido esta Escritura delante de vosotros. Y todos daban buen testimonio de
él, y estaban maravillados de las palabras de gracia que salían de su boca, y
decían: ¿No es éste el hijo de José? Él les dijo: Sin duda me diréis este
refrán: Médico, cúrate a ti mismo; de tantas cosas que hemos oído que se han
hecho en Capernaum, haz también aquí en tu tierra. Y añadió: De cierto os digo,
que ningún profeta es acepto en su propia tierra. Y en verdad os digo que
muchas viudas había en Israel en los días de Elías, cuando el cielo fue cerrado
por tres años y seis meses, y hubo una gran hambre en toda la tierra; pero a
ninguna de ellas fue enviado Elías, sino a una mujer viuda en Sarepta de Sidón.
Y muchos leprosos había en Israel en tiempo del profeta Eliseo; pero ninguno de
ellos fue limpiado, sino Naamán el sirio. Al oír estas cosas, todos en la
sinagoga se llenaron de ira; y levantándose, le echaron fuera de la ciudad, y
le llevaron hasta la cumbre del monte sobre el cual estaba edificada la ciudad
de ellos, para despeñarle. Mas él pasó por en medio de ellos, y se fue”, (Lucas 4:16-30). Ahora
vemos aquí otra ocasión donde Él vuelve a entrar a una sinagoga con el fin de
anunciarles el evangelio. Es de esperarse que los acontecimientos de esta
historia se hallan realizado en un día de reposo, ya que era costumbre que los
judíos se reunieran en ellas, y en ocasiones ante la visita de un extranjero
distinguido se les daba la oportunidad de compartir una enseñanza referente a
la palabra de Dios, quedando la gente asombrada de la sabiduría con la cual
hablaba: Aconteció que cuando terminó Jesús estas parábolas, se
fue de allí. Y venido a su tierra, les enseñaba en la sinagoga de ellos, de tal
manera que se maravillaban. Lamentablemente la gente no acepto que una persona
que habían visto crecer pudiese ser el Mesías o algún profeta de Dios por lo
que lo despreciaron: ¿De dónde tiene éste esta sabiduría y estos
milagros? ¿No es éste el hijo del carpintero? ¿No se llama su madre María, y
sus hermanos, Jacobo, José, Simón y Judas? ¿No están todas sus hermanas con
nosotros? ¿De dónde, pues, tiene éste todas estas cosas? Y se escandalizaban de
él. Muchas veces a las personas se les hace difícil
creer que alguien que han visto crecer se convierta en un gran líder, y este
dilema se da incluso en la iglesia del Señor. A veces, algunas congregaciones
aceptan más a un predicador que no conocen que aquellos que conocen desde niño
y lo han visto crecer desde escuela bíblica hasta convertirse en un hombre y
predicador del evangelio y por esto Jesús decía: No hay profeta sin honra, sino en su propia
tierra y en su casa; sin embargo, esto no debería ser así, ya que al
final no importa el mensajero, sino el mensaje. Nuestro compromiso como
predicadores del evangelio es nuestro buen testimonio, que nuestra vida toda
sea un referente de lo que es la santidad para que ningún mal testimonio
entorpezca el ministerio que Dios nos ha dado.
El Problema de la Incredulidad
“Y no hizo allí muchos milagros, a causa de
la incredulidad de ellos”.
Mateo
13:58
Lamentablemente la mayoría de los ciudadanos de Nazaret no recibieron a
Jesús por su incredulidad. Mateo nos dice que Jesús hizo pocos milagros en ese
lugar debido a la incredulidad de ellos, y Marcos nos agrega que aún se sorprendió
de la incredulidad de ellos: “Y no pudo hacer allí ningún milagro, salvo
que sanó a unos pocos enfermos, poniendo sobre ellos las manos. Y estaba
asombrado de la incredulidad de ellos. Y recorría las aldeas de alrededor,
enseñando”, (Marcos 6:5-6). La incredulidad
es el peor mal que una persona puede tener porque en el evangelio todo está
basado en la fe. Generalmente las religiones le piden al hombre ganarse la salvación
a través de sus obras, pero el evangelio consiste en tener fe, es decir, en
creer en Jesús. Si revisamos la Biblia nos damos cuenta que la fe juega un
papel muy importante para acercarse a Dios y alcanzar sus promesas. Por ejemplo,
la fe es necesaria para ser salvo: “Ellos dijeron: Cree en el Señor Jesucristo,
y serás salvo, tú y tu casa”, (Hechos 16:31). La fe es necesaria para recibir
cualquier milagro: “Entonces el Señor dijo: Si tuvierais fe
como un grano de mostaza, podríais decir a este sicómoro: Desarráigate, y
plántate en el mar; y os obedecería”, (Lucas 17:6). La fe es capaz de
sanar nuestras enfermedades: “Y cierto hombre de Listra estaba sentado,
imposibilitado de los pies, cojo de nacimiento, que jamás había andado. Este
oyó hablar a Pablo, el cual, fijando en él sus ojos, y viendo que tenía fe para
ser sanado, dijo a gran voz: Levántate derecho sobre tus pies. Y él saltó, y
anduvo”, (Hechos 14:8-10). Y
en general, sin fe es imposible agradar a Dios: “Pero sin fe es imposible agradar a Dios;
porque es necesario que el que se acerca a Dios crea que le hay, y que es
galardonador de los que le buscan”, (Hebreos 11:6). Por tanto, la fe en Cristo es clave
no solo para recibir las promesas de Dios sino para heredar la vida eterna, y
de allí que cada uno de nosotros debe creer en sus palabras porque de lo
contrario no es posible escapar de la condenación eterna: “De
cierto, de cierto os digo: El que oye mi palabra, y cree al que me envió, tiene
vida eterna; y no vendrá a condenación, mas ha pasado de muerte a vida”, (Juan 5:24). Aquellas
personas de Nazaret yo creyeron en Jesús y por eso no pudo hacer muchos
milagros, pero nosotros debemos creer en Él ya que es nuestra fe la garantía de
toda nuestra salvación.
Debemos de creer a nuestro señor
ResponderBorrarBendito sea su nombre
Me encanta como explicaaaa! Esta en todos mis estudios. Muchas gracias Walter, eres de mucha bendición
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