“Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que nos
bendijo con toda bendición espiritual en los lugares celestiales en Cristo,
según nos escogió en él antes de la fundación del mundo, para que fuésemos santos
y sin mancha delante de él”.
Efesios 1:3-4
INTRODUCCIÓN
En esta ocasión exploraremos una doctrina
un tanto controversial conocida como los cinco puntos del Calvinismo la cual
explica la obra de salvación que Dios obra en el ser humanos desde 5 aspectos
que son: la depravación total, la elección incondicional, expiación limitada,
la gracia irresistible y la seguridad de la salvación. El nombre de esta
doctrina está basado en el nombre de la persona que la interpreto de la Biblia,
y este fue el teólogo francés Juan Calvino. Muchas denominaciones como los
bautistas, presbiterianos entre otras abrazan dichos puntos, de allí que en
ocasiones se les llama calvinistas. En su esencia, esta doctrina nos habla de
la incapacidad total del hombre para salvarse a sí mismo y de cómo Dios
interviene en su destino salvándolo a través de su elección incondicional.
Desde esta perspectiva el hombre es elegido por Dios en su soberana voluntad,
pero no todos los hombres pueden acceder a esta expiación, pues es limitada, de
allí que algunos han sido predestinados para vida eterna, mientras que otros
permanecen en su estado de condenación eterna sin la posibilidad de salvarse.
Este concepto es muy difícil de aceptar por algunas personas al considerar la
posibilidad de que Dios elija a unos para salvación y a otros para condenación,
pero independientemente de los difícil que sea el aceptarla, lo cierto es que
no podemos ignorar que la Biblia nos habla de la predestinación, tal y como el
apóstol Pablo lo hace en Efesios: Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que
nos bendijo con toda bendición espiritual en los lugares celestiales en Cristo,
según nos escogió en él antes de la fundación del mundo, para que fuésemos santos
y sin mancha delante de él. Si nos damos cuenta, aquí Pablo bendice
al Padre por todas las bendiciones espirituales recibidas y porque habían sido
escogidos para ser salvos desde antes de la fundación del mundo, y si esto es
así, considerando que la salvación no depende de nuestras obras sino es un don
otorgado por Dios, eso significa que antes que el mismo mundo fuese creado Dios
decidió salvarnos, de tal manera que desde que nacimos estábamos predestinados
a conocerle y ser justificados, sin la posibilidad de perder la salvación pues
es un don irrevocable de Dios.
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Los 5 Puntos del Calvinismo |
Contraria
a esta posición doctrinal, existe otra y es la de Jacobo Arminio, un discípulo
de Teodoro Beza, uno de los sucesores de Juan Calvino, quien con el tiempo
estuvo en desacuerdo con esta posición y afirmo que el hombre es capaz de
elegir entre lo bueno y lo malo, que tiene libre albedrio y que realmente la
expiación que Cristo ofrece no está limitada sino es para todo el mundo, para
todo aquel que decida creer. Esta posición doctrinal advierte la posibilidad de
perder la salvación y la responsabilidad que el hombre tiene de cuidar esa tan
grande salvación. Muchas denominaciones pentecostales y de las Asambleas de
Dios apoyan esta posición.
En
esta oportunidad consideraremos cada uno de los 5 puntos del Calvinismo y
presentaremos los pasajes bíblicos que amparan dicha posición doctrinal y de
ser posible evaluaremos otras posiciones que algunas iglesias tienen.
LA DEPRAVACIÓN TOTAL
La
depravación total es la consecuencia de la caída del hombre en el huerto del
Edén. Dios creo al ser humano perfecto, a imagen de Dios fue creado: “Entonces dijo Dios:
Hagamos al hombre a nuestra imagen, conforme a nuestra semejanza; y señoree en
los peces del mar, en las aves de los cielos, en las bestias, en toda la
tierra, y en todo animal que se arrastra sobre la tierra. Y creó Dios al hombre
a su imagen, a imagen de Dios lo creó; varón y hembra los creó. Y los bendijo
Dios, y les dijo: Fructificad y multiplicaos; llenad la tierra, y sojuzgadla, y
señoread en los peces del mar, en las aves de los cielos, y en todas las
bestias que se mueven sobre la tierra. Y dijo Dios: He aquí que os he dado toda
planta que da semilla, que está sobre toda la tierra, y todo árbol en que hay
fruto y que da semilla; os serán para comer”, (Génesis
1:26-29). Podemos ver los enormes
privilegios que el hombre adquirió el día de su creación. En primer lugar, fue
creado a imagen y semejanza de Dios. La palabra imagen se traduce del hebreo tsélem (צֶלֶם)
y sugiere la idea de crear una copia muy parecida al ser original. También
tenemos la palabra semejanza que se traduce del hebreo demút (דְּמוּת) la
cual hace referencia a un ser que fue creado siguiendo un diseño o patrón establecido.
En este sentido, el hombre fue creado por Dios siguiendo su diseño de santidad,
perfección y dotes especiales como la justicia, inteligencia, moral y sobre
todo libre albedrio. En segundo lugar, el hombre fue privilegiado porque le dio
la potestad de reinar en este planeta, era el responsable de cuidar el huerto y
señorear sobre todos los animales. También Dios le dio el derecho de
fructificar, de multiplicase en esta tierra. Lamentablemente, por causa del pecado se
perdió este estado de perfección y así la muerte paso a todos los hombres: “Por tanto, como el
pecado entró en el mundo por un hombre, y por el pecado la muerte, así la
muerte pasó a todos los hombres, por cuanto todos pecaron”, (Romanos
5:12). Ahora este es el estado del hombre, es pecador incluso desde el mismo vientre
de su madre ya que hereda lo que algunos teólogos llaman el pecado original.
Lewis Sperry Chafer comenta al respecto: “El pecado inicial de Adán lo llevó a la caída, y en la
caída él se volvió un ser completamente diferente, depravado y degenerado,
capaz de engendrar seres caídos”.
Considerando
la realidad de la caída del hombre, el Calvinismo establece la
doctrina de la depravación total la cual afirma que el hombre en su estado
natural y no regenerado está totalmente corrompido por el pecado, sin la
posibilidad de elegir lo bueno, su naturaleza lo impulsa solo a pecar y es
incapaz de responder al llamado de Dios ya que espiritualmente está muerto, tal
y como Pablo dice en Efesios al recordar que antes de conocer al Señor estaban
muertos en sus delitos y pecados: “Y él os dio vida a vosotros, cuando estabais muertos en
vuestros delitos y pecados”, (Efesios 2:1). Si consideramos a un
muerto, un muerto no tiene sentimientos y es incapaz de elegir ya que está
totalmente muerto, no hay vida en él, y de igual forma lo es en lo espiritual,
en aquellos que espiritualmente están muertos son incapaces de salvarse a sí
mismos. Al respecto, J. Oliver Buswell Jr. nos comenta: “Cuando tratamos la caída del hombre en
esta obra se explicó la pecaminosidad humana. Resta solo indicar que, según las
Escrituras, y también la experiencia cristiana, el hombre natural en su
condición caída es completamente incapaz de contribuir o cooperar a su
regeneración en lo más mínimo”. Este es el resultado de la
desobediencia del hombre, no es la voluntad inicial de Dios ni su deseo que
esto pasara, sin embargo, al principio le dio al hombre libre albedrio, la
capacidad de decidir por sí mismo si lo adoraban y servían o si lo
desobedecían, lamentablemente el hombre eligió mal y esto trajo terribles
consecuencias para su vida: “Y mandó Jehová Dios al hombre, diciendo: De todo árbol del
huerto podrás comer; más del árbol de la ciencia del bien y del mal no comerás;
porque el día que de él comieres, ciertamente morirás”, (Génesis
2:16-17). Basta revisar las Escrituras para ver la terrible condición que el
hombre se encuentra espiritualmente.
1. El
hombre es formado en maldad desde el mismo vientre de su madre: “He aquí, en maldad
he sido formado, y en pecado me concibió mi madre”, (Salmo 51:5).
2.
El hombre se encuentra descarriado y apartado completamente de Dios, y
esto ocurre aun desde la matriz: “Se apartaron los impíos desde la matriz; se descarriaron
hablando mentira desde que nacieron”, (Salmo 58:3).
3.
El hombre se apartó de Dios para seguir su propio camino: “Todos nosotros nos
descarriamos como ovejas, cada cual se apartó por su camino…”,
(Isaías 53:6).
4.
El hombre tiene una naturaleza de continuo solamente el mal: “Y vio Jehová que la
maldad de los hombres era mucha en la tierra, y que todo designio de los
pensamientos del corazón de ellos era de continuo solamente el mal”,
(Génesis 6:5).
5.
El hombre natural está ciego espiritualmente, incapaz de ver la realidad
de su pecado: “en
los cuales el dios de este siglo cegó el entendimiento de los incrédulos, para
que no les resplandezca la luz del evangelio de la gloria de Cristo, el cual es
la imagen de Dios”, (2 Corintios 4:4).
6.
Toda la naturaleza del hombre está totalmente depravado: “¿Por qué querréis
ser castigados aún? ¿Todavía os rebelaréis? Toda cabeza está enferma, y todo
corazón doliente. Desde la planta del pie hasta la cabeza no hay en él cosa
sana, sino herida, hinchazón y podrida llaga; no están curadas, ni vendadas, ni
suavizadas con aceite”, (Isaías 1:5-6).
7.
El hombre en su estado natural se encuentra muerto en sus delitos y
pecados: “Y él os
dio vida a vosotros, cuando estabais muertos en vuestros delitos y pecados”,
(Efesios 2:1).
8.
El hombre caído solo piensa en las cosas de la carne: “Porque los que son
de la carne piensan en las cosas de la carne; pero los que son del Espíritu, en
las cosas del Espíritu. Porque el ocuparse de la carne es muerte, pero el
ocuparse del Espíritu es vida y paz. Por cuanto los designios de la carne son
enemistad contra Dios; porque no se sujetan a la ley de Dios, ni tampoco
pueden”, (Romanos 8:5-7).
9.
En la naturaleza caída del hombre mora solo el mal: “Y yo sé que en mí, esto es, en mi carne, no
mora el bien…”, (Romanos 7:18).
10.
El hombre en su estado de depravación total está destituido de la gloria
de Dios: “Por
cuanto todos pecaron, y están destituidos de la gloria de Dios”,
(Romanos 3:23).
Por tanto,
todos estos versículos apoyan la posición de que el hombre en su estado natural
está totalmente depravado, inhabilitado completamente de toda intención de
hacer lo bueno y agradar a Dios y por tanto es un esclavo del pecado. El apóstol Pablo
auxiliándose de varios textos de los Salmos y el profeta Isaías describe la
condición del hombre de esta forma: “Como está escrito: No hay justo, ni aun uno; no hay quien
entienda, no hay quien busque a Dios. Todos se desviaron, a una se hicieron
inútiles; no hay quien haga lo bueno, no hay ni siquiera uno. Sepulcro abierto
es su garganta; con su lengua engañan. Veneno de áspides hay debajo de sus
labios; su boca está llena de maldición y de amargura. Sus pies se apresuran
para derramar sangre; quebranto y
desventura hay en sus caminos; y no conocieron camino de paz. No hay temor de
Dios delante de sus ojos”, (Romanos 3:10-18). Como una consecuencia
de esto el hombre se encuentra perdido en sus delitos y pecados, completamente
perdido en sus maldades, incapaz de buscar a Dios, tal y como Lewis S. Chafer
nos dice: “Al
tratar de analizar más específicamente lo que es la naturaleza de pecado, se
debe recordar que es una perversión de la creación original de Dios y, en ese
sentido, es algo anormal. Todas las facultades del hombre sufrieron por la
caída y por la inhabilidad del hombre para hacer el
bien. Y de esa confusión
interna surge la
extraña predisposición hacia el mal”.
W. J.
Seaton nos explica con muchos textos bíblicos el concepto de la depravación
total del hombre no regenerado: “La Biblia enseña con absoluta claridad que el hombre,
por naturaleza, está MUERTO: ". . . como el pecado entró en el mundo por
un hombre, y por el pecado la muerte, así la muerte pasó a todos los hombres,
por cuanto todos pecaron", (Romanos 5:12). La Biblia nos enseña que los
hombres son ESCLAVOS: "Que con mansedumbre corrija a los que se oponen,
por si quizá Dios les conceda que se arrepientan para conocer la verdad, y
escapen del lazo del diablo, en que están cautivos a voluntad de él", (2
Timoteo 2:25-26). La Biblia enseña que los hombres están CIEGOS Y SORDOS:
"Y les dijo: A vosotros os es dado saber el misterio del reino de Dios;
más a los que están fuera, por parábolas todas las cosas; para que viendo, vean
y no perciban; y oyendo, oigan y no entiendan", (Marcos 4:11-12). La
Biblia nos enseña que el hombre natural (no regenerado), CARECE DE
ENTENDIMIENTO ESPIRITUAL: "Pero el hombre natural no percibe las cosas que
son del Espíritu de Dios, porque para él son locura, y no las puede entender,
porque se han de discernir espiritualmente", (1 Corintios 2:14). La Biblia
habla del hombre como siendo NATURALMENTE PECAMINOSO: 1) Por nacimiento:
"He aquí, en maldad he sido formado, y en pecado me concibió mi
madre." (Salmo 51:5). 2) Por práctica: "Y vio Jehová que la
maldad de los hombres era mucha en la tierra, y que todo designio de los
pensamientos del corazón de ellos era de continuo solamente el mal."
(Génesis 6:5).Este es entonces el estado natural del hombre. Por tanto, debemos
preguntarnos ahora: ¿Pueden LOS MUERTOS resucitarse a sí mismos? ¿Pueden LOS
ESCLAVOS liberarse a sí mismos? ¿Pueden LOS CIEGOS darse la vista a sí mismos o
LOS SORDOS el oído? ¿Pueden los que CARECEN DE ENTENDIMIENTO ESPIRITUAL
enseñarse a sí mismos? ¿Pueden los que están INCLINADOS NATURALMENTE AL PECADO,
cambiarse a sí mismos? ¡Ciertamente no pueden! "¿Quién hará limpio a lo
inmundo?" pregunta Job. Y él mismo responde: "Nadie." (Job
14:4). Del mismo modo, el profeta Jeremías pregunta: "¿Mudará el etíope su
piel, y el leopardo sus manchas?" Y concluye "Así también, ¿podréis
vosotros hacer bien, estando habituados a hacer mal?" (Jeremías 13:23). ¿Podría
la Palabra de Dios mostrar más claramente con base en esto, que la depravación
humana es total, y que nuestra incapacidad para desear o procurar la salvación
es también total? Este cuadro es una descripción de un muerto; un muerto
espiritual. Somos como Lázaro en su sepulcro; estamos atados de pies y manos; y
la corrupción se ha esparcido por completo en nosotros. Tal como no había
ningún indicio de vida en el cuerpo muerto de Lázaro, así tampoco no hay
ninguna chispa de receptividad interna en nuestros corazones”. Con
estas palabras y mucha Biblia se nos explica la depravación total del hombre.
LA ELECCIÓN INCONDICIONAL
El otro punto del Calvinismo es la elección
incondicional. W. J. Seaton sabe introducirse en este tema: “La doctrina de
la elección incondicional se desprende en forma natural y lógica de la doctrina
de la depravación total. Es decir, si el hombre está de hecho muerto, cautivo
en el pecado, ciego, sordo, sin entendimiento espiritual e inclinado
naturalmente al pecado, entonces, el remedio para solucionar toda esta
condición, debe encontrarse fuera del hombre mismo, esto es, en Dios”.
Como ya vimos el hombre es incapaz de salvarse a sí mismo, incapaz de elegir lo
bueno porque está muerto en sus delitos y pecados, por ello, si Dios desea su
salvación esta tendrá que operar de una manera sobrenatural y por el puro deseo
de Dios a tal punto que el individuo no tiene ningún tipo de participación en
su elección. J. Oliver Buswell Jr. dice al respecto: “La doctrina de la elección incondicional
sigue necesariamente a la de la incapacidad total. Si el hombre es incapaz por
completo de contribuir en un grado mínimo a su propia salvación, entonces la
salvación es totalmente por la gracia de Dios, y no condicionada por alguna
virtud, prevista o no, en la humanidad caída”. Entonces, si el hombre que está totalmente
depravado es incapaz de salvarse a sí mismo, Dios tiene que elegirlo para
sacarlo de su condición, y si esto es así esto significa que unos cuantos
individuos han sido elegidos para vida eterna, mientras que los otros han si
dejados en su estado de condenación. Por tanto, la elección incondicional enseña
que Dios mediante su designio soberano, elige a unos para salvación y deja a
otros en su estado de condenación eterna. El apóstol Pablo explica este
punto doctrinal de la elección incondicional en su carta a los Romanos
auxiliándose de algunos pasajes de la Biblia. Veamos.
La elección
incondicional explicada por Pablo.
El
apóstol Pablo en su carta a los Romanos nos enseña acerca de la elección
soberana de Dios. Este nos dice: “Y no sólo esto, sino también cuando Rebeca concibió de uno,
de Isaac nuestro padre (pues no habían aún nacido, ni habían hecho aún ni bien
ni mal, para que el propósito de Dios conforme a la elección permaneciese, no
por las obras sino por el que llama), se le dijo: El mayor servirá al menor.
Como está escrito: A Jacob amé, más a Esaú aborrecí”, (Romanos
9:10-13). Aquí Pablo se remonta a dos pasajes del Antiguo Testamento, uno en
Génesis y el otro es de Malaquías. Él nos habla de la elección de Jacob como
patriarca de Israel. Estando embarazada Rebeca recibió una profecía donde Dios
le confirmaba que dentro de ella había dos niños que se convertirían en dos
naciones, y que el mayor serviría al menor: “Y le respondió Jehová: Dos naciones hay en tu seno, y dos
pueblos serán divididos desde tus entrañas; y un pueblo será más fuerte que el
otro pueblo, y el mayor servirá al menor”, (Génesis 25:23). Aquí
vemos que antes que los niños naciesen, antes que hiciesen algo bueno o algo
malo, Dios eligió al menor para darle todas las promesas de Abraham; y todo fue
basado en el puro designio de la voluntad de Dios mostrándonos que la elección
no está en función del que es elegido, sino en Dios quien llama: pues no habían aún
nacido, ni habían hecho aún ni bien ni mal, para que el propósito de Dios
conforme a la elección permaneciese, no por las obras sino por el que llama.
Como consecuencia Dios eligió a Jacob para hacer de él una gran nación y
rechazó a Esaú: Como
está escrito: A Jacob amé, más a Esaú aborrecí. Así lo declara la
Escritura: “Yo os
he amado, dice Jehová; y dijisteis: ¿En qué nos amaste? ¿No era Esaú hermano de
Jacob? dice Jehová. Y amé a Jacob, y a Esaú aborrecí, y convertí sus montes en
desolación, y abandoné su heredad para los chacales del desierto”,
(Malaquías 1:2-3). En este texto de Malaquías el Señor recrimina a su pueblo
por no responder a su amor, ahora ellos le preguntan: ¿En qué nos amaste?, y Él les
responde: ¿No era
Esaú hermano de Jacob? dice Jehová. Y amé a Jacob, y a Esaú aborrecí.
Vemos el contraste entre la forma de cómo trato a Jacob y como trato a Esaú, a
uno lo amó y a otro lo aborreció, y por consecuencia su trato hacia cada nación
había sido diferente, ya que por un lado, Israel había pecado y como
consecuencia fue castigado y exiliado por 70 años, pero después de eso
volvieron a su nación, aun con todas sus limitaciones, ellos no habían sido
totalmente consumidos por culpa de sus rebeliones a excepción de Edom, los
descendientes de Esaú, los cuales ya habían sido exterminados: y convertí sus
montes en desolación, y abandoné su heredad para los chacales del desierto.
Todo esto ocurrió bajo la base de la elección incondicional de Dios. Ahora
bien, Pablo pregunta y él mismo se responde: “¿Qué, pues, diremos? ¿Qué hay injusticia en
Dios? En ninguna manera”, (Romanos 9:14). El apóstol se pregunta si
es injusto el hecho de que Dios eligió a Jacob para amarlo y aborreció a Esaú,
no sobre la base de algo bueno o malo que ellos hayan hecho, sino sobre la
soberana elección de Dios, ya que cualquiera pudiese pensar que Esaú no tuvo
oportunidad en la vida de demostrar lo contrario; sin embargo, no es así ya que
Dios es soberano y su sabiduría es sempiterna de tal manera que ningún mortal
puede cuestionarlo.
El
apóstol continúa su discusión en cuanto a la elección incondicional de Dios y
para ello vuelve a apoyarse en otros dos pasajes del Antiguo Testamento: “Pues a Moisés dice:
Tendré misericordia del que yo tenga misericordia, y me compadeceré del que yo
me compadezca. Así que no depende del que quiere, ni del que corre, sino de
Dios que tiene misericordia. Porque la Escritura dice a Faraón: Para esto mismo
te he levantado, para mostrar en ti mi poder, y para que mi nombre sea
anunciado por toda la tierra. De manera que de quien quiere, tiene misericordia,
y al que quiere endurecer, endurece”, (Romanos 9:15-18). En primer
lugar, la elección de Dios se deja ver en su decisión de tener misericordia del
que desee tener misericordia: Pues a Moisés dice: Tendré misericordia del que yo tenga
misericordia, y me compadeceré del que yo me compadezca. Fue Dios
quien dirigió a Moisés estas palabras: “Y le respondió: Yo haré pasar todo mi bien delante de tu
rostro, y proclamaré el nombre de Jehová delante de ti; y tendré misericordia
del que tendré misericordia, y seré clemente para con el que seré clemente”,
(Éxodo 33:19). En este sentido su misericordia y clemencia está en función de
su elección soberana y no en lo que alguien pueda hacer, por ello el apóstol
agrega: Así que
no depende del que quiere, ni del que corre, sino de Dios que tiene
misericordia. De tal forma que la salvación no depende de algo que
el hombre pueda hacer a su favor, sino de Dios que es quien tiene misericordia
y en su soberana voluntad elije a alguien que ya estaba perdido para mostrar su
enorme compasión. En segundo lugar, nos pone el ejemplo de faraón, quien fue
endurecido de su corazón por Dios ya que Él en su soberana voluntad así lo
decidió: Porque
la Escritura dice a Faraón: Para esto mismo te he levantado, para mostrar en ti
mi poder, y para que mi nombre sea anunciado por toda la tierra. De manera que
de quien quiere, tiene misericordia, y al que quiere endurecer, endurece.
Fue Dios quien decidió endurecer el corazón de faraón para que este no dejara
ir a su pueblo y así mostrar su poder: “Entonces Jehová dijo a Moisés: Levántate de mañana, y ponte
delante de Faraón, y dile: Jehová, el Dios de los hebreos, dice así: Deja ir a
mi pueblo, para que me sirva. Porque yo enviaré esta vez todas mis plagas a tu
corazón, sobre tus siervos y sobre tu pueblo, para que entiendas que no hay
otro como yo en toda la tierra. Porque ahora yo extenderé mi mano para herirte
a ti y a tu pueblo de plaga, y serás quitado de la tierra. Y a la verdad yo te
he puesto para mostrar en ti mi poder, y para que mi nombre sea anunciado en
toda la tierra”, (Éxodo 9:13-16). Aquí queda claro el tema de la elección
de Dios ya que de quien quiere tener misericordia tiene misericordia; pero al
que quiere endurecer endurece, y ¿quién puede resistirse a su soberana
elección?
Ahora,
esto de que Dios ama a unos y aborrece a otros, o que del que quiere tiene
misericordia y a otros les endurece el corazón es muy difícil de asimilar, de hecho,
pareciera injusto el hecho de pensar que Dios elija a unos para salvación y a
otros los repruebe, ¿pero será así? A esto Pablo responde: “Pero me dirás: ¿Por qué, pues, inculpa? porque
¿quién ha resistido a su voluntad? Mas antes, oh hombre, ¿quién eres tú, para
que alterques con Dios? ¿Dirá el vaso de barro al que lo formó: ¿Por qué me has
hecho así? ¿O no tiene potestad el alfarero sobre el barro, para hacer de la
misma masa un vaso para honra y otro para deshonra?”, (Romanos
9:19-21). La verdad es que nadie es capaz de resistir a su voluntad y nosotros
no somos quienes para altercar con Dios de cosas que ni siquiera entendemos,
solo nos queda confiar en su enorme misericordia. Pablo dice que contradecirlo
es equivalente a que el vaso de barro se queje con el alfarero quien lo formo,
al final es decisión del alfarero hacer unos vasos para usos más dignos y otros
para usos ordinarios.
¿Dios elige a unos para salvación y reprueba a otros para condenación?
“¿Y qué si Dios, queriendo
mostrar su ira y dar a conocer su poder, soportó con mucha paciencia a los que
eran objeto de su castigo y estaban destinados a la destrucción? ¿Qué si lo
hizo para dar a conocer sus gloriosas riquezas a los que eran objeto de su
misericordia, y a quienes de antemano preparó para esa gloria? Ésos somos
nosotros, a quienes Dios llamó no sólo de entre los judíos sino también de
entre los gentiles”.
Romanos
9:22-24
¿Dios
elige a unos para salvación y reprueba a otros para condenación? Lo cierto es
que Dios no creo al ser humano para ir al infierno, de hecho el infierno es
para Satanás y sus demonios: “Entonces dirá también a los de la izquierda: Apartaos de mí,
malditos, al fuego eterno preparado para el diablo y sus ángeles”,
(Mateo 25:41). Sin embargo, el hombre escogió desobedecer a Dios y así el
pecado lo condenó al infierno y por ello el hombre está perdido en sus
maldades, incapaz de salvarse a sí mismo y todo es culpa del mismo hombre, Dios
no tiene nada que ver en sus iniquidades que lo conducen a la perdición. Por
tanto, Pablo dice: ¿Y qué si Dios, queriendo mostrar su ira y dar a conocer su
poder, soportó con mucha paciencia a los que eran objeto de su castigo y
estaban destinados a la destrucción? Así Dios ha soportado con mucha
paciencia a aquellos hombres que por su desobediencia van rumbo al infierno, y es
allí donde el Señor en su infinita misericordia ha decidido elegir a unos de
este grupo que ya está perdido para salvación: ¿Qué si lo hizo para dar a conocer sus
gloriosas riquezas a los que eran objeto de su misericordia, y a quienes de
antemano preparó para esa gloria? Ésos somos nosotros, a quienes Dios llamó no
sólo de entre los judíos sino también de entre los gentiles. En
otras palabras, podemos decir, que el hombre ya está perdido, sin posibilidades
de salvarse, no obstante, viene Dios y en su soberanía y por gracia decide
elegir a unos para vida eterna y a otros simplemente los deja en su estado de
perdición. Pero ¿basado en qué decide elegir a los que serán salvos? ¿Acaso
aquellos que han sido elegidos para salvación son más buenos que los otros que
permanecen en su estado de perdición? ¿Tienen algún mérito los elegidos por
Dios? En ninguna manera. Todo está basado en su enorme misericordia, su
elección es incondicional, es decir, no está condicionada por ningún mérito o
factor humano, sino está basada en la sabiduría de Dios.
La predestinación en la Biblia.
“Porque a los que antes conoció, también los predestinó para que
fuesen hechos conformes a la imagen de su Hijo, para que él sea el primogénito
entre muchos hermanos. Y a los que predestinó, a éstos también llamó; y a los
que llamó, a éstos también justificó; y a los que justificó, a éstos también
glorificó”.
Romanos 8:29-30
La
predestinación es otro de los temas que está relacionado con la elección
incondicional y Pablo lo toca en su carta a los Romanos: Porque a los que antes conoció, también los
predestinó para que fuesen hechos conformes a la imagen de su Hijo, para que él
sea el primogénito entre muchos hermanos. Aquí aparecen dos palabras
griegas que sobresalen entre todas las demás. En primer lugar, cuando Pablo
dice: Porque a
los que antes conoció, esas palabras, antes conoció, vienen de una sola
palabra griega que es proginósko (προγινώσκω), la cual hace referencia al conocimiento
anticipado de Dios. La segunda
palabra que resalta en este texto es prooridso
(προορίζω),
la cual se traduce como predestinar y literalmente significa
determinar por anticipado el destino de una persona con un propósito. Esto
nos enseña que el Señor en su conocimiento anticipado de las cosas nos eligió
desde antes de la fundación del mundo, con un propósito, el de salvarnos y
restaurar en nosotros la condición caída por causa del pecado a través de la fe
en su hijo amado: “Según nos escogió en él antes de la fundación del mundo, para que
fuésemos santos y sin mancha delante de él, en amor habiéndonos predestinado
para ser adoptados hijos suyos por medio de Jesucristo, según el puro afecto de
su voluntad”, (Efesios 1:4-5). Este conocimiento anticipado de Dios
en el cual fuimos escogidos para vida eterna es mencionado también por el
apóstol Pedro: “Elegidos
según la presciencia de Dios Padre en santificación del Espíritu, para obedecer
y ser rociados con la sangre de Jesucristo: Gracia y paz os sean multiplicadas”,
(1 Pedro 1:2), y esta palabra “presciencia”
se traduce del griego prógnosis (πρόγνωσις), que
es conocimiento anticipado, y así queda claro que Dios en su sabiduría y
conocimiento anticipado que tiene de las cosas, nos eligió desde antes de la
fundación del mundo para predestinarnos para vida eterna.
Volviendo al texto que
consideramos al principio, el segundo versículo que citamos nos muestra cómo
opera esta bendita elección: Y a los que predestinó, a éstos también llamó; y a los que
llamó, a éstos también justificó; y a los que justificó, a éstos también
glorificó. Si nos damos cuenta los verbos utilizados en este
versículo están en tiempo pasado lo cual nos sugiere una obra que se hizo en el
pasado y que hoy está completa, y esta lleva un proceso: predestinó, llamó,
justificó y glorificó. Ese es el orden en el que opera nuestra salvación,
primero, nos predestinó a ser salvos, luego, cuando llego el tiempo, nos llamó,
al llamarnos venimos a Él y nos justificó, salvándonos de la condenación
eterna, y finalmente nos glorificará, cuando estemos en su presencia. Ahora
bien, todo esto Dios lo ve como algo hecho, aunque nuestra glorificación aun no
haya ocurrido, porque Él ya lo decidió así al elegirnos incondicionalmente.
Jesús hablo de la elección incondicional.
“No me elegisteis vosotros a mí, sino que yo os elegí a vosotros, y
os he puesto para que vayáis y llevéis fruto, y vuestro fruto permanezca; para
que todo lo que pidiereis al Padre en mi nombre, él os lo dé”.
Juan 15:16
Aquí, en palabras del mismo Señor
Jesús, encontramos otro pasaje donde se nos dice que fue gracias a su elección
que llegamos a conocerle: No me elegisteis vosotros a mí, sino que yo os elegí a
vosotros… A estas alturas y de acuerdo con todos los textos
estudiados, nadie puede decir que el eligió a Cristo, porque realmente Él no ha
elegido. Cristo es quien nos escogió y nos llamó, y esto no basado en algún
mérito, sino por su gran amor y misericordia. Generalmente, son las personas
que eligen su religión y a qué dios seguir; pero en el verdadero evangelio no
es así, sino un día mientras estábamos perdidos en nuestros delitos y pecados,
Dios en su elección soberana e incondicional, decidió mostrar su gran amor y
misericordia llamándonos a la vida eterna. Esta elección es con un propósito: … y os he puesto
para que vayáis y llevéis fruto, y vuestro fruto permanezca; para que todo lo
que pidiereis al Padre en mi nombre, él os lo dé. Dios tiene un
propósito firme al llamarnos, sus planes son perfectos y desea que llevemos
mucho fruto, de hecho el apóstol Pablo nos dice que somos salvos por gracia
para hacer buenas obras las cuales el Señor planeo con anticipación para que
anduviésemos en ellas: “Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no
de vosotros, pues es don de Dios; no por obras, para que nadie se gloríe.
Porque somos hechura suya, creados en Cristo Jesús para buenas obras, las
cuales Dios preparó de antemano para que anduviésemos en ellas”,
(Efesios 2:8-10). Una vez más vemos como nuestro Señor preparó con anticipación
todas las cosas, no solo nuestra salvación, sino incluso nuestra nueva vida y
las obras en la cuales andaríamos.
Cuando nuestro Señor Jesús oró en
el Getsemaní, Él rogó por sus discípulos y allí dejó claro que estos le habían
sido dado por el Padre y que ninguno se perdió, sino solo el hijo de perdición
que era Judas: “Cuando
estaba con ellos en el mundo, yo los guardaba en tu nombre; a los que me diste,
yo los guardé, y ninguno de ellos se perdió, sino el hijo de perdición, para
que la Escritura se cumpliese”, (Juan 17:12). De esta forma, los
once discípulos habían sido elegidos incondicionalmente por Dios y era
imposible que estos se perdiesen porque en su soberana elección los había
predestinado a vida eterna; muy por el contrario, a Judas que jamás fue un
elegido para salvación, como en el caso de faraón, la maldad de Judas sirvió para
que se cumpliesen las Escrituras al entregar a Jesús a sus enemigos por 30
piezas de plata.
De
esta forma concluimos esta doctrina de la elección incondicional la cual, como
hemos visto, es muy difícil de explicar, pero solo nos queda confiar en los
designios de Dios y agradecerle por habernos elegido para vida eterna, aun
cuando muchos de nosotros estábamos totalmente perdidos y no deseábamos nada de
Él, pero en su infinita misericordia nos llamó con llamamiento eterno.
LA EXPIACIÓN LIMITADA
La otra doctrina que está incluida dentro
de los cinco puntos del calvinismo es la expiación limitada la cual es otro de
los temas polémicos en cuanto a su interpretación y obviamente esta se deduce
de saber que no todos los hombres serán elegidos incondicionalmente para vida
eterna. La expiación limitada nos dice que la muerte de Cristo es efectiva
únicamente para aquellos que han sido elegidos incondicionalmente por el Padre,
pues si Cristo hubiese muerto por todo el mundo, todo el mundo sería salvo;
pero es obvio que no fue así. Decir que Cristo murió por unos y por
otros no es muy controversial, quizás Agustín de Hipona lo expresa de una
manera más sofisticada: “Suficiente para todos, eficiente para los elegidos”. Esta declaración de Agustín es algo en lo que
pueden estar de acuerdo tanto calvinistas como arminianos. Ciertamente la
gracia de Dios es suficiente para perdonar a cualquier pecador que se
arrepienta, y si todo el mundo se arrepintiera, Cristo les perdonaría de todos
sus pecados, pero solo será efectiva para aquellos que se arrepientan, hasta
aquí creemos que ambos grupos estarían de acuerdo. Ahora bien, quienes se
arrepentirán ante el mensaje del evangelio, bueno, solo los elegidos. En la
Biblia podemos encontrar que el anhelo de Dios es que los hombres se salven: “Porque de tal
manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel
que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna”, (Juan 3:16).
No cabe duda de que Dios ha amado a este mundo enviando a su Hijo a morir por
sus pecados; pero es obvio que no todos serán salvos, porque es efectivo solo
en aquellos que creen en Él, y no todos creerán, aunque la misión de la iglesia
es predicar el evangelio a toda criatura: “les dijo: Id por todo el mundo y predicad el evangelio a
toda criatura. El que creyere y fuere
bautizado, será salvo; mas el que no creyere, será condenado”,
(Marcos 16:15-16). Entonces, ¿serán
todos salvos? No. Solo aquellos que creen al evangelio. ¿Quiénes serán estos
que creerán? Aquellos a quienes Dios eligió incondicionalmente. Por tanto, ¿es
responsable la iglesia de seguir predicando sabiendo que ya están elegidos los
que serán salvos? Por supuesto que sí ya que su palabra tiene que ser anunciada
y por medio de ella Dios llama a sus elegidos. Desde este punto de vista la
expiación es limitada a aquellos que han sido elegidos por Dios, por ello en
algunos pasajes encontramos la aseveración de que Cristo murió por su iglesia o
elegidos, y no por toda la humanidad.
Por ejemplo, Pablo les decía a los obispos
que cuidaran de la iglesia la cual el Señor gano con su sangre, es decir, su
sangre es efectiva para ganar a la iglesia y no a todo el mundo: “Por tanto, mirad
por vosotros, y por todo el rebaño en que el Espíritu Santo os ha puesto por
obispos, para apacentar la iglesia del Señor, la cual él ganó por su propia
sangre”, (Hechos 20:28). También tenemos este pasaje de Juan: “Yo soy el buen
pastor; el buen pastor su vida da por las ovejas… Jesús les respondió:
Os lo he dicho, y no creéis; las obras que yo hago en nombre de mi Padre, ellas
dan testimonio de mí; pero vosotros no creéis, porque no sois de mis ovejas,
como os he dicho. Mis ovejas oyen mi voz, y yo las conozco, y me siguen”,
(Juan 10:11, 25-27). Aquí queda claro
que no todos son sus ovejas. Solo sus ovejas oyen su voz y por ende la
expiación queda limitada únicamente a ellas. Y también tenemos este pasaje en
Efesios donde se nos dice que los maridos deben amar a sus mujeres como Cristo
que amó a su iglesia entregándose por ella, o sea, Cristo se entregó por su iglesia
y no por todo el mundo: “Maridos, amad a vuestras mujeres, así como Cristo amó a la
iglesia, y se entregó a sí mismo por ella”, (Efesios 5:25). En
Hechos 13 se nos dice que solo creyeron los que estaban ordenados para vida
eterna, es decir, de todos los oyentes solo se convirtieron los predestinados a
esto mostrándonos que la expiación está limitada a estos: “Los gentiles, oyendo esto, se regocijaban y
glorificaban la palabra del Señor, y creyeron todos los que estaban
ordenados para vida eterna”, (Hechos 13:48). De esta forma, solo
aquellos que están ordenados para vida eterna serán expiados de todos sus
pecados, nosotros, aquellos que hemos recibido este bendito don salvador, no
tenemos más que agradecerle al Señor por habernos escogidos para manifestar en
nosotros esta bendita gracia: “Pero nosotros debemos dar siempre gracias a Dios respecto a
vosotros, hermanos amados por el Señor, de que Dios os haya escogido desde el
principio para salvación, mediante la santificación por el Espíritu y la fe en
la verdad, a lo cual os llamó mediante nuestro evangelio, para alcanzar la
gloria de nuestro Señor Jesucristo”, (2 Tesalonicenses
2:13-14). Concluimos citando a W. J.
Seaton: “Cristo
murió para salvar a un número específico de pecadores; esto es, por aquellos
que el Padre ". . . escogió en él antes de la fundación del mundo",
(Efesios 1:4); por aquellos que el Padre le había dado del mundo, todos aquellos
"que me diste; porque tuyos son",
(Juan 17:9); aquellos por quienes Él mismo dijo que derramaría su
sangre: "porque esto es mi sangre del nuevo pacto, que por muchos es
derramada para remisión de los pecados," (Mateo 26:28)”.
LA GRACIA IRRESISTIBLE
El cuarto punto del Calvinismo es la gracia
irresistible. Este llamamiento irresistible es conocido como el llamamiento
eficaz y tiene poder para provocar en el hombre pecador el deseo y la necesidad
de ir a Cristo Jesús y ser restaurado de su condición caída. La confesión de fe
de Westminster declara al respecto de este llamamiento eficaz: “A todos
aquellos a quienes Dios ha predestinado para vida, y a ellos solamente, le
agrada en su tiempo señalado y aceptado, llamar eficazmente (1) por su palabra
y Espíritu, (2) fuera del estado de pecado y muerte en que están por
naturaleza, a la gracia y salvación por Jesucristo; (3) iluminando espiritual y
salvadoramente su entendimiento, a fin de que comprendan las cosas de Dios; (4)
quitándoles el corazón de piedra y dándoles uno de carne; (5) renovando sus
voluntades y por su potencia todopoderoso, induciéndoles hacia aquello que es
bueno, (6) y trayéndoles eficazmente a Jesucristo; (7) de tal manera que ellos
vienen con absoluta libertad, habiendo recibido por la gracia de Dios la
voluntad de hacerlo”. Por tanto, La gracia irresistible es el llamamiento
eficaz que Dios le hace al hombre pecador el cual es capaz de quebrantar su
duro corazón y atraerlo a Él con profundo arrepentimiento para obra en este el
proceso de regeneración. Debido a que el hombre está espiritualmente
muerto y es incapaz de responder al llamado de Dios por medios humanos, el
Señor, a través del poder del Espíritu Santo, le hace un llamamiento poderoso
que él no puede resistir. El llamado está incluido en el plan de salvación de
Dios, ya que aquellos que ha elegido los llama con llamamiento irresistible
para que sean justificados en el presente y en la eternidad glorificados: “Y a los que
predestinó, a éstos también llamó; y a los que llamó, a éstos también
justificó; y a los que justificó, a éstos también glorificó”, (Romanos
8:29-30). Este llamamiento es irresistible y eficaz debido a las siguientes
razones:
1. Es irresistible y eficaz porque el mismo Dios Padre los ha dado al Hijo: “Todo lo que el Padre me da, vendrá a mí; y al que a mí viene, no le echo fuera”, (Juan 6:37).
2. Es irresistible y eficaz porque abre el entendimiento para comprender su palabra: “Y un día de reposo salimos fuera de la puerta, junto al río, donde solía hacerse la oración; y sentándonos, hablamos a las mujeres que se habían reunido. Entonces una mujer llamada Lidia, vendedora de púrpura, de la ciudad de Tiatira, que adoraba a Dios, estaba oyendo; y el Señor abrió el corazón de ella para que estuviese atenta a lo que Pablo decía. Y cuando fue bautizada, y su familia, nos rogó diciendo: Si habéis juzgado que yo sea fiel al Señor, entrad en mi casa, y posad. Y nos obligó a quedarnos”, (Hechos 16:13-15).
3. Es irresistible y eficaz porque los llamados están en las manos de Dios y nadie se los puede arrebatar: “Y yo les doy vida eterna; y no perecerán jamás, ni nadie las arrebatará de mi mano. Mi Padre que me las dio, es mayor que todos, y nadie las puede arrebatar de la mano de mi Padre”, (Juan 10:28-29).
4. Es irresistible y eficaz porque proviene de su misma gracia, un don inefable que proviene de la misma naturaleza divina del Señor que nadie puede resistir: “Pero cuando agradó a Dios, que me apartó desde el vientre de mi madre, y me llamó por su gracia”, (Gálatas 1:15).
1. Es irresistible y eficaz porque el mismo Dios Padre los ha dado al Hijo: “Todo lo que el Padre me da, vendrá a mí; y al que a mí viene, no le echo fuera”, (Juan 6:37).
2. Es irresistible y eficaz porque abre el entendimiento para comprender su palabra: “Y un día de reposo salimos fuera de la puerta, junto al río, donde solía hacerse la oración; y sentándonos, hablamos a las mujeres que se habían reunido. Entonces una mujer llamada Lidia, vendedora de púrpura, de la ciudad de Tiatira, que adoraba a Dios, estaba oyendo; y el Señor abrió el corazón de ella para que estuviese atenta a lo que Pablo decía. Y cuando fue bautizada, y su familia, nos rogó diciendo: Si habéis juzgado que yo sea fiel al Señor, entrad en mi casa, y posad. Y nos obligó a quedarnos”, (Hechos 16:13-15).
3. Es irresistible y eficaz porque los llamados están en las manos de Dios y nadie se los puede arrebatar: “Y yo les doy vida eterna; y no perecerán jamás, ni nadie las arrebatará de mi mano. Mi Padre que me las dio, es mayor que todos, y nadie las puede arrebatar de la mano de mi Padre”, (Juan 10:28-29).
4. Es irresistible y eficaz porque proviene de su misma gracia, un don inefable que proviene de la misma naturaleza divina del Señor que nadie puede resistir: “Pero cuando agradó a Dios, que me apartó desde el vientre de mi madre, y me llamó por su gracia”, (Gálatas 1:15).
Considerando todo esto podemos
entender que nadie que sea elegido por Dios puede resistir su poderoso llamado
ya que no es humano. No un llamado fundamentado en la oratoria o persuasión
humana, no es un lavado de cerebro ni tampoco una programación
neurolingüística, es un llamado de pura gracia, la gracia de Dios, y ¿Quién
puede resistirlo? Aun el más duro de los pecadores al ser expuesto a esta
gracia salvadora es quebrantado, aun el dictador más duro y tirano como
Nabucodonosor termino reconociendo que no hay otro como Dios: “Ahora yo
Nabucodonosor alabo, engrandezco y glorifico al Rey del cielo, porque todas sus
obras son verdaderas, y sus caminos justos; y él puede humillar a los que andan
con soberbia”, (Daniel 4:37). Charle H. Spurgeon dijo en cuanto a lo
inútil que es llamamiento humano versus el llamado divino: “El pecador, cuando es llamado mediante un
ministerio ordinario, replica: "Mañana." Escucha un sermón poderoso y
dice: "Voy a volverme a Dios en tal día". Las lágrimas ruedan por sus mejillas, pero él
las limpia. Alguna bondad aparece, pero como la nube matutina, es disipada por
el sol de la tentación. Dice: "yo prometo solemnemente convertirme en un
hombre reformado desde este momento. Después de gozar una vez más de mi amado
pecado, voy a renunciar a mis deseos y voy a decidirme por Dios." ¡Ah! Ese
es solamente el llamamiento de un ministro, y no sirve para nada… Pero el
llamamiento de Dios no es un llamamiento para mañana. "Si oyereis hoy su
voz, no endurezcáis vuestro corazones, como en la provocación." La gracia
de Dios siempre llega con prontitud; y si ustedes son atraídos por Dios,
entonces van a correr tras Él, y no estarán hablando de esperar. El mañana no
está escrito en el almanaque del tiempo. Mañana, está escrito en el calendario
de Satanás, y en ninguna otra parte. El mañana es una roca pintada de blanco
por los huesos de los marineros que han naufragado en ella; es el faro de los
destructores que brilla en la costa, atrayendo a los pobres barcos a su
destrucción. El mañana es la copa que el necio finge encontrar al pie del arco
iris, pero que nadie ha podido encontrar jamás. El mañana es la isla flotante
de Loch Lomond que nadie ha visto jamás. El mañana es un sueño. El mañana es un
engaño. Mañana, ay, mañana puede ser que abras tus ojos en el infierno, en
medio de los tormentos”. Cuando Dios llama nadie puede resistirse y
ese es el llamamiento eficaz el que quebranta el corazón del pecador y lo
conduce a un verdadero arrepentimiento para transformarlo en una nueva
criatura.
LA PERSEVERANCIA DE LOS SANTOS
El quinto punto del Calvinismo es la
perseverancia de los santos o la seguridad de la salvación. Después de haber
considerado las doctrinas de la depravación total, la elección incondicional,
la expiación limitada y la gracia irresistible uno puede llegar a la conclusión
que si hemos sido predestinados para conocerle desde antes de la fundación del
mundo, si su expiación es eficaz, y nos ha preparado una herencia eterna en el
reino de los cielos, entonces nuestra salvación no se puede perder. En cuanto a
este punto J. Oliver Buswell Jr. dice: “Si Dios ha
elegido incondicionalmente salvar a un pueblo, y si ha provisto una expiación
que asegura su salvación, por lógica es inevitable que los que Dios elige para
salvación eterna han de llegar a esa salvación eterna. En otras palabras, negar
la doctrina de la perseverancia de los santos es aborrecer la gracia soberana
de Dios en la elección incondicional”. Por tanto, la
doctrina de la perseverancia de los santos enseña que aquellos que han sido
elegidos incondicionalmente por Dios y sus pecados han sido expiado
otorgándoseles una salvación eterna, jamás caerán de la gracia a la cual han
sido llamados, de allí que a esta doctrina también se le llame la doctrina de
la seguridad de salvación. La seguridad de esta salvación está basada
en las promesas del mismo Señor Jesucristo: “De cierto, de cierto os digo: El que oye mi palabra, y cree
al que me envió, tiene vida eterna; y no vendrá a condenación, más ha pasado de
muerte a vida”, (Juan 5:24). Aquí encontramos una doble aseveración
con el fin de asegurarles a sus oyentes que estas palabras son verdaderas.
Jesús dice que si oímos sus palabras y las creemos tenemos vida eterna, y ya no
hay más condenación. Esta vida que Jesús promete es eterna y no algo temporal,
y si es eterno es para siempre y así es la salvación que Dios nos otorga por medio
de Hijo, una vida eterna. Por ello la Confesión de fe de Westminster dice: “Esta seguridad
no es una mera persuasión presuntuosa y probable, fundada en una esperanza
falible; (1) sino que es una seguridad infalible de fe basada en la verdad
divina de las promesas de salvación, (2) en la demostración interna de aquellas
gracias a las cuales se refieren las promesas, (3) en el testimonio del
Espíritu de adopción testificando a nuestro espíritu de que somos hijos de
Dios; (4) este Espíritu es la garantía de nuestra herencia, y por EL cual somos
sellados hasta el día de la redención”.
Tratemos de ver algunos versículos
que nos dan la seguridad de la salvación. La seguridad de la salvación esta
fundamentada en la confianza que todos los elegidos son atraídos al Hijo por
medio del Padre y nadie se perderá: “Y esta es la voluntad del Padre, el que me envió: Que de
todo lo que me diere, no pierda yo
nada, sino que lo resucite en el día postrero”, (Juan 6:39).
Esta salvación es segura porque tiene como garantía el mismo sacrificio de
Cristo quien murió para declararnos inocentes delante de Dios: “Pues mucho más,
estando ya justificados en su sangre, por él seremos salvos de la ira. Porque
si siendo enemigos, fuimos reconciliados con Dios por la muerte de su Hijo, mucho más, estando reconciliados,
seremos salvos por su vida”, (Romanos 5:9-10). Nuestra salvación es segura porque el que
la ha iniciado la completará: “Estando persuadido de esto, que el que comenzó en vosotros la buena obra, la perfeccionará
hasta el día de Jesucristo”, (Filipenses 1:6). Esta salvación crea
seguridad en nuestras vidas porque se nos ha dado el Espíritu Santo que
representa las aras, es decir, la garantía de esta gloriosa promesa: “En él también
vosotros, habiendo oído la palabra de verdad, el evangelio de vuestra
salvación, y habiendo creído en él, fuisteis sellados con el Espíritu Santo de la promesa, que es las arras de nuestra
herencia hasta la redención de la posesión adquirida, para alabanza de
su gloria”, (Efesios 1:13-14). Y teniendo el mismo Espíritu Santo
que habita en nosotros nos da testimonio que somos hijos legítimos de Dios y en
esta confianza nos da seguridad de nuestra salvación: “Pues no habéis recibido el espíritu de
esclavitud para estar otra vez en temor, sino que habéis recibido el espíritu
de adopción, por el cual clamamos: ¡Abba, Padre! El Espíritu mismo da testimonio a nuestro espíritu, de que somos
hijos de Dios. Y si hijos, también herederos; herederos de Dios y
coherederos con Cristo, si es que padecemos juntamente con él, para que
juntamente con él seamos glorificados”, (Romanos 8:15-17). La
seguridad de nuestra salvación se fundamenta en la promesa de Dios de
preservarnos aun en medio de las peores situaciones: “Y el
Señor me librará de toda obra mala, y me preservará para su reino celestial.
A él sea gloria por los siglos de los siglos. Amén”, (2 Timoteo
4:18). Y nuestra seguridad está basada en que el Señor no permitirá que seamos
tentado más allá de nuestras fuerzas y siempre nos dará una puerta de escape: “No os ha
sobrevenido ninguna tentación que no sea humana; pero fiel es Dios, que no os dejará ser tentados más de lo que
podéis resistir, sino que dará también juntamente con la tentación la salida,
para que podáis soportar”, (Romanos 10:13). De esta forma los
creyentes fundamentamos la seguridad de nuestra salvación.
OBJECIONES EN CONTRA DE LOS CINCO PUNTOS DEL CALVINISMO
Los cinco puntos del Calvinismo es una
doctrina muy controversial ya que no todos están de acuerdo con ella y a lo
largo de la historia de la iglesia cristiana se le ha hecho algunas
observaciones que tratan de refutarla. Quizás la posición de mayor oposición es
el Arminianismo el cual niega casi todos sus puntos, así que en esta última
sección consideraremos algunas objeciones en contra de esta doctrina.
¿La doctrina de los Cinco Puntos del Calvinismo alienta a pecar?
Una de las críticas que
generalmente se le hace a esta doctrina es que alienta a pecar. Las personas
que afirman tal cosa se fundamentan en el hecho de que aquellos que saben que
han sido elegidos incondicionalmente y que su salvación jamás se perderá pueden
verse con cierta licencia para pecar porque, de todos modos, una vez salvo,
siempre salvos, pero lo cierto es que tal aseveración carece de fundamento,
porque, ¿cómo aquellos que verdaderamente han sido transformados por Cristo
volverán a la inmundicia de donde Dios los saco? El apóstol Pablo lo dice de
esta manera: “¿Qué,
pues, diremos? ¿Perseveraremos en el pecado para que la gracia abunde? En
ninguna manera. Porque los que hemos muerto al pecado, ¿cómo viviremos aún en
él?”, (Romanos 6:1-2). Es cierto que parte de nuestro gozo como
creyentes es el hecho de la seguridad que Cristo nos ofrece por la salvación
que nos ha otorgado; pero ¿cómo podríamos sabiendo esto volver al pecado si
ciertamente hemos muerto al mundo? Una persona que piense en pecar porque de
todos modos es salvo realmente no ha nacido de nuevo porque su naturaleza no ha
cambiado. Ahora bien, esto no significa que el cristiano es perfecto y o puede
pecar, pero la diferencia con el impío es que rápidamente su conciencia lo
acusa y no soporta estar mucho tiempo fuera de los caminos de Dios, Charles H.
Spurgeon lo dijo de esta manera: “Las ovejas pueden caer en el lodo; pero sólo los cerdos
se revuelcan en él”.
¿No existe el libre albedrío?
El libre albedrío es la capacidad
del hombre de escoger entre lo bueno y lo malo. En el Arminianismo se afirma
que el hombre posee una depravación parcial, y por tanto está dotado de una
cierta capacidad para elegir lo bueno y es a través de eso que Dios lo llama y
este decide responder a su llamamiento. Sin embargo, ya vimos que de acuerdo al
Calvinismo, el hombre se encuentra totalmente depravado y es incapaz de
responder buscar por sí mismo la salvación que Dios le otorga. Ahora bien, aquí
hay tres cosas que podemos recalcar. La primera es que Dios creo al ser humano con libre
albedrío, y aquí ambos grupos pueden estar de acuerdo, ya que a Adán se
le dio la oportunidad de elegir entre obedecer y desobedecer el mandato de Dios
de no comer del fruto del árbol de la ciencia del bien y el mal, y
lamentablemente el eligió mal, esto es libre albedrio: “Y mandó Jehová Dios al hombre, diciendo: De
todo árbol del huerto podrás comer; más del árbol de la ciencia del bien y del
mal no comerás; porque el día que de él comieres, ciertamente morirás”,
(Génesis 2:16-17). Lo segundo es que el hombre perdió su capacidad de elegir lo
bueno cuando desobedeció a Dios y así al entrar el pecado quedo esclavo de él,
sin la capacidad de salvarse o elegir lo bueno, eso es la depravación total.
Lo tercero es que cuando Dios le hace el llamamiento eficaz y lo atrae a Él a través de
su gracia irresistible, parte de la regeneración que el Espíritu produce en él
es la capacidad de elegir entre lo bueno y lo malo, de tal forma que el hombre
regenerado recupera su libre albedrio ya que Dios produce en su interior el
deseo por hacer lo bueno y apartarse de lo malo: “Porque Dios es el que en vosotros produce así
el querer como el hacer, por su buena voluntad”, (Filipenses 2:12),
y bajo este deseo el creyente lucha por limpiarse de toda inmundicia: “Haced morir, pues,
lo terrenal en vosotros: fornicación, impureza, pasiones desordenadas, malos
deseos y avaricia, que es idolatría; cosas por las cuales la ira de Dios viene
sobre los hijos de desobediencia, en las cuales vosotros también anduvisteis en
otro tiempo cuando vivíais en ellas. Pero ahora dejad también vosotros todas
estas cosas: ira, enojo, malicia, blasfemia, palabras deshonestas de vuestra
boca. No mintáis los unos a los otros, habiéndoos despojado del viejo hombre
con sus hechos, y revestido del nuevo, el cual conforme a la imagen del que lo
creó se va renovando hasta el conocimiento pleno”, (Colosenses
3:5-10). Por tanto, una persona que ha nacido de nuevo sabe que debe hacer
morir en él todo lo terrenal, no satisfacer los deseos de la carne y producir
el fruto del Espíritu: “Digo, pues: Andad en el Espíritu, y no satisfagáis los
deseos de la carne. Porque el deseo de la carne es contra el Espíritu, y el del
Espíritu es contra la carne; y éstos se oponen entre sí, para que no hagáis lo
que quisiereis. Pero si sois guiados por
el Espíritu, no estáis bajo la ley. Y manifiestas son las obras de la carne,
que son: adulterio, fornicación, inmundicia, lascivia, idolatría, hechicerías,
enemistades, pleitos, celos, iras, contiendas, disensiones, herejías, envidias,
homicidios, borracheras, orgías, y cosas semejantes a estas; acerca de las
cuales os amonesto, como ya os lo he dicho antes, que los que practican tales
cosas no heredarán el reino de Dios. Mas el fruto del Espíritu es amor, gozo,
paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre, templanza; contra tales
cosas no hay ley”, (Gálatas 5:16-23).
¿Existen versículos que enseñan que la salvación se pierde?
Algunos opinan que la salvación se
pierde ya que encuentran en la Biblia algunos versículos que parecen afirmarlo.
Quizás uno de los versículos más utilizados para favorecer esta posición es el
que se encuentra en la carta a los Hebreos: “Porque si pecáremos voluntariamente después de haber
recibido el conocimiento de la verdad, ya no queda más sacrificio por los
pecados, sino una horrenda expectación
de juicio, y de hervor de fuego que ha de devorar a los adversarios. El que
viola la ley de Moisés, por el testimonio de dos o de tres testigos muere
irremisiblemente. ¿Cuánto mayor castigo pensáis que merecerá el que pisoteare
al Hijo de Dios, y tuviere por inmunda la sangre del pacto en la cual fue
santificado, e hiciere afrenta al Espíritu de gracia?”, (Hebreos
10:26-29). Si leemos cuidadosamente podríamos decir que estos que afrentaron la
sangre de Cristo nunca fueron salvos porque nunca se convirtieron al evangelio,
ya que el texto dice: Porque si pecáremos voluntariamente después de haber recibido el conocimiento de la verdad,
es decir, estos decidieron pecar voluntariamente después que recibieron el
conocimiento del evangelio, o sea, escucharon el mensaje, lo entendieron con
sus mentes humanas, pero no lo creyeron en sus corazones, porque no habían sido
elegidos incondicionalmente. Puede ser que alguien recibió el mensaje del
evangelio y se emocionó por lo que decidió militar por un tiempo en sus
caminos, pero el mensaje nunca penetro en su corazón para convertirlo
genuinamente, y por ello tropezó: “Parte cayó en pedregales, donde no había mucha tierra; y
brotó pronto, porque no tenía profundidad de tierra… Y el que fue sembrado en
pedregales, éste es el que oye la palabra, y al momento la recibe con gozo;
pero no tiene raíz en sí, sino que es de corta duración, pues al venir la
aflicción o la persecución por causa de la palabra, luego tropieza”, (Mateo 13:5. 20-21). Los que tal hacen podemos
afirmar que nunca fueron elegidos incondicionalmente para salvación.
La doctrina de la perseverancia de los santos enseña que los cristianos no pueden pecar.
Como ya vimos la doctrina de la
perseverancia de los santos enseña que aquellos que han sido elegidos
incondicionalmente por Dios y sus pecados han sido expiado otorgándoseles una
salvación eterna, jamás caerán de la gracia a la cual han sido llamados, ahora,
¿esto significa que los creyentes jamás pecaran? La obra salvadora que Cristo
hace en nosotros nos limpia de nuestros pecados y nos da la vida eterna,
también nos capacita a buscar de su gracia, nos da la capacidad de elegir lo
bueno y despojarnos del viejo hombre; sin embargo, lo cristianos podemos fallar.
Si el creyente es irresponsable con su crecimiento espiritual este puede
volverse un cristiano carnal, tal y como le pasaba a la iglesia de Corinto: “De manera que yo,
hermanos, no pude hablaros como a espirituales, sino como a carnales, como a
niños en Cristo. Os di a beber leche, y no vianda; porque aún no erais capaces,
ni sois capaces todavía, porque aún sois carnales; pues habiendo entre vosotros
celos, contiendas y disensiones, ¿no sois carnales, y andáis como hombres?”,
(1 Corintios 3:1-3). Ahora bien, ¿será que por el hecho de ser carnales estos
creyentes de Corinto no eran salvos? En ninguna manera, sino eran hijos de Dios
y por ello al principio Pablo se dirige a ellos como santos: “Pablo, llamado a
ser apóstol de Jesucristo por la voluntad de Dios, y el hermano Sóstenes, a la
iglesia de Dios que está en Corinto, a los santificados en Cristo Jesús,
llamados a ser santos con todos los que en cualquier lugar invocan el nombre de
nuestro Señor Jesucristo, Señor de ellos y nuestro”, (1 Corintios 1:1-2).
A lo largo de esta carta el apóstol Pablo trata de una serie de problemas que
ocurrían en esta iglesia, problemas de divisiones, fornicación, abusos en la
cena del Señor, mal testimonio que dañaba la conciencia de los débiles y otras
cosas más; sin embargo, no solo por esto estos corintios no era salvos. Lo
cierto es que a veces los cristianos podemos desviarnos del camino pero solo
aquellos que realmente son salvos reconocerán su error y volverán arrepentidos
a Dios, así paso con estos corintios los cuales reconocieron su error y se
volvieron al Señor: “Porque aunque os contristé con la carta, no me pesa, aunque
entonces lo lamenté; porque veo que aquella carta, aunque por algún tiempo, os
contristó. Ahora me gozo, no porque
hayáis sido contristados, sino porque fuisteis contristados para
arrepentimiento; porque habéis sido contristados según Dios, para que ninguna
pérdida padecieseis por nuestra parte”, (2 Corintios 7:8-9). Así es
como Dios hace con sus hijos, aquellos que se desvían de sus caminos Él los
amonesta y disciplina para volverlos a su senda. La Biblia nos enseña la
importancia que tiene la disciplina en nuestra vida: “El que tiene en poco la disciplina menosprecia
su alma; mas el que escucha la corrección tiene entendimiento”,
(Proverbio 15:32), y por eso el Señor nos disciplina en aquellas cosas que
están mal con el fin de que corrijamos nuestra conducta: “y habéis ya olvidado la exhortación que como a
hijos se os dirige, diciendo: Hijo mío, no menosprecies la disciplina del
Señor, ni desmayes cuando eres reprendido por él; porque el Señor al que ama,
disciplina, y azota a todo el que recibe por hijo. Si soportáis la disciplina,
Dios os trata como a hijos; porque ¿qué hijo es aquel a quien el padre no
disciplina? Pero si se os deja sin disciplina, de la cual todos han sido
participantes, entonces sois bastardos, y no hijos. Por otra parte, tuvimos a
nuestros padres terrenales que nos disciplinaban, y los venerábamos. ¿Por qué
no obedeceremos mucho mejor al Padre de los espíritus, y viviremos? Y aquéllos,
ciertamente por pocos días nos disciplinaban como a ellos les parecía, pero
éste para lo que nos es provechoso, para que participemos de su santidad. Es
verdad que ninguna disciplina al presente parece ser causa de gozo, sino de
tristeza; pero después da fruto apacible de justicia a los que en ella han sido
ejercitados”, (Hebreos 12:5-10). Solamente aquellos que son elegidos
incondicionalmente son sus verdaderos hijos y a estos disciplina, pero aquellos
que afirman ser cristianos pero persisten en sus pecados sin ningún temor y
arrepentimiento, deben preguntarse si realmente son salvos, y si Dios no los
disciplina, deberían preguntarse si realmente son hijos legítimos de Él.
Calvinismos versus Arminianismo ¿Quién tiene la razón?
Calvinismos versus Arminianismo
¿Quién tiene la razón? Bueno, los calvinismo afirman que ellos y que su
doctrina no proviene de Juan Calvino sino de la misma palabra de Dios que es de
donde la extrajo. Sin embargo, los arminianos contradicen tal afirmación y
resaltan algunas cosas que están mal en esta doctrina. Para unos la salvación
se pierde y para otros no se puede perder porque es un don eterno. Unos hablan
de la elección incondicional y otros enseñan la elección condicional que dice
que Dios elige a los individuos para la salvación, basado en su
pre-conocimiento de quién será un creyente en Cristo para salvación. El Calvinismo
comprende la creencia de que la gracia de Dios es irresistible, mientras el Arminianismo
dice que una persona puede rechazar la gracia de Dios. El Calvinismo cree en la
perseverancia de los santos y que estos jamás se perderán, mientras que el
Arminianismo sostiene que la salvación está condicionada, es decir, la
salvación condicional es la opinión de que un creyente en Cristo puede, de su
libre albedrío, alejarse de Cristo y, por lo tanto, perder la salvación.
Entonces, ¿Quién tiene la razón?
Bueno, hay algo que si podemos
decir, y esto es que la teología es controversial en algunas de sus doctrinas y
a lo mejor la iglesia nunca se ponga de acuerdo y estas dos posiciones, la
calvinista y la arminiana, es quizás uno de los mejores ejemplos de ello. Dios
nos ha revelado su palabra en las Escrituras, esta ha sido inspirada por el
mismo Espíritu Santo, y este mismo ilumina la mente de los hombres para que la
comprendan, y en esta comprensión cada quien interpreta la Biblia. Ahora bien,
el problema está en ocasiones en la interpretación, ya que hay muchos pasajes
difíciles de interpretar, tal y como el apóstol Pedro lo dijo: “Tened entendido que
la paciencia de nuestro Señor es para salvación; como también nuestro amado
hermano Pablo, según la sabiduría que le ha sido dada, os ha escrito, casi en
todas sus epístolas, hablando en ellas de estas cosas; entre las cuales hay algunas difíciles de entender, las
cuales los indoctos e inconstantes tuercen, como también las otras Escrituras,
para su propia perdición”, (2 Pedro 3:15-16). Por ello el estudio de
la Biblia debe ser responsable y la hermenéutica trata de establecer una serie
de reglas bajo las cuales debemos interpretarla para no caer en el error. Lo
importante en la teología es nunca negar la divinidad de Cristo, su
encarnación, la salvación no por obras sino por fe, la doctrina de la trinidad,
la personalidad del Espíritu Santo, estas y otras más son doctrinas en las
cuales tanto arminianos como calvinistas pueden estar de acuerdos, y son
fundamentales para la salvación.
En conclusión, ¿Quién tiene la
razón? ¿Podemos decir que el Arminianismo es malo? ¿Recomendamos el Calvinismo?
Lo cierto es que ambas posiciones tienen cientos de años de estar en discusión
y nunca han llegado a un acuerdo, y nosotros no pensamos resolverlo. Cada quien
pídale a Dios el entendimiento para comprender su palabra y que esta nos ayude
a vivir santa y piadosamente en esta tierra, en temor y temblor delante de su
presencia, entendiendo que es gracias a la fe en Cristo que somos salvos y
vivamos a la altura del llamamiento eterno que nos ha hecho.
excelente me gusta las explicaciones historicas pues me gustaria la funcion de enseñador o profesor
ResponderBorrarGracias,
ResponderBorrarYo lo tengo muy claro el hombre es culpable de su pecado
En Dios no hay ninguna tiniebla,
El hombre es culpable de su propia condenacion,
Dios no quiere la muerte del que muere si no q todos procedan al arrepentimiento.
El hombre es culpable por rechazar a jesucristo.
De tal manera amo Dios al mundo que envio a su hijo, para q todo aquel q en el crea tenga vida eterna, amen
Saludos
Está interesante el articulo, al final dan un dote de neutralidad pero lo cierto es que el articulo tiene muchos sesgos doctrinales en las refutaciones, podrían haber puesto las refutaciones a los 5 puntos del calvinismo y aquí no los pusieron.
ResponderBorrarpor ejemplo en en donde preguntan ¿la salvación se pierde? explican el texto de hebreos 10, pero en la doctrina calvinista aseguran que cuando alguien tiene el Espíritu santo ya no se pierde, pero que dice ¿hebreos 6?
Porque es imposible que los que una vez fueron iluminados y gustaron del don celestial, y fueron hechos partícipes del Espíritu Santo, 5 y asimismo gustaron de la buena palabra de Dios y los poderes del siglo venidero, 6 y recayeron, sean otra vez renovados para arrepentimiento, crucificando de nuevo para sí mismos al Hijo de Dios y exponiéndole a vituperio.
podrían ponerse muchos versículos pero este es solo un comentario
en la predestinación por ejemplo, hay que tomar en consideración que la PRE-DESTINACION, no puede existir sin antes existir dos cosas:
1: conocimiento de lo que sucederá
2: tiempo
y claramente DIOS es omnisciente (todo lo sabe) y esta por sobre el Tiempo.
Por lo cual Dios hace un plan de salvación porque sabe (lo que sucederá) antes de la fundación del tiempo, la predestinación es por el conocimiento que tiene Dios.
¿el ser humano no tiene capacidad libre para decidir?
que hizo Jesucristo sino fue venir a restaurar lo que rompió Adan.
muy buen blog felicito a los creadores tienen muchísimos artículos interesantes.