“Subiendo Jesús a Jerusalén, tomó a sus doce
discípulos aparte en el camino, y les dijo: He aquí subimos a Jerusalén, y el
Hijo del Hombre será entregado a los principales sacerdotes y a los escribas, y
le condenarán a muerte; y le entregarán a los gentiles para que le escarnezcan,
le azoten, y le crucifiquen; más al tercer día resucitará”.
Mateo 20:17-19
INTRODUCCIÓN
Cada vez más nos acercamos a los últimos
eventos en la vida de Jesús. A lo largo de su evangelio Mateo nos ha presentado
todos los datos acerca del cumplimiento de las profecías tocantes al Mesías.
Vimos cómo desde su nacimiento muchas profecías se cumplieron, luego nos mostró
su maravilloso ministerio y cómo a lo largo de este se dedicaba a predicar de
aldea en aldea, en enseñar en las sinagogas y sanar a los enfermos. Ahora,
después de todo eso Jesús ha ganado muchos enemigos y desean quitarle la vida,
sin embargo, todo esto es necesario para se cumplan las profecías de los
padecimientos del Mesías y su misma muerte la cual no será su fin, sino el
sello de su victoria ya que al tercer día resucitará. Jesús estaba consiente
que aquella razón por la cual había venido a esta tierra estaba cerca y se los
vuelve a anunciar a sus 12 apóstoles.
El Tercer Anuncio de su Muerte |
LA TERCERA Y ÚLTIMA VEZ QUE JESÚS ANUNCIA SU MUERTE
“Subiendo
Jesús a Jerusalén, tomó a sus doce discípulos aparte en el camino, y les dijo…”
Mateo
20:17
Esta es la tercera y última vez que Jesús
anuncia sus padecimientos: Subiendo Jesús a Jerusalén, tomó a sus doce
discípulos aparte en el camino, y les dijo. La primera vez que Jesús anuncio su muerte fue
cuando estaba en Cesarea de Filipo, después de la confesión de Pedro que Jesús
era el Cristo, el Hijo del Dios viviente (Mateo 16:13-20). En esta ocasión
dijo: “Desde entonces comenzó Jesús a declarar a sus
discípulos que le era necesario ir a Jerusalén y padecer mucho de los ancianos,
de los principales sacerdotes y de los escribas; y ser muerto, y resucitar al
tercer día”, (Mateo 16:21).
Sin embargo, parece que sus doce apóstoles no estuvieron tan de acuerdo con
este anuncio a tal punto que Pedro reconvino a nuestro Señor para que tal cosa
no le pasara; pero nuestro Señor lo reprendió. Luego, después de su
transfiguración y de haber liberado de un demonio a un muchacho, estando en
Galilea, vuelve a anunciar por segunda vez su muerte y resurrección: “Estando
ellos en Galilea, Jesús les dijo: El Hijo del Hombre será entregado en manos de
hombres, y le matarán; más al tercer día resucitará…”, (Mateo 17:22-23). En esta ocasión la
noticia entristeció mucho a los doce: “Y ellos se entristecieron en gran manera”, (Mateo 17:23). Luego aquí tenemos la
tercera y última vez que Jesús anuncia su muerte, y Marcos nos dice que iba
delante de sus discípulos los cuales se sentían temerosos de lo que pudiese
pasar: “Iban por el camino subiendo a Jerusalén; y Jesús iba
delante, y ellos se asombraron, y le seguían con miedo”, (Marcos 10:32).
RUMBO AL CUMPLIMIENTO DE SU MISIÓN
“… y les
dijo: He aquí subimos a Jerusalén, y el Hijo del Hombre será entregado a los
principales sacerdotes y a los escribas, y le condenarán a muerte; y le
entregarán a los gentiles para que le escarnezcan, le azoten, y le crucifiquen;
más al tercer día resucitará”.
Mateo
20:17-19
Si comparamos la información que Jesús
proveía respecto a sus sufrimientos en Jerusalén nos daremos cuenta que fue
progresiva. La primera vez dijo: que le era necesario ir a Jerusalén y padecer mucho de los ancianos, de los principales
sacerdotes y de los escribas; y ser muerto, y resucitar al tercer día, aquí vemos que iba a padecer mucho de
parte de los líderes religiosos, y que sería muerto pero al tercer día
resucitaría. Luego, la segunda vez fue dio menos detalles, solo agrego que
sería entregado en manos de hombres que lo iban a matar: El Hijo
del Hombre será entregado en manos de
hombres, y le matarán; más al tercer día resucitará, y ahora nos da mayores detalles diciendo
que será entregado a los gentiles los cuales se burlarían, azotarían y matarían
por medio de la crucifixión: será entregado a los principales sacerdotes
y a los escribas, y le condenarán a muerte; y le entregarán a los gentiles para que le escarnezcan, le azoten, y le
crucifiquen; más al tercer día resucitará. Aquí ya se nos da mayores detalles del tipo de
padecimientos que le esperaban en Jerusalén, a lo mejor nuestro Señor fue revelándoles
a sus discípulos progresivamente su muerte porque no quería alarmarlos y quería
prepararlos psicológicamente para recibir esta última predicción de su muerte,
aun así escuchar que iba a ser crucificado causaba gran temor. En Marcos se nos
dice que los discípulos estaban temerosos de lo que le iba a acontecer en
Jerusalén, y aunque omite el detalle de la cruxificion, si detalla sus
padecimientos: “Iban por el camino subiendo a Jerusalén; y Jesús iba
delante, y ellos se asombraron, y le seguían con miedo. Entonces volviendo a
tomar a los doce aparte, les comenzó a decir las cosas que le habían de
acontecer: He aquí subimos a Jerusalén, y el Hijo del Hombre será entregado a
los principales sacerdotes y a los escribas, y le condenarán a muerte, y le entregarán a los gentiles; y le
escarnecerán, le azotarán, y escupirán en él, y le matarán; más al tercer
día resucitará”, (Marcos
10:32-34). Esta noticia llenaba de miedo sus discípulos, especialmente porque
les decía que sería entregado a los gentiles, es decir, a los romanos lo cuales
eran muy conocidos por su crueldad, aparte de esto, el látigo romano era un
instrumento de tortura que prácticamente destruía el cuerpo humano,
generalmente terminaba en tres puntas donde colgaban hueso o metales que
laceraban el cuerpo humano y en ocasiones fracturaban las costillas. También
les dice que sería escarnecido y escupido, es decir, humillado totalmente, y en
Mateo se nos aclara que su muerte sería por crucifixión, quizás la más
terrible, dolorosa y despiadada muerte que existía en sus tiempos. Ahora bien,
en Lucas se nos agrega el detalle que cuando les contaba estas cosas a sus discípulos,
Él les decía que todo esto tenía que acontecer así para el cumplimiento de las
profecías, lamentablemente sus discípulos no lo comprendían: “Tomando
Jesús a los doce, les dijo: He aquí subimos a Jerusalén, y se cumplirán todas
las cosas escritas por los profetas acerca del Hijo del Hombre. Pues será
entregado a los gentiles, y será escarnecido, y afrentado, y escupido. Y
después que le hayan azotado, le matarán; más al tercer día resucitará. Pero
ellos nada comprendieron de estas cosas, y esta palabra les era encubierta, y
no entendían lo que se les decía”,
(Lucas 18:31-34).
En esta ocasión Jesús estaba cerca de
Jerusalén e iba rumbo a ella con un propósito muy definido, el morir pero
resucitar al tercer día, lo cual era parte de las profecías que hablaban acerca
de Él. Esta era la razón por la cual había venido a este mundo, no vino a
disfrutar de lo que este mundo le podría ofrecer, ni demando para sí grandes
cosas, simplemente nació de la forma más humilde en un pesebre y creció en el
total anonimato, en la aldea de Nazaret, una de las más insignificantes de su
tiempo, y a sus treinta años inicio su ministerio que se enfocó en traer el
alivio a las almas necesitadas, mostro a través de su persona el camino al
cielo y siempre hizo la voluntad de su Padre. Ahora después de aproximadamente
3 años y medio sus días estaban a punto de terminar, ya que no culmino sus días
coronándose como Rey, sino que permitió que sus enemigos hiciesen escarnio de
Él y lo condujeran a la muerte. Pero al final, para esto había venido a este
mundo, para padecer por nuestros pecados: “¿Quién ha creído a nuestro anuncio? ¿Y
sobre quién se ha manifestado el brazo de Jehová? Subirá cual renuevo delante
de él, y como raíz de tierra seca; no hay parecer en él, ni hermosura; le
veremos, más sin atractivo para que le deseemos. Despreciado y desechado entre
los hombres, varón de dolores, experimentado en quebranto; y como que
escondimos de él el rostro, fue menospreciado, y no lo estimamos. Ciertamente
llevó él nuestras enfermedades, y sufrió nuestros dolores; y nosotros le
tuvimos por azotado, por herido de Dios y abatido. Mas él herido fue por
nuestras rebeliones, molido por nuestros pecados; el castigo de nuestra paz fue
sobre él, y por su llaga fuimos nosotros curados. Todos nosotros nos
descarriamos como ovejas, cada cual se apartó por su camino; más Jehová cargó
en él el pecado de todos nosotros. Angustiado él, y afligido, no abrió su boca;
como cordero fue llevado al matadero; y como oveja delante de sus
trasquiladores, enmudeció, y no abrió su boca. Por cárcel y por juicio fue
quitado; y su generación, ¿quién la contará? Porque fue cortado de la tierra de
los vivientes, y por la rebelión de mi
pueblo fue herido. Y se dispuso con los impíos su sepultura, más con los ricos
fue en su muerte; aunque nunca hizo maldad, ni hubo engaño en su boca. Con todo
eso, Jehová quiso quebrantarlo, sujetándole a padecimiento. Cuando haya puesto
su vida en expiación por el pecado, verá linaje, vivirá por largos días, y la
voluntad de Jehová será en su mano prosperada”, (Isaías 53:1-10). Sus discípulos no comprendían
porque tenía que morir, esperaban que Él estableciera su reino, pero en lugar
de esto iba rumbo a la muerte, no obstante, ellos llegarían a entender que para
eso vino a la tierra, para morir por nuestros pecados, pero al tercer día
resucitaría venciendo así a todos sus enemigos para darnos vida eterna.
Jesús
enfrento con valentía y determinación este momento, de hecho, en Lucas nos
habla de como afirmo su rostro, es decir, se llenó de coraje para enfrentar su
destino: “Cuando se cumplió el tiempo en que él había de ser
recibido arriba, afirmó su rostro para ir a Jerusalén”, (Lucas 9:51). En la vida hay momentos
donde tenemos que enfrentar los retos que se nos presentan con todo el valor y
la determinación posible, y aun mas para vivir la vida cristiana. Ser cristiano
no es fácil, especialmente hoy que se vive un evangelio cómodo, donde solo se
espera que Cristo nos salve por medio de la fe, pero no existe la renuncia a la
carne y muchos se niegan a tomar su cruz, aun hay creyentes que reúsan
abandonar algunas cosas que no les permite crecer espiritualmente, no quieren
pagar el precio de la cruz. Pero lo cierto es que la vida cristiana requiere
valentía, Dios se lo dijo a Josué: “Nadie te podrá hacer frente en todos los
días de tu vida; como estuve con Moisés, estaré contigo; no te dejaré, ni te
desampararé. Esfuérzate y sé valiente; porque tú repartirás a este pueblo por
heredad la tierra de la cual juré a sus padres que la daría a ellos”, (Josué 1:5-6). Dios había prometido
estar con Josué, así como había estado con Moisés, respaldarlo en su misión de
conquistar y repartir entre las tribus de Israel la tierra de Canaán, sin
embargo, solo le pidió una cosa, coraje y determinación. El coraje es valentía
para no dejarse intimidar de los retos y la determinación implica constancia y
perseverancia para terminar la misión que se le ha delegado. De igual manera, la
Biblia nos dice que los cristianos no tenemos espíritu de cobardía: “Porque
no nos ha dado Dios espíritu de cobardía, sino de poder, de amor y de dominio
propio”, (2 Timoteo 1:7). Dios nos ha otorgado
una nueva naturaleza totalmente redimida del pecado, un hombre espiritual y con
grandes virtudes, tales como el amor, el poder y el dominio propio; pero
debemos luchar por vivir a la altura de ellas y no dejarnos seducir por el
pecado ni intimidarnos por las pruebas o retos que se nos presentan. Muchos hoy
en día huyen del evangelio porque no fueron capaces de resistir una tentación o
porque tuvieron miedo de las demandas de una vida santa y consagrada a Dios;
pero nosotros afirmemos nuestro rostro para concluir con valentía la carrera
que tenemos por delante.
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