Sin Jesús no hay vida eterna (1 Juan 2:22-25)


 

“¿Quién es el mentiroso, sino el que niega que Jesús es el Cristo? Este es anticristo, el que niega al Padre y al Hijo. Todo aquel que niega al Hijo, tampoco tiene al Padre. El que confiesa al Hijo, tiene también al Padre. Lo que habéis oído desde el principio, permanezca en vosotros. Si lo que habéis oído desde el principio permanece en vosotros, también vosotros permaneceréis en el Hijo y en el Padre. Y esta es la promesa que él nos hizo, la vida eterna”.

1 Juan 2:22-25 

INTRODUCCIÓN

                En esta sección de versículos de su primera carta el apóstol Juan nos aclara la importancia vital que tiene el creer en Jesús, no solo como un personaje histórico o gran profeta o fundador de alguna gran religión, sino como Hijo de Dios. La verdad es que la vida eterna se encuentra en creer que Jesús es el Dios Hijo, la segunda persona de la trinidad divina que puede perdonar nuestros pecados y darnos la vida eterna, sin embargo, en este tiempo, como en el nuestro existían sectas que enseñaban lo contrario.


creer-en-Jesús
Sin Jesús no hay vida eterna

UNA MENTIRA MUY ANTIGUA

“¿Quién es el mentiroso, sino el que niega que Jesús es el Cristo? Este es anticristo, el que niega al Padre y al Hijo. Todo aquel que niega al Hijo, tampoco tiene al Padre. El que confiesa al Hijo, tiene también al Padre”.

1 Juan 2:22-23

                He aquí el apóstol Juan desenmascara una mentira que se propagaba en sus tiempos: “¿Quién es el mentiroso, sino el que niega que Jesús es el Cristo?. Entre los finales del siglo I y principios del siglo II surgió un judío llamado Cerinto, quien negaba que Dios hubiese creado el universo, más bien creía que existían muchos genios o espíritus que eran los responsables de crear el mundo y decía que el Dios del Antiguo Testamento era uno de ellos. En medio de sus herejías afirmaba que Jesús no era el Cristo, que Jesús, hijo de José y María, había recibido el espíritu de Cristo el día que se bautizó, por lo que todos los milagros que realizó fueron porque el poder del Cristo estaba con Él. Luego decía que este Cristo se había ido de regreso al Padre el día que Jesús fue crucificado. Esta secta se conoció como los cerintianos y es por esta que Juan los señalaba como unos mentirosos. Hoy en día existen sectas que niega que Jesús es el Cristo, es decir, el Mesías, el Ungido de Dios por medio del cual se hereda la vida eterna, negando también su divinidad. Los Unitarios creen que Dios el Padre no es el mismo Dios y por tanto niegan la divinidad de Jesús, otros como los testigos de Jehová, solo creen que el Padre es Dios y ven a Jesús como el primer ser creado, un gran profeta, pero menos como Dios. En este sentido, Juan llama a estas personas mentirosas y la verdad es que es una gran mentira que conduce al infierno, estos son personas que están en contra de Cristo y que quieren ponerse en lugar de Cristo al ofrecer sus doctrinas heréticas como una forma de acercarse a Dios, por ello son llamados anticristos: Este es anticristo, el que niega al Padre y al Hijo. Si se niega al Hijo se niega al Padre y viceversa, no se puede creer solo en un solo miembro de la trinidad divina e ir al cielo y Jesús así lo enseño: “Jesús clamó y dijo: El que cree en mí, no cree en mí, sino en el que me envió; y el que me ve, ve al que me envió”, (Juan 12:44-45). Jesús fue claro al decir que el único camino al Padre es por medio de Él: “Jesús le dijo: Yo soy el camino, y la verdad, y la vida; nadie viene al Padre, sino por mí”, (Juan 14:6). Por ello, Juan dice en esta carta: Todo aquel que niega al Hijo, tampoco tiene al Padre. El que confiesa al Hijo, tiene también al Padre. Se cuanta una historia de un hombre millonario cuyo único hijo fue a la guerra, pero nunca volvió, en honor a él, el padre mando a hacer un cuadro con una gran pintura de su rostro. Con el tiempo el padre murió y dejo muchas posesiones y en su testamento había mandado que se subastaran sus posesiones, aquel día mucha gente llego deseando comprar durante la subasta muchas propiedades y bienes que aquel millonario había dejado. Aquel día se leyó el testamento del hombre millonario el cual establecía que antes de subastar cualquier bien, se tenia que comprar primero la pintura del retrato de su hijo, sin embargo, a la gente allí presente no le intereso y nadie ofreció precio por ella. Al pasar el tiempo, un viejo jardinero que había conocido al dueño y su hijo decidió comprar la pintura por el aprecio y recuerdo que tenia de ellos y así ocurrió, la compro ofreciendo lo más que su salario le permitía. Cuando esto paso la gente se alegro que la subasta iba a comenzar, pero la sorpresa fue que a continuación el abogado leyó el testamento una vez más donde establecía que aquel que comprara la pintura de su hijo, heredaría toda su fortuna y así aquel viejo jardinero se volvió millonario. La moraleja de esta historia es, el que tiene al Hijo tiene al Padre y hereda la vida eterna.

 

EL QUE PERMANECE EN EL HIJO TIENE LA VIDA ETERNA

“Lo que habéis oído desde el principio, permanezca en vosotros. Si lo que habéis oído desde el principio permanece en vosotros, también vosotros permaneceréis en el Hijo y en el Padre. Y esta es la promesa que él nos hizo, la vida eterna”.

1 Juan 2:24-25

                Por tanto, una vez más el apóstol nos exhorta a permanecer en el mensaje que hemos conocido desde el principio y al cual hemos creído: Lo que habéis oído desde el principio, permanezca en vosotros. Este mensaje es el mensaje original que fue anunciado por lo profetas y que Jesús y sus apóstoles enseñaron: “Además os declaro, hermanos, el evangelio que os he predicado, el cual también recibisteis, en el cual también perseveráis; por el cual, asimismo, si retenéis la palabra que os he predicado, sois salvos, si no creísteis en vano. Porque primeramente os he enseñado lo que asimismo recibí: Que Cristo murió por nuestros pecados, conforme a las Escrituras; y que fue sepultado, y que resucitó al tercer día, conforme a las Escrituras”, (1 Corintios 15:1-4). Cualquiera que no persevera en este mensaje se extravía y pierde la vida eterna, por ello, Juan alienta en su segunda carta a la iglesia a ni siquiera recibir en su casa a las personas que traigan falsas doctrinas: “Cualquiera que se extravía, y no persevera en la doctrina de Cristo, no tiene a Dios; el que persevera en la doctrina de Cristo, ése sí tiene al Padre y al Hijo. Si alguno viene a vosotros, y no trae esta doctrina, no lo recibáis en casa, ni le digáis: ¡Bienvenido! Porque el que le dice: ¡Bienvenido! participa en sus malas obras”, (2 Juan 9-11). Así que todo aquel que persevera en la sana doctrina permanece en el Hijo y en el Padre: Si lo que habéis oído desde el principio permanece en vosotros, también vosotros permaneceréis en el Hijo y en el Padre. Esta perseverancia en la sana doctrina le asegura al cristiano que ha creído a la verdad, porque solo necesita creer en Jesús como Señor y Salvador para heredar la vida eterna la cual es una promesa que Él nos ha hecho: Y esta es la promesa que él nos hizo, la vida eterna. A lo mejor aquí Juan recordó las palabras de su Maestro que trae a nuestro corazón la seguridad de nuestra salvación, porque hemos creído en Él: “De cierto, de cierto os digo: El que oye mi palabra, y cree al que me envió, tiene vida eterna; y no vendrá a condenación, más ha pasado de muerte a vida”, (Juan 5:25).

 

No hay comentarios.:

Publicar un comentario