La unción que recibimos de Dios (1 Juan 2:26-29)



“Os he escrito esto sobre los que os engañan. Pero la unción que vosotros recibisteis de él permanece en vosotros, y no tenéis necesidad de que nadie os enseñe; así como la unción misma os enseña todas las cosas, y es verdadera, y no es mentira, según ella os ha enseñado, permaneced en él. Y ahora, hijitos, permaneced en él, para que cuando se manifieste, tengamos confianza, para que en su venida no nos alejemos de él avergonzados. Si sabéis que él es justo, sabed también que todo el que hace justicia es nacido de él”.

1 Juan 2:26-29

 

INTRODUCCIÓN

                El apóstol Juan termina este segundo capítulo recordándoles a sus lectores que poseen la unción que recibieron la cual les ayudará a que nadie los engañe, pero: ¿a que se refiere esta unción que afirma que los cristianos hemos recibido? A parte de esto, Juan los anima a permanecer en Cristo viviendo como verdaderos hijos de la luz para que cuando nuestro Señor se manifieste no huyamos de Él avergonzados. Veamos entonces cómo podemos comprender estas ultimas instrucciones en este capítulo dos.


Unción
La unción que recibimos de Dios


LA NECESIDAD DE ESCRIBIRLES ESTA CARTA

“Os he escrito esto sobre los que os engañan”.

1 Juan 2:26

              Es interesante considerar las razones por las cuales los autores del Nuevo Testamento escribieron sus cartas. Si bien es cierto que en ocasiones escribían cartas personales para animarlos o darles instrucciones especificas en cuanto a la vida cristiana u obra ministerial como lo hizo Pablo al escribir Tito, Filemón o Timoteo. También vemos cartas doctrinales como Romanos o cartas dirigidas a resolver problemas específicos que la iglesia atravesaba como las cartas a los corintios o cartas que animaban a los creyentes a seguir adelante en medio de sus pruebas, como 1 Pedro y Santiago. Sin embargo, tenemos algunas cartas que se escribieron para combatir herrerías y falsas doctrinas que buscaban la forma de entrar en la iglesia, así tenemos cartas como Gálatas donde Pablo contiende en contra de la doctrina de los judaizantes, 2 Pedro y Judas advierten del peligro de los falsos maestros, o Pablo habla de los tiempos peligrosos de los postreros días debido a la proliferación de la apostasía y falsos maestros en 2 Timoteo, Juan hace lo mismo al momento de escribirle a las iglesias juaninas: Os he escrito esto sobre los que os engañan. De hecho, podemos decir que Juan escribió su evangelio y sus 3 cartas por esta causa, advertir de los falsos maestros y contradecir doctrinas erradas en cuanto a la deidad y personalidad de nuestro Señor Jesucristo. Hoy en día, nosotros tenemos la sana doctrina escrita en los 66 libros de la Biblia la cual debemos ser diligentes en estudiar y atesorar en nuestros corazones para vivir de acuerdo es estos preceptos divinos y enseñarlos a otros.

 

VOSOTROS TENÉIS LA UNCIÓN

“Pero la unción que vosotros recibisteis de él permanece en vosotros, y no tenéis necesidad de que nadie os enseñe; así como la unción misma os enseña todas las cosas, y es verdadera, y no es mentira, según ella os ha enseñado, permaneced en él”.

1 Juan 2:27

                En este versículo el apóstol les dice a sus lectores que como cristianos tenemos una ventaja que nos ayuda a descubrir la verdad y desenmascarar las falsas enseñanzas y esta es la unción que hemos recibido de Él: Pero la unción que vosotros recibisteis de él permanece en vosotros, y no tenéis necesidad de que nadie os enseñe; así como la unción misma os enseña todas las cosas, y es verdadera, y no es mentira, según ella os ha enseñado, permaneced en él ¿A qué se refiere la unción que hemos recibido de Cristo? La palabra unción se traduce del griego crisma (χρίσμα), la cual literalmente significa ungüento ya que en el Antiguo Testamento se solían ungir algunos hombres a través de derramar sobre su cabeza o cuerpo completo una sustancia liquida preparada con aceite y especies aromáticas. En el antiguo Oriente se solía ungir con fines personales: “Pero tú, cuando ayunes, unge tu cabeza y lava tu rostro”, (Mateo 6:17). Con finalidades medicas: “¿Está alguno enfermo entre vosotros? Llame a los ancianos de la iglesia, y oren por él, ungiéndole con aceite en el nombre del Señor”, (Santiago 5:14). O se ungía con fines espirituales. Así vemos que los sacerdotes eran ungidos para desempeñar su santa labor: “Luego tomarás el aceite de la unción, y lo derramarás sobre su cabeza, y le ungirás”, (Éxodo 29:7). También los reyes eran ungidos con aceite, así Samuel ungió a Saul: “Tomando entonces Samuel una redoma de aceite, la derramó sobre su cabeza, y lo besó, y le dijo: ¿No te ha ungido Jehová por príncipe sobre su pueblo Israel?”, (1 Samuel 10:1) y más tarde lo hizo con David: “Envió, pues, por él, y le hizo entrar; y era rubio, hermoso de ojos, y de buen parecer. Entonces Jehová dijo: Levántate y úngelo, porque éste es”, (1 Samuel 16:12). También, Elías ungió no solo a reyes sino a Eliseo como profeta de Dios: “Y le dijo Jehová: Vé, vuélvete por tu camino, por el desierto de Damasco; y llegarás, y ungirás a Hazael por rey de Siria. A Jehú hijo de Nimsi ungirás por rey sobre Israel; y a Eliseo hijo de Safat, de Abel-mehola, ungirás para que sea profeta en tu lugar”, (1 Reyes 19:15-16). Nuestro Señor Jesús era el Ungido de Dios, ya que el Espíritu Santo estaba sobre Él para hacer la voluntad de su Padre: “El Espíritu de Jehová el Señor está sobre mí, porque me ungió Jehová; me ha enviado a predicar buenas nuevas a los abatidos, a vendar a los quebrantados de corazón, a publicar libertad a los cautivos, y a los presos apertura de la cárcel; a proclamar el año de la buena voluntad de Jehová, y el día de venganza del Dios nuestro; a consolar a todos los enlutados”, (Isaías 61:1-2). Por tanto, vemos aquí la practica de ungir a las personas o incluso objetos, tal y como lo hicieron con los utensilios del tabernáculo (Éxodo 30.26-29), para consagrarlos en el servicio especial que tenia que ofrecerle a Dios.

Ahora bien, en el Antiguo Testamento, se solían ungir solo personas específicas, para oficios específicos, tal y como lo eran los sacerdotes, reyes o profetas; pero ahora, en el Nuevo Testamento, en estos días, todos los creyentes son ungidos por Dios. Por tanto, podemos decir que la unción del Señor, de la cual Juan habla, es la gracia divina en la cual hemos sido bautizados o sumergidos (no el bautismo en agua) y que nos permite tener el sello y morada del Espíritu Santo el cual nos guía a toda verdad: “Mas el Consolador, el Espíritu Santo, a quien el Padre enviará en mi nombre, él os enseñará todas las cosas, y os recordará todo lo que yo os he dicho”, (Juan 14:26). Como hijos de Dios, tenemos esta unción que proviene de Dios y esta es la garantía que estamos en la verdad, porque el Espíritu de Dios nos da testimonio a nuestros corazones que estamos en la verdad y que somos herederos de la vida eterna: “El Espíritu mismo da testimonio a nuestro espíritu, de que somos hijos de Dios. Y si hijos, también herederos; herederos de Dios y coherederos con Cristo, si es que padecemos juntamente con él, para que juntamente con él seamos glorificados”, (Romanos 8:16-17).

 

DEBEMOS PERMANECER FIELES A ÉL ESPERANDO SU REGRESO

“Y ahora, hijitos, permaneced en él, para que cuando se manifieste, tengamos confianza, para que en su venida no nos alejemos de él avergonzados. Si sabéis que él es justo, sabed también que todo el que hace justicia es nacido de él”.

1 Juan 2:28-29

                  Finalmente, Juan nos exhorta a permanecer fieles a Él hasta el día en que se manifieste: Y ahora, hijitos, permaneced en él, para que cuando se manifieste, tengamos confianza, para que en su venida no nos alejemos de él avergonzados. Debemos cuidar nuestro caminar cristiano y como vemos Juan nos exhorta mucho a esto ya que como hijos de luz debemos vivir en la Luz verdadera, reprendiendo las obras de las tinieblas, porque un día nuestro Señor regresara y si andamos mal, Juan dice que podríamos huir avergonzados de Él. Nosotros los cristianos esperamos el rapto de la iglesia y por ello debemos llevar una vida cristiana que produzca mucho fruto, fruto que agrade a nuestro Señor, para que cuando la final trompeta suene, no nos quedemos al periodo de juicios que le esperan a este mundo malvado. Por eso es importante que aquel que ha nacido de nuevo, vida en justicia, de acuerdo a su palabra y en santidad para su Señor: Si sabéis que él es justo, sabed también que todo el que hace justicia es nacido de él. Dios es justo, y espera que nosotros sus hijos seamos justos, o como lo dice Pedro citando el Antiguo Testamento: “Porque escrito está: Sed santos, porque yo soy santo”, (1 Pedro 1:16).

 

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