Una labor que continuaría (Hechos 1:1-5)


 

“En el primer tratado, oh Teófilo, hablé acerca de todas las cosas que Jesús comenzó a hacer y a enseñar, hasta el día en que fue recibido arriba, después de haber dado mandamientos por el Espíritu Santo a los apóstoles que había escogido; a quienes también, después de haber padecido, se presentó vivo con muchas pruebas indubitables, apareciéndoseles durante cuarenta días y hablándoles acerca del reino de Dios. Y estando juntos, les mandó que no se fueran de Jerusalén, sino que esperasen la promesa del Padre, la cual, les dijo, oísteis de mí. Porque Juan ciertamente bautizó con agua, más vosotros seréis bautizados con el Espíritu Santo dentro de no muchos días”.

Hechos 1:1-5

INTRODUCCIÓN

               Con estos cinco versículos, Lucas se introduce a su segunda obra literaria inspirada por el Espíritu Santo que hoy conocemos como Hechos de los apóstoles. El libro de Hechos es visto como una continuación de los evangelios que narran la vida y obra de nuestro Señor Jesucristo y un preludio antes de las epístolas, de tal forma que en nuestras biblias esta muy bien ubicado. Hechos nos presentara parte de la historia de la iglesia del primer siglo y de cómo ésta a través del poder del Espíritu Santo continuaron con la obra que nuestro Señor inicio en esta tierra.

 

una-labor-que-continuaría
Una labor que continuaría

PRUEBAS HISTÓRICAS QUE NADIE PUEDE NEGAR

“En el primer tratado, oh Teófilo, hablé acerca de todas las cosas que Jesús comenzó a hacer y a enseñar, hasta el día en que fue recibido arriba, después de haber dado mandamientos por el Espíritu Santo a los apóstoles que había escogido; a quienes también, después de haber padecido, se presentó vivo con muchas pruebas indubitables, apareciéndoseles durante cuarenta días…”

Hechos 1:1-3

                Una vez más Lucas escribe a Teófilo, posiblemente un funcionario romano, la segunda parte de su obra, dejando claro que el Evangelio según Lucas fue la primera que le dirigió y en ella se propuso presentarle todo lo referente al nacimiento, vida, obra, muerte, resurrección y ascensión de Cristo: En el primer tratado, oh Teófilo, hablé acerca de todas las cosas que Jesús comenzó a hacer y a enseñar, hasta el día en que fue recibido arriba. En su evangelio, Lucas es el único que nos relata la ascensión de Cristo a los cielos: “Y los sacó fuera hasta Betania, y alzando sus manos, los bendijo. Y aconteció que, bendiciéndolos, se separó de ellos, y fue llevado arriba al cielo. Ellos, después de haberle adorado, volvieron a Jerusalén con gran gozo; y estaban siempre en el templo, alabando y bendiciendo a Dios. Amén”, (Lucas 24:50-53). Con estas palabras finaliza el evangelio según Lucas, pero esta historia relatada aquí no termina, sino la evangelista continua la segunda parte a través de su libro de Hechos. Sin Hechos a lo mejor la historia estuviera inconclusa porque cualquiera que leyera los evangelios se preguntaría ¿qué fue de los discípulos después de la resurrección de Cristo y su ascensión a los cielos? ¿Sería que después que Jesús ascendió a los cielos los discípulos quedaron solos y al morir estos todo terminó? Bueno, estas y otras preguntas tienen su respuesta en el libro de los Hechos. Ahora bien, Lucas deja claro que todo lo que ha relatado en su evangelio es un relato histórico real comprobable a través de testigos y hechos indubitables que nadie puede negar: después de haber dado mandamientos por el Espíritu Santo a los apóstoles que había escogido; a quienes también, después de haber padecido, se presentó vivo con muchas pruebas indubitables, apareciéndoseles durante cuarenta días. La resurrección de Cristo es un hecho histórico, no se trata de una fábula o cuento judío que no se puede comprobar y las pruebas de su resurrección fueron tan contundentes que se fundamentan en el testimonio de testigos que lo vieron y palparon después de su resurrección, y como Lucas dice aquí en Hechos, se les apareció a sus discípulos durante 40 días. A parte de este testimonio, en 1 Corintios también Pablo nos habla acerca de los testigos que comprobaron la resurrección de Cristo al presenciarlo con sus propios ojos: “Porque primeramente os he enseñado lo que asimismo recibí: Que Cristo murió por nuestros pecados, conforme a las Escrituras; y que fue sepultado, y que resucitó al tercer día, conforme a las Escrituras; y que apareció a Cefas, y después a los doce. Después apareció a más de quinientos hermanos a la vez, de los cuales muchos viven aún, y otros ya duermen. Después apareció a Jacobo; después a todos los apóstoles; y al último de todos, como a un abortivo, me apareció a mí”, (1 Corintos 15:3-8).

En este sentido podemos entender que Jesús es un personaje histórico que realmente existió y a parte de los evangelios que nos narran su vida y obra tenemos el testimonio de otros historiadores antiguos que lo mencionan en sus escritos. Por ejemplo, tenemos al famoso historiador judío Flavio Josefo, el cual en su obra Antigüedades: “Por aquel tiempo existió un hombre sabio, llamado Jesús, si es lícito   llamarlo hombre, porque realizó   grandes milagros y   fue   maestro   de   aquellos hombres   que   aceptan   con   placer la verdad. Atrajo a muchos judíos y muchos gentiles.  Era el Cristo.   Delatado por los   principales de los   judíos, Pilatos lo condenó a la crucifixión.  Aquellos que antes lo habían amado no dejaron de hacerlo, porque se les apareció al tercer día resucitado; los profetas habían anunciado   éste y mil otros hechos maravillosos acerca de él. Desde entonces hasta la actualidad existe la agrupación de los cristianos”.  A parte de esto también tenemos el testimonio de Tácito, un historiador y político romano que afirmó la existencia de Jesús en su obra Anales: “En consecuencia, para deshacerse de los rumores, Nerón culpó e infligió las torturas más exquisitas a una clase odiada por sus abominaciones, quienes eran llamados cristianos por el populacho. Cristo, de quien el nombre tuvo su origen, sufrió la pena máxima durante el reinado de Tiberio a manos de uno de nuestros procuradores, Poncio Pilato, y la superstición muy maliciosa, de este modo sofocada por el momento, de nuevo estalló no solamente en Judea, la primera fuente del mal, sino incluso en Roma…”. Hoy por hoy sabemos que Jesús se encarnó y realizo muchas obras maravillosas, obras que Lucas le presentó a Teófilo en su evangelio basado en pruebas que no podían desmentirse.

 

UNA OBRA QUE JESÚS INICIÓ 

“… y hablándoles acerca del reino de Dios”.

Hechos 1:3

                En su evangelio Lucas nos relata una obra que Jesús inició, la de proclamar el reino de Dios: y hablándoles acerca del reino de Dios. Es interesante ver que, entre los evangelios, Lucas fue el que más hablo acerca del tema del reino de Dios entre su evangelio y Hechos. En Mateo vemos que cuando Jesús inició su ministerio en Galilea, lo primero que decía era: “Desde entonces comenzó Jesús a predicar, y a decir: Arrepentíos, porque el reino de los cielos se ha acercado”, (Mateo 4:17). Por ser judío Mateo prefiere usar el termino reinos de los cielos en lugar de reino de Dios, por la reverencia que ellos tienen de pronunciar el nombre de Dios, pero en Lucas vemos como Jesús hablo mucho acerca del reino de Dios, por ejemplo, vemos el deseo del Señor de predicar del reino de Dios en todas las partes de Israel: “Pero él les dijo: Es necesario que también a otras ciudades anuncie el evangelio del reino de Dios; porque para esto he sido enviado. Y predicaba en las sinagogas de Galilea”, (Lucas 4:43-44). También afirmaba que el reino de Dios les pertenecía a los pobres de espíritu: “Y alzando los ojos hacia sus discípulos, decía: Bienaventurados vosotros los pobres, porque vuestro es el reino de Dios”, (Lucas 6:20).  También sus 12 apóstoles le acompañaron en esta tarea: “Aconteció después, que Jesús iba por todas las ciudades y aldeas, predicando y anunciando el evangelio del reino de Dios, y los doce con él”, (Lucas 8:1). También envió a los 12 a predicar el reino de los cielos: “Y los envió a predicar el reino de Dios, y a sanar a los enfermos”, (Lucas 9:2). Les exhortó a buscar el reino de Dios para que todas las cosas les fueran añadidas: “Mas buscad el reino de Dios, y todas estas cosas os serán añadidas”, (Lucas 12:31). Ahora bien, ¿Qué es el reino de Dios? Es el cumplimiento de su voluntad en esta tierra, es vivir de acuerdo a sus preceptos y principios establecidos en su palabra, es vivir bajo su gobierno, donde Él es nuestro único rey. Por ello Jesús les enseño a sus discípulos a orar pidiendo porque viniese el reino de Dios a esta tierra por medio de que en esta tierra se hiciere su voluntad, tal y como se hace en el cielo: “Venga tu reino. Hágase tu voluntad, como en el cielo, así también en la tierra”, (Mateo 6:10). Por tanto, Jesús inició esta maravillosa obra, acercar el reino de Dios a los hombres a través de la presentación del mensaje del evangelio y ahora esta obra continua a través de su iglesia.


UNA OBRA QUE CONTINÚA A TRAVÉS DE SU IGLESIA

“Y estando juntos, les mandó que no se fueran de Jerusalén, sino que esperasen la promesa del Padre, la cual, les dijo, oísteis de mí. Porque Juan ciertamente bautizó con agua, más vosotros seréis bautizados con el Espíritu Santo dentro de no muchos días”.

Hechos 1:4-5

             Que hermoso es saber que esta gloriosa obra de acercar a los hombres al reino de Dios a través de la proclamación del evangelio no termino con Jesús ascendiendo a los cielos, sino que continuaría a través de su iglesia hasta el fin de los tiempos: Y estando juntos, les mandó que no se fueran de Jerusalén, sino que esperasen la promesa del Padre, la cual, les dijo, oísteis de mí. Las primeras palabras del versículo 4 son algo extrañas si las traducimos literalmente al español. Casiodoro de Reina las tradujo como: Y estando juntos, y en el griego dicen: kai sunalizo (καί συναλίζω), y literalmente dice sentarse a comer sal. La sal era un elemento básico para darle sabor a la comida y posiblemente se trate de un hebraísmo que sugiere sentarse a la mesa a comer juntos, por ello la NVI traduce este versículo: “Una vez, mientras comía con ellos…”, (Hechos 1:4, NVI). Por tanto, lo más seguro es que cuando Jesús les dio estas instrucciones estaba sentado con ellos alrededor de la mesa, comiendo. Aquí el Señor les dice que ellos continuarían con la labor de proclamar el evangelio, pero antes de eso tenían que ir a Jerusalén y esperar allí la promesa del Espíritu Santo la cual habían oído de Él: “Os he dicho estas cosas estando con vosotros. Mas el Consolador, el Espíritu Santo, a quien el Padre enviará en mi nombre, él os enseñará todas las cosas, y os recordará todo lo que yo os he dicho”, (Juan 14:25-26). Esta promesa ya había sido prometida a través de los profetas del Antiguo Testamento: “Porque yo derramaré aguas sobre el sequedal, y ríos sobre la tierra árida; mi Espíritu derramaré sobre tu generación, y mi bendición sobre tus renuevos”, (Isaías 44:3). Y prácticamente Jesús les esta diciendo que ellos serian bautizados con el Espíritu Santo: Porque Juan ciertamente bautizó con agua, más vosotros seréis bautizados con el Espíritu Santo dentro de no muchos días. La palabra bautismo se traduce del griego baptidso (βαπτίζω), que literalmente significa sumergir a alguien en una sustancia, y así como Juan había bautizado a sus discípulos en agua, sumergiéndolos en ella, así Jesús bautizaría a sus discípulos con el Espíritu Santo, es decir, los sumergiría en su poder para que en ese poder y autoridad cumpliesen con la gran comisión que les había encargado. De esta forma el Señor le encargaba la labor de continuar con su obra en esta tierra, pero antes tenían que ir a Jerusalén a esperar la promesa del Espíritu Santo.


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