“Y teniendo asidos a Pedro y a Juan el cojo que había sido sanado,
todo el pueblo, atónito, concurrió a ellos al pórtico que se llama de Salomón.
Viendo esto Pedro, respondió al pueblo: Varones israelitas, ¿por qué os
maravilláis de esto?, ¿o por qué ponéis los ojos en nosotros, como si por
nuestro poder o piedad hubiésemos hecho andar a este? El Dios de Abraham, de
Isaac y de Jacob, el Dios de nuestros padres, ha glorificado a su Hijo Jesús, a
quien vosotros entregasteis y negasteis delante de Pilato, cuando este había
resuelto ponerle en libertad. Mas vosotros negasteis al Santo y al Justo, y
pedisteis que se os diese un homicida, y matasteis al Autor de la vida, a quien
Dios ha resucitado de los muertos, de lo cual nosotros somos testigos. Y por la
fe en su nombre, a este, que vosotros veis y conocéis, le ha confirmado su
nombre; y la fe que es por él ha dado a este esta completa sanidad en presencia
de todos vosotros”.
Hechos 3:11-16
INTRODUCCIÓN
Un milagro acababa de ocurrir, las personas que habían ido al templo a orar estaban maravillados de ver a un hombre, al cual ellos conocían que desde su nacimiento había estado lisiado de sus pies, ahora está puesto de pie, caminando y saltando, esto era un total asombro para todos, porque un milagro había ocurrido en medio de ellos y probablemente el que había sido sanado debió señalar a Pedro y Juan como aquellos de donde había recibido su sanidad divina, lo cual a su vez dirigió la miradas de todos aquellos judíos a los apóstoles, pero Pedro está a punto de testificarles y hacerles ver que no había porque maravillarse de esto, porque para Dios no hay nada imposible.
![]() |
¿Por qué os maravilláis de esto? |
EN EL PÓRTICO DE SALOMÓN
“Y teniendo
asidos a Pedro y a Juan el cojo que había sido sanado, todo el pueblo, atónito,
concurrió a ellos al pórtico que se llama de Salomón”.
Hechos 3:11
Aquel cojo que había sido
sanado, después de haber estado saltando y alabando a Dios, ahora estaba junto
con Pedro y Juan en el pórtico de Salomón: Y
teniendo asidos a Pedro y a Juan el cojo que había sido sanado, todo el pueblo,
atónito, concurrió a ellos al pórtico que se llama de Salomón. El
milagro ocurrió en la puerta la Hermosa, que como ya dijimos, posiblemente se
refiere a la puerta de Nicanor, luego, después de ello, se dirigieron al
pórtico de Salomón, el cual era un magnífico portal construido por Salomón en
la parte oriental del templo, sin embargo, no hay mayores evidencias
arqueológicas que defiendan esta afirmación, más que la creencia de los judíos
de este tiempo, ya que al evaluar los planos arquitectónicos de los templos
construidos por Salomón y Herodes el Grande, estos difieren bastante y es
difícil afirmar algo al respecto. Se cree que este pórtico tenía tres filas de
columnas que alcanzaban una altura de poco más de 8 metros, las hileras de
columnas estaban a 10 metros la una de la otra en el pasillo lateral y a 15
metros en el pasillo central, sumando un total de 162 columnas. El pórtico
estaba cubierto por un techo de cedro y con un amplio salón que podía albergar
a innumerables personas. Fue en este pórtico donde Jesús se reunió con los lideres
religiosos durante una de las fiestas en Jerusalén: “Y
Jesús andaba en el templo, por el pórtico de Salomón”, (Juan 10:23),
y es aquí donde ahora Pedro y Juan se reúnen junto con los demás judíos que
estaban asombrados por el milagro que había ocurrido.
¿POR QUÉ OS MARAVILLÁIS DE ESTO?
“Viendo esto
Pedro, respondió al pueblo: Varones israelitas, ¿por qué os maravilláis de
esto?, ¿o por qué ponéis los ojos en nosotros, como si por nuestro poder o
piedad hubiésemos hecho andar a este? El Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob,
el Dios de nuestros padres, ha glorificado a su Hijo Jesús…”
Hechos 3:12-13
Fue en el pórtico de Salomón
donde estos eventos tuvieron lugar, aquellos judíos que habían presenciado el
milagros estaban maravillados por la obra que se había realizado, seguramente el
que había sido cojo les testificaba todo lo que había pasado y señalaba a Pedro
y Juan como los instrumentos usados para que ocurriese dicha sanidad, por
tanto, es de esperar que las personas comenzaron a dirigir su atención y admiración
a los dos apóstoles, sin embargo, Pedro aprovecha la oportunidad para
hablarles: Viendo esto Pedro, respondió al pueblo:
Varones israelitas, ¿por qué os maravilláis de esto?, ¿o por qué ponéis los
ojos en nosotros, como si por nuestro poder o piedad hubiésemos hecho andar a
este? Es interesante pensar en las preguntas que Pedro realiza ya que,
aunque había ocurrido un gran milagro, no había razón por la cual
maravillarse y tampoco había razón para dirigir el asombro o admiración a ellos
como si fuesen unos grandes hacedores de milagros, eso era así, porque esta
maravilla no era mayor cosa para el Dios Todopoderoso el cual quería glorificar
a su Hijo: El Dios de Abraham, de Isaac y de
Jacob, el Dios de nuestros padres, ha glorificado a su Hijo Jesús. Lo
que Pedro está diciendo son tres cosas, primero, este milagro poderoso no
implica un gran esfuerzo para Dios, porque Él es el Dios Todopoderoso, el Dios
de Abraham, Isaac y Jacob, el mismo Dios que hizo grandes portentos en el
Antiguo Testamento es el Dios de nuestros tiempos el cual puede seguir obrando
sobrenaturalmente en la vida de las personas de hoy en día. Hoy en día
algunos ya no creen que podamos presenciar milagros tan extraordinarios como éste
que ocurrió en este pasaje, sin embargo, no debemos olvidar que Dios es
inmutable, que Él sigue siendo el mismo y probablemente el problema sea nuestra
fe y vida sujeta a su voluntad: “Jesucristo es el
mismo ayer, y hoy, y por los siglos”, (Hebreos 13:8). Como hijos de
Dios debemos vivir con fe, buscando constantemente la presencia de Dios y
manteniendo una autentica relación con el Espíritu Santo, para ser testigos de
su gran poder en nuestras vidas, porque como en los viejos tiempos, el Señor
sigue obrando en la vida de aquellos que creen en Él. Lo segundo que el apóstol
Pedro quiere decirnos es que los milagros no son hechos por hombres
mortales, sino más bien por Dios, el cual al utilizar instrumentos humanos se
glorifica usándolos como canales conductores de su voluntad. Aunque los
hombres o mujeres que Dios usa en su obra muchas veces pueden provocar nuestra admiración
al contemplar las cosas que el Señor les permite realizar, no debemos olvidar
que el que las está realizando es Dios mismo y que toda la gloria es para Él. Sabiendo
esto Pedro, quiere dejarles claro a aquellos judíos que no pensaran que el
milagro había sido realizado por voluntad de ellos, sino a través de Dios. Durante
uno de sus viajes misioneros el apóstol Pablo y Bernabé pasaron por una situación
parecida donde la gente quiso incluso adorarlos como dioses por causa del milagro
que Dios les había permitido realizar: “Entonces la
gente, visto lo que Pablo había hecho, alzó la voz, diciendo en lengua
licaónica: Dioses bajo la semejanza de hombres han descendido a nosotros. Y a
Bernabé llamaban Júpiter, y a Pablo, Mercurio, porque éste era el que llevaba
la palabra. Y el sacerdote de Júpiter, cuyo templo estaba frente a la ciudad,
trajo toros y guirnaldas delante de las puertas, y juntamente con la
muchedumbre quería ofrecer sacrificios. Cuando lo oyeron los apóstoles Bernabé
y Pablo, rasgaron sus ropas, y se lanzaron entre la multitud, dando voces y
diciendo: Varones, ¿por qué hacéis esto? Nosotros también somos hombres
semejantes a vosotros, que os anunciamos que de estas vanidades os convirtáis
al Dios vivo, que hizo el cielo y la tierra, el mar, y todo lo que en ellos hay”,
(Hechos 14:11-15). Por tanto, ningún hombre a quien Dios use para su gloria debería
exaltarse a sí mismo y de igual manera, las personas no deberían pensar que
dichas obras son resultado de la gran piedad o poder de un hombre, sino es Dios
quien obra a través de Él y todo esto es así porque la gloria es suya y de su
Hijo, y esto nos lleva al tercer punto que Pedro quiere resaltar, que dicho
milagro Dios lo había obrado por medio de sus instrumentos humanos para glorificar
a su Hijo Jesucristo.
DOS TEMAS PRESENTES EN LA PREDICACIÓN DE LOS CRISTIANOS DEL PRIMER SIGLO
“… a quien
vosotros entregasteis y negasteis delante de Pilato, cuando este había resuelto
ponerle en libertad. Mas vosotros negasteis al Santo y al Justo, y pedisteis
que se os diese un homicida, y matasteis al Autor de la vida, a quien Dios ha
resucitado de los muertos, de lo cual nosotros somos testigos”.
Hechos 3:13-15
Es interesante ver cómo en
esta ocasión la predicación de Pedro toma el rumbo presentado: a quien vosotros entregasteis y negasteis delante de Pilato,
cuando este había resuelto ponerle en libertad. Mas vosotros negasteis al Santo
y al Justo, y pedisteis que se os diese un homicida, y matasteis al Autor de la
vida, a quien Dios ha resucitado de los muertos, de lo cual nosotros somos
testigos. Hay dos cosas que resaltan aquí y que algunos opinan
fueron los temas principales que los primeros predicadores de la iglesia del
primer siglo predicaron, y el primer tema era la crucifixión de Cristo.
Es interesante ver cómo Pedro acusa a estos judíos de haber cometido un homicidio
al haber entregado a muerte al Autor de la vida y preferir que se les entregase
en su lugar a un criminal como Barrabás. La muerte en la cruz fue uno de los
temas principales de los cuales los primeros cristianos predicaron: “Pues me propuse no saber entre vosotros cosa alguna sino a
Jesucristo, y a éste crucificado”, (1 Corintios 2:2). Además del
tema de la crucifixión de Cristo, también predicaban de su resurrección,
de hecho el clímax del mensaje era este mismo, porque no solo se hablaba de un
hombre justo que había muerto como mártir de una buena causa, sino más bien,
este había ofrecido su propia vida en rescate de los demás y la había tomado de
vuelta al resucitar de los muertos, sellando con esto su victoria sobre la
muerte: “Porque primeramente os he enseñado lo que
asimismo recibí: Que Cristo murió por nuestros pecados, conforme a las
Escrituras; y que fue sepultado, y que resucitó al tercer día, conforme a las
Escrituras”, (1 Corintios 15:3-4). La
verdad es que la resurrección lo cambia todo, porque representa la victoria de
nuestro Conquistador, nuestra esperanza de vida eterna y el cumplimiento del
rompimiento del yugo de nuestro pecado.
LA FE EN SU NOMBRE
“Y por la fe
en su nombre, a este, que vosotros veis y conocéis, le ha confirmado su nombre;
y la fe que es por él ha dado a este esta completa sanidad en presencia de
todos vosotros”.
Hechos 3:16
Todo esto había ocurrido
por la fe en su nombre, el nombre de nuestro Señor Jesucristo: Y por la fe en su nombre, a este, que vosotros veis y
conocéis, le ha confirmado su nombre; y la fe que es por él ha dado a este esta
completa sanidad en presencia de todos vosotros. Es increíble pensar
en esto, porque el evangelio se trata de esto, de fe, de creer, ¿creer en qué?,
creer en el Hijo de Dios, en Jesús, en que su sacrificio vicario es suficiente
para darnos vida eterna, que la resurrección marca la victoria total sobre
Satanás y su imperio de muerte y, por tanto, ya no tiene potestad en nosotros,
los cuales hemos creído.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario