“Pedro y Juan subían juntos al templo a la hora novena, la de la
oración. Y era traído un hombre cojo de nacimiento, a quien ponían cada día a
la puerta del templo que se llama la Hermosa, para que pidiese limosna de los
que entraban en el templo. Este, cuando vio a Pedro y a Juan que iban a entrar
en el templo, les rogaba que le diesen limosna. Pedro, con Juan, fijando en él
los ojos, le dijo: Míranos. Entonces él les estuvo atento, esperando recibir de
ellos algo. Mas Pedro dijo: No tengo plata ni oro, pero lo que tengo te doy; en
el nombre de Jesucristo de Nazaret, levántate y anda. Y tomándole por la mano
derecha le levantó; y al momento se le afirmaron los pies y tobillos; y saltando,
se puso en pie y anduvo; y entró con ellos en el templo, andando, y saltando, y
alabando a Dios. Y todo el pueblo le vio andar y alabar a Dios. Y le reconocían
que era el que se sentaba a pedir limosna a la puerta del templo, la Hermosa; y
se llenaron de asombro y espanto por lo que le había sucedido”.
Hechos 3:1-10
INTRODUCCIÓN
Lucas continua su maravilloso relato
de los inicios de la iglesia en este increíble libro de Hechos de los
Apóstoles, inspirado por el Espíritu Santo y ahora nos presenta el primer
milagro que se realizó después del nacimiento de la iglesia y que este libro
inspirado registra. En esta ocasión vemos a los apóstoles, Pedro y Juan,
subiendo al templo a ora, como parte de la costumbre religiosa que los judíos
tenían y allí, en su camino, se solía colocar un paralitico quien seria
bendecido con un gran milagro de sanidad divina lo cual a su vez fungiría como
una señal contundente que el Señor respaldaba a su iglesia.
El primer milagro de sanidad |
RUMBO AL TEMPLO A LA HORA DE LA ORACIÓN
“Pedro y Juan
subían juntos al templo a la hora novena, la de la oración. Y era traído un
hombre cojo de nacimiento, a quien ponían cada día a la puerta del templo que
se llama la Hermosa, para que pidiese limosna de los que entraban en el templo”.
Hechos 3:1-2
Después de todos los acontecimientos
previamente relatados, Lucas pasa a presentar una ocasión que fue muy notoria
en los tiempos de la iglesia de los primeros tiempos, la sanidad de un cojo. En
primer lugar, se nos dice que los apóstoles, Pedro y Juan subían al templo a
orar: Pedro y Juan subían juntos al templo a la hora
novena, la de la oración. De la primera parte de este versículo hay
algo que podemos comentar, lo primero es que se nos dice que Pedro y Juan
subían al Templo, y esa palabra, subir, nos habla mucho de la geografía del
lugar en donde se encontraba situado el monte, es decir, se ubicado en
la parta alta de Jerusalén, en el monte Sion, de allí que cada vez que se dice
que alguien se dirige al templo, se suele acompañar de la palabra “subir”, porque
estaba ubicado en un monte, en la parte alta de este, así lo vemos en algunos
Salmos de David: “¿Quién subirá al monte de Jehová?
¿Y quién estará en su lugar santo?”, (Salmos 24:3), o en la parábola
del fariseo y el publicano: “Dos hombres subieron al
templo a orar: uno era fariseo, y el otro publicano”, (Lucas 18:10).
O aquí, en Hechos: Pedro y Juan subían juntos al
templo. Lo otro que podemos notar es que subían a la hora
novena a orar. Como ya lo hemos mencionado en otras ocasiones, las
horas de la mañana se comenzaban a contar desde las 6:00 A.M. y el día
terminaba a las 6:00 P.M. En este sentido, los dos apóstoles estaban subiendo
al templo a orar a las3:00 P.M. También podemos notar que los
primeros cristianos, que eran judíos en su totalidad, continuaron practicando
las costumbres religiosas en las cuales desde niños habían sido educados,
a lo mejor, al principio de todo ellos no visualizaban que se encontraban en
una nueva fe que seria diferente al judaísmo, probablemente veían a lo que se
le llamaría cristianismo como una extensión o continuación del judaísmo, pero
no como algo separado, por ello, los primeros cristianos judíos continuaron con
sus prácticas de la religión de sus padres, a parte de reunirse en las casas
para compartir con los demás creyentes. La costumbre judía solía establecer
tres horarios en los cuales los judíos solían orar, las 9:00 A.M., las 12:00 PM
y las 3:00 P.M., de allí las palabras del salmista cuando dijo: “En cuanto a mí, a Dios clamaré; y Jehová me salvará. Tarde y
mañana y a mediodía oraré y clamaré, y él oirá mi voz”, (Salmo
55:16-17). Además de todo lo anterior, se nos dice que un cojo era puesto en la
entrada del templo, en la puerta la Hermosa: Y era
traído un hombre cojo de nacimiento, a quien ponían cada día a la puerta del
templo que se llama la Hermosa, para que pidiese limosna de los que entraban en
el templo. Era una costumbre colocar a los mendigos a la
entrada de los templos o altares ya que se entendía que las personas que iban a
estos lugares religiosos podían sentir más compasión de los desposeídos y había
más probabilidad de que estos les diesen limosnas. Hay algo curioso con
este versículo y es que Lucas nos dice que solían colocar al cojo en la puerta
del templo llamada la Hermosa y el problema con esto es que no
hay registro de que los judíos hayan llamado a alguna de sus puertas con este
nombre. Si bien es cierto que los registros del templo se perdieron en
el año 70 d.C. durante la destrucción del templo, los eruditos han tratado de
encontrar una explicación para identificar esta puerta a la cual Lucas llama la
Hermosa. Hay dos posibles soluciones a la identificación de la puerta la
Hermosa, la primera es que se identifica con la puerta la llamada puerta de
Shushan en la muralla este del templo, y cercana al Pórtico de Salomón al lado
afuera del Atrio de los Gentiles, ya que más adelante se nos dice que este
milagro ocurrió cerca del pórtico de Salomón: “Y
teniendo asidos a Pedro y a Juan el cojo que había sido sanado, todo el pueblo,
atónito, concurrió a ellos al pórtico que se llama de Salomón”,
(Hechos 3.11). La otra opinión es que la puerta la Hermosa era la puerta de
Nicanor una hermosa puerta de bronce que daba acceso al Atrio de los Gentiles
con el Atrio de la Mujeres. La puerta de Nicanor fue hecha de cobre de Corinto
y Josefo en su obra, Guerras de los Judíos, hablaba de que de lejos esta excedía
en valor a las enchapadas con plata y engastadas en oro. La mayoría de los
estudiosos consideran que la opción más probable para identificar la puerta la
Hermosa es hacerlo con la segunda opción, ya que, por un lado, la puerta de
Nicanor tenia laminadas de plata y engastadas de oro, lo cual haría bastante
apropiada las palabras de Pedro al cojo cuando dijo: No tengo plata ni oro, pero lo que tengo te doy. Lo otro es que
es muy probable que esta puerta de Nicanor haya sido conocida por los gentiles
como la Hermosa, ya que, por ser de bronce, al pulirse reflejaba un hermoso
resplandor parecido al oro, lo cual es bastante hermoso a la vista humana y de
allí el nombre que recibió entre los gentiles y Lucas por ser uno de ellos la
llamo de esa manera.
LES ROGABA QUE LE DIESEN LIMOSNA
“Este, cuando
vio a Pedro y a Juan que iban a entrar en el templo, les rogaba que le diesen
limosna”.
Hechos 3:3
Cuando Pedro y Juan se
disponían a entrar en el templo, el mendigo que ha diario se colocaba en la
entrada les rogaba que le diesen limosna: Este,
cuando vio a Pedro y a Juan que iban a entrar en el templo, les rogaba que le
diesen limosna. Aquí podríamos comentar algo al respecto y lo
primero es que este mendigo les rogaba por una limosna y esta palabra se
traduce del griego eleemosúne (ἐλεημοσύνη),
que literalmente significa compasión o misericordia y es la benevolencia que se
le hace a un pobre cuando se le da algo que sirve para su manutención. En este
sentido, las limosnas son las ayudas que se le dan a los pobres y este mendigo
esperaba algo de Pedro y Juan. No sabemos si el mendigo ya conocía a los
apóstoles o si realmente ya sabía que estos habían estado con Jesús quien
había sanado a tantos cojos, pero lo cierto es que este los vio y les pidió una
limosna.
EL MILAGRO ES HECHO
“Pedro, con
Juan, fijando en él los ojos, le dijo: Míranos. Entonces él les estuvo atento,
esperando recibir de ellos algo. Mas Pedro dijo: No tengo plata ni oro, pero lo
que tengo te doy; en el nombre de Jesucristo de Nazaret, levántate y anda. Y
tomándole por la mano derecha le levantó; y al momento se le afirmaron los pies
y tobillos; y saltando, se puso en pie y anduvo; y entró con ellos en el
templo, andando, y saltando, y alabando a Dios”.
Hechos 3:4-8
Aquel mendigo era puesto
a la entrada del templo día tras día, todo con el objetivo de que las personas
que se dirigían a la oración les diesen limosnas, sin embargo, esta vez llamo
la atención de los apóstoles: Pedro, con Juan,
fijando en él los ojos, le dijo: Míranos. Tanto Pedro como
Juan fijaron en el mendigo su mirada y esto fue así porque el Espíritu Santo
debió mostrarles que seria necesario obrar un milagro a favor de esta persona
ya que los dones de sanidades o milagros no están a libre albedrío del creyente
que los realiza, es Dios quien decide cuándo, dónde y cómo se operan, por ello,
Pedro y Juan debieron ser avisados por el Espíritu Santo que esa sanidad iba a
ocurrir. Aquel mendigo se fijo inmediatamente que Pedro y Juan se detuvieron en
frente de él: Entonces él les estuvo atento,
esperando recibir de ellos algo. El versículo nos dice que el
mendigo se quedo atento esperando recibir algo de los apóstoles, algunos creen
que era muy probable que no conociera a estos dos apóstoles, por lo que este
esperaba que le diesen un poco de dinero, de hecho, así lo traduce la Nueva
Traducción Viviente de la Biblia: “El hombre lisiado
los miró ansiosamente, esperando recibir un poco de dinero”, (Hechos
3:5, NTV). Seguramente este hombre lisiado no esperaba ser sanado de su mal,
sin embargo, era muy probable que había oído hablar acerca de Jesús y de las
obras que respaldaron su ministerio, por lo que tenia fe en su señorío y poder,
esto es así porque más adelante Pedro confirma en su discurso que este cojo
tenía fe en Jesús y por ello se operó este poderoso milagro: “Y por la fe en su nombre, a este, que vosotros veis y
conocéis, le ha confirmado su nombre; y la fe que es por él ha dado a este esta
completa sanidad en presencia de todos vosotros”, (Hechos 3:16). Por
tanto, podríamos creer que no conocía a Pedro y Juan, pero si conocía a
Jesús y tenia fe en Él, de allí que lo que este esperaba era recibir dinero y
no que se obrase sanidad a favor de su vida, no obstante, Pedro no
teniendo nada material que darle le dice: No tengo
plata ni oro, pero lo que tengo te doy; en el nombre de Jesucristo de Nazaret,
levántate y anda. Y tomándole por la mano derecha le levantó; y al momento se
le afirmaron los pies y tobillos; y saltando, se puso en pie y anduvo.
Sus palabras introductorias al lisiado nos enseñan mucho en cuanto a
nuestra vida de fe ya que antes de cualquier prosperidad material deberíamos
buscar los dones de Dios y experimentar su poder, porque lo demás viene
por añadidura: “Mas buscad primeramente el reino de
Dios y su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas”, (Mateo
6:33). Pedro sabia esto, su prioridad en la vida no era la fama o la
prosperidad excesiva, sino que su vida estaba fundamentada en Cristo Jesús, en
sus promesas y providencia divina, en experimentar su poder. Pablo pensaba lo
mismo: “Y ciertamente, aun estimo todas las cosas
como pérdida por la excelencia del conocimiento de Cristo Jesús, mi Señor, por
amor del cual lo he perdido todo, y lo tengo por basura, para ganar a Cristo, y
ser hallado en él, no teniendo mi propia justicia, que es por la ley, sino la
que es por la fe de Cristo, la justicia que es de Dios por la fe; a fin de
conocerle, y el poder de su resurrección, y la participación de sus
padecimientos, llegando a ser semejante a él en su muerte”,
(Filipenses 3:8-10). No es que debamos despreciar completamente la superación y
prosperidad personal, sino debemos ser diligentes y avanzar hasta donde el
Señor nos permita, sin embargo, nuestra mayor prioridad debe ser conocer a Dios
y vivir las verdades de su evangelio, experimentar su poder y vivir delante de
su presencia y Pedro lo sabía. Se cuenta una historia donde se relata la
ocasión cuando Miguel Ángel fue llamado al Vaticano para realizar su gran obra
de arte que se llegaría a conocer como la Capilla Sixtina, sin embargo, durante
el recorrido el papa le presumía de las muchas riquezas que ellos poseían y
recordando este pasaje le dijo: “Hoy ya no podemos decir como Pedro que no
tenemos oro y plata”, pero Miguel Ángel le replicó: “pero tampoco podemos
decir, levántate y anda”. Debemos cuidarnos de vivir un evangelio seco, como
religiosos con vidas vacías, al contrario, busquemos experimentar la plenitud
que el evangelio nos promete. Aquel día, el apóstol Pedro le dirigió estas
palabras al cojo y como muestra de su convicción en lo que Dios le estaba
permitiendo hacer y para fe del hombre lisiado, este le tomo de su mano derecha
y le ayudo a ponerse de pie, y en seguida comenzó a saltar de gozo: Y tomándole por la mano derecha le levantó; y al momento se
le afirmaron los pies y tobillos; y saltando, se puso en pie y anduvo; y entró
con ellos en el templo, andando, y saltando, y alabando a Dios.
LAS PERSONAS QUEDAN ATÓNITAS ANTE LA SANIDAD DEL COJO
“Y todo el pueblo le vio
andar y alabar a Dios. Y le reconocían que era el que se sentaba a pedir
limosna a la puerta del templo, la Hermosa; y se llenaron de asombro y espanto
por lo que le había sucedido”.
Hechos 3:9-10
Aquel cojo de nacimiento
comenzó a saltar y alabar a Dios del gozo que invadía su corazón por haber
recibido este increíble milagro de sanidad e inmediatamente entra por la puerta
la Hermosa al templo y todas las personas allí congregadas lo vieron y se
asombraron en gran manera: Y todo el pueblo le vio
andar y alabar a Dios. Y le reconocían que era el que se sentaba a pedir
limosna a la puerta del templo, la Hermosa; y se llenaron de asombro y espanto
por lo que le había sucedido. Las palabras griegas que se traducen
en la versión Reina Valera 1960 como asombro y espanto son zámbos (θάμβους) y ékstaseos (ἐκστάσεως), las cuales describen un
estado de éxtasis y asombro maravilloso, y esto fue lo que aquellas personas
que conocían al lisiado experimentaron al ver caminar y salta a aquel que antes
era cojo. Podemos ver aquí la
finalidad que los milagros y sanidades sobrenaturales tenían en tiempos de los
primeros cristianos. Por un lado, confirmaba la fe de aquel en el cual el
milagro operaba a favor de él, esto terminaba en total beneficio para
la persona que creía en el poder de Dios, y lo segundo, es que este
milagro sirvió como señal a los judíos que estaban allí, o sea, llamo
su atención de las personas que estaban allí presentes y al enterarse que Pedro
y Juan eran las personas a través de los cuales dicha maravilla había sido
hecho, sus oído habían quedado atentos para escuchar a los heraldos de Aquel en
cuyo nombre se había realizado este portento. De esta manera fue realizado el
primer milagro que el libro de Hechos nos dice que fue realizado por la iglesia
de los primeros tiempos.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario