“¿No soy apóstol? ¿No soy libre? ¿No he visto a Jesús el
Señor nuestro? ¿No sois vosotros mi obra en el Señor? Si para otros no soy
apóstol, para vosotros ciertamente lo soy; porque el sello de mi apostolado
sois vosotros en el Señor. Contra los que me acusan, esta es mi defensa: ¿Acaso
no tenemos derecho de comer y beber? ¿No tenemos derecho de traer con nosotros
una hermana por mujer como también los otros apóstoles, y los hermanos del
Señor, y Cefas? ¿O sólo yo y Bernabé no tenemos derecho de no trabajar? ¿Quién
fue jamás soldado a sus propias expensas? ¿Quién planta viña y no come de su
fruto? ¿O quién apacienta el rebaño y no toma de la leche del rebaño? ¿Digo
esto sólo como hombre? ¿No dice esto también la ley? Porque en la ley de Moisés
está escrito: No pondrás bozal al buey que trilla. ¿Tiene Dios cuidado de los
bueyes, o lo dice enteramente por nosotros? Pues por nosotros se escribió;
porque con esperanza debe arar el que ara, y el que trilla, con esperanza de
recibir del fruto. Si nosotros sembramos entre vosotros lo espiritual, ¿es gran
cosa si segáremos de vosotros lo material? Si otros participan de este derecho
sobre vosotros, ¿cuánto más nosotros? Pero no hemos usado de este derecho, sino
que lo soportamos todo, por no poner ningún obstáculo al evangelio de Cristo.
¿No sabéis que los que trabajan en las cosas sagradas, comen del templo, y que
los que sirven al altar, del altar participan? Así también ordenó el Señor a
los que anuncian el evangelio, que vivan del evangelio”.
1 Corintios 9:1-14
INTRODUCCIÓN
Llegamos
al capítulo 9 de 1 Corintios el cual parece ser un paréntesis en el pensamiento
central que el apóstol viene desarrollando desde el capítulo anterior y que se
retoma nuevamente en el 10, comer de lo sacrificado a los ídolos. No obstante,
esto no es así. Pablo da continuación aquí al tema de la libertad en Cristo que
menciono en el capítulo 8 y le muestra a los corintios que la única razón por
la cual no gozaba de este privilegio era por amor de la misma iglesia ya que su
fin era la edificación de la misma. Debido a esto algunas personas negaban el
apostolado de Pablo por lo que les responde con una serie de preguntas
retóricas cuya respuesta contundente es ¡sí!
Los derechos de un Apóstol |
EL SELLO APOSTÓLICO DE PABLO
“¿No soy
apóstol? ¿No soy libre? ¿No he visto a Jesús el Señor nuestro? ¿No sois
vosotros mi obra en el Señor? Si para otros no soy apóstol, para vosotros
ciertamente lo soy; porque el sello de mi apostolado sois vosotros en el
Señor”.
1
Corintios 9:1-2
Pablo comienza con cuatro
interrogantes retóricas que tiene una respuesta afirmativa en cuanto a su vida
y apostolado. ¿No
soy apóstol? Definitivamente sí. Posiblemente en Corinto se había
levantado un grupo que negaba el ministerio apostólico de Pablo, sin embargo,
su llamamiento por el Señor era algo incuestionable: “Mas yendo por el camino, aconteció que al
llegar cerca de Damasco, repentinamente le rodeó un resplandor de luz del
cielo; y cayendo en tierra, oyó una voz que le decía: Saulo, Saulo, ¿por qué me
persigues? Él dijo: ¿Quién eres, Señor? Y le dijo: Yo soy Jesús, a quien tú
persigues; dura cosa te es dar coces contra el aguijón”, (Hechos
9:3-5). Aquel día en Damasco marco la vida de Pablo para siempre convirtiéndose
de un perseguidor de la iglesia a su perito arquitecto. El mismo Señor Jesús lo
confirmo con sus palabras a Ananías, el discípulo que envió a orar por él para
que recibiese la sanidad de su ceguera: “El Señor le dijo: Ve, porque instrumento escogido me es
éste, para llevar mi nombre en presencia de los gentiles, y de reyes, y de los
hijos de Israel; porque yo le mostraré cuánto le es necesario padecer por mi
nombre”, (Hechos 9:15-16). Y más
tarde, el Espíritu Santo confirmaría su apostolado para que iniciase su
ministerio: “Ministrando
éstos al Señor, y ayunando, dijo el Espíritu Santo: Apartadme a Bernabé y a
Saulo para la obra a que los he llamado”, (Hechos 13:2). Todo esto
era una prueba indubitable que realmente Pablo era un apóstol genuino. Luego
pregunta: ¿No soy
libre? Como ciudadano romano y judío de nacimiento era un hombre
libre. Aparte de eso también gozaba de su libertad en Cristo Jesús y como tal
podía disfrutar de los privilegios de la vida y estar libre de las pesadas
regulaciones de la ley. Esta segunda pregunta se enlaza con su enseñanza en el
capítulo 8 donde les enseña a los fuertes en la fe a no usar su libertad para
comer de lo sacrificado a los ídolos enfrente de los débiles, ya que estos por
su débil conciencia podían tropezar de la fe. Por esta razón Pablo en ocasiones
había renunciado a su libertad de hacer cuanto le pareciera bien de acuerdo a
su pleno conocimiento en la gracia de Cristo, al contrario, se abstenía de su
libertad si esto provocaba un tropiezo en otros creyentes que no habían
alcanzado esta comprensión. Luego vuelve a preguntar: ¿No he visto a Jesús el Señor nuestro?
Desde la elección de Matías, el discípulo que sustituyo a Judas Iscariote en el
apostolado, se estableció una premisa que para ser un apóstol se había tenido
que ver a Jesús:
“Es necesario, pues, que de estos hombres que han estado
juntos con nosotros todo el tiempo que el Señor Jesús entraba y salía entre
nosotros, comenzando desde el bautismo de Juan hasta el día en que de entre
nosotros fue recibido arriba, uno sea hecho testigo con nosotros, de su
resurrección. Y señalaron a dos: a José, llamado Barsabás, que tenía por
sobrenombre Justo, y a Matías. Y orando, dijeron: Tú, Señor, que conoces los
corazones de todos, muestra cuál de estos dos has escogido, para que tome la parte
de este ministerio y apostolado, de que cayó Judas por transgresión, para irse
a su propio lugar. Y les echaron suertes, y la suerte cayó sobre Matías; y fue
contado con los once apóstoles”.
Hechos 1:21-26
Algunas personas negaban que Pablo fuese apóstol por
el hecho de que no había estado junto a Jesús durante su ministerio en esta
tierra y por ende no podía ser llamado apóstol. No obstante, en las Escrituras
encontramos a otros hombres que se les conoció con este título, tales como
Bernabé (“Cuando
lo oyeron los apóstoles Bernabé y Pablo, rasgaron sus ropas, y se lanzaron
entre la multitud, dando voces”, Hechos 14:14), Junias y Andrónico (“Saludad a
Andrónico y a Junias, mis parientes y mis compañeros de prisiones, los cuales
son muy estimados entre los apóstoles, y que también fueron antes de mí en
Cristo”, Romanos 16:7), y Santiago, el hermano de Jesús (“Pero no vi a ningún
otro de los apóstoles, sino a Jacobo el hermano del Señor”, Gálatas
1:19). Pese a todo esto, también Pablo podía afirmar el haber visto con sus
ojos al Señor, ya que fue este el que se le apareció en una visión y lo
comisiono como el apóstol de los gentiles: “Y me aconteció, vuelto a Jerusalén, que orando en el templo
me sobrevino un éxtasis. Y le vi que me decía: Date prisa, y sal prontamente de
Jerusalén; porque no recibirán tu testimonio acerca de mí. Yo dije: Señor,
ellos saben que yo encarcelaba y azotaba en todas las sinagogas a los que
creían en ti; y cuando se derramaba la sangre de Esteban tu testigo, yo mismo
también estaba presente, y consentía en su muerte, y guardaba las ropas de los
que le mataban. Pero me dijo: Ve, porque
yo te enviaré lejos a los gentiles”, (Hechos 21:7-21). Finalmente,
el último sello de su apostolado eran los corintios mismos ya que ellos eran el
resultado de su obra apostólica durante su segundo viaje misionero (Hechos
18:1-21): ¿No
sois vosotros mi obra en el Señor? Si para otros no soy apóstol, para vosotros
ciertamente lo soy; porque el sello de mi apostolado sois vosotros en el Señor”.
LA DEFENSA DE PABLO
“Contra los que me acusan, esta es mi defensa: ¿Acaso no
tenemos derecho de comer y beber? ¿No tenemos derecho de traer con nosotros una
hermana por mujer como también los otros apóstoles, y los hermanos del Señor, y
Cefas? ¿O sólo yo y Bernabé no tenemos derecho de no trabajar? ¿Quién fue jamás
soldado a sus propias expensas? ¿Quién planta viña y no come de su fruto? ¿O
quién apacienta el rebaño y no toma de la leche del rebaño? ¿No dice esto
también la ley? Porque en la ley de Moisés está escrito: No pondrás bozal al
buey que trilla. ¿Tiene Dios cuidado de los bueyes, o lo dice enteramente por
nosotros? Pues por nosotros se escribió; porque con esperanza debe arar el que
ara, y el que trilla, con esperanza de recibir del fruto. Si nosotros sembramos
entre vosotros lo espiritual, ¿es gran cosa si segáremos de vosotros lo
material? Si otros participan de este derecho sobre vosotros, ¿cuánto más
nosotros? Pero no hemos usado de este derecho, sino que lo soportamos todo, por
no poner ningún obstáculo al evangelio de Cristo. ¿No sabéis que los que
trabajan en las cosas sagradas, comen del templo, y que los que sirven al
altar, del altar participan? Así también ordenó el Señor a los que anuncian el
evangelio, que vivan del evangelio”.
1 Corintios 9:3-14
Parece que a partir del versículo 3 hay una división con
el pensamiento central de este capítulo ya que dice que respecto a los que lo
acusan, esta es su defensa; pero realmente no es así. La verdad es que es una
continuación de la defensa de su apostolado que nos conducirán al punto
principal de esta sección: no colocar ningún obstáculo que provoque la caída
del hermano débil. Como en los dos versículos anteriores, el apóstol usa una
serie de preguntas retoricas cuya respuesta contundente es ¡sí! Los argumentos
de Pablo van dirigidas contra sus acusadores: Contra los que me acusan, esta es mi defensa.
La palabra griega que se traduce como defensa es apología (ἀπολογία) la cual era una
palabra técnica usada en los tribunales cuando alguien presentaba sus argumentos
en contra de los que lo acusaban de un delito. Así Pablo presenta su apología
delante de aquellos que afirmaban que él no era un apóstol genuino.
LOS DERECHOS DE UN APÓSTOL.
“¿Acaso no tenemos derecho de comer y beber? ¿No tenemos
derecho de traer con nosotros una hermana por mujer como también los otros
apóstoles, y los hermanos del Señor, y Cefas? ¿O sólo yo y Bernabé no tenemos
derecho de no trabajar? ¿Quién fue jamás soldado a sus propias expensas? ¿Quién
planta viña y no come de su fruto? ¿O quién apacienta el rebaño y no toma de la
leche del rebaño?”.
Primeramente
el apóstol inicia argumentando en contra de aquellos que basaban sus falsas
acusaciones en el hecho que Pablo no hacía uso de los derechos que gozaban los
otros apóstoles. Al preguntarles ¿Acaso no tenemos derecho de comer y beber?, no se
refiere tanto a comer de lo sacrificado de los ídolos, sino más bien al derecho
que como apóstol fundador de la iglesia de Corinto tenia de comer y beber
mediante la ayuda de ellos. Seguramente en Corinto existían otros ministros que
vivían de las ofrendas de la iglesia, pero Pablo había renunciado a ello, solo
por eso no significaba que no tenía derecho a ellas. También dice que no por el
hecho de no tener una esposa como lo tiene otros apóstoles no significa que no
sea un auténtico apóstol: ¿No tenemos derecho de traer con nosotros una hermana por
mujer como también los otros apóstoles, y los hermanos del Señor, y Cefas?
A lo mejor Pablo consideraba su ministerio tan importante que quería invertirle
el máximo de su tiempo y esfuerzo como un hombre soltero y quien sabe que
también no quería atar a nadie a su lado que padeciese sus martirios por causa
de su ministerio. Sin embargo, algunos decían que por el hecho de no estar
casado no podía desempeñar su ministerio. Además de esto, algunos concluían en
que Pablo sabía que no era un apóstol genuino ya que no se atrevía a vivir de
las ofrendas de la iglesia y por ello se veía en la necesidad de trabajar: ¿O sólo yo y Bernabé
no tenemos derecho de no trabajar? Aquí menciona a Bernabé otro
apóstol con quien inicio sus viajes misioneros, y les dice a sus lectores que
ambos tenían derecho a no trabajar para dedicarse de completo a la obra del
Señor. No obstante, Pablo había decidido trabajar, y fue precisamente en
Corinto donde conoció a otros dos discípulos con los cuales se dedicó a la
fabricación de tiendas: “Y halló a un judío llamado Aquila, natural del Ponto, recién
venido de Italia con Priscila su mujer, por cuanto Claudio había mandado que
todos los judíos saliesen de Roma. Fue a ellos, y como era del mismo oficio, se
quedó con ellos, y trabajaban juntos, pues el oficio de ellos era hacer
tiendas”, (Hechos 18:2-3). Pablo comienza a establecer un principio
básico que rige la vida de los seres humanos para defender su posición en
cuanto a su derecho de recibir un salario de la iglesia, y este es que el
obrero es digno de su salario y presenta tres ejemplos muy conocidos en su
tiempo. El primero es el soldado el cual recibía un salario de parte del
gobierno romano: ¿Quién
fue jamás soldado a sus propias expensas? También dice que los que
trabajan en el campo no lo hacen por diversión o de gratis, sino que esperan
recibir un pago por el fruto que cosechan: ¿Quién planta viña y no come de su fruto?
Finalmente, los que apacientan a los rebaños reciben un salario por ello: ¿O quién apacienta
el rebaño y no toma de la leche del rebaño? En este sentido, es de
esperarse que los que trabajan en el campo espiritual reciban una justa
retribución por su esfuerzo. Para los griegos, era despreciable que un hombre
libre trabajara, eso era para los esclavos, además los judíos acostumbraban
sostener a sus rabinos y sacerdotes a través de los diezmos y ofrendas del
templo, de igual manera el ministro del evangelio tiene derecho a este
privilegio; pero Pablo había decidido no reclamar este derecho y no por ello se
hacía menos apóstol que los demás.
EL AMPARO BÍBLICO DE SU DEFENSA.
“¿No dice esto también la ley? Porque en la ley de Moisés
está escrito: No pondrás bozal al buey que trilla. ¿Tiene Dios cuidado de los
bueyes, o lo dice enteramente por nosotros? Pues por nosotros se escribió;
porque con esperanza debe arar el que ara, y el que trilla, con esperanza de
recibir del fruto. Si nosotros sembramos entre vosotros lo espiritual, ¿es gran
cosa si segáremos de vosotros lo material? Si otros participan de este derecho
sobre vosotros, ¿cuánto más nosotros?”.
El apóstol
está decidido a demostrar que como ministro del evangelio tiene derecho a vivir
de él, tal y como lo hace un soldado, un agricultor y un ganadero, pero ahora
lo va a recalcar con el texto bíblico que ampara su defensa. Su fundamento
bíblico está basado en lo que la ley establece referente al buey que trabaja en
el arado: ¿No
dice esto también la ley? Porque en la ley de Moisés está escrito: No pondrás
bozal al buey que trilla. Específicamente el apóstol se refiere a Deuteronomio
25:4: “No pondrás
bozal al buey cuando trillare”. Aunque es cierto que Dios se refiere
primeramente al animal y trata de proteger su integridad, como Pablo podemos
darle un significado más profundo. En Israel mientras el animal araba la tierra
se le permitía comer de los granos que se esparcían y era completamente
prohibido ponerle un bozal ya que el buey o caballo que participaba de este
arduo trabajo tenía también derecho a comer de lo que hacía. Ahora bien, si
Dios tiene tanto cuidado de que se respeten los derechos de un animal, cuanto
más de los seres humanos que son imagen y semejanza de Él: ¿Tiene Dios cuidado de los bueyes, o lo dice
enteramente por nosotros? Pues por nosotros se escribió; porque con esperanza
debe arar el que ara, y el que trilla, con esperanza de recibir del fruto.
Su misericordia es tan grande que cuida de todos los animales. Dios le provee a
los leones su alimento: “Los leoncillos rugen tras la presa, y para buscar de Dios su
comida”, (Salmo 104:21), y a toda bestia de la tierra: “El da a la bestia
su mantenimiento, y a los hijos de los cuervos que claman”, (Salmo
147:9). Aun con los más insignificantes ante los ojos del hombre la protección
de Dios está con ellos: “¿No se venden dos pajarillos por un cuarto? Con todo, ni uno
de ellos cae a tierra sin vuestro Padre”, (Mateo 10:29) y los
alimenta: “Mirad
las aves del cielo, que no siembran, ni siegan, ni recogen en graneros; y
vuestro Padre celestial las alimenta. ¿No valéis vosotros mucho más que ellas?”,
(Mateo 6:26). Y si Dios tiene cuidado con los animales cuánto más lo hará con
sus hijos. Por tanto, todo aquel que participa en el trabajo espiritual tiene
derecho a recibir lo material: Si nosotros sembramos entre vosotros lo espiritual, ¿es gran
cosa si segáremos de vosotros lo material? Si otros participan de este derecho
sobre vosotros, ¿cuánto más nosotros?
LA DECISIÓN DE PABLO DE NO PARTICIPAR DE ESTE DERECHO
“Si otros participan de este derecho sobre vosotros,
¿cuánto más nosotros? Pero no hemos usado de este derecho, sino que lo
soportamos todo, por no poner ningún obstáculo al evangelio de Cristo. ¿No
sabéis que los que trabajan en las cosas sagradas, comen del templo, y que los
que sirven al altar, del altar participan? Así también ordenó el Señor a los
que anuncian el evangelio, que vivan del evangelio”.
Al parecer
existían en Corinto otros ministros que se beneficiaban de la contribución
económica de la iglesia, pero Pablo había decidido no hacerlo aunque como el
fundador tenia mayor derecho: Si otros participan de este derecho sobre vosotros, ¿cuánto
más nosotros? Con esta decisión el apóstol quería evitarles
cualquier carga ya que lo único que le preocupaba era la edificación de la
iglesia misma y jamás permitiría que sus derechos o libertad fuese un obstáculo
para ello: Pero
no hemos usado de este derecho, sino que lo soportamos todo, por no poner
ningún obstáculo al evangelio de Cristo. Finalmente, el apóstol les
recalca que así como en Israel los sacerdotes eran sostenidos de las ofrendas y
diezmos del pueblo, también los ministros de Cristo tienen que serlo: ¿No sabéis que los
que trabajan en las cosas sagradas, comen del templo, y que los que sirven al
altar, del altar participan? Así también ordenó el Señor a los que anuncian el
evangelio, que vivan del evangelio. Esta última aseveración
posiblemente proviene de las mismas palabras que Jesús expreso y están
registradas en los evangelios aunque para este tiempo que el apóstol escribe
esta carta ninguno se habían escrito, lo más seguro es que había escuchado sus
dichos por transmisión oral: “porque el obrero es digno de su alimento”, (Mateo
10:10).
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