“No puedo yo hacer nada
por mí mismo; según oigo, así juzgo; y mi juicio es justo, porque no busco mi
voluntad, sino la voluntad del que me envió, la del Padre”.
Juan
5:30
INTRODUCCIÓN
Jesús
continua con su increíble discurso. No olvidemos que los líderes religiosos de
los judíos criticaban a Jesús por el hecho de trabajar el día sábado debido a
las sanidades que hacía. Nuestro Señor quiere afirmar su autoridad sobre ellos,
y por eso les acaba de presentar sus credenciales mesiánicas que lo
autentifican como el verdadero Hijo de Dios, ahora les mostrara que su juicio,
contrario al de ellos, no está prejuiciado por ningún sentimiento de egoísmo,
ignorancia o vanagloria, sino es verdadero porque se encuentra en la perfecta
voluntad de Dios su Padre.
EL JUSTO JUICIO DE JESÚS
“No puedo yo hacer nada
por mí mismo; según oigo, así juzgo; y mi juicio es justo, porque no busco mi
voluntad, sino la voluntad del que me envió, la del Padre”.
Juan
5:30
La
razón por la cual el juicio de Jesús es justo es porque se encuentra en la
misma voluntad del Padre. A diferencia de los líderes judíos que lo criticaban,
el juicio de Jesús no se encontraba prejuiciado por su propia voluntad,
aquellos hombres lo criticaban porque sanaba a los enfermos el día sábado, pero
ellos mismos sabían que había cosas que se permitían ese día y por ello no decían
nada. Según el prejuicio de los judíos Jesús aparentemente había quebrantado el
día de reposo pero, según ellos mismos, no quebrantaban el cuarto mandamiento
quienes circuncidaban en el día de reposo (Juan 7:22), ni los sacerdotes que
ofrecían sacrificios en el día de reposo (Mateo 12:5) ni quienes sacaban una
oveja del hoyo en el día de reposo (Mateo 12:1), ni siquiera quienes desataban
un buey o un asno del pesebre para llevarlo a beber en el día de reposo (Lucas
13:15). Ahora ven a Jesús haciendo una obra mayor al liberar a una persona de
todas sus ataduras de dolor, pero en lugar de glorificar a Dios por ello se
disgustan con Él, y esto era porque su juicio estaba prejuiciado por su
ignorancia, odio, envidia y malicia. Su juicio es verdadero y justo, porque no
hace su voluntad, sino la de su Padre, no dice nada por sí mismo, sino solo lo
que el Padre le dice que diga, de esta forma todas sus palabras son verdaderas
en Él.
NUESTRO EJEMPLO A SEGUIR
Aquí
encontramos un verdadero ejemplo a seguir. Muchas veces nuestro juicio puede
estar prejuiciado por las apariencias, como el de Samuel que se dejó llevar por
el buen parecer del primogénito de Isaí cuando Dios lo había mandado a ungir a
David, el próximo rey de Israel: “Y aconteció que cuando ellos vinieron, él vio a Eliab, y
dijo: De cierto delante de Jehová está su ungido. Y Jehová respondió a Samuel:
No mires a su parecer, ni a lo grande de su estatura, porque yo lo desecho;
porque Jehová no mira lo que mira el hombre; pues el hombre mira lo que está
delante de sus ojos, pero Jehová mira el corazón”, (1 Samuel 16:6-7).
También nuestro juicio puede estar influenciado por la maligna obra de mentira de
Satanás, como el rey David que fue tentado para censar al pueblo en contra de
la voluntad de Dios: “Pero Satanás se levantó contra Israel, e incitó a David a
que hiciese censo de Israel”, (1 Crónicas 21:1). O podría estar
prejuiciado por nuestra ambición como el de Balaam que se encontró como enemigo
de Dios: “Así
Balaam se levantó por la mañana, y enalbardó su asna y fue con los príncipes de
Moab. Y la ira de Dios se encendió porque él iba; y el ángel de Jehová se puso
en el camino por adversario suyo. Iba, pues, él montado sobre su asna, y con él
dos criados suyos”, (Números 22:21-22). O podría estar prejuiciado
por la envidia, malicia e ignorancia como los judíos que criticaban lo que Jesús
hacia y no veían las obras del Padre en ellas. La clave para asegurarnos de que
nuestro juicio es correcto ante cualquier decisión o circunstancia de la vida es que como Jesús debemos mantenernos dentro de la voluntad de Dios, buscando siempre
nuestra santificación: “pues la voluntad de Dios es vuestra santificación…”,
(1 Tesalonicenses 4:3), esto implica hacer todo aquello que contribuya a ello,
como congregarnos constantemente, leer la Biblia, tener una vida de oración,
servirle en un ministerio, etc. Cuando vivimos cuidando nuestra santificación podemos
estar seguros que estamos en su voluntad y cuando eso pase tendremos el
testimonio del Espíritu Santo quien nos confirmara si nuestras acciones y
juicios son aprobados por Él: “Porque todos los que son guiados por el Espíritu de Dios,
éstos son hijos de Dios”, (Romanos 8:14), así como la aprobación de la
misma palabra de Dios que nos dirá si estamos en lo correcto: “Lámpara es a mis
pies tu palabra, y lumbrera a mi camino”, (Salmo 119:105). Por
tanto, esforcemos como lo hizo Jesús en encontrarnos en la voluntad de Dios,
porque así no solo nuestros juicios sino nuestras acciones recibirán su aprobación.
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