“Asimismo
el reino de los cielos es semejante a una red, que echada en el mar, recoge de
toda clase de peces; y una vez llena, la sacan a la orilla; y sentados, recogen
lo bueno en cestas, y lo malo echan fuera. Así será al fin del siglo: saldrán
los ángeles, y apartarán a los malos de entre los justos, y los echarán en el
horno de fuego; allí será el lloro y el crujir de dientes”.
Mateo 13:47-50
Introducción
Terminamos las siete parábolas de esta sección con la parábola de la red
la cual trata la misma enseñanza que la parábola del trigo y la cizaña. No
olvidemos que las siete parábolas que Jesús narra en esta sección tratan del
Reino de los cielos el cual asemeja a escenarios de la vida cotidiana como el
sembrar en un campo, la ciega de trigo, el enterrar un tesoro en un campo, el
hacer pan con harina y un poco de levadura, el comerciar con perlas, el
crecimiento de una semilla de mostaza y ahora lo compara a una red de pescador
que recoge peces buenos y peces malos. Esta parábola finaliza las enseñanzas
del reino de los cielos y termina recordando el juicio final que le espera a
este mundo donde se separaran lo justos de los injustos.
La parábola de la red |
La Red Ha Sido Echada
“Asimismo el reino de los cielos es
semejante a una red, que echada en el mar, recoge de toda clase de peces; y una
vez llena, la sacan a la orilla; y sentados, recogen lo bueno en cestas, y lo
malo echan fuera”.
Mateo
13:47-48
La pesca era un oficio muy practicado en los tiempos de Jesús,
especialmente en la región de Galilea, y de hecho, algunos de los apóstoles se
dedicaban a este oficio: “Andando junto al mar de Galilea, vio a
Simón y a Andrés su hermano, que echaban la red en el mar; porque eran
pescadores. Y les dijo Jesús: Venid en pos de mí, y haré que seáis pescadores
de hombres. Y dejando luego sus redes, le siguieron. Pasando de allí un poco
más adelante, vio a Jacobo hijo de Zebedeo, y a Juan su hermano, también ellos
en la barca, que remendaban las redes. Y luego los llamó; y dejando a su padre
Zebedeo en la barca con los jornaleros, le siguieron”, (Mateo 1:16-20).
Existían dos métodos usados en palestina para pescar, el primero consistía en llegar
a aguas profundar con una barca y luego echar con fuerza una gran red que tenía
en sus extremos pesas de plomo las cuales hacían que la red descendiese
profundamente de manera rápida y así atrapar muchos peces. Luego que la red
atrapaba a los peces, se arrastraba a la orilla donde se clasificaban los
peces. El segundo método, que es del que Jesús habla en esta parábola, es aquel
donde se amarraba una gran red cuadrada al bote y conforme este avanzaba la red
tomaba una forma cónica atrapando toda clase de peces conforme esta avanzaba.
El problema con este método es que atrapaba tanto peces buenos como malos por
lo que se esperaba llegar a la orilla para inicia la separación. Los peces
comestible eran arrojados en una cubeta con agua para mantenerlos fresco, los
malos eran desechados. Jesús termina su narración de parábolas diciendo que el
reino de los cielos consiste en esperar el fin del mundo donde Dios separará lo
justos de los injustos para darle a cada quien la paga según sus obras;
mientras tanto, convivirán los hijos del reino junto con los hijos de las
tinieblas, tal y como lo vimos en la parábola del trigo y la cizaña. Es
importante no olvidar este principio porque podría darse el caso de que el hijo
del reino dude de mantenerse integro en este mundo de corrupción, donde muchos
se han contaminado con el pecado. Como hijos de Dios debemos saber esperar la
manifestación del reino de Dios y en la Biblia podemos ver como aun en tiempos
difíciles, siempre hubo personas que se mantuvieron firmes en su fe. Por
ejemplo, en tiempos antes del diluvio solamente Noé halló gracia a los ojos de
Dios en medio de un mundo de corrupción moral: “Y vio Jehová que la maldad de los hombres
era mucha en la tierra, y que todo designio de los pensamientos del corazón de
ellos era de continuo solamente el mal. Y se arrepintió Jehová de haber hecho
hombre en la tierra, y le dolió en su corazón. Y dijo Jehová: Raeré de sobre la
faz de la tierra a los hombres que he creado, desde el hombre hasta la bestia,
y hasta el reptil y las aves del cielo; pues me arrepiento de haberlos hecho.
Pero Noé halló gracia ante los ojos de Jehová”, (Génesis 6:5-8). También en
tiempos de Elías habían siete mil hombres que no se habían entregado a la
idolatría de Israel: “Y yo haré que queden en Israel siete mil,
cuyas rodillas no se doblaron ante Baal, y cuyas bocas no lo besaron”, (1 Reyes 19:18). En
tiempo de la deportación Daniel y sus tres amigo propusieron no olvidar a su
Dios y contaminarse con los manjares del palacio: “Y Daniel propuso en su corazón no
contaminarse con la porción de la comida del rey, ni con el vino que él bebía;
pidió, por tanto, al jefe de los eunucos que no se le obligase a contaminarse”, (Daniel 1:8). En
los tiempos que Jesús nació, en medio de tanto pecado y corrupción religiosa,
Simeón se mantuvo integro esperando que sus ojos vieran la consolación de
Israel: “Y he aquí había en Jerusalén un hombre llamado
Simeón, y este hombre, justo y piadoso, esperaba la consolación de Israel; y el
Espíritu Santo estaba sobre él”, (Lucas 2:25). Y así sucesivamente, uno podría
encontrar en cada época de la tierra un remanente fiel al Señor que ha estado
esperando su consolación y no se ha contaminado con los placeres de este mundo
de pecado. Hoy en día la maldad ha crecido tanto que incluso ha penetrado a
algunos miembros de la iglesia, pero cada uno de los hijos del reino debemos
mantener siempre nuestra integridad, esperando la venida de nuestro Señor,
porque llegará el día en el que se separarán los justo de los injusto, y cada
uno recibirá su castigo por lo cual Apocalipsis exhorta a los cristianos a
santificarse cada día más y no contaminarse con el pecado de este mundo: “El
que es injusto, sea injusto todavía; y el que es inmundo, sea inmundo todavía;
y el que es justo, practique la justicia todavía; y el que es santo,
santifíquese todavía. He aquí yo vengo pronto, y mi galardón conmigo, para
recompensar a cada uno según sea su obra”, (Apocalipsis 22:11-12).
El Tiempo del Fin
“Así será al fin del siglo: saldrán los
ángeles, y apartarán a los malos de entre los justos, y los echarán en el horno
de fuego; allí será el lloro y el crujir de dientes”.
Mateo
13:49-50
Jesús nos dice que para el tiempo del fin saldrán los ángeles a apartar a
los malos de entre los justo con el fin de echar al castigo eterno a los malos.
La Biblia es clara al enseñarnos que antes que venga el día de castigo para
este mundo su iglesia será apartada: “Por cuanto has guardado la palabra de mi
paciencia, yo también te guardaré de la hora de la prueba que ha de venir sobre
el mundo entero, para probar a los que moran sobre la tierra”, (Apocalipsis 3:10).
En Daniel se nos habla del día donde unos resucitaran para vida eterna y otros
para condenación eterna: “Y muchos de los que duermen en el polvo de
la tierra serán despertados, unos para vida eterna, y otros para vergüenza y
confusión perpetua”, (Daniel 12:2), y el apóstol Pablo nos dice que antes
que el juicio venga sobre esta tierra los muertos en Cristo resucitaran y los
demás seremos arrebatados al cielo, escapando así de la gran tribulación que
viene para este mundo: “Por lo cual os decimos esto en palabra del
Señor: que nosotros que vivimos, que habremos quedado hasta la venida del
Señor, no precederemos a los que durmieron. Porque el Señor mismo con voz de
mando, con voz de arcángel, y con trompeta de Dios, descenderá del cielo; y los
muertos en Cristo resucitarán primero. Luego nosotros los que vivimos, los que
hayamos quedado, seremos arrebatados juntamente con ellos en las nubes para
recibir al Señor en el aire, y así estaremos siempre con el Señor”, (1 Tesalonicenses
4:15-17). Con el arrebatamiento de la iglesia se estaría cumpliendo la primera
parte de esta parábola donde los peces buenos son puestos aparte, porque luego
vendrá la gran tribulación a este mundo donde la ira de Dios se desatara sobre
los hombres inicuos de esta tierra y será un momento tan terrible que la Biblia
lo llama día de gran angustia: “Cercano está el día grande de Jehová,
cercano y muy próximo; es amarga la voz del día de Jehová; gritará allí el
valiente. Día de ira aquel día, día de angustia y de aprieto, día de alboroto y
de asolamiento, día de tiniebla y de oscuridad, día de nublado y de
entenebrecimiento, día de trompeta y de algazara sobre las ciudades
fortificadas, y sobre las altas torres. Y atribularé a los hombres, y andarán
como ciegos, porque pecaron contra Jehová; y la sangre de ellos será derramada
como polvo, y su carne como estiércol. Ni su plata ni su oro podrá librarlos en
el día de la ira de Jehová, pues toda la tierra será consumida con el fuego de
su celo; porque ciertamente destrucción apresurada hará de todos los habitantes
de la tierra”, (Sofonías 1:14-18). Basta leer en Apocalipsis los juicios de los siete
sellos, las siete trompetas y las siete copa de la ira de Dios para entender
que aquel día será terrible para los impíos: “Oí una gran voz que decía desde el templo a
los siete ángeles: Id y derramad sobre la tierra las siete copas de la ira de
Dios. Fue el primero, y derramó su copa sobre la tierra, y vino una úlcera
maligna y pestilente sobre los hombres que tenían la marca de la bestia, y que
adoraban su imagen. El segundo ángel derramó su copa sobre el mar, y éste se
convirtió en sangre como de muerto; y murió todo ser vivo que había en el mar.
El tercer ángel derramó su copa sobre los ríos, y sobre las fuentes de las
aguas, y se convirtieron en sangre. Y oí al ángel de las aguas, que decía:
Justo eres tú, oh Señor, el que eres y que eras, el Santo, porque has juzgado
estas cosas. Por cuanto derramaron la sangre de los santos y de los profetas,
también tú les has dado a beber sangre; pues lo merecen. También oí a otro, que
desde el altar decía: Ciertamente, Señor Dios Todopoderoso, tus juicios son
verdaderos y justos. El cuarto ángel derramó su copa sobre el sol, al cual fue
dado quemar a los hombres con fuego. Y los hombres se quemaron con el gran
calor, y blasfemaron el nombre de Dios, que tiene poder sobre estas plagas, y
no se arrepintieron para darle gloria. El quinto ángel derramó su copa sobre el
trono de la bestia; y su reino se cubrió de tinieblas, y mordían de dolor sus
lenguas, y blasfemaron contra el Dios del cielo por sus dolores y por sus
úlceras, y no se arrepintieron de sus obras”, (Apocalipsis 16:1-11). Lo mejor
que el hombre puede hacer ahora es convertirse de corazón a Dios, creer en
Cristo para escapar de este terrible juicio que viene porque todos los que
hemos creído en Cristo tenemos la esperanza de que cuando el día del Señor
venga, nos apartara de estos terribles castigo, pero aquellos que nunca se
santificaron será arrojados al fuego del castigo. Por tanto, creamos en sus
promesas porque solamente Jesús puede otorgarnos el don de la vida eterna y
ayudarnos a escapar del infierno: “De cierto, de cierto os digo: El que oye mi
palabra, y cree al que me envió, tiene vida eterna; y no vendrá a condenación,
mas ha pasado de muerte a vida”, (Juan 5:24).
Gloria a Dios... Gracias x esta página.. es de mucha bendición ya que nos ayuda entender algunas cosa q no entendemos todavía.. sigan adelante y ánimo en el señor.. muchas bendiciones 😇🙏
ResponderBorrarMil gracias por este estudio de el Evangelio de Mateo me a ayudado a tener más conocimiento de la peregrinación de nuestro señor Jesucristo, Dios me lo continué Bendiciendo. Saludos desde 🇺🇸
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