“En seguida Jesús hizo a sus discípulos
entrar en la barca e ir delante de él a la otra ribera, entre tanto que él
despedía a la multitud. Despedida la multitud, subió al monte a orar aparte; y
cuando llegó la noche, estaba allí solo. Y ya la barca estaba en medio de la
mar, azotada por las olas; porque el viento era contrario. Mas a la cuarta
vigilia de la noche, Jesús vino a ellos andando sobre el mar. Y los discípulos,
viéndole andar sobre el mar, se turbaron, diciendo: ¡Un fantasma! Y dieron
voces de miedo. Pero en seguida Jesús les habló, diciendo: ¡Tened ánimo; yo
soy, no temáis! Entonces le respondió Pedro, y dijo: Señor, si eres tú, manda
que yo vaya a ti sobre las aguas. Y él dijo: Ven. Y descendiendo Pedro de la
barca, andaba sobre las aguas para ir a Jesús. Pero al ver el fuerte viento,
tuvo miedo; y comenzando a hundirse, dio voces, diciendo: ¡Señor, sálvame! Al
momento Jesús, extendiendo la mano, asió de él, y le dijo: ¡Hombre de poca fe!
¿Por qué dudaste? Y cuando ellos subieron en la barca, se calmó el viento.
Entonces los que estaban en la barca vinieron y le adoraron, diciendo: Verdaderamente
eres Hijo de Dios”.
Mateo 14:22-33
Introducción
Llegamos a uno de los pasajes épicos de la
cristiandad, la historia de Jesús caminando sobre el mar. Este pasaje aparece
también en Marcos 6:45–52 y Juan 6:16-21, llevando la
misma secuencia de la narración de los sucesos, la multiplicación de los panes
y los peces y la tempestad que es calmada por Jesús, con algunas variantes. En
Mateo y Marcos se nos cuenta que los discípulos se embarcaron mientras Jesús
despedía a las multitudes, los discípulos se asustaron, pensando que Jesús era
un fantasma. En Juan no se nos da el detalle del fantasma, y sólo Mateo relata
el intento de Pedro de ir hacia Jesús caminando sobre el agua. Una vez más
Mateo nos presenta en estos versículos la autoridad que Jesús tiene sobre la
naturaleza, en primer lugar porque camina sobre las aguas desafiando las leyes
naturales, segundo, hace que Pedro también camine sobre las aguas, y
finalmente, calma la tempestad.
Jesús camina sobre las aguas |
Jesús se aparta de sus discípulos
“En
seguida Jesús hizo a sus discípulos entrar en la barca e ir delante de él a la
otra ribera, entre tanto que él despedía a la multitud. Despedida la multitud,
subió al monte a orar aparte; y cuando llegó la noche, estaba allí solo”.
Mateo
14:22-23
En estos versículos vemos a Jesús
pidiéndoles a sus discípulos que entraran en una barca y se fueran delante de
Él a la otra ribera mientras despedía a las multitudes, y de acuerdo a Marcos
sabemos que les pidió que se fueran a Betsaida: “En seguida hizo a sus discípulos entrar en
la barca e ir delante de él a Betsaida, en la otra ribera, entre tanto que él
despedía a la multitud”,
(Marcos 6:45), pero ¿por qué lo hizo? ¿Por qué no se fue con ellos? Juan nos da
una pista: “Aquellos hombres entonces, viendo la señal que Jesús había hecho,
dijeron: Este verdaderamente es el profeta que había de venir al mundo. Pero
entendiendo Jesús que iban a venir para apoderarse de él y hacerle rey, volvió
a retirarse al monte él solo”, (Juan 6:14-15).
El milagro de la multiplicación de los panes y los peces había sido tan
sorprendente que la gente quería volverlo rey y así comenzar una rebelión en
contra de los romanos pensando que el Mesías los conduciría en esta misión de
liberación, pero lo cierto es que Jesús no estaba allí para conducir una
revolución sino para liderar una liberación espiritual. Fue por eso que Jesús
pensó enviar a sus discípulos adelante a la otra rivera mientras Él calmaba a
las multitudes y luego decidió apartarse a un lugar solitario a orar: Despedida
la multitud, subió al monte a orar aparte; y cuando llegó la noche, estaba allí
solo. No cabe duda que la costumbre de
apartarse a un lugar solitario y orar era muy importante para Jesús y esto lo
vemos en Lucas: “Pero
su fama se extendía más y más; y se reunía mucha gente para oírle, y para que
les sanase de sus enfermedades. Más él se apartaba a lugares desiertos, y
oraba”, (Lucas 5:15-16), o en Marcos: “Levantándose muy de mañana, siendo aún muy
oscuro, salió y se fue a un lugar desierto, y allí oraba”, (Macos
1:35).
La Terrible Tempestad
“Y ya la
barca estaba en medio de la mar, azotada por las olas; porque el viento era
contrario. Mas a la cuarta vigilia de la noche, Jesús vino a ellos andando
sobre el mar. Y los discípulos, viéndole andar sobre el mar, se turbaron,
diciendo: ¡Un fantasma! Y dieron voces de miedo. Pero en seguida Jesús les
habló, diciendo: ¡Tened ánimo; yo soy, no temáis!”.
Mateo
14:24-27
De acuerdo a
Juan, los discípulos habían remado alrededor de veinticinco a treinta estadios,
que equivalen aproximadamente a unos 5 ó 6 kilómetros: “Estaba ya oscuro, y Jesús no había venido a
ellos. Y se levantaba el mar con un gran viento que soplaba. Cuando habían
remado como veinticinco o treinta estadios, vieron a Jesús que andaba sobre el
mar y se acercaba a la barca; y tuvieron miedo. Mas él les dijo: Yo soy; no
temáis”, (Juan 6:17-20), y un viento contrario se había levantado
amenazando con una tormenta, lo cual los había dejado muy exhaustos y Jesús los
veía: “y al venir
la noche, la barca estaba en medio del mar, y él solo en tierra. Y viéndoles
remar con gran fatiga, porque el viento les era contrario, cerca de la cuarta
vigilia de la noche vino a ellos andando sobre el mar, y quería adelantárseles”,
(Marcos 6:47-48). La cuarta vigilia había caído, lo que significa que era entre
las 3:00 A.M. y 6:00 A.M. lo cual nos sugiere que estaba bastante oscuro lo
cual debió haber causado un ambiente de mayor temor al verse cansados y las
olas que posiblemente los alejaba cada vez más de la orilla. Cuando las fuerzas
desaparecían de los cansados brazos de los discípulos Jesús se decidió a acudir
a ellos, y eso es lo que Jesús hace con nosotros cuando las fuerzas parecen
desaparecer, y creemos que las olas contrarias de las adversidades nos
arrasaran, Jesús acude a nuestra ayuda para impedir que nos hundamos en las
dificultades. Los discípulos estaban tan cansados que cuando vieron acercarse a
Jesús se asustaron y lo confundieron con un fantasma, pero Él los alentó
hablándoles en medio de la madrugada para crear en ellos confianza: “Viéndole ellos
andar sobre el mar, pensaron que era un fantasma, y gritaron; porque todos le veían, y se turbaron. Pero en
seguida habló con ellos, y les dijo: ¡Tened ánimo; yo soy, no temáis!”,
(Marcos 6:49-50). Que hermoso es saber que cuando sentimos desmallar en medio
de las adversidades hay uno que está cerca de nosotros y evitará que nos
hundamos: “Cuando
pases por las aguas, yo estaré contigo; y si por los ríos, no te anegarán.
Cuando pases por el fuego, no te quemarás, ni la llama arderá en ti”,
(Isaías 43:2). Esta promesa nos pertenece, debemos estar conscientes que Jesús
jamás permitirá que nuestra barca se hunda, sin importar lo fuerte que sea la
tormenta que estemos atravesando.
El Impetuoso Pedro
“Entonces
le respondió Pedro, y dijo: Señor, si eres tú, manda que yo vaya a ti sobre las
aguas. Y él dijo: Ven. Y descendiendo Pedro de la barca, andaba sobre las aguas
para ir a Jesús. Pero al ver el fuerte viento, tuvo miedo; y comenzando a
hundirse, dio voces, diciendo: ¡Señor, sálvame! Al momento Jesús, extendiendo
la mano, asió de él, y le dijo: ¡Hombre de poca fe! ¿Por qué dudaste? Y cuando
ellos subieron en la barca, se calmó el viento. Entonces los que estaban en la
barca vinieron y le adoraron, diciendo: Verdaderamente eres Hijo de Dios”.
Mateo
14:28-33
Este detalle de Pedro pidiéndole a Jesús
que lo hiciera caminar sobre las aguas es exclusivo de Matea ya que no aparece
en Marcos o Juan durante el relato de la historia. Lo cierto es que nos
presenta un poco acerca de la personalidad de este apóstol. Lo primero que
vemos en estos versículos es el carácter impulsivo de Pedro lo cual lo hacía
reaccionar si pensar en las consecuencias: Entonces le respondió Pedro, y dijo: Señor,
si eres tú, manda que yo vaya a ti sobre las aguas. Y él dijo: Ven. Y
descendiendo Pedro de la barca, andaba sobre las aguas para ir a Jesús. De alguna forma, su carácter impetuoso
le ayudaba experimentar experiencias sobrenaturales que a los otros discípulos,
tal y como lo vemos ahora caminando sobre las aguas. En ocasiones su carácter
impulsivo lo llevo a realizar grandes declaraciones de fe: “Respondiendo
Simón Pedro, dijo: Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente”, (Mateo 16:16). Pero en otras lo metían
en problemas tal y cuando negó tres veces a Jesús a pesar que se le advirtió
que lo haría, con todo el no escucho: “Respondiendo Pedro, le dijo: Aunque todos
se escandalicen de ti, yo nunca me escandalizaré. Jesús le dijo: De cierto te
digo que esta noche, antes que el gallo cante, me negarás tres veces. Pedro le
dijo: Aunque me sea necesario morir contigo, no te negaré. Y todos los
discípulos dijeron lo mismo”,
(Mateo 26:33-35). En esta ocasión vemos como su carácter impulsivo lo metió en
problemas ya que al no pensar bien lo que hacía a veces no se consideraba todo
lo que iba a enfrentar y se preparaba adecuadamente: Pero al
ver el fuerte viento, tuvo miedo; y comenzando a hundirse, dio voces, diciendo:
¡Señor, sálvame!. Es hermoso ver
la relación de confianza que existía entre Jesús y Pedro ya que al verse
rodeado por las olas y sentir los fuertes vientos tuvo miedo y la fe le falló
de tal forma que comenzó a hundirse por lo que comenzó a gritar pidiéndole a
Jesús que le ayudará, y ante esto nuestro Señor lo ayudaba y lo reprendía por
su falta de fe: Al momento Jesús, extendiendo la mano, asió de él, y
le dijo: ¡Hombre de poca fe! ¿Por qué dudaste? Esta historia nos enseña la importancia de considerar
bien todo lo que vamos a hacer, ya que Dios no espera que seamos impulsivos
para hacer las cosas, sino las consideremos bien y seamos sabios para actuar,
incluso Jesús pide que se considere bien el precio de convertirse en sus
discípulos: “Porque ¿quién de vosotros, queriendo edificar una
torre, no se sienta primero y calcula los gastos, a ver si tiene lo que
necesita para acabarla? No sea que después que haya puesto el cimiento, y no
pueda acabarla, todos los que lo vean comiencen a hacer burla de él, diciendo:
Este hombre comenzó a edificar, y no pudo acabar. ¿O qué rey, al marchar a la
guerra contra otro rey, no se sienta primero y considera si puede hacer frente
con diez mil al que viene contra él con veinte mil? Y si no puede, cuando el
otro está todavía lejos, le envía una embajada y le pide condiciones de paz”, (Lucas 14:28-32). Por otro lado también
se nos pide ser personas de fe, y generalmente la fe mira las cosas que no son
como si fueran. Pedro comenzó a ver las olas y el fuerte viento y entonces
comenzó a hundirse, de igual forma nosotros debemos ser cuidadosos para no
enfocarnos más en los problemas y lo difícil de la situación porque entonces
nos hundiremos, al contrario debemos mantener nuestra mirada y fe en Jesús
quien nos dará la victoria, y si nos metemos en problemas por nuestra
imprudencia, como Pedro clamemos a Jesús que Él vendrá en nuestra ayuda, pero
pidámosle a Dios sabiduría para no vernos en estas situaciones difíciles. Como
sea tampoco podemos criticar a este increíble hombre llamado Pedro porque no
cabe duda que durante su vida tuvo una increíble relación con Jesús ya que
debido a su extrovertida e impetuosa personalidad llego a convertirse junto con
Juan y Jacobo en uno de los miembros del círculo íntimo de Jesús y por ello
experimento grandes momentos como este, o cuando vio la transfiguración de
Jesús, o cuando vio a Jesús resucitar a la hija de Jairo. Después que Pedro
clamo Jesús lo ayudo a subir en la barca y todos se quedaron maravillados de su
increíble autoridad sobre la naturaleza porque hasta las aguas se calmaron: cuando
ellos subieron en la barca, se calmó el viento. Entonces los que estaban en la
barca vinieron y le adoraron, diciendo: Verdaderamente eres Hijo de Dios. Que increíble es pensar que no importa
lo terrible que sea la tormenta que pasemos, Jesús tiene poder para calmarlas y
mantener nuestra barca a flote.
Excelente enseñanza gracias saludos desde 🇺🇸
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