Cuando no aprovechamos el llamado de Dios (Amós 4:6-12)




“Os hice estar a diente limpio en todas vuestras ciudades, y hubo falta de pan en todos vuestros pueblos; mas no os volvisteis a mí, dice Jehová. También os detuve la lluvia tres meses antes de la siega; e hice llover sobre una ciudad, y sobre otra ciudad no hice llover; sobre una parte llovió, y la parte sobre la cual no llovió, se secó. Y venían dos o tres ciudades a una ciudad para beber agua, y no se saciaban; con todo, no os volvisteis a mí, dice Jehová. Os herí con viento solano y con oruga; la langosta devoró vuestros muchos huertos y vuestras viñas, y vuestros higuerales y vuestros olivares; pero nunca os volvisteis a mí, dice Jehová. Envié contra vosotros mortandad tal como en Egipto; maté a espada a vuestros jóvenes, con cautiverio de vuestros caballos, e hice subir el hedor de vuestros campamentos hasta vuestras narices; mas no os volvisteis a mí, dice Jehová. Os trastorné como cuando Dios trastornó a Sodoma y a Gomorra, y fuisteis como tizón escapado del fuego; mas no os volvisteis a mí, dice Jehová. Por tanto, de esta manera te haré a ti, oh Israel; y porque te he de hacer esto, prepárate para venir al encuentro de tu Dios, oh Israel”.
Amós 4:6-12

INTRODUCCIÓN


            Aquí vemos un cuadro muy pictórico de la realidad de Israel en tiempos de los reyes los cuales recibieron el llamado de Dios en diferentes circunstancias, pero lamentablemente no se arrepintieron. Veamos en detalle lo que significa desaprovechar el llamado de Dios para nuestras vidas.

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Cuando no aprovechamos el llamado de Dios

                                I.            EL ERROR DE NO ATENDER SU LLAMADO EN TIEMPOS DE DIFICULTADES.


“Os hice estar a diente limpio en todas vuestras ciudades, y hubo falta de pan en todos vuestros pueblos; mas no os volvisteis a mí, dice Jehová. También os detuve la lluvia tres meses antes de la siega… Os herí con viento solano y con oruga; la langosta devoró vuestros muchos huertos y vuestras viñas, y vuestros higuerales y vuestros olivares; pero nunca os volvisteis a mí, dice Jehová. Envié contra vosotros mortandad tal como en Egipto; maté a espada a vuestros jóvenes, con cautiverio de vuestros caballos, e hice subir el hedor de vuestros campamentos hasta vuestras narices; mas no os volvisteis a mí, dice Jehová. Os trastorné como cuando Dios trastornó a Sodoma y a Gomorra, y fuisteis como tizón escapado del fuego; mas no os volvisteis a mí, dice Jehová”.

Lo primero que detectamos del texto es que Dios llamaba a Israel al arrepentimiento a través de las dificultades, ya que nuestros pecados son los que nos alejan de Dios y nos arrastran a nuestra propia ruina. Aquí vemos como Dios había provocado en ellos hambrunas, sequias, pestilencias, plagas y otras calamidades; pero ni con todas ellas Israel se arrepintió. Es importante que nosotros no cometamos los mismos errores ya que en ocasiones nos podemos ver en situaciones difíciles y no ser capaces de reconocer la necesidad que tenemos de volvernos a Dios. En la Biblia encontramos la historia del faraón que no quiso liberar a Israel de la esclavitud y por ello Dios se manifestó a él con toda clase de señales y plagas, pero este no se doblegaba, sino pedía misericordia a Moisés y cuando la plaga se apartaba volvía a endurecer su corazón: “Entonces Faraón se apresuró a llamar a Moisés y a Aarón, y dijo: He pecado contra Jehová vuestro Dios, y contra vosotros. Mas os ruego ahora que perdonéis mi pecado solamente esta vez, y que oréis a Jehová vuestro Dios que quite de mí al menos esta plaga mortal. Y salió Moisés de delante de Faraón, y oró a Jehová. Entonces Jehová trajo un fortísimo viento occidental, y quitó la langosta y la arrojó en el Mar Rojo; ni una langosta quedó en todo el país de Egipto. Pero Jehová endureció el corazón de Faraón, y éste no dejó ir a los hijos de Israel”, (Éxodo 10:16-20). Debido a su corazón no arrepentido Dios endureció su corazón aún más para que por su misma maldad muriese ya que al final de tanto faraón como su ejército murieron ahogados en el mar rojo. Cuantas personas son como faraón, o como los israelitas del tiempo del profeta Amos a los cuales Dios llama en medio de tanta dificultad, pero no atienden su llamado y persisten en sus pecados los cuales los están destruyendo, así vemos hoy personas destruidas por los vicios, por su vida de libertinaje y orgullo, pero en lugar arrepentirse optan por continuar en su ruina hasta finalmente perecer en sus pecados. Al final, hay dos caminos, o el del pecado rumbo a la destrucción, o el de la misericordia a través del arrepentimiento: “Porque la paga del pecado es muerte, más la dádiva de Dios es vida eterna en Cristo Jesús Señor nuestro”, (Romanos 6:23).


                             II.            EL ERROR DE NO ATENDER SU LLAMADO EN TIEMPOS DE ABUNDANCIA.


“… e hice llover sobre una ciudad, y sobre otra ciudad no hice llover; sobre una parte llovió, y la parte sobre la cual no llovió, se secó. Y venían dos o tres ciudades a una ciudad para beber agua, y no se saciaban; con todo, no os volvisteis a mí, dice Jehová”.

Si nos damos cuenta en el texto encontramos que la mayoría de israelitas estaban atravesando dificultades debido a su pecado, pero había una minoría que no, ya que venían dos o tres ciudades a una donde si había llovido y contaban con recursos para sobrevivir; sin embargo, lo que llama la atención es que ni estas se arrepintieron de su pecado, aun cuando vieron lo que a las otras les pasaba. Cuantas personas viven en pecado y tienen abundancia, no necesitan de nada y ven las dificultades que otras personas atraviesan, pero ni porque Dios les ha tenido paciencia se arrepienten, al contrario, se confían creyendo que no pagaran por sus pecados. En la Biblia encontramos la historia del rico y Lázaro, donde vemos el contraste entre la vida de un justo y un injusto, así como su recompensa en la eternidad.

“Había un hombre rico, que se vestía de púrpura y de lino fino, y hacía cada día banquete con esplendidez. Había también un mendigo llamado Lázaro, que estaba echado a la puerta de aquél, lleno de llagas, y ansiaba saciarse de las migajas que caían de la mesa del rico; y aun los perros venían y le lamían las llagas. Aconteció que murió el mendigo, y fue llevado por los ángeles al seno de Abraham; y murió también el rico, y fue sepultado. Y en el Hades alzó sus ojos, estando en tormentos, y vio de lejos a Abraham, y a Lázaro en su seno. Entonces él, dando voces, dijo: Padre Abraham, ten misericordia de mí, y envía a Lázaro para que moje la punta de su dedo en agua, y refresque mi lengua; porque estoy atormentado en esta llama. Pero Abraham le dijo: Hijo, acuérdate que recibiste tus bienes en tu vida, y Lázaro también males; pero ahora éste es consolado aquí, y tú atormentado. Además de todo esto, una gran sima está puesta entre nosotros y vosotros, de manera que los que quisieren pasar de aquí a vosotros, no pueden, ni de allá pasar acá. Entonces le dijo: Te ruego, pues, padre, que le envíes a la casa de mi padre, porque tengo cinco hermanos, para que les testifique, a fin de que no vengan ellos también a este lugar de tormento. Y Abraham le dijo: A Moisés y a los profetas tienen; óiganlos. El entonces dijo: No, padre Abraham; pero si alguno fuere a ellos de entre los muertos, se arrepentirán. Mas Abraham le dijo: Si no oyen a Moisés y a los profetas, tampoco se persuadirán, aunque alguno se levantare de los muertos”.
Lucas 16:19-31

            Como vemos, este rico tuvo sus riquezas y nunca tuvo necesidad de nada, pero ni por la abundancia recibida decidió buscar a Dios, creyó que siempre sería feliz y que sus pecados no tendrían consecuencias. Cuanta gente ha experimentado la misericordia de Dios en sus vidas y han prosperado en este mundo, viven perdidamente sin considerar la gravedad de sus maldades y en lugar de arrepentirse de sus pecados persisten en ellos sin saber que un día la paciencia de Dios terminara: 
“¿O menosprecias las riquezas de su benignidad, paciencia y longanimidad, ignorando que su benignidad te guía al arrepentimiento? Pero por tu dureza y por tu corazón no arrepentido, atesoras para ti mismo ira para el día de la ira y de la revelación del justo juicio de Dios”, (Romanos 2:4-5). Un día la vida se nos terminara y si no nos arrepentimos de nuestros pecados y atendemos el llamado de Dios pasaremos a condenación eterna.

                          III.            EL LLAMADO DE DIOS A NUESTRAS VIDAS.


“Envié a vosotros todos mis siervos los profetas, desde temprano y sin cesar, para deciros: Volveos ahora cada uno de vuestro mal camino, y enmendad vuestras obras, y no vayáis tras dioses ajenos para servirles, y viviréis en la tierra que di a vosotros y a vuestros padres; mas no inclinasteis vuestro oído, ni me oísteis”.
Jeremías 35:15

Una vez más vemos otro texto donde Dios insistentemente llamo a Israel al arrepentimiento, pero estos no escucharon, y por ello perecieron en sus pecados. De igual forma hoy en Dios a través de la predicación del evangelio Dios nos llama a volvernos a El porque de lo contrario moriremos en nuestras maldades.

CONCLUSIÓN.



Desde que el hombre peco en el huerto del Edén Dios ha estado llamando al arrepentimiento al hombre, ya sea a través de sus siervos que predican su palabra o incluso a través de las circunstancias de la vida. Israel desaprovecho la oportunidad que tenia de volverse a Él, fueron azotados por las dificultades, pero no se arrepintieron, otros fueron bendecidos por su misericordia, pero no se arrepintieron. Así hoy en día hay gente que ya sea viva en la prosperidad o en medio de terribles dificultades, sus corazones se endurecen y no buscan la misericordia de Dios, se rehúsan a dejar sus pecados y como consecuencia solo les espera la condenación eterna. Sin embargo, nosotros debemos aprovechar el llamado de Dios a nuestras vidas y alcanzar así misericordia.


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