“En cuanto a la ofrenda para los santos, haced vosotros también de
la manera que ordené en las iglesias de Galacia. Cada primer día de la semana
cada uno de vosotros ponga aparte algo, según haya prosperado, guardándolo,
para que cuando yo llegue no se recojan entonces ofrendas. Y cuando haya
llegado, a quienes hubiereis designado por carta, a éstos enviaré para que
lleven vuestro donativo a Jerusalén. Y si fuere propio que yo también vaya,
irán conmigo”.
1 Corintios 16:1-4
INTRODUCCIÓN
Finalmente hemos llegado al último capítulo de esta hermosa
primera carta del apóstol Pablo a los corintios. A lo largo de esta carta el
apóstol respondió las preguntas y exhorto a corregir varios problemas que los
informes que la familia de Cloé le había proporcionado y otras cartas que los
mismos corintios le habían escrito. Ahora en este capítulo 16 el apóstol toca
el último tema que posiblemente también los corintios le habían consultado por
medio de una carta y era referente a la ofrenda para los pobres, así mismo
termina detallando sus planes personales en cuanto a su ministerio de predicar
la palabra de Dios y las salutaciones finales. Veamos en esta ocasión las
instrucciones que el apóstol Pablo les da en cuanto a las ofrendas que los
corintios recogían para ayudar a los pobres de la iglesia de Jerusalén.
La ofrenda de los santos |
LAS OFRENDAS DE LOS SANTOS
“En cuanto a la ofrenda para los santos, haced vosotros también de
la manera que ordené en las iglesias de Galacia”.
1 Corintios 16:1
Las palabras: En cuanto a, sugieren a muchos teólogos que este
tema que tocara a continuación es otro los corintios ya le habían consultado
por carta. El tema es referente a las ofrendas de los santos, especialmente
aquellas destinadas a ayudar a los pobres. Los judíos tenían un sistema de
diezmos y ofrendas que estaban destinadas al mantenimiento del Templo, sostener
a los sacerdotes y ayuda para los pobres. En el caso de la iglesia primitiva
vemos el énfasis que estos le dieron a las ofrendas del primer siglo. Por
ejemplo, vemos como los filipenses ofrendaban con el objetivo de ayudar al
apóstol Pablo en su ministerio: “En gran manera me gocé en el Señor de que ya al fin habéis
revivido vuestro cuidado de mí; de lo cual también estabais solícitos, pero os
faltaba la oportunidad. No lo digo porque tenga escasez, pues he aprendido a
contentarme, cualquiera que sea mi situación”, (Filipenses 4:10-11).
No obstante, el apóstol prefería en algunas ocasiones trabajar con tal de no
ser una carga para otras iglesias, y prefería ante todo dar que recibir: “Antes vosotros
sabéis que para lo que me ha sido necesario a mí y a los que están conmigo,
estas manos me han servido. En todo os he enseñado que, trabajando así, se debe
ayudar a los necesitados, y recordar las palabras del Señor Jesús, que dijo:
Más bienaventurado es dar que recibir”, (Hechos 20:34-35). Por
ejemplo, cuando visito Corinto se dedicó a trabajar en su oficio, el hacer
tiendas, antes de esperar las ofrendas de ayuda: “Después de estas cosas, Pablo salió de Atenas
y fue a Corinto. Y halló a un judío llamado Aquila, natural del Ponto, recién
venido de Italia con Priscila su mujer, por cuanto Claudio había mandado que
todos los judíos saliesen de Roma. Fue a ellos, y como era del mismo oficio, se
quedó con ellos, y trabajaban juntos, pues el oficio de ellos era hacer
tiendas”, (Hechos 18:1-3). Y esto mismo se los dijo en su primera
carta a los corintios: “Si nosotros sembramos entre vosotros lo espiritual, ¿es gran
cosa si segáremos de vosotros lo material? Si otros participan de este derecho
sobre vosotros, ¿cuánto más nosotros? Pero no hemos usado de este derecho, sino
que lo soportamos todo, por no poner ningún obstáculo al evangelio de Cristo.
¿No sabéis que los que trabajan en las cosas sagradas, comen del templo, y que
los que sirven al altar, del altar participan? Así también ordenó el Señor a
los que anuncian el evangelio, que vivan del evangelio”, (1
Corintios 9:11-14). Por tanto, algunas ofrendas que se daban en la iglesia del
primer siglo estaban destinadas a ayudar a los ministros, sin embargo, Pablo no
siempre hizo uso de este derecho.
Otra
razón por la cual la iglesia primitiva ofrendaba era para ayudar a los pobres. Esta
parece ser la principal razón por la cual los cristianos del primer siglo
ofrendaban ya que en este tiempo no existían templos formales, sino que las
iglesias acostumbraban reunirse en la casa de algún creyente de la comunidad y
por tanto, no tenían necesidad de pagar mantenimiento de edificios y otras
necesidades relacionadas con lo mismo. En el libro de los Hechos podemos ver
como los santos se organizaban para ayudar a los necesitados: “Así que no había
entre ellos ningún necesitado; porque todos los que poseían heredades o casas,
las vendían, y traían el precio de lo vendido, y lo ponían a los pies de los
apóstoles; y se repartía a cada uno según su necesidad. Entonces José, a quien
los apóstoles pusieron por sobrenombre Bernabé (que traducido es, Hijo de
consolación), levita, natural de Chipre, como tenía una heredad, la vendió y
trajo el precio y lo puso a los pies de los apóstoles”, (Hechos
4:34-37). En algunas ocasiones vemos como la iglesia gentil se organizaba para
enviar ofrendas de ayuda a otras iglesias que atravesaban por dificultades, y a
veces lo hacían a través de Pablo: “En aquellos días unos profetas descendieron de Jerusalén a
Antioquía. Y levantándose uno de ellos, llamado Agabo, daba a entender por el
Espíritu, que vendría una gran hambre en toda la tierra habitada; la cual sucedió
en tiempo de Claudio. Entonces los discípulos, cada uno conforme a lo que
tenía, determinaron enviar socorro a los hermanos que habitaban en Judea; lo
cual en efecto hicieron, enviándolo a los ancianos por mano de Bernabé y de
Saulo”, (Hechos 11:27-30). El mismo apóstol Pablo fue enseñado a no
olvidarse de los pobres: “Reconociendo la gracia que me había sido dada, Jacobo, Cefas
y Juan, que eran considerados como columnas, nos dieron a mí y a Bernabé la diestra
en señal de compañerismo, para que nosotros fuésemos a los gentiles, y ellos a
la circuncisión. Solamente nos pidieron que nos acordásemos de los pobres; lo
cual también procuré con diligencia hacer”, (Gálatas 2:9-10).
También vemos en otras cartas como el apóstol Pablo organizaba colectas para
ayudar a iglesias necesitadas, especialmente la iglesia de Jerusalén: “Mas ahora voy a
Jerusalén para ministrar a los santos. Porque Macedonia y Acaya tuvieron a bien
hacer una ofrenda para los pobres que hay entre los santos que están en
Jerusalén”, (Romanos 15:25-26), y ahora aquí también realiza la
misma solicitud: En
cuanto a la ofrenda para los santos, haced vosotros también de la manera que
ordené en las iglesias de Galacia… para que cuando yo llegue no se recojan
entonces ofrendas. Y cuando haya llegado, a quienes hubiereis designado por
carta, a éstos enviaré para que lleven vuestro donativo a Jerusalén.
¿CÓMO ERA EL MÉTODO PARA OFRENDAR?
“Cada primer día de la semana cada uno de vosotros ponga aparte algo,
según haya prosperado…”
1 Corintios 16:2
Aquí vemos como era el método que los cristianos del
primer siglo usaban para ofrendar. Si leemos este pasaje nos damos cuenta de
algunas cosas. En primer lugar, vemos que la costumbre de los creyentes era apartar
la ofrenda cada primer día de la semana: Cada primer día de la semana cada uno de vosotros ponga
aparte algo. De acuerdo a la evidencia bíblica podemos entender que
la iglesia primitiva acostumbro a reunirse el primer día de la semana, es
decir, el domingo, a diferencia de los judíos que lo hacían el sábado.
Posiblemente la costumbre de reunirse surgió como consecuencia de saber que
Cristo resucito en el primer día de la semana. La palabra domingo proviene del
latín dominicus (que literalmente significa el día del Señor),
misma expresión que el apóstol Juan utiliza en el libro de Apocalipsis cuando
se encuentra exiliado en la isla de
Patmos: “Yo estaba en el Espíritu en el día del
Señor, y oí detrás de mí una gran voz como de trompeta”, (Apocalipsis
1:10). Esa expresión “el día del Señor” se
refiere técnicamente al primer día de la semana, el domingo, ya que Jesús
resucitó ese día. De igual forma, si revisamos la literatura de la iglesia de
los primeros tres siglos nos damos cuenta de que hay evidencia de que los
cristianos se reunían el día domingo. Por ejemplo, una de las obras del primer
siglo muy famosa entre los cristianos de ese tiempo llamada la Didajé, o la
Doctrina de los Doce Apóstoles, que fue uno de los primeros manuales de
cultos y enseñanza cristiana dice: “El Día del Señor nos reunimos y partimos el pan”
(Didajé 14:1). De igual
forma, Ignacio de Antioquía, un padre de la iglesia primitiva escribió en su
carta a los magnesios de la siguiente forma: “ya no viven para el sábado, sino para el
Día del Señor” (Epístola a
los Magnesios, 9:1). Otro escritor antiguo llamado Melitón de
Sardes escribió un tratado Acerca del Día del Señor. De esta forma podemos ver como la iglesia
primitiva acostumbro reunirse el día domingo y era en este día que cada uno
apartaba una ofrenda para el Señor. En segundo lugar, vemos que no había una
cuota fija, o porcentaje especifico que cada uno tenía que dar, sino, cada uno
daba conforme había sido prosperado: cada uno de vosotros ponga aparte algo, según haya prosperado. Obviamente el principio era dar por generosidad,
por agradecimiento a los favores dados por Dios, y esto nos lleva al tercer
principio básico al momento de ofrendar, ya que debe ser por generosidad, no
por necesidad, ni con tristeza o por obligación, debe desprenderse de un
corazón agradecido, y esto trae una gran bendición a la vida del ofrendaste,
porque así como da, así recibe la bendición de Dios: “Pero esto digo: El que siembra escasamente, también segará escasamente; y
el que siembra generosamente, generosamente también segará. Cada uno dé como
propuso en su corazón: no con tristeza, ni por necesidad, porque Dios ama al
dador alegre. Y poderoso es Dios para hacer que abunde en vosotros toda gracia,
a fin de que, teniendo siempre en todas las cosas todo lo suficiente, abundéis
para toda buena obra; como está escrito: Repartió, dio a los pobres; su
justicia permanece para siempre. Y el que da semilla al que siembra, y pan al
que come, proveerá y multiplicará vuestra sementera, y aumentará los frutos de
vuestra justicia, para que estéis enriquecidos en todo para toda liberalidad,
la cual produce por medio de nosotros acción de gracias a Dios”, (2
Corintios 9:6-11). En resumen podemos ver como la iglesia primitiva
acostumbraba apartar su ofrenda el primer día de la semana, apartaban un poco
conforme habían sido bendecidos y lo hacían por agradecimiento, sabiendo que
así como se siembra, así se cosecha.
¿CÓMO ERAN MANEJADAS LAS OFRENDAS EN EL TIEMPO DE LA IGLESIA PRIMITIVA?
“… guardándolo, para que cuando yo llegue no se recojan entonces
ofrendas. Y cuando haya llegado, a quienes hubiereis designado por carta, a
éstos enviaré para que lleven vuestro donativo a Jerusalén. Y si fuere propio
que yo también vaya, irán conmigo”.
1 Corintios 16:2-4
Finalmente, vemos como en este pasaje las ofrendas de
los santos eran manejadas en la iglesia. Primero el apóstol les decía que
guardaran las ofrendas hasta su llegada para que hasta entonces se recoja todo
lo que se había recolectado: guardándolo, para que cuando yo llegue no se recojan entonces
ofrendas. Luego, debían ser administradas por hombres fieles que se
aseguraran de que se les diera el uso por el cual se habían recogido: Y cuando haya
llegado, a quienes hubiereis designado por carta, a éstos enviaré para que
lleven vuestro donativo a Jerusalén. Y si fuere propio que yo también vaya,
irán conmigo. De esta forma la iglesia se aseguraba que las ofrendas
no fuesen malgastadas o usadas para fines egoístas de una sola persona, sino
existían un grupo pequeño de hermanos fieles que garantizaban su uso correcto.
Este principio se ve también mencionado en 2 Corintios: “Pero gracias a Dios que puso en el corazón de
Tito la misma solicitud por vosotros. Pues a la verdad recibió la exhortación;
pero estando también muy solícito, por su propia voluntad partió para ir a
vosotros. Y enviamos juntamente con él al hermano cuya alabanza en el evangelio
se oye por todas las iglesias; y no sólo esto, sino que también fue designado
por las iglesias como compañero de nuestra peregrinación para llevar este
donativo, que es administrado por nosotros para gloria del Señor mismo, y para
demostrar vuestra buena voluntad; evitando que nadie nos censure en cuanto a
esta ofrenda abundante que administramos, procurando hacer las cosas
honradamente, no sólo delante del Señor sino también delante de los hombres”,
(2 Corintios 8:16-21). Si nos damos cuenta, tanto Tito, como el hermano cuyo
nombre no se menciona gozaban de gran testimonio, y a estos se les confió la
administración de las ofrendas: Y enviamos juntamente con él al hermano cuya alabanza en el
evangelio se oye por todas las iglesias. De esta forma se aseguraban
que las ofrendas de los santos eran utilizados para los fines correctos y de
igual forma hoy la iglesia tiene que hacer.
Preciosa enseñanza Dios les bendiga
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