“Y cuando
llegó cerca de la ciudad, al verla, lloró sobre ella, diciendo: ¡Oh, si también
tú conocieses, a lo menos en este tu día, lo que es para tu paz! Mas ahora está
encubierto de tus ojos. Porque vendrán días sobre ti, cuando tus enemigos te
rodearán con vallado, y te sitiarán, y por todas partes te estrecharán, y te
derribarán a tierra, y a tus hijos dentro de ti, y no dejarán en ti piedra
sobre piedra, por cuanto no conociste el tiempo de tu visitación”.
Lucas 19:41-44
INTRODUCCIÓN
En estos versículos Jesús hace una
triste lamentación porque su amada Jerusalén no supo reconocer el tiempo de su
visitación. Esta historia puede enseñarnos mucho en cuanto a la importancia de
estar firmes en el evangelio y aprovechar el tiempo de gracia que nuestro Dios
nos ha dado por medio de nuestro Señor Jesucristo.
La entrada triunfal |
I. JESÚS Y SU ENTRADA TRIUNFAL EN
JERUSALÉN.
“Cuando se
acercaron a Jerusalén, y vinieron a Betfagé, al monte de los Olivos, Jesús
envió dos discípulos, diciéndoles: Id a la aldea que está enfrente de vosotros,
y luego hallaréis una asna atada, y un pollino con ella; desatadla, y
traédmelos. Y si alguien os dijere algo, decid: El Señor los necesita; y luego
los enviará. Todo esto aconteció para que se cumpliese lo dicho por el profeta,
cuando dijo: Decid a la hija de Sion: He aquí, tu Rey viene a ti, manso, y
sentado sobre una asna, sobre un pollino, hijo de animal de carga. Y los
discípulos fueron, e hicieron como Jesús les mandó; y trajeron el asna y el
pollino, y pusieron sobre ellos sus mantos; y él se sentó encima”.
Mateo 21:1-7
Para este momento el ministerio de
nuestro Señor Jesucristo estaba a punto de finalizar y estaba a punto de entrar
a Jerusalén donde tendría lugar su última semana que terminaría con su muerte
en la cruz del Calvario. Ahora bien, este acontecimiento conocido como a
entrada triunfal de Jesús era importante porque estaba profetizado que el Mesías
entraría a Jerusalén sentado sobre una asna que nadie nunca había montado: “Alégrate mucho,
hija de Sion; da voces de júbilo, hija de Jerusalén; he aquí tu rey vendrá a
ti, justo y salvador, humilde, y cabalgando sobre un asno, sobre un pollino
hijo de asna”, (Zacarias 9:9). Por esta razón todos los judíos en Jerusalén
acostumbraban tener para la fiesta de la pascua un pollino hijo de asna con la
esperanza de que un día el Mesías llegara a ellos y pudieran tener el honor de
proporcionarle el animal para que lo montara y así cumplir con esta grande
profecía. Así año tras año los judíos de Jerusalén se preparaban anhelando la
venida de su Rey Mesías. Por eso antes de entrar a Jerusalén, Jesús envió a dos
de sus discípulos a buscar a un pollino con las indicaciones de lo que habrían
de decirle al dueño si les preguntaba que hacían: Cuando se acercaron a Jerusalén, y vinieron a
Betfagé, al monte de los Olivos, Jesús envió dos discípulos, diciéndoles: Id a
la aldea que está enfrente de vosotros, y luego hallaréis una asna atada, y un
pollino con ella; desatadla, y traédmelos. Y si alguien os dijere algo, decid:
El Señor los necesita; y luego los enviará… Y los discípulos fueron, e hicieron
como Jesús les mandó; y trajeron el asna y el pollino, y pusieron sobre ellos
sus mantos; y él se sentó encima.
II.
ISRAEL NO FUE CAPAZ DE RECONOCER
QUE SU MOMENTO HABÍA LLEGADO.
“Y la
multitud, que era muy numerosa, tendía sus mantos en el camino; y otros cortaban
ramas de los árboles, y las tendían en el camino. Y la gente que iba delante y
la que iba detrás aclamaba, diciendo: ¡Hosanna al Hijo de David! ¡Bendito el
que viene en el nombre del Señor! ¡Hosanna en las alturas! Cuando entró él en
Jerusalén, toda la ciudad se conmovió, diciendo: ¿Quién es éste? Y la gente
decía: Este es Jesús el profeta, de Nazaret de Galilea”.
Mateo 21:8-11
Aquel día fue inolvidable para sus
discípulos, porque una profecía estaba cumpliéndose en sus propias narices, y
aquellas multitudes acostumbradas a seguir a Jesús de Galilea lo habían
acompañado hasta este momento, y llenos de júbilo alabaron a Dios y honraron a
su Mesías: Y la
multitud, que era muy numerosa, tendía sus mantos en el camino; y otros
cortaban ramas de los árboles, y las tendían en el camino. Y la gente que iba
delante y la que iba detrás aclamaba, diciendo: ¡Hosanna al Hijo de David!
¡Bendito el que viene en el nombre del Señor! ¡Hosanna en las alturas!
Lamentablemente, los ciudadanos de Jerusalén que esperaban con ansias la
entrada del Mesías por sus puertas, y que incluso algunos acostumbraban tener
un pollino de asno preparado para cada pascua para este momento no fueron
capaces de reconocer a Jesús como su Mesías, ni entendieron que el día tan
esperado había llegado: Cuando entró él en Jerusalén, toda la ciudad se conmovió,
diciendo: ¿Quién es éste? Y la gente decía: Este es Jesús el profeta, de
Nazaret de Galilea. Debido a que el ministerio de Jesús se
desarrolló principalmente en Galilea, era esta gente que gritaba con júbilo,
pero los judíos de Jerusalén no lo conocían y por tal razón no se alegraron de
su entrada. Que triste fue aquel día para estos judíos que no entendieron que
el tiempo de su visitación finalmente había llegado, pero no supieron reconocerlo,
y por ello Jesús hace lamentación por ellos: Y cuando llegó cerca de la ciudad, al verla,
lloró sobre ella, diciendo: ¡Oh, si también tú conocieses, a lo menos en este
tu día, lo que es para tu paz! Mas ahora está encubierto de tus ojos. Porque vendrán
días sobre ti, cuando tus enemigos te rodearán con vallado, y te sitiarán, y
por todas partes te estrecharán, y te derribarán a tierra, y a tus hijos dentro
de ti, y no dejarán en ti piedra sobre piedra, por cuanto no conociste el
tiempo de tu visitación. Que profunda tristeza invadió el corazón de
Jesús al saber que los judíos no reconocieron el tiempo de su visitación,
porque de lo contrario ellos hubiesen recibido a su Mesías el cual traía la paz
para sus almas angustiadas, pero lamentablemente no lo conocieron y días
después crucificaron a su Mesías, sin darse cuenta de su terrible error. Ese
día pudo haber sido diferentes para ellos, y quien sabe, a lo mejor hubiese
comenzado el milenio restaurando a toda la nación de Israel; pero
lamentablemente perdieron su oportunidad y en el año 70 d.C. el general Tito
invadió la ciudad destruyéndola totalmente.
III.
SI NO VIGILAMOS TAMBIÉN NOSOTROS
PODEMOS PERDER EL TIEMPO DE NUESTRA VISITACIÓN: EL RAPTO.
El ejemplo de estos judíos que no
supieron reconocer el tiempo de su visitación nos debe servir de gran ejemplo.
Si tan solo ellos hubiesen reconocido a Jesús como su Mesías, todo hubiese sido
diferente, la paz que tanto anhelaban hubiese llegado; pero no lo hicieron y en
lugar de eso su ciudad fue destruida en el año 70 d.C. De igual forma hoy Jesús
es presentado a todas las naciones como el Señor y Salvador de mundo, pero
muchos no reconocen el tiempo de gracia en el que viven, y que hay una gloriosa
promesa donde Cristo ha prometido venir por su iglesia, aun así, algunos no
reconocen este tiempo de oportunidad y como consecuencia se quedaran a sufrir
la gran tribulación y a pagar por sus pecados en el infierno. Por ello nuestro
Señor nos exhorta a velar y estar preparados para este día: “Velad, pues, porque
no sabéis a qué hora ha de venir vuestro Señor. Pero sabed esto, que si el
padre de familia supiese a qué hora el ladrón habría de venir, velaría, y no
dejaría minar su casa. Por tanto, también vosotros estad preparados; porque el
Hijo del Hombre vendrá a la hora que no pensáis”, (Mateo 24:42-44).
CONCLUSIÓN.
Hace más de dos mil años la
profecía de Zacarias se cumplió y el Mesías entro en Jerusalén montado en un
pollino de asna, un acontecimiento que los judíos esperaban fervientemente;
pero lamentablemente no supieron reconocer el tiempo de su visitación ya que no
entendieron que Jesús era su Mesías tan esperado. Así la oportunidad de
experimentar su paz tan anhelada se perdió y en el año 70 d.C. su ciudad fue
destruida. Hoy en día la misma historia se repite ya que Jesús es predicado a
las naciones como el Señor y Salvador, pero muchos no reconocen el tiempo de
gracia que Dios les da y un día serán sorprendidos por el rapto donde el Señor
se llevara a su iglesia y ya no habrá más esperanza para ellos. Por tanto,
sepamos reconocer este bendito periodo de gracia donde por la fe podemos ser
salvos y velemos para que cuando nuestro Señor regrese podamos reunirnos con
El.
Excelente, gloria a Dios
ResponderBorrarMateo 24 y 25 no nos habla del rapto. Nos habla de su segunda venida.
ResponderBorrarSi gloria a Dios.
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