“Llegué, pues, a Jerusalén, y después
de estar allí tres días, me levanté de noche, yo y unos pocos varones conmigo,
y no declaré a hombre alguno lo que Dios había puesto en mi corazón que hiciese
en Jerusalén; ni había cabalgadura conmigo, excepto la única en que yo cabalgaba”.
Nehemías 2:11-12
INTRODUCCIÓN
El tercer hábito que consideraremos en esta
sección será el de ser siempre una persona visionaria. Definir qué es la visión
resulta algo complicado porque va más allá de un concepto abstracto o místico. La
visión es una visualización que mira hacia el futuro, que proyecta a una
persona a alcanzar una meta, que reconoce sus posibilidades entendiendo dónde
actualmente está pero define a dónde quiere llegar. Sin visión no hay
propósito, no hay un rumbo que seguir en la vida, se va por allí de un lado
hacia otro sin llegar a ningún lado, sin mayor compromiso, sin visión no hay ninguna
razón para resistir las adversidades de la vida y no hay nada en la vida que
verdaderamente nos apasione. Héctor Torres lo dice de esta forma: “Una persona sin
visión se mueve solamente por lo que ve, lo que está a su alcance. No piensa en
el mañana y no ve más allá de sí misma. Alguien hizo un comentario que ha
llegado a ser muy conocido: «Algunas personas ven las cosas como son y
preguntan: ¿Por qué? Otras ven las cosas como podrían ser y dicen: ¿Por qué
no?”[1].
Ahora bien, en el liderazgo cristiano es clave que esta visión sea inspirada
por Dios. Si hay un buen ejemplo de alguien que haya recibido una visión de
parte de Dios es Nehemías, su historia es inspiradora y nos muestra lo que un
hombre con visión es capaz de hacer para la gloria de Dios. En el libro de
Nehemías observamos como en su corazón guardaba lo que Dios le había dado, un
deseo por reconstruir los muros de Jerusalén y devolverle su antigua
gloria: … y no declaré a
hombre alguno lo que Dios había puesto en mi corazón que hiciese en Jerusalén. Es imposible llegar a ser un buen líder si
no se tiene una visión clara que le dé propósito a su vida, de allí que todo lo
que hagamos día a día tiene que estar influenciado por nuestra visión, y es por
ellos que muchos la consideran más que una característica del liderazgo, un
hábito que tiene que practicarse a diario. Stephen Covey lo llama el hábito de
empezar con un fin en mente, ya que cada vez que se comienza a realizar una
tarea, esta es filtrada por la visión que el líder tiene y de realizarse es
porque contribuirá a alcanzar el propósito que la visión encierra: “comenzar con un
fin en mente significa comenzar con una clara comprensión de su destino.
Significa saber a donde se está yendo, de modo que se pueda comprender mejor
dónde se está, y dar siempre los pasos adecuados en la dirección correcta”[2].
Ahora bien, cuando la visión es de Dios, nuestras acciones tienen que estar en
armonía con ella de tal forma que todo lo que hagamos nos ayudara a no perder
el tiempo en cosas triviales sino en alcanzar el propósito divino. Si
estudiamos más en detalle la historia de Nehemías nos daremos cuenta que fue la
visión que Dios le dio lo que inspiro toda su vida y lo mantuvo siempre
enfocado en la terea que se le había delegado, la reconstrucción de los muros
de Jerusalén. Como líderes cristianos es clave que nos aseguremos que hayamos
recibido de parte de Dios una autentica visión que nos mantenga en el servicio
y propósito de su reino, ya que podríamos encontrarnos muy ocupados, pero no
enfocados en aquello para lo cual el Señor nos haya llamado.
Nehemías el líder visionario |
LA VISIÓN DE UN LÍDER CRISTIANO NACE QUE UN CORAZÓN QUEBRANTADO POR DIOS
“Palabras de Nehemías hijo de Hacalías. Aconteció en el
mes de Quisleu, en el año veinte, estando yo en Susa, capital del reino, que
vino Hanani, uno de mis hermanos, con algunos varones de Judá, y les pregunté
por los judíos que habían escapado, que habían quedado de la cautividad, y por
Jerusalén. Y me dijeron: El remanente, los que quedaron de la cautividad, allí
en la provincia, están en gran mal y afrenta, y el muro de Jerusalén derribado,
y sus puertas quemadas a fuego. Cuando oí estas palabras me senté y lloré, e
hice duelo por algunos días, y ayuné y oré delante del Dios de los cielos”.
Nehemías 1:1-4
En primer lugar, la
visión del líder cristiano nace de un corazón quebrantado por Dios. Una
persona que tiene un corazón quebrantado por Dios es aquella cuyos principales
intereses giran alrededor del reino de Dios y su gloria. Nehemías fue un hombre
así. Nehemías fue un judío que se encontraba en Susa, la capital del reino de
Media y Persia, y era el copero del rey. Fue estando allí que al preguntar por
el remanente de Judá le dieron terribles noticias: El remanente, los que quedaron de la
cautividad, allí en la provincia, están en gran mal y afrenta, y el muro de
Jerusalén derribado, y sus puertas quemadas a fuego. La reacción de
Nehemías ante la noticia nos muestra su corazón y pasión por Dios: Cuando oí estas
palabras me senté y lloré, e hice duelo por algunos días, y ayuné y oré delante
del Dios de los cielos. Nehemías era un hombre que amaba tanto a
Dios que cuando se enteró que la gran ciudad del Señor, Jerusalén, se
encontraba hecha un montón de rocas quemadas y que su pueblo se encontraba en
terrible calamidad, su corazón se quebrantó y lamento en gran manera. Antes de
recibir la visión de parte de Dios debemos interesarnos por el progreso de su
reino. Muchas personas hoy en día solo se interesan por sus cosas, no le
prestan atención al progreso de la obra del Señor en esta tierra, no les importa
que el nombre de Jesús sea glorificado y sus corazones son insensibles a las
necesidades de la iglesia. Solamente una persona que ame a Dios y se interese
por el progreso de su reino es capaz de conectarse con Él y recibir la visión
de contribuir con el avance de su obra: “La visión de un líder es al llamamiento que Dios le da
para llevar a cabo sus planes o sus propósitos. Es el sueño inspirado por Dios
que arde en su corazón y que lo motiva a cumplir el propósito de Dios con su
vida”[3].
Muchas personas hoy en día no tienen visión por la obra de Dios simplemente
porque no se interesan por glorificar su nombre en esta tierra; sin embargo,
nosotros debemos procurar tener un corazón quebrantado que busque siempre
honrar su nombre, cuando lo hagamos así el Señor nos mostrara el camino a
seguir.
LA VISIÓN DE DIOS NACE DE SUEÑOS QUE A TRAVÉS DE LA FE SE MATERIALIZA
“… concede ahora buen éxito a tu siervo, y dale gracia delante de
aquel varón. Porque yo servía de copero al rey”.
Nehemías 1:5-11
La visión de Dios primero nace en la
mente y corazón del líder, antes de materializarse solo son sueños que
requieren un acto de fe. En su oración a Dios Nehemías oraba para que
se le diera gracia delante del rey de los medos y los persas ya que quería
conseguir su apoyo para reconstruir los muros de Jerusalén, sin embargo, este
proyecto existía únicamente en su corazón y mente. A partir de este momento la
visión de reconstruir los muros de Jerusalén alimento el corazón de Nehemías, y
esto es lo que provoca la visión en un líder, le ayuda a proyectarse y planear
para llevar a cabo lo que apenas es solo una imagen mental. Stephen Covey nos
dice que la visión al principio es solo una imagen que está presente únicamente
en la mente del líder, pero con el tiempo esta logra materializarse: “El hábito de
«empezar con un fin en mente» se basa en el principio de que todas las cosas se
crean dos veces. Siempre hay primero una creación mental, y luego una creación
física”[4]. Así es como nacen los
grandes proyectos en la vida, primero es solo un cuadro mental de lo que se
quiere hacer, son sueños y anhelos; pero con el tiempo se materializan para
volverse una realidad, y para el líder cristiano funciona de la misma manera a
tal punto que al principio su visión requiere un acto de fe que lo desafía a
creer que cualquier cosa que nos atrevamos a creer es posible: “Una visión es un
modelo mental de un estado futuro de un proceso, grupo u organización, trata
con un mundo que existe únicamente en la imaginación, edificando sobre
especulaciones razonables, fabricadas a partir de lo que esperamos que sean
presunciones razonables sobre el futuro. Un visionario es alguien que tiene la
imagen de un mundo ficticio que puede ser observado o verificado por
adelantado… un mundo cuya misma existencia requiere un acto de fe”[5]. Cuando la visión está presente en la vida de un
líder, este lucha en su mente por darle forma antes de buscar los recursos para
materializarla, y esto es lo que le pasaba a Nehemías. Como líderes cristianos
debemos pedirle a Dios dirección para encontrar nuestra verdadera vocación de
servicio, esa visión que alimentará nuestro corazón y nos llevará a engrandecer
el nombre de Jesucristo, tal y como Nehemías lo hacía al orar a Dios: … concede ahora buen
éxito a tu siervo, y dale gracia delante de aquel varón. Porque yo servía de
copero al rey.
LA ORACIÓN NOS AYUDA A COMPRENDER LA VISIÓN DE DIOS
“Y dije: Te ruego, oh Jehová, Dios de los cielos, fuerte,
grande y temible, que guarda el pacto y la misericordia a los que le aman y
guardan sus mandamientos; esté ahora atento tu oído y abiertos tus ojos para
oír la oración de tu siervo, que hago ahora delante de ti día y noche, por los
hijos de Israel tus siervos; y confieso los pecados de los hijos de Israel que
hemos cometido contra ti; sí, yo y la casa de mi padre hemos pecado. En extremo
nos hemos corrompido contra ti, y no hemos guardado los mandamientos, estatutos
y preceptos que diste a Moisés tu siervo. Acuérdate ahora de la palabra que
diste a Moisés tu siervo, diciendo: Si vosotros pecareis, yo os dispersaré por
los pueblos; pero si os volviereis a mí, y guardareis mis mandamientos, y los
pusiereis por obra, aunque vuestra dispersión fuere hasta el extremo de los
cielos, de allí os recogeré, y os traeré al lugar que escogí para hacer habitar
allí mi nombre. Ellos, pues, son tus siervos y tu pueblo, los cuales redimiste
con tu gran poder, y con tu mano poderosa. Te ruego, oh Jehová, esté ahora
atento tu oído a la oración de tu siervo, y a la oración de tus siervos,
quienes desean reverenciar tu nombre; concede ahora buen éxito a tu siervo, y
dale gracia delante de aquel varón. Porque yo servía de copero al rey”.
Nehemías 1:5-11
Si hay algo admirable en la
historia de Nehemías es que Dios lo uso poderosamente sin tener algún
ministerio como de profeta, sacerdote o líder militar, lo único que si sabía
hacer era orar: “Nehemías no era profeta, no era sacerdote, era un devoto
que cuando no sabía que hacer o como hacer las cosas, doblaba sus rodillas
delante de Dios y se ponía a depender exclusivamente de este. La oración pone a
Dios de nuestra parte, hace a Dios parte de la solución de nuestros problemas e
invita a Dios a participar de nuestra situación”[6].
Cuando Nehemías se sintió turbado ante la noticia de la ruina de su amada
ciudad y la calamidad que atravesaba su pueblo, él doblo rodillas y oró a Dios.
Lo más seguro es que fue allí donde recibió de manera más clara la visión de
reconstruir los muros de Jerusalén. Esta sorprendente oración nos enseña las
siguientes cosas:
Una oración que reconoce el carácter de Dios.
“Y dije: Te ruego, oh Jehová, Dios de los cielos, fuerte,
grande y temible, que guarda el pacto y la misericordia a los que le aman y
guardan sus mandamientos”.
Nehemías 1:5
En
primer lugar, la oración de Nehemías reconoce el carácter de Dios ya que resalta
su grandeza y poder: Dios de los cielos, fuerte, grande y temible; su
fidelidad: que
guarda el pacto; y su misericordia hacia los que guardan sus
mandamientos: y
la misericordia a los que le aman y guardan sus mandamientos. Antes
de comprender la visión que Dios nos ha dado es importante conocer su carácter
porque solo así llegaremos a descubrir nuestra verdadera vocación. Es imposible
llegar a comprender la visión de Dios o recibir una si no le conocemos.
Una oración que intercede con perseverancia.
“… esté ahora atento tu oído y abiertos tus ojos para oír
la oración de tu siervo, que hago ahora delante de ti día y noche, por los
hijos de Israel tus siervos…”
Nehemías 1:6
En segundo lugar, la oración de Nehemías es un
hermoso ejemplo de intercesión que se hace con perseverancia. Nehemías estaba
interesado en el bienestar de Jerusalén y el pueblo de Dios, y por ello
intercedía de día y noche, él no estaba preocupado por sus propios intereses,
no buscaba la forma de lucrarse o ser popular, lo único que quería era
glorificar el nombre de Dios y ayudar a su pueblo. En eso consiste el verdadero
ministerio, en servir a los demás, en buscar la gloria de Dios y hacer su
voluntad, y cuando esto es así, podemos encontrar un verdadero llamamiento y
entender la visión para nuestras vidas.
Una oración que incluye la confesión de pecados.
“… y confieso los pecados de los hijos de Israel que
hemos cometido contra ti; sí, yo y la casa de mi padre hemos pecado. En extremo
nos hemos corrompido contra ti, y no hemos guardado los mandamientos, estatutos
y preceptos que diste a Moisés tu siervo”.
Nehemías 1:6-7
En tercer lugar, vemos que esta oración reconoce los
pecados y faltas cometidas delante de Dios. Para poder comprender la voluntad
de Dios y ser usados para su gloria y honra es importante confesar nuestros
pecados y estar dispuestos a obedecer su palabra, despojarnos de todo orgullo y
vanagloria ya que estos pecados son un impedimento para ver su gloria.
Una oración que reconoce la justicia de Dios.
“Acuérdate ahora de la palabra que diste a Moisés tu
siervo, diciendo: Si vosotros pecareis, yo os dispersaré por los pueblos; pero
si os volviereis a mí, y guardareis mis mandamientos, y los pusiereis por obra,
aunque vuestra dispersión fuere hasta el extremo de los cielos, de allí os
recogeré, y os traeré al lugar que escogí para hacer habitar allí mi nombre”.
Nehemías 1:8-9
En cuarto lugar, la oración
de Nehemías reconoce la justicia de Dios ya que no solo confiesa sus pecados,
sino también recuerda las palabras dichas en el libro de Moisés que prometen la
restauración de todos aquellos que arrepentidos se vuelvan a Él. Recordar sus
promesas y reconocer su justicia nos ayudan a acercarnos con mayor seguridad al
trono de su magnificencia.
Una oración que reconoce la posición del creyente ante Dios.
“Ellos, pues, son tus siervos y tu pueblo, los cuales
redimiste con tu gran poder, y con tu mano poderosa. Te ruego, oh Jehová, esté
ahora atento tu oído a la oración de tu siervo, y a la oración de tus siervos,
quienes desean reverenciar tu nombre; concede ahora buen éxito a tu siervo, y
dale gracia delante de aquel varón”.
Nehemías 1:5-11
La
oración de Nehemías reconoce la posición que como creyentes tenemos ante Dios. No
debemos olvidar el privilegio que tenemos delante de Dios como sus hijos amados
para acercarnos a Él, somos su pueblo amado al cual ha redimido de todos sus
pecados por medio de la sangre de su Hijo Jesucristo: “El que no escatimó ni a su propio Hijo, sino
que lo entregó por todos nosotros, ¿cómo no nos dará también con él todas las
cosas?”, (Romanos 8:32).
Una oración que reconoce la necesidad de ayuda de Dios para completar la visión.
“… concede ahora buen éxito a tu siervo, y dale gracia
delante de aquel varón”.
Nehemías 1:11
Finalmente,
la oración de Nehemías reconoce la necesidad de ayuda de parte de Dios para
desarrollar con éxito la visión. Sin la ayuda de Dios jamás lograremos tener
éxito ya que nuestras habilidades y talentos jamás serán efectivos sin el
respaldo de su Espíritu Santo: “Nehemías no fantasea con un sentido de misión fuera de su
propia agenda o de sus propios intereses. El respondió a la noticia de la
destrucción de Jerusalén con lágrimas, oraciones, ayuno, humildad y búsqueda de
la voluntad del Señor”[7].
El pastor David Yonggi Cho habla de la importancia de robustecer nuestros
sueños con la fe, ya que en el cristianismo la fe en Dios lo determina todo: “Podemos formar parte
del cumplimiento del propósito de Dios, si tocamos el pincel del propósito de
Dios, lo mojamos con la tinta de la fe y pintamos su propósito en el cuadro de
nuestra imaginación”[8]. Nehemías tenía un anhelo grande por
reconstruir los muros, pero antes de hacer cualquier cosa busco la dirección de
Dios en oración y no solo eso, sino también rogaba por su respaldo ya que sabía
que si el Señor no prosperaba su causa no llegaría muy lejos. Como líderes
cristianos debemos buscar en oración el respaldo de Dios para que nuestra
visión sea efectiva.
LA VISIÓN DE DIOS DEBE INCLUIR EL DESEO DE SERVICIO
“También desde el día que me mandó el rey que fuese gobernador de
ellos en la tierra de Judá, desde el año veinte del rey Artajerjes hasta el año
treinta y dos, doce años, ni yo ni mis hermanos comimos el pan del gobernador.
Pero los primeros gobernadores que fueron antes de mí abrumaron al pueblo, y
tomaron de ellos por el pan y por el vino más de cuarenta siclos de plata, y
aun sus criados se enseñoreaban del pueblo; pero yo no hice así, a causa del
temor de Dios. También en la obra de este muro restauré mi parte, y no
compramos heredad; y todos mis criados juntos estaban allí en la obra. Además,
ciento cincuenta judíos y oficiales, y los que venían de las naciones que había
alrededor de nosotros, estaban a mi mesa. Y lo que se preparaba para cada día
era un buey y seis ovejas escogidas; también eran preparadas para mí aves, y
cada diez días vino en toda abundancia; y con todo esto nunca requerí el pan
del gobernador, porque la servidumbre de este pueblo era grave. Acuérdate de mí
para bien, Dios mío, y de todo lo que hice por este pueblo”.
Nehemías 5:14-19
Nehemías anhelaba reconstruir
los muros; pero no lo hacía porque quería sacar una ganancia personal, sino
para honrar el nombre del Señor y ayudar a su pueblo a vivir seguro dentro de
sus muros,y eso lo vemos en los versículos anteriores
donde observamos que lejos de lucrase de los demás busco servir al pueblo de
Dios . La verdadera visión del líder encierra en si misma el espíritu del
servicio. Nehemías era un verdadero servidor, y eso es lo que la
iglesia necesita, verdaderos servidores que ayuden al pueblo de Dios, no
personas que solo quieran lucrarse del rebaño: “El servidor no es motivado por manipulación
o por autopromoción sino por amor. Al final, el alcance de tu influencia
dependerá de lo profundo de tu preocupación por otros. Es por eso por lo que es
tan importante para los lideres estar dispuestos a servir”[9].
Por tanto, un elemento indispensable que la visión de todo líder cristiano debe
tener es el servicio a Dios y a su pueblo, sin eso, solo tendrá intensiones
egoístas.
LA VISIÓN REQUIERE ESPERAR EL TIEMPO DE DIOS
“Sucedió en el mes de Nisán, en el año veinte del rey Artajerjes,
que estando ya el vino delante de él, tomé el vino y lo serví al rey. Y como yo
no había estado antes triste en su presencia, me dijo el rey: ¿Por qué está
triste tu rostro? pues no estás enfermo. No es esto sino quebranto de corazón.
Entonces temí en gran manera. Y dije al rey: Para siempre viva el rey. ¿Cómo no
estará triste mi rostro, cuando la ciudad, casa de los sepulcros de mis padres,
está desierta, y sus puertas consumidas por el fuego? Me dijo el rey: ¿Qué cosa
pides? Entonces oré al Dios de los cielos”.
Nehemías 2:1-4
Una cosa importante que tenemos que tener en
mente en cuanto a la visión es que hay que saber esperar el tiempo perfecto
para comenzar a promoverla y buscar recursos. Cuando Nehemías se entero
acerca de la situación de calamidad que Jerusalén pasaba era el mes Quisleu, y
ahora aquí en el capítulo 2 lo vemos delante del rey Artarjerjes en el mes
Nisan, lo cual significa que habían pasado cuatro meses. Durante cuatro meses
Nehemías había guardado en su corazón la visión que Dios le había dado de reconstruir
los muros, y durante todo ese tiempo había pasado en oración y ayuno, rogándole
al Señor su respaldo para que cuando se le llegara el tiempo de hablar con el
rey para solicitarle su permiso para ir a su tierra, este se lo diera. Para un
líder cristiano, el tiempo de preparación es clave, ya que si se adelanta todo
lo puede echar a perder: “Desde que nos llama, Dios comienza a prepararnos para el
momento en que nos apartará para la obra a que nos llamó. El tiempo de
preparación depende de nosotros, de nuestra obediencia, de nuestra fidelidad,
de nuestro compromiso. Cuando Dios se satisface con nuestra madurez y
desarrollo espiritual, cuando purga de nosotros lo que nos impide servirle y
nos rendimos a Él, entonces es el momento de
promovemos”[10].
Para el caso de Nehemías este tiempo de espera fue de cuatro meses, pero cada
uno de nosotros puede llegar a tener diferentes tiempos, todo depende de que
tan rápido obedezcamos y maduremos al punto que estemos listos para compartir
la visión: “El
período de preparación puede ser breve o prolongado. Para José, pasaron trece
años desde su llamado a su separación como segundo en autoridad en Egipto. Para
Moisés, fueron cuarenta duros años de servicio a su suegro, en Madián, antes de
su separación como enviado de Dios para sacar al pueblo de Israel de la tierra
de Egipto. Para David, transcurrieron dieciocho años antes de acceder al trono
de Israel. En la vida de Pablo, fueron unos diecisiete años desde que recibió
su llamado hasta que fue separado para el ministerio en Antioquía”[11].
Saber esperar en Dios es clave y Nehemías lo hizo. Al final de cuatro meses de
espera el momento oportuno llego ya que el rey se fijó que el rostro de su
copero estaba triste y al preguntarle la razón este le expreso su melancolía
por Jerusalén, y allí Dios toco el corazón del monarca al preguntarle: ¿Qué cosa pides?
Cuando el rey pregunto esto Nehemías sabía que su momento había llegado y por
eso encomendó este momento a Dios: Entonces oré al Dios de los cielos. Como líderes
cristianos sepamos esperar el momento de Dios para desarrollar nuestra visión.
LA VISIÓN REQUIERE PLANIFICACIÓN ANTICIPADA
“Y dije al rey: Si le place al rey, y tu siervo ha hallado gracia
delante de ti, envíame a Judá, a la ciudad de los sepulcros de mis padres, y la
reedificaré. Entonces el rey me dijo (y
la reina estaba sentada junto a él): ¿Cuánto durará tu viaje, y cuándo
volverás? Y agradó al rey enviarme, después que yo le señalé tiempo. Además
dije al rey: Si le place al rey, que se me den cartas para los gobernadores al
otro lado del río, para que me franqueen el paso hasta que llegue a Judá; y
carta para Asaf guarda del bosque del rey, para que me dé madera para enmaderar
las puertas del palacio de la casa, y para el muro de la ciudad, y la casa en
que yo estaré. Y me lo concedió el rey, según la benéfica mano de mi Dios sobre
mí. Vine luego a los gobernadores del otro lado del río, y les di las cartas
del rey. Y el rey envió conmigo capitanes del ejército y gente de a caballo.
Pero oyéndolo Sanbalat horonita y Tobías el siervo amonita, les disgustó en
extremo que viniese alguno para procurar el bien de los hijos de Israel”.
Nehemías 2:5-10
Otro elemento imprescindible para la visión es la
planeación anticipada. Durante los cuatro meses de espera Nehemías estuvo
orando y planeando con bastante anticipación la forma de cómo llevar a cabo la
visión que Dios le había dado y esto se deja ver en la forma de como aprovecha
la oportunidad de ayuda que el rey le ofreció: “Nehemías no vino al rey con un plan
improvisado o con una agenda de última hora. Estaba preparado para las
preguntas que se formularan”[12].
Cuando el rey Artarjerjes le pregunto a Nehemías qué era lo que quería, este le
respondió: Si le
place al rey, y tu siervo ha hallado gracia delante de ti, envíame a Judá, a la
ciudad de los sepulcros de mis padres, y la reedificaré. Sin
embargo, la petición no quedo allí, sino aprovecho la audiencia del rey para
solicitarle todos los recursos que necesitaba para que su tarea se completara
con éxito, ya que cuando el rey le pidió detalles, este se los dio con
increíble precisión: Entonces el rey me dijo (y la reina estaba sentada junto a
él): ¿Cuánto durará tu viaje, y cuándo volverás? Y agradó al rey enviarme,
después que yo le señalé tiempo. Además dije al rey: Si le place al rey, que se
me den cartas para los gobernadores al otro lado del río, para que me franqueen
el paso hasta que llegue a Judá; y carta para Asaf guarda del bosque del rey,
para que me dé madera para enmaderar las puertas del palacio de la casa, y para
el muro de la ciudad, y la casa en que yo estaré. Si nos damos cuenta Nehemías no solo había
planeado el tiempo, sino había pensado en todos los detalles para cumplir con
éxito su misión ya que pidió cartas para los gobernadores al otro lado del rio
para que le permitieran sin ningún problema el paso hasta la tierra de Judá, y así
mismo pidió carta para Asaf el guarda del bosque del rey para que le diera la
madera suficiente para llevar a cabo la reconstrucción de los muros de
Jerusalén, y aun para la casa donde iba a habitar. Nehemías había pensado en
todos los detalles. De igual forma, en clave que el líder cristiano planifique
con anticipación todo lo relacionado con la visión, no debe ser algo surja en
el momento y donde se tenga que improvisar.
LA VISIÓN DE DIOS PRESENTARA OPOSICIÓN
“Vine luego a los gobernadores del otro lado del río, y les di las
cartas del rey. Y el rey envió conmigo capitanes del ejército y gente de a
caballo. Pero oyéndolo Sanbalat horonita y Tobías el siervo amonita, les disgustó
en extremo que viniese alguno para procurar el bien de los hijos de Israel”.
Nehemías 2:9-10
Nehemías dirige la construcción de los muros |
Cuando la visión del líder cristiano es de Dios, no
debemos dudar que presentará oposición ya que Satanás se opondrá a ella.
Ante la respuesta favorable del rey y la gracia divina, Nehemías inicio su
viaje a Jerusalén entregando las cartas a las respectivas personas que
consideraba que le podían ayudar; pero tan pronto comenzó, se levantaron
personas que se disgustaron por la noble misión de Nehemías: Pero oyéndolo
Sanbalat horonita y Tobías el siervo amonita, les disgustó en extremo que
viniese alguno para procurar el bien de los hijos de Israel. Algo
muy cierto en el cristianismo es que Satanás siempre se opondrá al avance de la
obra de Dios y el cumplimiento de sus propósitos en nuestras vidas, por ello
debemos estar listos para pelear. En el caso de Nehemías la oposición levanto
toda clase de oposición. Por ejemplo, cuando trataba de organizar a la gente
para iniciar la obra sus enemigos lo difamaron acusándolo injustamente de un
rebelde que quería dirigir una rebelión contra el reino medo persa: “Pero cuanto lo
oyeron Sanbalat horonita, Tobías el siervo amonita, y Gesem el árabe, hicieron
escarnio de nosotros, y nos despreciaron, diciendo: ¿Qué es esto que hacéis vosotros? ¿Os rebeláis contra el rey?”, (Nehemías 2:19). Ante esta calumnia Nehemías
respondió: “Y en
respuesta les dije: El Dios de los cielos, él nos prosperará, y nosotros sus
siervos nos levantaremos y edificaremos, porque vosotros no tenéis parte ni
derecho ni memoria en Jerusalén”, (Nehemías 2:20). Luego cuando se
enteraron de que se había iniciado la reconstrucción de los muros sus enemigos
se burlaron de ellos diciendo que la obra que hacían no permanecería de pie
mucho tiempo: “Cuando
oyó Sanbalat que nosotros edificábamos el muro, se enojó y se enfureció en gran
manera, e hizo escarnio de los judíos. Y habló delante de sus hermanos y del
ejército de Samaria, y dijo: ¿Qué hacen estos débiles judíos? ¿Se les permitirá
volver a ofrecer sus sacrificios? ¿Acabarán en un día? ¿Resucitarán de los
montones del polvo las piedras que fueron quemadas? Y estaba junto a él Tobías
amonita, el cual dijo: Lo que ellos edifican del muro de piedra, si subiere una
zorra lo derribará”, (Nehemías 4:1-3). Ante sus burlas Nehemías
dijo: “Oye, oh
Dios nuestro, que somos objeto de su menosprecio, y vuelve el baldón de ellos
sobre su cabeza, y entrégalos por despojo en la tierra de su cautiverio. No
cubras su iniquidad, ni su pecado sea borrado delante de ti, porque se airaron
contra los que edificaban”, (Nehemías 4:4-5). Conforme los muros se
fueron levantando más y más, los enemigos de Dios se confabularon para sabotear
la obra e intimidar a los que en ella trabajaban: “Pero aconteció que oyendo Sanbalat y Tobías, y
los árabes, los amonitas y los de Asdod, que los muros de Jerusalén eran reparados, porque ya los portillos
comenzaban a ser cerrados, se encolerizaron mucho; y conspiraron todos a una
para venir a atacar a Jerusalén y hacerle daño. Entonces oramos a nuestro Dios,
y por causa de ellos pusimos guarda contra ellos de día y de noche. Y dijo
Judá: Las fuerzas de los acarreadores se han debilitado, y el escombro es
mucho, y no podemos edificar el muro. Y nuestros enemigos dijeron: No
sepan, ni vean, hasta que entremos en medio de ellos y los matemos, y hagamos
cesar la obra. Pero sucedió que cuando venían los judíos que habitaban entre
ellos, nos decían hasta diez veces: De todos los lugares de donde volviereis,
ellos caerán sobre vosotros”, (Nehemías 4:7-11). Sin embargo, Nehemías animo al pueblo y
encomendándose a Dios tomaron las debidas precauciones: “Entonces por las partes bajas del lugar,
detrás del muro, y en los sitios abiertos, puse al pueblo por familias, con sus
espadas, con sus lanzas y con sus arcos. Después miré, y me levanté y dije a
los nobles y a los oficiales, y al resto del pueblo: No temáis delante de
ellos; acordaos del Señor, grande y temible, y pelead por vuestros hermanos, por
vuestros hijos y por vuestras hijas, por vuestras mujeres y por vuestras casas.
Y cuando oyeron nuestros enemigos que lo habíamos entendido, y que Dios había
desbaratado el consejo de ellos, nos volvimos todos al muro, cada uno a su
tarea. Desde aquel día la mitad de mis siervos trabajaba en la obra, y la otra
mitad tenía lanzas, escudos, arcos y corazas; y detrás de ellos estaban los
jefes de toda la casa de Judá. Los que edificaban en el muro, los que
acarreaban, y los que cargaban, con una mano trabajaban en la obra, y en la
otra tenían la espada. Porque los que edificaban, cada uno tenía su espada
ceñida a sus lomos, y así edificaban; y el que tocaba la trompeta estaba junto
a mí. Y dije a los nobles, y a los oficiales y al resto del pueblo: La obra es
grande y extensa, y nosotros estamos apartados en el muro, lejos unos de otros.
En el lugar donde oyereis el sonido de la trompeta, reuníos allí con nosotros;
nuestro Dios peleará por nosotros. Nosotros, pues, trabajábamos en la obra; y
la mitad de ellos tenían lanzas desde la subida del alba hasta que salían las
estrellas. También dije entonces al pueblo: Cada uno con su criado permanezca dentro
de Jerusalén, y de noche sirvan de centinela y de día en la obra. Y ni yo ni
mis hermanos, ni mis jóvenes, ni la gente de guardia que me seguía, nos
quitamos nuestro vestido; cada uno se desnudaba solamente para bañarse”, (Nehemías 4:13-23). Al ver que sus
intimidaciones no funcionaban trataron de engañarlo haciéndolo salir de Jerusalén
para enviscarlo: “Cuando
oyeron Sanbalat y Tobías y Gesem el árabe, y los demás de nuestros enemigos,
que yo había edificado el muro, y que no quedaba en él portillo (aunque hasta
aquel tiempo no había puesto las hojas en las puertas), Sanbalat y Gesem
enviaron a decirme: Ven y reunámonos en alguna de las aldeas en el campo de
Ono. Mas ellos habían pensado hacerme mal. Y les envié mensajeros, diciendo: Yo
hago una gran obra, y no puedo ir; porque cesaría la obra, dejándola yo para ir
a vosotros. Y enviaron a mí con el mismo asunto hasta cuatro veces, y yo les
respondí de la misma manera. Entonces Sanbalat envió a mí su criado para decir
lo mismo por quinta vez, con una carta abierta en su mano, 6 en la cual estaba
escrito: Se ha oído entre las naciones, y Gasmu lo dice, que tú y los judíos
pensáis rebelaros; y que por eso edificas tú el muro, con la mira, según estas
palabras, de ser tú su rey; y que has puesto profetas que proclamen acerca de ti
en Jerusalén, diciendo: ¡Hay rey en Judá! Y Ahora serán oídas del rey las tales
palabras; ven, por tanto, y consultemos juntos. Entonces envié yo a decirle: No
hay tal cosa como dices, sino que de tu corazón tú lo inventas”, (Nehemías
6:1-8). También intentaron engañarlo buscando forma de desacreditar su buen
nombre: “Vine
luego a casa de Semaías hijo de Delaía, hijo de Mehetabel, porque él estaba
encerrado; el cual me dijo: Reunámonos en la casa de Dios, dentro del templo, y
cerremos las puertas del templo, porque vienen para matarte; sí, esta noche
vendrán a matarte. Entonces dije: ¿Un hombre como yo ha de huir? ¿Y quién, que
fuera como yo, entraría al templo para salvarse la vida? No entraré. Y entendí
que Dios no lo había enviado, sino que hablaba aquella profecía contra mí
porque Tobías y Sanbalat lo habían sobornado. Porque fue sobornado para hacerme
temer así, y que pecase, y les sirviera de mal nombre con que fuera yo
infamado. Acuérdate, Dios mío, de Tobías y de Sanbalat, conforme a estas cosas
que hicieron; también acuérdate de Noadías profetisa, y de los otros profetas
que procuraban infundirme miedo”, (Nehemías 6:10-14). Al final
podemos ver como una y otra vez la vida de Nehemías recibió oposición, todo
porque Dios le había dado una gran visión que estaba llevando a cabo. De igual
forma, el enemigo tratara de impedir que el propósito de Dios se cumpla en
nuestra vida y que la visión no se lleve a cabo, pero como Nehemías
encomendemos nuestra vida a Dios y luchemos por cumplir los designios de
nuestro Señor: “Toda
buena obra emprendida para engrandecer y levantar a Dios, en su etapa inicial
confrontara la oposición. Por lo tanto, el rechazo inicial de algunas personas,
que no captan la visión, no significa fracaso, por el contrario, debe
alentarnos a continuar perseverando hasta alcanzar el objetivo”[13].
LA VERDADERA VISIÓN DE DIOS UNE A TODO EL PUEBLO EN UN MISMO FIN
“Les dije, pues: Vosotros veis el mal en que estamos, que Jerusalén
está desierta, y sus puertas consumidas por el fuego; venid, y edifiquemos el
muro de Jerusalén, y no estemos más en oprobio. Entonces les declaré cómo la
mano de mi Dios había sido buena sobre mí, y asimismo las palabras que el rey
me había dicho. Y dijeron: Levantémonos y edifiquemos. Así esforzaron sus manos
para bien”.
Nehemías 2:17-18
Otra característica importante de la visión de
Dios es que este tiene que unir al pueblo en un mismo fin una vez se dé a conocer por
parte del líder. La verdadera visión que proviene de Dios busca
engrandecer el reino de los cielos y beneficiar a su pueblo, por eso al momento
de compartirle al pueblo la visión les exhorto a edificar los muros de Jerusalén
y salir del oprobio: Vosotros veis el mal en que estamos, que Jerusalén está
desierta, y sus puertas consumidas por el fuego; venid, y edifiquemos el muro
de Jerusalén, y no estemos más en oprobio. Al momento de transmitir
la visión es clave que el pueblo comprenda que está ha sido dada por Dios ya
que buscaran sentir su respaldo al momento de realizar cualquier obra: Entonces les declaré
cómo la mano de mi Dios había sido buena sobre mí, y asimismo las palabras que
el rey me había dicho. Y dijeron: Levantémonos y edifiquemos. Así esforzaron sus
manos para bien. Para que el pueblo apoye la visión del líder es
clave que todos comprendan que la mano de Dios está en todo ello, que cualquier
obra que se realizara tendrá como propósito engrandecer su reino y no contribuir
a los fines egoístas de una persona. Debido a que la visión era de Dios, todo
el pueblo se unió y lograron así reconstruir el muro pese a todas las
dificultades que enfrentaron en el camino: “Fue terminado, pues, el muro, el veinticinco del mes de Elul,
en cincuenta y dos días. Y cuando lo oyeron todos nuestros enemigos, temieron
todas las naciones que estaban alrededor de nosotros, y se sintieron
humillados, y conocieron que por nuestro Dios había sido hecha esta obra”,
(Nehemías 6:15-16). Hoy en día la iglesia necesita líderes como Nehemías, los
cuales reciban una visión de Dios que anime a su pueble a honrar y glorificar
su nombre, ya que cuando esto es así la victoria está garantizada.
NEHEMÍAS FUE UN HOMBRE VISIONARIO
“… Acuérdate de mí, Dios mío, para bien”.
Nehemías 13:31
Con estas palabras termina el libro de Nehemías,
palabras que salieron de su propia boca después de haber concluido los muros de
Jerusalén y haber realizado importantes reformas en el culto a su Dios. Al
final, la vida de Nehemías giro alrededor de la visión que Dios le dio, fue
esta la que le dio propósito a su vida y hoy en día es recordado por su enorme contribución
en el pueblo judío. De igual forma el liderazgo cristiano necesita una visión que
provenga de Dios para que todo lo que haga gire en función de ella, esto debe
convertirse en un verdadero habito que dirija sus pasos a través de este mundo.
[1] Héctor Torres. “Liderazgo:
Ministerio y Batalla”. Editorial Betania, E.E. U.U., 1997. Pago. 103.
[2] Stephen Covey. “Los siete hábitos
de la gente altamente efectiva”. Buenos Aires, Paidós, 1ª edición, 2005. Pág.
61.
[4] Stephen Covey. “Los siete hábitos
de la gente altamente efectiva”. Buenos Aires, Paidós, 1ª edición, 2005. Pág.
61.
[5] Jeff Caliguire.”Secretos del
liderazgo de San Pablo”. Editorial Peniel, Buenos Aires, Argentina, 2004. Pág.
144.
[7] Earl D. Radmacher y otros. “Nuevo
comentario ilustrado de la Biblia”. Editorial Caribe, EE. UU., 1999. Pag. 568.
[9] Dr. John Maxwell. “Las 21
cualidades indispensables de un líder”.
Ed. Caribe-Betania, EEUU, 1999. pág. 119.
[10]
Héctor Torres. “Liderazgo: Ministerio y Batalla”. Editorial Betania,
E.E. U.U., 1997. Pago. 22.
[11] Héctor Torres. “Liderazgo:
Ministerio y Batalla”. Editorial Betania, E.E. U.U., 1997. Pago. 22.
[13] Dr. Kitting Silva. “Nehemías el
constructor”. Editorial Portavoz, Tomo 2, EE. UU., 2003. Pág. 23.
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