La Caída del Hombre (Génesis 3)




“Y vio la mujer que el árbol era bueno para comer, y que era agradable a los ojos, y árbol codiciable para alcanzar la sabiduría; y tomó de su fruto, y comió; y dio también a su marido, el cual comió, así como ella. Entonces fueron abiertos los ojos de ambos, y conocieron que estaban desnudos; entonces cosieron hojas de higuera, y se hicieron delantales.”.
Génesis 3:6-7

INTRODUCCIÓN


              Como lo mencionamos al inicio del estudio de este libro, Génesis es el libro de los comienzos, simple y sencillamente porque aquí encontramos el principio de muchas cosas. Hasta el momento hemos visto el comienzo de este universo y la humanidad, y como todo esto era perfecto mostrándonos la gran benevolencia y misericordia de Dios al querer compartir con la humanidad las mejores cosas. Vimos cómo fue al principio la vida del hombre, un ser creado a imagen y semejanza de Dios, perfecto, sin las limitaciones y padecimientos actuales, pero ¿qué le paso para que hoy se encuentre en la triste situación actual? ¿Por qué hoy en día hay tanto sufrimiento? La respuesta se encuentra en este capítulo y es porque el pecado entro en la vida del ser humano.

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La caída del hombre

EL TENTADOR ASTUTO


“Pero la serpiente era astuta, más que todos los animales del campo que Jehová Dios había hecho; la cual dijo a la mujer: ¿Conque Dios os ha dicho: No comáis de todo árbol del huerto? Y la mujer respondió a la serpiente: Del fruto de los árboles del huerto podemos comer; pero del fruto del árbol que está en medio del huerto dijo Dios: No comeréis de él, ni le tocaréis, para que no muráis. Entonces la serpiente dijo a la mujer: No moriréis; sino que sabe Dios que el día que comáis de él, serán abiertos vuestros ojos, y seréis como Dios, sabiendo el bien y el mal”.
Génesis 3:1-5

                      El capítulo 3 nos presenta a un nuevo personaje y esta es la serpiente astuta: Pero la serpiente era astuta, más que todos los animales del campo que Jehová Dios había hecho. La palabra serpiente en este texto se traduce del hebreo nakjásh (נָחָשׁ), que se traduce como víbora, áspid, culebra o serpiente como aparece aquí. En este caso nos dice que la serpiente era más astuta que todos los animales del campo que Dios había creado, lo cual nos enseña que era un ser creado por Dios. Por otro lado, esta serpiente astuta fue poseída por Satanás, de tal forma que cuando hablaba no era en si el animal que lo hacía sino el espíritu maligno que la controlaba y por ello en Apocalipsis se le llama la serpiente antigua, haciendo memoria a este hecho: “Y fue lanzado fuera el dragón, la serpiente antigua, que se llama diablo y Satanás, el cual engaña al mundo entero...”, (Apocalipsis 12:9). También nuestro Señor Jesús llamo a Satanás como aquel que desde el principio peca, haciendo referencia posiblemente a este hecho: “El que practica el pecado es del diablo; porque el diablo peca desde el principio. Para esto apareció el Hijo de Dios, para deshacer las obras del diablo”, (Juan 3:8). Aquí vemos la astucia del tentador el cual debió haber estado observando a su víctima y analizando todos sus movimientos con el fin de encontrar una forma de cómo llamar su atención y hacerla caer en la trampa. Algunos opinan que posiblemente no era la primera vez que Eva pasaba cerca de donde estaba el árbol con el fruto prohibido, sino que ya anteriormente había estado observando su fruto el cual le causaba gran curiosidad. El enemigo también debió haber observado de que se encontraba sola, ya que su marido no la acompañaba, y fue allí donde Satanás lanzo su ataque. La estrategia de ataque que Satanás uso contra Eva es similar a la que usan los leones del África. Estos suelen esconderse en dirección contraria al viento observando con suma paciencia a sus víctimas, viendo sus debilidades y escogiendo a la presa más débil, porque sobre ella lanzaran su ataque, y por ello Pedro nos exhorta a ser sobrios y vigilar porque nuestro adversario es como león rugiente: “Sed sobrios, y velad; porque vuestro adversario el diablo, como león rugiente, anda alrededor buscando a quien devorar”, (1 Pedro 5:8). Fue en el momento de mayor vulnerabilidad que Satanás lanzo su ataque y lo hizo a través de una pregunta que hizo que Eva cuestionara el mandamiento del Señor: ¿Conque Dios os ha dicho: No comáis de todo árbol del huerto? Satanás generalmente trata de hacer que nosotros cuestionemos los mandamientos de Dios a través de hacernos pensar que son muy inflexibles o exagerados, y de hecho Eva así lo considero ya que al momento de responderle le agrego una exageración al agregarle la prohibición de no tocar el fruto, algo que Dios jamás expreso en su mandamiento original: Y la mujer respondió a la serpiente: Del fruto de los árboles del huerto podemos comer; pero del fruto del árbol que está en medio del huerto dijo Dios: No comeréis de él, ni le tocaréis, para que no muráis. Muchas personas hoy en día han llegado a caer en este error de cuestionar los mandamientos de Dios al considerarlos anticuados o muy legalistas, cayendo en la plena desobediencia. Otros por el contrario los desconocen trasgrediendo la ley sin saber que serán juzgados por sus pecados: “Porque todos los que sin ley han pecado, sin ley también perecerán; y todos los que bajo la ley han pecado, por la ley serán juzgados”, (Romanos 2:12). Ante la respuesta de la mujer Satanás aprovecho para sembrar la duda y empujarla a la plena desobediencia: Entonces la serpiente dijo a la mujer: No moriréis; sino que sabe Dios que el día que comáis de él, serán abiertos vuestros ojos, y seréis como Dios, sabiendo el bien y el mal. Una vez más vemos la trampa del enemigo en sus blasfemas palabras. En primer lugar, le dice a la mujer: No moriréis, haciendo a Dios mentiroso. Luego le dice una verdad combinada con otra mentira: sino que sabe Dios que el día que comáis de él, serán abiertos vuestros ojos, y seréis como Dios, sabiendo el bien y el mal. Era cierto que al comerlo no moriría de inmediato, pero comenzarían a envejecer y conocerían los efectos de la enfermedad perdiendo así su perfección original, también era cierto que al comer el fruto sus ojos serian abiertos, conociendo el bien y el mal; pero no les dijo que eso provocaría que perdieran su inocencia y que como consecuencia el pecado entraría a sus vidas, y a través de este la muerte. La principal tentación venia del ofrecimiento de ser hechos igual a Dios, es decir, un ser completamente independiente de Dios, que no lo necesita para vivir, y hoy en día podemos ver como Satanás ha introducido este concepto haciéndole creer al hombre que no necesita a Dios, y en su lugar confía en sus religiones falsas, o en la ciencia, o en su filosofía o en sus fuerzas, a tal punto que muchos hombre declaran no necesitar a Dios lo cual es un terrible pecado que lo conduce a su propio fin. Lo cierto es que solamente Dios es Omnisciente y nadie puede llegar a igualarlo, ni siquiera Satanás, de hecho el Salmo 139 exalta esta cualidad divina: “Oh Jehová, tú me has examinado y conocido. Tú has conocido mi sentarme y mi levantarme; has entendido desde lejos mis pensamientos. Has escudriñado mi andar y mi reposo, y todos mis caminos te son conocidos. Pues aún no está la palabra en mi lengua, y he aquí, oh Jehová, tú la sabes toda”, (Salmo 139:1-4).

                                                            EL PROCESO DE LA TENTACIÓN


“Y vio la mujer que el árbol era bueno para comer, y que era agradable a los ojos, y árbol codiciable para alcanzar la sabiduría; y tomó de su fruto, y comió; y dio también a su marido, el cual comió así como ella”.
Génesis 3:6

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El proceso de la tentación

                      En este versículo vemos el proceso que Satanás siguió al tentar a la mujer, mismo proceso que lleva hoy en día con la humanidad. El Tentador la tentó en tres áreas: los deseos de la carne, los deseos de los ojos y la vanagloria de la vida. El apóstol Juan exhorta a los creyentes a no ceder ante esta tentación: “No améis al mundo, ni las cosas que están en el mundo. Si alguno ama al mundo, el amor del Padre no está en él. Porque todo lo que hay en el mundo, los deseos de la carne, los deseos de los ojos, y la vanagloria de la vida, no proviene del Padre, sino del mundo. Y el mundo pasa, y sus deseos; pero el que hace la voluntad de Dios permanece para siempre”, (1 Juan 2:15-17). En primer lugar, la mujer cedió a los deseos de la carne ya que vio que el fruto del árbol era apetitoso: Y vio la mujer que el árbol era bueno para comer. Hoy en día muchos ceden a los deseos de la carne, su naturaleza pecaminosa desata toda clase de apetitos, los cuales Dios aprueba en su mayoría con ciertas regulaciones, pero el hombre siempre va en busca de lo prohibido, por ello la Biblia nos exhorta a huir de los deseos de la carne: “Y manifiestas son las obras de la carne, que son: adulterio, fornicación, inmundicia, lascivia, idolatría, hechicerías, enemistades, pleitos, celos, iras, contiendas, disensiones, herejías, envidias, homicidios, borracheras, orgías, y cosas semejantes a estas; acerca de las cuales os amonesto, como ya os lo he dicho antes, que los que practican tales cosas no heredarán el reino de Dios”, (Gálatas 5:19-21). La Biblia nos exhorta a no ser controlados por los deseos de la carne y terminemos cediendo a las bajas pasiones, antes debemos procurar desarrollar las mejores virtudes y ocupar nuestras vidas en cosas de provecho las cuales desalojan las malas. Por ello Pedro decía: “Como todas las cosas que pertenecen a la vida y a la piedad nos han sido dadas por su divino poder, mediante el conocimiento de aquel que nos llamó por su gloria y excelencia, por medio de las cuales nos ha dado preciosas y grandísimas promesas, para que por ellas llegaseis a ser participantes de la naturaleza divina, habiendo huido de la corrupción que hay en el mundo a causa de la concupiscencia; vosotros también, poniendo toda diligencia por esto mismo, añadid a vuestra fe virtud; a la virtud, conocimiento; al conocimiento, dominio propio; al dominio propio, paciencia; a la paciencia, piedad; a la piedad, afecto fraternal; y al afecto fraternal, amor. Porque si estas cosas están en vosotros, y abundan, no os dejarán estar ociosos ni sin fruto en cuanto al conocimiento de nuestro Señor Jesucristo”, (2 Pedro 1:3-8). En segundo lugar, tenemos la tentación de los deseos de los ojos, y la mujer fue tentada también de esta forma al mostrarse el fruto agradable a sus ojos: y que era agradable a los ojos. Parecer haber una tendencia normal en el ser humano de dejarse cautivar desmedidamente por todo aquello que el alma pueda desear y que una vez que lo obtiene se deleitan enormemente por ello, tal y como lo declara el libro de Eclesiastés: “No negué a mis ojos ninguna cosa que desearan, ni aparté mi corazón de placer alguno, porque mi corazón gozó de todo mi trabajo; y esta fue mi parte de toda mi faena. Miré yo luego todas las obras que habían hecho mis manos, y el trabajo que tomé para hacerlas; y he aquí, todo era vanidad y aflicción de espíritu, y sin provecho debajo del sol”, (Eclesiastés 2:10-11).  Salomón nos dice que no le negó a sus ojos ninguna cosa que desearan, sin embargo, al final todo fue vanidad y aflicción sin ningún provecho. Fue a causa de los deseos de los ojos que el rey David cometió el pecado de adulterio y posteriormente el de homicidio: “Y sucedió un día, al caer la tarde, que se levantó David de su lecho y se paseaba sobre el terrado de la casa real; y vio desde el terrado a una mujer que se estaba bañando, la cual era muy hermosa”, (2 Samuel 11:2). También Acán cayó en pecado por los deseos de los ojos: “Pues vi entre los despojos un manto babilónico muy bueno, y doscientos siclos de plata, y un lingote de oro de peso de cincuenta siclos, lo cual codicié y tomé; y he aquí que está escondido bajo tierra en medio de mi tienda, y el dinero debajo de ello”, (Josué 7:21), el mismo Señor Jesús nos aclara que el que codicia con los ojos a una mujer es como si ya adulteró con ella: “Pero yo os digo que cualquiera que mira a una mujer para codiciarla, ya adulteró con ella en su corazón”, (Mateo 5:28). Hoy en día nos movemos en un mundo lleno de pecado y nos rodean un sinfín de insinuaciones a la maldad, sin embargo, nosotros los cristianos no debemos dejar seducir por ellos, ni siquiera poner atención, ya que la tentación suele entrar muchas veces por nuestros ojos, y por ello Rick Warren dice: “Cualquier cosa que atrape tu atención te atrapará a ti”. Martin Lutero decía que no podía evitar que los pájaros volaran sobre su cabeza, pero si podía evitar que anidaran sobre su cabeza, de igual forma, nosotros no podemos evitar que la tentación se insinúe alrededor de nosotros, pero si podemos evitar que estos se introduzcan en nuestra mente cautivando nuestro ser. Por ello el apóstol Pablo nos exhorta a poner nuestra atención en todo aquello que es de provecho y así evitar que el ocio nos controle: “Por lo demás, hermanos, todo lo que es verdadero, todo lo honesto, todo lo justo, todo lo puro, todo lo amable, todo lo que es de buen nombre; si hay virtud alguna, si algo digno de alabanza, en esto pensad”, (Filipenses 4:8). El deseo de Dios es que anhelemos las mejores cosas pero sin caer en la ambición enfermiza de desear poseer las cosas que es conocida en la Biblia como codicia lo cual es condenado por Dios: “No codiciarás la casa de tu prójimo, no codiciarás la mujer de tu prójimo, ni su siervo, ni su criada, ni su buey, ni su asno, ni cosa alguna de tu prójimo”, (Éxodo 21:17). Fue así como la mujer cedió ante los deseos de los ojos. Finalmente, la mujer cedió ante la tentación de la vanagloria de la vida ya que vio que el árbol era codiciable para alcanzar la sabiduría: y árbol codiciable para alcanzar la sabiduría. La vanagloria de la vida es el deseo desmedido de poseer riquezas, títulos o logros para presumirlos considerándose superior a los demás. Estas personas son orgullosas y en la Biblia se les llama altivos de corazón: “Porque Jehová es excelso, y atiende al humilde, más al altivo mira de lejos”, (Salmo 138:6). En la Biblia podemos encontrar la historia de un hombre soberbio llamado Amán el cual enfermo su corazón con este pecado al creerse intocable por el poder que se le había dado: “Después de estas cosas el rey Asuero engrandeció a Amán hijo de Hamedata agagueo, y lo honró, y puso su silla sobre todos los príncipes que estaban con él. Y todos los siervos del rey que estaban a la puerta del rey se arrodillaban y se inclinaban ante Amán, porque así lo había mandado el rey; pero Mardoqueo ni se arrodillaba ni se humillaba”, (Ester 3:1-2), en su soberbia conspiro contra los judíos y hasta construyo una horca donde quería colgar a Mardoqueo, un judío piadoso, pero al final, la reina Ester lo desenmascaro delante del rey Asuero el cual lo hizo colgar en su propia horca: “Así colgaron a Amán en la horca que él había hecho preparar para Mardoqueo; y se apaciguó la ira del rey”, (Ester 7;10). Otro ejemplo de cómo este pecado destruye a las personas la encontramos en la vida de uno de los reyes de Judá, Uzías, el cual después de ser engrandecido por Dios en riqueza y poder, su corazón se enfermó al considerarse superior a las mismas leyes que el Señor había establecido: “Mas cuando ya era fuerte su corazón se enalteció para su ruina; porque se rebeló contra Jehová su Dios, entrando en el templo de Jehová para quemar incienso en el altar del incienso”, (2 Crónicas 26:16). Muchas personas son seducidas por el pecado de la vanagloria, al considerarse poderosos llenan su corazón de soberbia, y otros hacen todo lo posible por conseguir el poder, dinero y fama. Al fina Uzías fue castigado por su pecado: “Entonces Uzías, teniendo en la mano un incensario para ofrecer incienso, se llenó de ira; y en su ira contra los sacerdotes, la lepra le brotó en la frente, delante de los sacerdotes en la casa de Jehová, junto al altar del incienso”, (2 Crónicas 26:19).

                De esta forma fue tentada la mujer, a través de los deseos de la carne, los deseos de los ojos y la vanagloria de la vida, y no solo la mujer, sino también el hombre cometió la transgresión a tal punto que los ojos de ambos fueron abiertos: y tomó de su fruto, y comió; y dio también a su marido, el cual comió, así como ella.

            Jesús venció estas tres tentaciones.


“Porque, así como en Adán todos mueren, también en Cristo todos serán vivificados”.
1 Corintios 15:22

El capítulo 3 del libro de Génesis nos enseña cómo fue que el pecado entro en el mundo, tanto el hombre como la mujer cedieron a la tentación de la serpiente astuta. También hemos visto como el diablo tentó a esta pareja y como lo sigue haciendo hoy en día, y son tres tipos de formas que el utiliza: los deseos de la carne, los deseos de los ojos y la vanagloria de la vida. Sin embargo, aquello en lo que el primer hombre fallo y por tal razón la humanidad quedo bajo la maldición del pecado, otro hombre venció, siendo sometido a las mismas pruebas, este hombre es nuestro Señor Jesús: Porque, así como en Adán todos mueren, también en Cristo todos serán vivificados. Justo antes de iniciar su ministerio Jesús se sometió a pruebas donde su fidelidad al Padre fue probada, y Satanás lo tentó a través de los deseos de la carne, los deseos de los ojos y la vanagloria de la vida, con la única diferencia que El salió victorioso. En los evangelios sinópticos podemos ver como Jesús fue tentado de estas tres formas:

“Entonces Jesús fue llevado por el Espíritu al desierto, para ser tentado por el diablo. Y después de haber ayunado cuarenta días y cuarenta noches, tuvo hambre. Y vino a él el tentador, y le dijo: Si eres Hijo de Dios, di que estas piedras se conviertan en pan. El respondió y dijo: Escrito está: No sólo de pan vivirá el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios. Entonces el diablo le llevó a la santa ciudad, y le puso sobre el pináculo del templo, y le dijo: Si eres Hijo de Dios, échate abajo; porque escrito está: A sus ángeles mandará acerca de ti, y, en sus manos te sostendrán, para que no tropieces con tu pie en piedra. Jesús le dijo: Escrito está también: No tentarás al Señor tu Dios. Otra vez le llevó el diablo a un monte muy alto, y le mostró todos los reinos del mundo y la gloria de ellos, y le dijo: Todo esto te daré, si postrado me adorares. Entonces Jesús le dijo: Vete, Satanás, porque escrito está: Al Señor tu Dios adorarás, y a él sólo servirás. El diablo entonces le dejó; y he aquí vinieron ángeles y le servían”.
Mateo 4:1-11

Aquí encontramos un contraste entre Adán que fue tentado en el Huerto del Edén y fracaso, versus Jesús quien fue tentado en el desierto después de 40 días de ayuno, y venció. La palabra “tentado” viene del griego peirádso (πειράζω) que puede traducirse también “probar” o “someter a prueba” cuando se utiliza en el contexto de la relación de Dios con su pueblo. Por ejemplo, tenemos cuando Dios probó a Abraham: “Aconteció después de estas cosas, que probó Dios a Abraham, y le dijo: Abraham. Y él respondió: Heme aquí. Y dijo: Toma ahora tu hijo, tu único, Isaac, a quien amas, y vete a tierra de Moriah, y ofrécelo allí en holocausto sobre uno de los montes que yo te diré…. Entonces el ángel de Jehová le dio voces desde el cielo… No extiendas tu mano sobre el muchacho, ni le hagas nada; porque ya conozco que temes a Dios… Por mí mismo he jurado, dice Jehová, que por cuanto has hecho esto, y no me has rehusado tu hijo, tu único hijo; de cierto te bendeciré, y multiplicaré tu descendencia como las estrellas del cielo y como la arena que está a la orilla del mar; y tu descendencia poseerá las puertas de sus enemigos”. (Génesis 22:1-2, 11, 12, 16-17). Sin embargo, peirádso (πειράζω) también se usa con un sentido negativo y significa “seducir”, “tentar” o “inducir al pecado”. De aquí que el nombre que se le da al diablo en Mateo 4:3 es “el tentador”. Por tanto, el Espíritu Santo condujo a Jesús al desierto para que su fe fuera probada; pero el encargado del proceso era Satanás, cuyo objetivo era seducir a Jesús a pecar en contra de Dios; sin embargo, nuestro Señor venció todas las pruebas a las que fue sometido: “Porque no tenemos un sumo sacerdote que no pueda compadecerse de nuestras debilidades, sino uno que fue tentado en todo según nuestra semejanza, pero sin pecado”, (Hebreos 4:15). Si consideramos por separado las tentaciones de nuestro Señor nos daremos cuenta de que son las mismas que enfrentaron Adán y Eva.


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Jesús es tentado en el desierto después de 40 días de ayuno

La primera tentación que Satanás le presento a Jesús fue la de los deseos de la carne ya que lo desafía a convertir las rocas en pan ya después de 40 días de ayuno tenía hambre lo cual es un deseo de la carne. El Diablo lo tentó desafiándolo con una oración condicional: Si eres Hijo de Dios, di que estas piedras se conviertan en pan. No solo estaba desafiándolo a que demostrara sus poderes divinos, sino también quería obligarlo a usar estos poderes de manera egoísta para satisfacer sus propias necesidades fuera de la voluntad de su Padre y hacer caer a Jesús en el pecado de la falta de confianza. El desierto de Judea estaba lleno de rocas que hasta podrían asemejarse a grandes panes, y el diablo toma ventaja de la necesidad física de Jesús desafiándole a que si era el Hijo de Dios convirtiera las piedras en pan; sin embargo, Jesús no cayó en la tentación y al mismo tiempo nos muestra la manera de defendernos de los ataques del enemigo, por medio de la palabra de Dios. Jesús cita Deuteronomio 8:3: El respondió y dijo: Escrito está: No sólo de pan vivirá el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios. Así como Dios les dio el maná a los israelitas de una forma sobrenatural (Deuteronomio 8:3), también les puede dar a los suyos todo lo que necesitan, tanto físico como espiritual. Por tanto, Jesús confiaba en su Padre en cuanto a la satisfacción de sus necesidades, y no en su propio poder para hacer milagros. Al final, Jesús no cedió a los deseos de la carne, ya que no obedeció a Satanás al convertir las piedras en pan, a pesar que tenía 40 días de ayuno en medio de un desierto; muy contrario a Adán y Eva, los cuales teniendo en derredor tantos frutos que escoger en medio del Huerto del Edén, cedieron a lo apetitoso del fruto prohibido.

La segunda tentación tiene que ver con la vanagloria de la vida y el diablo llevó a Jesús al templo de Jerusalén y le dijo: Si eres Hijo de Dios, échate abajo; porque escrito está: A sus ángeles mandará acerca de ti, y, en sus manos te sostendrán, para que no tropieces con tu pie en piedra. El templo había sido reconstruido por Herodes el Grande. Tenía 15 pisos de altura, el atrio había sido notablemente agrandado, hasta tener 300 metros de largo por 470 de ancho. Para lograrlo, se tuvo que crear una enorme plataforma a fin de compensar el fuerte declive que existía al sureste. Un enorme muro de retención hecho con piedras monumentales soportaba la plataforma, en la cual se levantaba el edificio del templo, con sus pórticos y patios rodeados de hermosas explanadas y columnas. No sabemos cómo, pero rápidamente el diablo lleva a Jesús a Jerusalén, al pináculo del templo. La transición es rápida, sin demora. Sobre un ala del templo; desde esta altura vertiginosa nuestro Señor mira abajo al abismo. Satanás está con él. Habiendo fracasado con la tentación de falta de confianza en Dios, recurre al otro extremo, el de la excesiva confianza, o sea la presunción. Satanás se aprovecha de la respuesta de Jesús basada en las Escrituras. Él dice: ¡Qué bien que confíes en Dios al no usar tus propios poderes para alimentarte!, ¡Qué bueno que cites las Sagradas Escrituras! Así que ahora demuestra tu confianza en Dios ya que escrito está: “Pues a sus ángeles mandará acerca de ti, que te guarden en todos tus caminos. En las manos te llevarán, para que tu pie no tropiece en piedra”, (Salmo 91:11-12). El diablo hace algo muy peligroso: apegarse al igual que lo hizo Jesús a las Escrituras. Sin embargo, el uso que hace de la Palabra no refleja la intención de las mismas. Jesús responde nuevamente valiéndose de las Escrituras: Escrito está también: No tentarás al Señor tu Dios” (Deuteronomio 6:16), dejando ver el motivo verdadero de ellas. Confiar en Dios es bueno, pero provocarle a través del abuso de sus promesas es un grave pecado. Su declaración Escrito está también” arroja una luz acerca de la correcta interpretación de las Escrituras: La Biblia se interpreta con la Biblia. No debemos sacar una conclusión  de un solo pasaje, separado de otros, apartado de su contexto, y desunido de la unidad de la verdad. Además, no es bueno querer ver hasta dónde puede uno llegar con Dios; no tiene sentido exponerse deliberadamente en una situación peligrosa, atrevida e innecesariamente, y esperar que Dios lo libre de las consecuencias. Dios espera que asumamos riesgos por fidelidad a Él, pero no para elevar nuestro prestigio. La fe que depende de las sensaciones, señales y los milagros no es la verdadera fe. El poder salvador de Dios no es algo con lo que se puede jugar ni experimentar, sino algo en lo que hay que confiar al 100% en la vida diaria. Al final, el diablo tentó a Jesús a través de la vanagloria de la vida, diciéndole que se arrojara del pináculo del templo y así mucha gente vería como los ángeles irían en su ayuda, abuzando de la confianza en Dios, esto es vanagloria. Adán y Eva cedieron a la vanagloria de la vida ya que vieron que el fruto era codiciable para alcanzar la sabiduría; pero nuestro Señor venció.

La tercera tentación tiene que ver con los deseos de los ojos. Hasta el momento el diablo ha tentado a Jesús con la falta de confianza y exceso de confianza. Ahora lo tentara a tener una falsa confianza. En esta ocasión el diablo pide adoración para él por parte de Jesús, y a cambio le concederá todos los reinos del mundo: Todo esto te daré, si postrado me adorares. Jesús fue tentado a través de ver con sus propios ojos la grandeza de los reinos de esta tierra, pero el peligro de todo esto radicaba en recibir el poder sin luchar, sin cruz, en un solo momento. Y es verdad: el diablo, por así decirlo, tiene el dominio temporal sobre todos los reinos de este mundo. La Biblia afirma que el mundo entero está bajo el control de Satanás: “Sabemos que somos de Dios, y el mundo entero está bajo el maligno”, (1 Juan 5:19). Originalmente este derecho se le dio al hombre en el huerto del Edén; sin embargo, perdió este derecho cuando desobedeció comiendo del fruto que Dios les había prohibido. Así Satanás tomo dominio del mundo. Posteriormente confirmó su título venciendo a Israel, el pueblo escogido de Dios el cual cayó en graves pecados y provocaron el juicio de Dios sobre ellos. Los imperios mundiales, Egipto, Asiria, Babilonia, Medo-Persia, Grecia y Roma, fueron en la mayor parte levantados al poder por Satanás, siendo sus sistemas de idolatría y pecado influenciados por él. Asimismo el nuevo imperio: La Comunidad Europea será influenciada por su maldad. Dios le había prometido a su Hijo amado que todas las naciones le serían entregadas: “Pídeme, y te daré por herencia las naciones, y como posesión tuya los confines de la tierra”, (Salmo 2:8). No obstante, éstas  le serían entregadas a través del camino de la cruz. Ahora Satanás le ofrece una verdadera tentación insinuándole que no es necesario atravesar por el sufrimiento de tres años de ministerio que terminaría en su muerte para cumplir con su misión. Jesús, sin embargo, vino para recuperar este mundo del poder del diablo, pero no sin la cruz. Ahora el Señor muestra su poder al decir al diablo que se vaya. El diablo obedece. Nuevamente Jesús menciona palabras de Deuteronomio 6:13: Al Señor tu Dios adorarás, y a él sólo servirás”. Una de las mayores desventajas de los seres humanos es nuestra impaciencia, sin embargo Jesús nos mostró que el mejor es esperar en la voluntad de Dios y seguir su camino y no los atajos u ofertas que el diablo nos pueda ofrecer. La confianza en su Padre no le avergonzó. De esta forma Jesús no cedió a los deseos de los ojos, mientras que Adán y Eva cedieron al ver que el fruto era agradable a la vista.

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Jesús es tentado por Satanás

De esta forma nuestro Señor venció las tres tentaciones que Adán y Eva no lograron superar y después del primer triunfo, se nos dice que vienen los ángeles para servirle: “El diablo entonces le dejó; y he aquí vinieron ángeles y le servían”.

LAS CONSECUENCIAS DEL PECADO


“Entonces fueron abiertos los ojos de ambos, y conocieron que estaban desnudos; entonces cosieron hojas de higuera, y se hicieron delantales. Y oyeron la voz de Jehová Dios que se paseaba en el huerto, al aire del día; y el hombre y su mujer se escondieron de la presencia de Jehová Dios entre los árboles del huerto. Mas Jehová Dios llamó al hombre, y le dijo: ¿Dónde estás tú? Y él respondió: Oí tu voz en el huerto, y tuve miedo, porque estaba desnudo; y me escondí. Y Dios le dijo: ¿Quién te enseñó que estabas desnudo? ¿Has comido del árbol de que yo te mandé no comieses? Y el hombre respondió: La mujer que me diste por compañera me dio del árbol, y yo comí. Entonces Jehová Dios dijo a la mujer: ¿Qué es lo que has hecho? Y dijo la mujer: La serpiente me engañó, y comí. Y Jehová Dios dijo a la serpiente: Por cuanto esto hiciste, maldita serás entre todas las bestias y entre todos los animales del campo; sobre tu pecho andarás, y polvo comerás todos los días de tu vida. Y pondré enemistad entre ti y la mujer, y entre tu simiente y la simiente suya; ésta te herirá en la cabeza, y tú le herirás en el calcañar. A la mujer dijo: Multiplicaré en gran manera los dolores en tus preñeces; con dolor darás a luz los hijos; y tu deseo será para tu marido, y él se enseñoreará de ti. Y al hombre dijo: Por cuanto obedeciste a la voz de tu mujer, y comiste del árbol de que te mandé diciendo: No comerás de él; maldita será la tierra por tu causa; con dolor comerás de ella todos los días de tu vida. Espinos y cardos te producirá, y comerás plantas del campo. Con el sudor de tu rostro comerás el pan hasta que vuelvas a la tierra, porque de ella fuiste tomado; pues polvo eres, y al polvo volverás. Y llamó Adán el nombre de su mujer, Eva, por cuanto ella era madre de todos los vivientes. Y Jehová Dios hizo al hombre y a su mujer túnicas de pieles, y los vistió. Y dijo Jehová Dios: He aquí el hombre es como uno de nosotros, sabiendo el bien y el mal; ahora, pues, que no alargue su mano, y tome también del árbol de la vida, y coma, y viva para siempre. Y lo sacó Jehová del huerto del Edén, para que labrase la tierra de que fue tomado. Echó, pues, fuera al hombre, y puso al oriente del huerto de Edén querubines, y una espada encendida que se revolvía por todos lados, para guardar el camino del árbol de la vida”.
Génesis 3:7-24

               En estos versículos vemos las consecuencias de la desobediencia del hombre, la caída en el pecado. Dios creo al hombre perfecto, sabio, sin impedimentos, dolor o enfermedad, con una perfecta comunión con Él, lamentablemente todo esto se perdió cuando este decidió desobedecer su mandamiento y comer del fruto del árbol de la ciencia del bien y el mal, así sus ojos fueron abiertos y el pecado había entrado en la vida de los seres humanos.

                El hombre pierde su inocencia inicial.


“Entonces fueron abiertos los ojos de ambos, y conocieron que estaban desnudos; entonces cosieron hojas de higuera, y se hicieron delantales”.
Génesis 3:7

                Una de las primeras consecuencias del pecado fue la perdida de la inocencia inicial. Cuando Dios creó al hombre lo hizo inocente, no conocía el mal, pero le dio la capacidad de elegir. Muchos han llegado a criticar a Dios por el hecho de que permitió que Satanás que tentara a Adán y Eva, y hacen las siguientes preguntas: ¿por qué Dios permitió que Satanás lo tentará? ¿Por qué Dios puso el árbol con el fruto prohibido en el huerto del Edén? ¿Por qué Dios no le dio capacidad al hombre para no ceder a la tentación? La verdad es que Dios es soberano en todo lo que hace y algo que debemos comprender es que nosotros somos los seres creados y no los creadores, somos los jarros de barro y no el alfarero: “Mas antes, oh hombre, ¿quién eres tú, para que alterques con Dios? ¿Dirá el vaso de barro al que lo formó: ¿Por qué me has hecho así? ¿O no tiene potestad el alfarero sobre el barro, para hacer de la misma masa un vaso para honra y otro para deshonra?”, (Romanos 9:20-21). Con todo esto Dios es soberano y nadie tiene derecho a criticarlo, sin embargo, cuando Dios creo al ser humano no lo hizo como una especie de robot al cual podía programar, sino le dio la capacidad de pensar y elegir, algo que ningún otro ser creado tiene. Muchos han llegado a decir que el sello de la perfección radicaba en la capacidad de elegir. Dios no quería robots a los cuales pudiera programar para hacer exactamente lo que Él quería, sino seres racionales capaces de elegir el amarlo; pero fue en esta capacidad de elegir que el hombre escogió desobedecerle y como consecuencia sus ojos fueron abiertos conociendo que estaban desnudos lo cual los avergonzó: Entonces fueron abiertos los ojos de ambos, y conocieron que estaban desnudos; entonces cosieron hojas de higuera, y se hicieron delantales.

Hombre-Pierde-Inocencia
El hombre pierde su inocencia

El hombre pierde su comunión con Dios.


“Y oyeron la voz de Jehová Dios que se paseaba en el huerto, al aire del día; y el hombre y su mujer se escondieron de la presencia de Jehová Dios entre los árboles del huerto. Mas Jehová Dios llamó al hombre, y le dijo: ¿Dónde estás tú?”.
Génesis 3:8-9

                En segundo lugar, vemos que después de la caída el hombre perdió la comunión que tenía con Dios. Otra de las razones de la perfección del ser humano radicaba en su perfecta comunión que tenían con su Creador. En el capítulo 2 de este libro se ve cómo Adán tenía una estrecha relación con el Señor, su ser completo estaba conectado con el Espíritu de Dios; pero desde el momento que pierden su inocencia y el pecado entra, este rompe la comunión y como consecuencia tanto Adán como Eva deciden esconderse de la presencia del Señor. Dios sabía la transgresión que su creación había cometido, por eso ellos se sintieron culpables y se escondieron por lo que el Señor llamó al hombre: Mas Jehová Dios llamó al hombre, y le dijo: ¿Dónde estás tú? Esto es lo que provoca el pecado, vergüenza y culpa, provoca que la relación con Dios no sea perfecta y lo aleja de Él, y desde entonces el Señor sigue preguntándole a su creación: ¿Dónde estás tú?

                El hombre es incapaz de reconocer su error.


“Y él respondió: Oí tu voz en el huerto, y tuve miedo, porque estaba desnudo; y me escondí. Y Dios le dijo: ¿Quién te enseñó que estabas desnudo? ¿Has comido del árbol de que yo te mandé no comieses? Y el hombre respondió: La mujer que me diste por compañera me dio del árbol, y yo comí. Entonces Jehová Dios dijo a la mujer: ¿Qué es lo que has hecho? Y dijo la mujer: La serpiente me engañó, y comí”.
Génesis 3:10-13

                Otro de los efectos del pecado sobre el hombre es su incapacidad de reconocer su culpa delante de Dios, y esto se debe a su duro corazón. Cuando Dios llamó al hombre este le respondió diciendo que había tenido miedo al escuchar su voz por lo que corrió a esconderse, por eso Dios le pregunto: ¿Quién te enseñó que estabas desnudo? ¿Has comido del árbol de que yo te mandé no comieses? Era de esperarse que este respondiese con sinceridad, reconociendo su falta delante de Aquel con quien solía tener comunión; pero no fue así sino evadió su responsabilidad diciéndole que la mujer que Él le había dado le dio de comer: La mujer que me diste por compañera me dio del árbol, y yo comí.  Luego, Dios le pregunto a la mujer qué había hecho, y esta le echo la culpa a la serpiente: La serpiente me engañó, y comí. De esta forma ninguno de los dos reconoció su culpa y hoy en día este sigue siendo un problema del hombre el cual es incapaz de reconocer su pecado y por ello no vuelve a Dios.

La sentencia contra Satanás.


“Y Jehová Dios dijo a la serpiente: Por cuanto esto hiciste, maldita serás entre todas las bestias y entre todos los animales del campo; sobre tu pecho andarás, y polvo comerás todos los días de tu vida. Y pondré enemistad entre ti y la mujer, y entre tu simiente y la simiente suya; ésta te herirá en la cabeza, y tú le herirás en el calcañar”.
Génesis 3:14-15

Como consecuencia de la caída del hombre, el Señor dicta una sentencia, tanto sobre la serpiente que fue el instrumento que Satanás utilizo para engañar a la pareja, como sobre el mismo Satanás. En primer lugar, Dios le dice a la serpiente: Por cuanto esto hiciste, maldita serás entre todas las bestias y entre todos los animales del campo; sobre tu pecho andarás, y polvo comerás todos los días de tu vida. Muchos creen que al principio la serpiente tenía una apariencia muy diferente a la que hoy conocemos, no tenía el aspecto repulsivo que hoy en día presenta, sino se cree que era un ser de hermosa apariencia, pero por dejarse controlar por Satanás se dio decreto que sería maldita entre todos los animales y sobre su pecho se arrastraría todos los días de su vida: maldita serás entre todas las bestias y entre todos los animales del campo; sobre tu pecho andarás, y polvo comerás todos los días de tu vida. Hoy en día la serpiente es uno de los animales más temidos por el ser humano, es capaz de esconderse en lugares pequeños, es casi indetectable hasta que es demasiado tarde, su mordedura no solo es dolorosa, sino en muchos casos es letal por su veneno, y su apariencia es aterradora. Esta fue la sentencia que se dictó en contra de la serpiente, pero también Satanás fue juzgado este día: Y pondré enemistad entre ti y la mujer, y entre tu simiente y la simiente suya; ésta te herirá en la cabeza, y tú le herirás en el calcañar. Este día Dios estableció una enemistad entre la mujer y Satanás, entre su simiente y su de Satanás, y esto fue así porque de la mujer nacería el libertador del hombre, Jesucristo. Aquel día se dio la primera promesa mesiánica que arrojaba un rayo de esperanza para el hombre caído, el nacimiento del Mesías, al cual Satanás lo heriría en el calcañal, un herida menor, pero éste le provocaría una herida mortal aplastándole la cabeza. Por esta razón el diablo ha estado buscando la forma de destruir la simiente de la mujer ya que desde el principio sabía que Él lo destruiría. Por ello mató a Abel, el más justo de los primeros dos hijos de Eva, luego contaminó a la descendencia de Set, el hijo que Dios le dio como sustituto de Abel a Adán y Eva, luego intento destruir a Israel sometiéndolo a dura servidumbre en Egipto, por años intento destruir a la descendencia de David ya que sabía que uno de sus hijos seria el que se sentaría en el trono para siempre, y cuando Jesús nació intento matarlo a través de Herodes el grande y por ello José siendo avisado en sueños por un ángel huyo a Egipto hasta que este monarca tirano muriese, y en general el libro de Apocalipsis describe muy bien la persecución ancestral que se ha desatado en contra de la mujer y su simiente: “Apareció en el cielo una gran señal: una mujer vestida del sol, con la luna debajo de sus pies, y sobre su cabeza una corona de doce estrellas. Y estando encinta, clamaba con dolores de parto, en la angustia del alumbramiento. También apareció otra señal en el cielo: he aquí un gran dragón escarlata, que tenía siete cabezas y diez cuernos, y en sus cabezas siete diademas; y su cola arrastraba la tercera parte de las estrellas del cielo, y las arrojó sobre la tierra. Y el dragón se paró frente a la mujer que estaba para dar a luz, a fin de devorar a su hijo tan pronto como naciese. Y ella dio a luz un hijo varón, que regirá con vara de hierro a todas las naciones; y su hijo fue arrebatado para Dios y para su trono. Y la mujer huyó al desierto, donde tiene lugar preparado por Dios, para que allí la sustenten por mil doscientos sesenta días… Y cuando vio el dragón que había sido arrojado a la tierra, persiguió a la mujer que había dado a luz al hijo varón. Y se le dieron a la mujer las dos alas de la gran águila, para que volase de delante de la serpiente al desierto, a su lugar, donde es sustentada por un tiempo, y tiempos, y la mitad de un tiempo. Y la serpiente arrojó de su boca, tras la mujer, agua como un río, para que fuese arrastrada por el río. Pero la tierra ayudó a la mujer, pues la tierra abrió su boca y tragó el río que el dragón había echado de su boca. Entonces el dragón se llenó de ira contra la mujer; y se fue a hacer guerra contra el resto de la descendencia de ella, los que guardan los mandamientos de Dios y tienen el testimonio de Jesucristo”,  (Apocalipsis 12:1-6, 13-17). Aquel día el pecado había entrado en la vida del ser humano, pecado que rompió su comunión con su Creador y lo condenaba al infierno, pero ese día Dios proveyó un camino de salvación a través de la venida de su Mesías el cual redimiría a su pueblo de sus pecados y destruiría el reinado de Satanás.

La sentencia contra la mujer.


“A la mujer dijo: Multiplicaré en gran manera los dolores en tus preñeces; con dolor darás a luz los hijos; y tu deseo será para tu marido, y él se enseñoreará de ti”.
Génesis 3:16

                El versículo 16 está dedicado a la sentencia que Dios declaro en contra de la mujer por la falta cometida. Una de las bendiciones de Dios consistía en el privilegio de multiplicarse y poblar esta tierra, no obstante, ahora este derecho iba a ser ejercido con muchos dolores, dolores que hoy en día son catalogados como los peores de todos: Multiplicaré en gran manera los dolores en tus preñeces; con dolor darás a luz los hijos. Una tremenda y dolorosa experiencia experimentaría la mujer para traer una vida en este mundo, experiencia que incluso pone su vida en peligro tal y como le paso a Raquel cuando dio a luz a Benjamín: “Después partieron de Bet-el; y había aún como media legua de tierra para llegar a Efrata, cuando dio a luz Raquel, y hubo trabajo en su parto. Y aconteció, como había trabajo en su parto, que le dijo la partera: No temas, que también tendrás este hijo. Y aconteció que al salírsele el alma (pues murió), llamó su nombre Benoni; mas su padre lo llamó Benjamín”, (Genesis 36:16-18). A parte de eso sujeto la libertad de la mujer a la autoridad del hombre: y tu deseo será para tu marido, y él se enseñoreará de ti. La palabra hebrea que se traduce aquí como deseo es teshucá (תְּשׁוּקָה), la cual sugiere un deseo de usurpar o controlar. Cuando la mujer decidió comer del fruto lo hizo sin considerar la autoridad de Dios y la de su marido, por ello ahora el Señor establece la consecuencia de su desobediencia al hacerle ver su subordinación hacia el hombre, a tal punto que ella tendría una tendencia a dominar a su marido, pero su marido se enseñoreara de ella, comenzando así la batalla de los sexos. Pablo Hoff nos dice al respecto: “El mal consiste en que la naturaleza caída del varón ya lo hace propenso a abusar de su autoridad sobre la mujer, del mismo modo que la autoridad del marido sobre la mujer puede traer sufrimientos. El deseo femenino respecto de su esposo puede ser motivo angustia”. En este sentido la mujer debe sujetarse a la autoridad de su marido pero esta subordinación no tiene que verse como algo tirano, como el hombre la ha mal interpretado, sino implica una subordinación autoridad divinamente establecida que no dañara la integridad del sometido, porque todo en el universo tiene un orden de autoridad, así la mujer está sujeta al hombre, como el hombre se sujetó a Cristo, y este a su Padre: “Pero quiero que sepáis que Cristo es la cabeza de todo varón, y el varón es la cabeza de la mujer, y Dios la cabeza de Cristo”, (1 Corintios 11:3). Cristo en su gran amor se convierte no solo en nuestro Salvador, sino en nuestro Señor y dueño, de tal forma que nosotros pasamos a estar bajo su autoridad, pero esta autoridad no se traduce en algún tipo de esclavitud que nos sujeta a un señorío de un amo tirano, sino todo lo contrario, es una autoridad que trae libertad del pecado que nos condena. Este es el principio de autoridad en el Evangelio, una sujeción que no produce muerte sino verdadera vida. Un buen ejemplo de este tipo de sujeción a la autoridad divina la encontramos en la ley que Dios estableció en Israel por medio de Moisés en cuanto a los esclavos. La ley establecía: “Si se vendiere a ti tu hermano hebreo o hebrea, y te hubiere servido seis años, al séptimo le despedirás libre. Y cuando lo despidieres libre, no le enviarás con las manos vacías. Le abastecerás liberalmente de tus ovejas, de tu era y de tu lagar; le darás de aquello en que Jehová te hubiere bendecido”, (Deuteronomio 15:12-14). Sin embargo, habían ocasiones en las cuales las personas que tenía la oportunidad de obtener su libertad se negaban a su derecho, ya que les iba tan bien bajo la autoridad de sus amos que preferían quedarse sirviéndoles de por vida: “Si él te dijere: No te dejaré; porque te ama a ti y a tu casa, y porque le va bien contigo; entonces tomarás una lesna, y horadarás su oreja contra la puerta, y será tu siervo para siempre; así también harás a tu criada”, (Deuteronomio 15:16-17). Así debe ser la autoridad a la cual se debe someter la mujer, una autoridad que le sugiera protección y mucho amor, una autoridad que le pueda guiar a los pies de Cristo. Para que esto ocurra de esta forma es importante que tanto el hombre como la mujer se sujeten a Cristo: “Someteos unos a otros en el temor de Dios. Las casadas estén sujetas a sus propios maridos, como al Señor; porque el marido es cabeza de la mujer, así como Cristo es cabeza de la iglesia, la cual es su cuerpo, y él es su Salvador. Así que, como la iglesia está sujeta a Cristo, así también las casadas lo estén a sus maridos en todo. Maridos, amad a vuestras mujeres, así como Cristo amó a la iglesia, y se entregó a sí mismo por ella, para santificarla, habiéndola purificado en el lavamiento del agua por la palabra, a fin de presentársela a sí mismo, una iglesia gloriosa, que no tuviese mancha ni arruga ni cosa semejante, sino que fuese santa y sin mancha. Así también los maridos deben amar a sus mujeres como a sus mismos cuerpos. El que ama a su mujer, a sí mismo se ama. Porque nadie aborreció jamás a su propia carne, sino que la sustenta y la cuida, como también Cristo a la iglesia, porque somos miembros de su cuerpo, de su carne y de sus huesos. Por esto dejará el hombre a su padre y a su madre, y se unirá a su mujer, y los dos serán una sola carne. Grande es este misterio; mas yo digo esto respecto de Cristo y de la iglesia. Por lo demás, cada uno de vosotros ame también a su mujer como a sí mismo; y la mujer respete a su marido”, (Efesios 5:21-33).

La sentencia contra el hombre.


“Y al hombre dijo: Por cuanto obedeciste a la voz de tu mujer, y comiste del árbol de que te mandé diciendo: No comerás de él; maldita será la tierra por tu causa; con dolor comerás de ella todos los días de tu vida. Espinos y cardos te producirá, y comerás plantas del campo. Con el sudor de tu rostro comerás el pan hasta que vuelvas a la tierra, porque de ella fuiste tomado; pues polvo eres, y al polvo volverás. Y llamó Adán el nombre de su mujer, Eva, por cuanto ella era madre de todos los vivientes. Y Jehová Dios hizo al hombre y a su mujer túnicas de pieles, y los vistió”.
Génesis 3:17-21

Finalmente, Dios dicta la sentencia en contra del hombre. Dios establece que por su desobediencia ahora tendría que trabajar la tierra la cual sería maldita por su causa, esta le produciría espinos y cardos, con el sudor de su rostro se ganaría la vida y perdería su vigor al envejecer y morir, volviendo así a la tierra de donde había sido formado. Adán perdió todos sus derechos, antes vivía en un huerto hermoso y tropical, ahora viviría en una tierra maldita, antes labraba el huerto y recogía de su fruto con gozo, ahora con el sudor de su rostro lo haría representando una pesada carga para él; antes la tierra estaba bendecida por toda clase de planta y árbol frutal, ahora la tierra estaría rodeada de cardos y espinos haciendo más difícil el trabajo del hombre; antes el hombre era perfecto, sin ningún impedimento, pero ahora conocería la enfermedad, envejecería hasta morir. Ahora bien, muchos han llegado a mal interpretar la maldición de la tierra diciendo que Dios había constituido el trabajo como un castigo; pero todo esto es mentira por las siguientes razones:

              1.       Dios mismo es trabajador, y esto lo vemos en el hecho de que decidió descansar de todas sus faenas después de 6 días de trabajo creando la tierra y todo lo que la habita: “Fueron, pues, acabados los cielos y la tierra, y todo el ejército de ellos. Y acabó Dios en el día séptimo la obra que hizo; y reposó el día séptimo de toda la obra que hizo”, (Génesis 2:1-2). El mismo Jesús describió a su Padre como alguien que siempre está trabajando: “Jesús les respondió: Mi Padre hasta ahora trabaja, y yo trabajo”, (Juan 5:17).
2.       Dios creo al ser humano para que trabajase en el huerto del Edén, labrando la tierra, pero sin ningún efecto negativo o dolor por hacerlo: “Tomó, pues, Jehová Dios al hombre, y lo puso en el huerto de Edén, para que lo labrara y lo guardase”, (Génesis 2:15). Esto nos muestra que Dios estableció el trabajo antes de la caída del hombre.
3.       El mismo Señor aprueba que todo hombre trabaje, por lo que sería un error creer que el trabajo es un castigo: “y que procuréis tener tranquilidad, y ocuparos en vuestros negocios, y trabajar con vuestras manos de la manera que os hemos mandado”, (1 Tesalonicenses 4:11).

Por tanto, el castigo no estaba en si en el trabajo, sino mas bien en lo difícil que ahora seria hacerlo, ya que su sustento le costaría sudor y esfuerzo, pero aun así el trabajo sigue siendo una bendición de la cual debemos disfrutar: “He aquí, pues, el bien que yo he visto: que lo bueno es comer y beber, y gozar uno del bien de todo su trabajo con que se fatiga debajo del sol, todos los días de su vida que Dios le ha dado; porque esta es su parte”, (Eclesiastés 5:18). Después de la sentencia de Dios el hombre llamo a su mujer Eva, la cual se traduce del hebreo hawwa, palabra que se relaciona con la palabra vida: Y llamó Adán el nombre de su mujer, Eva, por cuanto ella era madre de todos los vivientes.

Ante el intento de querer cubrir su vergüenza el hombre hizo un intento fallido e ineficaz de cubrirse con hojas del huerto; pero Dios decido cubrirlos eficazmente con pieles de animales y así les hizo túnicas: Y Jehová Dios hizo al hombre y a su mujer túnicas de pieles, y los vistió. Para poder cubrir eficazmente la vergüenza del hombre Dios tuvo que sacrificar a unos animales, lo cual es una figura del sacrificio que Cristo, el Cordero de Dios tendría que hacer en el futuro para perdón de nuestros pecados.

El hombre es arrojado del Edén.


“Y dijo Jehová Dios: He aquí el hombre es como uno de nosotros, sabiendo el bien y el mal; ahora, pues, que no alargue su mano, y tome también del árbol de la vida, y coma, y viva para siempre. Y lo sacó Jehová del huerto del Edén, para que labrase la tierra de que fue tomado. Echó, pues, fuera al hombre, y puso al oriente del huerto de Edén querubines, y una espada encendida que se revolvía por todos lados, para guardar el camino del árbol de la vida”.
Génesis 3:22-24

Adán y Eva son expulsados del Huerto del Edén

Finalmente, la desobediencia del hombre provoca que este sea echado del huerto de Edén: He aquí el hombre es como uno de nosotros, sabiendo el bien y el mal; ahora, pues, que no alargue su mano, y tome también del árbol de la vida, y coma, y viva para siempre. Y lo sacó Jehová del huerto del Edén, para que labrase la tierra de que fue tomado. El hombre había perdido su inocencia inicial, conocía el bien y el mal, pero Dios no quería que este comiera el fruto del árbol de la vida, porque de hacerlo se volvería inmortal y completamente degenerado por el pecado, por ello lo echo y puso dos querubines para que custodiasen el árbol: Echó, pues, fuera al hombre, y puso al oriente del huerto de Edén querubines, y una espada encendida que se revolvía por todos lados, para guardar el camino del árbol de la vida. Hoy en día este árbol se perdió y no vuelve a aparecer en toda la Biblia sino haya en el libro de Apocalipsis donde se les promete a los vencedores en Cristo que se les dará de comer del árbol de la vida y disfrutaran de una eternidad de verdadero gozo donde todas las cosas serán restauradas: “Después me mostró un río limpio de agua de vida, resplandeciente como cristal, que salía del trono de Dios y del Cordero. En medio de la calle de la ciudad, y a uno y otro lado del río, estaba el árbol de la vida, que produce doce frutos, dando cada mes su fruto; y las hojas del árbol eran para la sanidad de las naciones. Y no habrá más maldición; y el trono de Dios y del Cordero estará en ella, y sus siervos le servirán, y verán su rostro, y su nombre estará en sus frentes. No habrá allí más noche; y no tienen necesidad de luz de lámpara, ni de luz del sol, porque Dios el Señor los iluminará; y reinarán por los siglos de los siglos”, (Apocalipsis 22:1-5).

De esta forma termina el capitulo tres del libro de Génesis describiéndose la triste historia de como el hombre cae de su estado de perfección y el pecado entra en el mundo. Considerar este capitulo es clave para entender porque hay tanta maldad y sufrimiento en este mundo, no obstante, esta no fue la voluntad de Dios y por ello hoy en día Cristo busca restaurar la imagen original a través de que el hombre crea en El y se salvó: “Porque, así como en Adán todos mueren, también en Cristo todos serán vivificados”, (1 Corintios 15:22). Hoy en día Cristo constituye la esperanza de nuestra vida ya que sabemos que por causa de Adán todos somos pecadores y estamos condenados al infierno, pero gracias al sacrificio de Cristo hoy se nos ofrece una esperanza de vida eterna: “Así que, como por la transgresión de uno vino la condenación a todos los hombres, de la misma manera por la justicia de uno vino a todos los hombres la justificación de vida”, (Romanos 5:18).





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