“Y oyó
Jehová la voz de vuestras palabras, y se enojó, y juró diciendo: No verá hombre
alguno de estos, de esta mala generación, la buena tierra que juré que había de
dar a vuestros padres, excepto Caleb hijo de Jefone; él la verá, y a él le daré
la tierra que pisó, y a sus hijos; porque ha seguido fielmente a Jehová.
También contra mí se airó Jehová por vosotros, y me dijo: Tampoco tú entrarás
allá. Josué hijo de Nun, el cual te sirve, él entrará allá; anímale, porque él
la hará heredar a Israel. Y vuestros niños, de los cuales dijisteis que
servirían de botín, y vuestros hijos que no saben hoy lo bueno ni lo malo,
ellos entrarán allá, y a ellos la daré, y ellos la heredarán”.
Deuteronomio 1:34-39
INTRODUCCIÓN
El libro Deuteronomio es conocido
como el último libro del Pentateuco y su nombre proviene del griego que
significa segunda ley, y este nombre hace referencia a que realmente es un
resumen de todo lo que ha pasado desde que Dios los libero de Egipto y su éxodo
a través del desierto. En estos versículos Moisés hace un recordatorio a la
nueva generación de israelitas que estaban a punto de entrar a la tierra
prometida para que no cometieran los mismos errores que sus padres cometieron,
advertencia que nos tiene que servir a nosotros para no perder la bendición que
Dios tiene para nosotros.
Por su incredulidad y dureza de corazón muchos israelitas no entraron a la tierra prometida |
I.
EL DESEO DE DIOS DE BIEN PARA EL
SER HUMANO.
Desde que Dios creo al ser humano
ha buscado la forma de bendecirlo, lo vemos en los días de la misma creación
donde creo al hombre perfecto y lo puso en el huerto del Edén, pero por su
desobediencia este fue expulsado, luego lo vemos aquí queriendo cumplir su
promesa a Abrahán de entregarle a su descendencia una tierra que fluía leche y
miel, pero aquellos que fueron libertados de Egipto no lo aprovecharon, e igual
hoy en día Cristo vino a esta tierra para morir por nuestros pecados y darnos
vida eterna; pero lamentablemente muchas personas no lo aprovechan: “El ladrón no viene
sino para hurtar y matar y destruir; yo he venido para que tengan vida, y para
que la tengan en abundancia”, (Juan 10:10). Hoy en estos versículos
el Señor hace un recordatorio para las nuevas generaciones que estaban a punto
de entrar a la tierra prometida para que no cometieran los mismos errores que
cometieron sus padres y les impidieron entrar a la tierra prometida, y esto nos
puede servir a nosotros de ejemplo.
II.
RAZONES POR LAS CUALES NO ENTRARON
EN LA TIERRA PROMETIDA.
Si consideramos el libro de Éxodo y
Números, nos podemos dar cuenta de los errores que los israelitas cometieron
durante su peregrinación en el desierto. Veamos algunas de ellas.
1. Nunca apreciaron las promesas de Dios.
En primer lugar, una de las razones
por las cuales Israel no entro a la tierra prometida fue porque nunca
apreciaron las promesas de Dios. Esto lo vemos cuando se quejaron delante de
Dios diciendo que extrañaban la carne de Egipto: “Y la gente extranjera que se mezcló con ellos
tuvo un vivo deseo, y los hijos de Israel también volvieron a llorar y dijeron:
¡Quién nos diera a comer carne! Nos acordamos del pescado que comíamos en
Egipto de balde, de los pepinos, los melones, los puerros, las cebollas y los
ajos; y ahora nuestra alma se seca; pues nada sino este maná ven nuestros ojos”,
(Números 11:4-6). Aquí vemos como influenciados por los extranjeros, los
israelitas tuvieron un vivo deseo de comer carne a tal punto que lloraron y
pronunciaron palabras necias que menospreciaban los dones de Dios: Nos acordamos del
pescado que comíamos en Egipto de balde, de los pepinos, los melones, los
puerros, las cebollas y los ajos; y ahora nuestra alma se seca; pues nada sino
este maná ven nuestros ojos. Esto era una verdadera obra de mal
agradecimiento a Dios ya que los había librado de manos de sus opresores donde
eran esclavos y todos los días les daba el maná del cielo; pero un lugar de
agradecerle lo deshonraron. Esto era así porque no habían aprendido a agradecer
a Dios por sus dones, eran personas que amaban más las cosas de Egipto donde se
les maltrataba y no valoraban las bondades de Dios. Cuantas personas son como
estos israelitas los cuales valoran más las cosas que el mundo ofrece que las
mismas bendiciones de Dios. Lo cierto es que todo lo bueno procede únicamente
de Dios: “Toda
buena dádiva y todo don perfecto desciende de lo alto, del Padre de las luces,
en el cual no hay mudanza, ni sombra de variación”, (Santiago 1:17).
2. Nunca obedecieron la palabra de Dios.
En segundo lugar, estas personas no
entraron en la tierra prometida porque nunca aprendieron a obedecer la palabra
de Dios. Quizás el mejor ejemplo lo tenemos cuando recién habían pasado un mes
de su salida de Egipto y habían llegado al monte Sinaí para recibir los
mandamientos del Señor. El pueblo sabía que Dios era celoso y no aprobaba la
idolatría; pero tan solo Moisés se apartó de ellos esto se hicieron un becerro
de oro diciendo que estos eran los dioses que los había librado de Egipto: “Viendo el pueblo
que Moisés tardaba en descender del monte, se acercaron entonces a Aarón, y le
dijeron: Levántate, haznos dioses que vayan delante de nosotros; porque a este
Moisés, el varón que nos sacó de la tierra de Egipto, no sabemos qué le haya
acontecido. Y Aarón les dijo: Apartad los zarcillos de oro que están en las
orejas de vuestras mujeres, de vuestros hijos y de vuestras hijas, y
traédmelos. Entonces todo el pueblo apartó los zarcillos de oro que tenían en
sus orejas, y los trajeron a Aarón; y él
los tomó de las manos de ellos, y le dio forma con buril, e hizo de ello un
becerro de fundición. Entonces dijeron: Israel, estos son tus dioses, que te
sacaron de la tierra de Egipto”, (Éxodo 32:1-4). Hoy en día muchos
no alcanzan la misericordia y promesas de Dios simplemente porque no obedecen a
su palabra. Por medio de la palabra se les advierte que el pecado es un camino
de muerte y que solamente a través de Cristo encontraran la vida eterna,
lamentablemente muchos lo ignoran creyendo que sus decisiones los conducirá a
su ruina total: “Hay
camino que parece derecho al hombre, pero su fin es camino de muerte”,
(Proverbios 16:25).
3. No creyeron en las promesas de Dios.
Finalmente, esta gente no entro a
la tierra prometida por su gran incredulidad. A pesar que toda esta generación
había presenciado en persona las maravillas y señales que Dios hizo en Egipto
liberándolos, señales que no han vuelto a ser hechos con ninguna generación,
estos permanecieron en su incredulidad ya que cuando llegaron a Cades-Barnea, justo
antes de entrar a la tierra prometida enviaron 12 espías a reconocer la tierra,
pero 10 de estos volvieron con un mensaje que desanimo a toda la congregación: “Mas los varones que
subieron con él, dijeron: No podremos subir contra aquel pueblo, porque es más
fuerte que nosotros. Y hablaron mal entre los hijos de Israel, de la tierra que
habían reconocido, diciendo: La tierra por donde pasamos para reconocerla, es
tierra que traga a sus moradores; y todo el pueblo que vimos en medio de ella
son hombres de grande estatura. También vimos allí gigantes, hijos de Anac,
raza de los gigantes, y éramos nosotros, a nuestro parecer, como langostas; y
así les parecíamos a ellos”, (Números 13:31-33). En su terrible
incredulidad hablaron mal en contra de su Dios agravando mayor pecado del que
ya habían cometido: “Entonces toda la congregación gritó, y dio voces; y el
pueblo lloró aquella noche. Y se quejaron contra Moisés y contra Aarón todos
los hijos de Israel; y les dijo toda la multitud: ¡Ojalá muriéramos en la tierra
de Egipto; o en este desierto ojalá muriéramos! ¿Y por qué nos trae Jehová a
esta tierra para caer a espada, y que nuestras mujeres y nuestros niños sean
por presa? ¿No nos sería mejor volvernos a Egipto? Y decían el uno al otro:
Designemos un capitán, y volvámonos a Egipto”, (Números 14:1-4). Por
su incredulidad Dios juro que ninguno de ellos entraría en la tierra prometida
y que sus cadáveres quedarían tendidos en el desierto y que solamente sus niños
serían los que entrarían: “Vosotros a la verdad no entraréis en la tierra, por la cual
alcé mi mano y juré que os haría habitar en ella; exceptuando a Caleb hijo de
Jefone, y a Josué hijo de Nun. Pero a vuestros niños, de los cuales dijisteis
que serían por presa, yo los introduciré, y ellos conocerán la tierra que
vosotros despreciasteis”, (Números 14:30-31). Hoy en día esta es una
de las principales razones por las cuales las personas no heredan las promesas
de Dios, porque no creen al mensaje del evangelio, les parece difícil creer en
una salvación por fe y no por obras, no están dispuesto a despojarse de sus
preceptos y prejuicios religiosos. Por ello en cierta ocasión Jesús les dijo a
sus discípulos que para entrar al reino de los cielos era necesario que se
hicieran como niños, es decir, personas inocentes dispuestas a creerle a su
Padre celestial: “En
aquel tiempo los discípulos vinieron a Jesús, diciendo: ¿Quién es el mayor en
el reino de los cielos? Y llamando Jesús a un niño, lo puso en medio de ellos,
y dijo: De cierto os digo, que si no os volvéis y os hacéis como niños, no
entraréis en el reino de los cielos. Así que, cualquiera que se humille como
este niño, ése es el mayor en el reino de los cielos. Y cualquiera que reciba
en mi nombre a un niño como este, a mí me recibe”, (Mateo 18:1-5).
CONCLUSIÓN.
Como Pablo dijo debemos aprender de
todas estas cosas que han quedado escritas para nuestra ventaja: “Porque las cosas
que se escribieron antes, para nuestra enseñanza se escribieron, a fin de que
por la paciencia y la consolación de las Escrituras, tengamos esperanza”,
(Romanos 15:4). Esta generación no logro entrar a la tierra prometida porque:
1. Nunca valoraron las promesas de
Dios y amaron más al mundo.
2.
Nunca
obedecieron la palabra de Dios.
3. Fueron incrédulos a las promesas de
Dios.
Por tanto, nosotros no cometamos
los mismos errores que esta generación y creámosle al Señor porque todo en el
evangelio se fundamenta en la fe.
Gracias mi hermano por está grande bendiciones,sigan adelante.bendiciones.Saludos
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