“Dije yo en mi corazón:
Ven ahora, te probaré con alegría, y gozarás de bienes. Mas he aquí esto también
era vanidad. A la risa dije: Enloqueces; y al placer: ¿De qué sirve esto?
Propuse en mi corazón agasajar mi carne con vino, y que anduviese mi corazón en
sabiduría, con retención de la necedad, hasta ver cuál fuese el bien de los
hijos de los hombres, en el cual se ocuparan debajo del cielo todos los días de
su vida. Engrandecí mis obras, edifiqué para mí casas, planté para mí viñas; me
hice huertos y jardines, y planté en ellos árboles de todo fruto. Me hice
estanques de aguas, para regar de ellos el bosque donde crecían los árboles.
Compré siervos y siervas, y tuve siervos nacidos en casa; también tuve posesión
grande de vacas y de ovejas, más que todos los que fueron antes de mí en
Jerusalén. Me amontoné también plata y oro, y tesoros preciados de reyes y de
provincias; me hice de cantores y cantoras, de los deleites de los hijos de los
hombres, y de toda clase de instrumentos de música. Y fui engrandecido y
aumentado más que todos los que fueron antes de mí en Jerusalén; a más de esto,
conservé conmigo mi sabiduría. No negué a mis ojos ninguna cosa que desearan,
ni aparté mi corazón de
placer alguno, porque mi corazón gozó de todo mi trabajo; y esta fue mi parte
de toda mi faena. Miré yo luego todas las obras que habían hecho mis manos, y
el trabajo que tomé para hacerlas; y he aquí, todo era vanidad y aflicción de espíritu,
y sin provecho debajo del sol”.
Eclesiastés
2:1-11
INTRODUCCIÓN
Muchas
personas hoy en día se afanan en esta vida por hacerse un nombre importante,
posición y riquezas, otros se entregan a los deleites temporales que el pecado
le ofrece.
En Eclesiastés Salomón escribe que él vivió en todas estas cosas, pero que al
final de su día no le trajeron ningún provecho alguno. Veamos mas en detalle
este tema.
Un mundo de vanidad y aflicciones |
I.
EL HOMBRE SE AFANA EN
ESTE MUNDO.
“Dije yo en mi corazón:
Ven ahora, te probaré con alegría, y gozarás de bienes. Mas he aquí esto también
era vanidad. A la risa dije: Enloqueces; y al placer: ¿De qué sirve esto?
Propuse en mi corazón agasajar mi carne con vino, y que anduviese mi corazón en
sabiduría, con retención de la necedad, hasta ver cuál fuese el bien de los
hijos de los hombres, en el cual se ocuparan debajo del cielo todos los días de
su vida. Engrandecí mis obras, edifiqué para mí casas, planté para mí viñas; me
hice huertos y jardines, y planté en ellos árboles de todo fruto. Me hice
estanques de aguas, para regar de ellos el bosque donde crecían los árboles.
Compré siervos y siervas, y tuve siervos nacidos en casa; también tuve posesión
grande de vacas y de ovejas, más que todos los que fueron antes de mí en
Jerusalén. Me amontoné también plata y oro, y tesoros preciados de reyes y de
provincias; me hice de cantores y cantoras, de los deleites de los hijos de los
hombres, y de toda clase de instrumentos de música. Y fui engrandecido y
aumentado más que todos los que fueron antes de mí en Jerusalén; a más de esto,
conservé conmigo mi sabiduría. No negué a mis ojos ninguna cosa que desearan,
ni aparté mi corazón de
placer alguno, porque mi corazón gozó de todo mi trabajo; y esta fue mi parte
de toda mi faena”.
En
estos versículos, Salomón nos describe todas las cosas en las cuales el hombre
invierte sus fuerzas y energías a lo largo de la vida con el fin de buscarle un
significado a su vida, sin embargo, descubrirá que todo esto es vanidad: Dije yo en mi
corazón: Ven ahora, te probaré con alegría, y gozarás de bienes. Mas he aquí
esto también era vanidad. A la risa dije: Enloqueces; y al placer: ¿De qué
sirve esto? Si consideramos estos versículos veremos que Salomón
exploro todas las opciones, o al menos la mayoría que este mundo ofrece:
1.
Se
deleito en las bebidas alcohólicas: Propuse en mi corazón agasajar mi carne con vino, y que
anduviese mi corazón en sabiduría, con retención de la necedad, hasta ver cuál
fuese el bien de los hijos de los hombres, en el cual se ocuparan debajo del
cielo todos los días de su vida.
2.
Se
deleito en tener casas y un buen lugar donde vivir: Engrandecí mis obras, edifiqué para mí casas.
3.
Se
deleito en plantar huertos: planté para mí viñas; me hice huertos y jardines, y planté en
ellos árboles de todo fruto. Me hice estanques de aguas, para regar de ellos el
bosque donde crecían los árboles.
4.
Disfruto
el tener siervos y siervas que le servían: Compré siervos y siervas, y tuve siervos nacidos en casa.
5.
Disfruto
de muchas riquezas: también tuve posesión grande de vacas y de ovejas, más que
todos los que fueron antes de mí en Jerusalén. Me amontoné también plata y oro,
y tesoros preciados de reyes y de provincias.
6.
Se
deleito en la música contemporánea: me hice de cantores y cantoras, de los deleites de los hijos
de los hombres, y de toda clase de instrumentos de música. Y fui engrandecido y
aumentado más que todos los que fueron antes de mí en Jerusalén; a más de esto,
conservé conmigo mi sabiduría.
7.
Se
deleito en los placeres del mundo: No negué a mis ojos ninguna cosa que desearan, ni aparté mi
corazón de placer alguno, porque mi corazón gozó de todo mi trabajo; y esta fue
mi parte de toda mi faena.
Muchas
personas hoy en día viven en estas cosas, pero realmente vale la pena. El
siguiente versículo nos da la respuesta.
II.
TODO EN ESTE MUNDO ES
VANIDAD Y AFLICCIÓN DE ESPÍRITU.
“Miré yo luego todas las
obras que habían hecho mis manos, y el trabajo que tomé para hacerlas; y he
aquí, todo era vanidad y aflicción de espíritu, y sin provecho debajo del sol”.
Rápidamente
Salomón concluye el resultado de llevar una vida de afanes y placeres: he aquí, todo era
vanidad y aflicción de espíritu, y sin provecho debajo del sol. El
resultado de una vida así se resume en vanidad, aflicción y sin provecho. La
palabra vanidad en nuestro léxico común tiene un significado de ser alguien
arrogante y presumido; pero en la Biblia el concepto se usa para hacer
referencia en todo lo del mundo que es efímero, transitorio e inútil. Por otro
lado, el vivir en estas cosas es aflicción de espíritu porque muchas de las
cosas que se hacen para deleitar a la carne son pecados, y la paga del pecado
es la muerte. Finalmente, el practicar un estilo de vida entregado a los
placeres y vanidades de este mundo lleva a una vida sin provecho. Todo esto nos enseña que por mucho que el
hombre se afane haciéndose de riquezas y títulos, deleitándose en toda clase de
placeres, y acumulando casas, bienes materiales, sirvientes, y toda clase de
cosas que el mundo llama importantes; si Dios no esta considerado en su vida,
todo es vanidad, aflicción de espíritu y sin provecho. Por eso Salomón concluye
al final de este libro que todo lo que se hace en este mundo es vanidad de
vanidades, sin ningún provecho: “Vanidad de vanidades, dijo el Predicador, todo es vanidad”,
(Eclesiastés 12:8).
III.
LO QUE LE DA SIGNIFICADO
A LA VIDA.
“El ladrón no viene sino
para hurtar y matar y destruir; yo he venido para que tengan vida, y para que
la tengan en abundancia”.
Juan 10:10
Lo
único que le da significado a la vida del ser humano es Dios y fuera de Cristo
jamás lograremos tener una vida con propósito y por ello el Señor dijo: “El ladrón no viene sino para hurtar y matar y destruir; yo
he venido para que tengan vida, y para que la tengan en abundancia”,
(Juan 10:10). En el mundo el hombre busca alegrías y disfrutar de los
placeres temporales que el pecado le ofrece, además busca la seguridad en las
riquezas y bienes temporales de este mundo, busca la satisfacción de su alma en
la vanagloria de este mundo, pero todo esto es perecedero, porque todo lo que
el mundo ofrece es vanidad y aflicción de espíritu, y ningún provecho hay en
él. Sin embargo, todo esto que el mundo ofrece el evangelio lo supera: “porque el reino de
Dios no es comida ni bebida, sino justicia, paz y gozo en el Espíritu Santo”,
(Romanos 14:17). Que gran diferencia a lo que el mundo nos ofrece. Cualquiera
que decide seguir a Cristo debe estar seguro de que permanecerá para siempre
porque este mundo con todo y sus vanidades desaparecerá: “No améis al mundo, ni las cosas que están en
el mundo. Si alguno ama al mundo, el amor del Padre no está en él. Porque todo
lo que hay en el mundo, los deseos de la carne, los deseos de los ojos, y la
vanagloria de la vida, no proviene del Padre, sino del mundo. Y el mundo pasa,
y sus deseos; pero el que hace la voluntad de Dios permanece para siempre”,
(1 Juan 2:15-17).
CONCLUSIÓN.
por lo tanto, todo lo
que el mundo ofrece, los deleites temporales de la carne, la fama, la
vanagloria, las riquezas terrenales y sus títulos de poder, todo eso son
vanidad, aflicción de espíritu y sin provecho; solamente Cristo nos puede dar
una vida con propósito, llena de gozo, paz y justicia, y en el futuro la vida
eterna.
Muy buen aporte
ResponderBorrarSi el hombre más inteligente que ha habido sobre la faz de la tierra , entendió eso hace muchísimos años, deberíamos nosotros entender que todo lo material es pasajero y que esforzarnos por riquezas o bienes, es temporal lo que debemos hacer es tener riqueza mental y espiritual. Aclarando que tener buenas cosas no es malo, lo malo es obsesionarse con las riquezas y dejar de lado las cosas bonitas de la vida, tal cómo quiere Dios que aprendamos
ResponderBorrarVivir en equilibrio creo que es el desafio en este tiempo. Las ideas atadas al bolsillo es lo que predomina y nos aleja de Dios.
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