A la Señora elegida (2 Juan 1-3)


 

“El anciano a la señora elegida y a sus hijos, a quienes yo amo en la verdad; y no solo yo, sino también todos los que han conocido la verdad, a causa de la verdad que permanece en nosotros, y estará para siempre con nosotros: Sea con vosotros gracia, misericordia y paz, de Dios Padre y del Señor Jesucristo, Hijo del Padre, en verdad y en amor”.

2 Juan 1-3

INTRODUCCIÓN

                Estamos estudiando la carta más corta del Nuevo Testamento y la última vez consideramos el trasfondo o aspecto generales concernientes a 2 Juan, ahora, con la ayuda del Espíritu Santo vamos a comenzar a estudiar cada uno de los versículos de esta maravillosa carta que tenemos en el volumen bíblico. Como ya vimos el anciano, que algunos consideran que pudiera ser Juan, el apóstol, escribe a la señora elegida y a sus hijos, con el fin de darles instrucciones en cuanto al peligro de los falsos maestros que estaban introduciendo doctrinas heréticas destructoras en medio de la iglesia.

 

senora-elegida
A la Señora elegida

EL SALUDO DEL ANCIANO A LA SEÑORA ELEGIDA

 “El anciano a la señora elegida y a sus hijos…”.

2 Juan 1

              Como ya vimos en la introducción a esta carta, el autor se identifica como el anciano y dicha carta va dirigida a la señora elegida y a sus hijos. La palabra anciano se traduce directamente del griego traduce del griego presbúteros (πρεσβύτερος), que en un sentido literario significa “una persona de avanzada edad”, pero por otro, era un titulo utilizado por algunas iglesias para designar a los lideres que estaban a cargo de la iglesia, y de allí viene el título de presbítero que a veces se utilizan en algunas iglesias. Ahora bien, considerando la teología joanina, se cree que estas iglesias no reconocían títulos de autoridad como pastor, anciano, obispo, apóstol o cualquier otro que pudiese sugerir dicha idea, de allí que es poco probable que cuando el autor de esta carta se identifica como el anciano, lo haga porque quiera resaltar un cargo de autoridad que pudiese tener entre la congregación. Esta afirmación se confirma al estudiar las obras de Juan, por ejemplo, vemos que en el evangelio según Juan nunca se usa el titulo de apóstol, es más, ni siquiera se hace referencia al momento donde Jesús escoge a sus doce y los llama apóstoles. Ni siquiera el autor se presenta a si mismo con su nombre propio, solo se llama el discípulo amado, como el ideal de discípulos que se espera que todos seamos. En la primera carta lo mismo pasa, no aparece en ninguna parte quien es el autor, y en 2 y 3 Juan, se presenta como el anciano. Todo esto muestra que su interés no era que se resaltara el autor de la carta, sino más bien resaltar a Cristo y su teología contenida en dichas cartas. Además, en 3 Juan se hace más evidente el rechazo que las iglesias joaninas tenían al respecto de designar dirigentes en medio de ellos ya que condenan la actitud de Diótrefes. Para estas iglesias, y según la teología joanina, todos eran hermanos, bajo una misma fe y un solo Señor quien era el único que tenía la supremacía en la iglesia.

            De alguna manera, de forma indirecta, el autor, aunque no desea anteponerse ningún título que sugiera un titilo de liderazgo dentro de la iglesia, sin embargo, al llamarse el anciano, sugiere una autoridad espiritual por sus años de experiencia en el evangelio y su recorrido en los caminos de Dios, así que oír lo que el anciano tenía que decir era casi un deber porque tenía un mensaje importante que compartirles. Ahora, este anciano saluda a la señora elegida y a sus hijos, y como ya lo vimos, las palabras “señora elegida” se traduce del griego eklekte kuria (ἐκλεκτῇ κυρίᾳ), y literalmente hace referente a una dama o mujer respetable, la cual era cristiana ya que el anciano se refiere a ella como “elegida”, es decir, elegida por Cristo, separada para Dios. Es a esta señora elegida y a sus hijos que el anciano dirige su carta. La palabra elegida, en el griego, eklekte (ἐκλεκτῇ), también sugiere a alguien separado para un propósito especial, de hecho, esta palabra tiene su raíz en la palabra de donde proviene el termino iglesia que hoy utilizamos. Entonces, la palabra iglesia se traduce del griego ekklesia (ἐκκλησίᾳ), y hace referencia a una asamblea separada o elegida por Dios: “Y se congregaron allí todo un año con la iglesia, y enseñaron a mucha gente; y a los discípulos se les llamó cristianos por primera vez en Antioquía”, (Hechos 11:26). No sabemos quién era esta señora elegida, sin embargo, se han hechos realizado algunas opiniones al respecto. Algunos opinan que se trataba de Maria, la madre de Jesús, ya que si recordamos nuestro Señor le encomendó su cuidado antes de morir en la cruz: “Estaban junto a la cruz de Jesús su madre, y la hermana de su madre, María mujer de Cleofas, y María Magdalena. Cuando vio Jesús a su madre, y al discípulo a quien él amaba, que estaba presente, dijo a su madre: Mujer, he ahí tu hijo. Después dijo al discípulo: He ahí tu madre. Y desde aquella hora el discípulo la recibió en su casa”, (Juan 19:25-27). Otros han opinado que se trataba de Marta, la hermana de Maria y Lázaro de Betania, los cuales durante el ministerio de nuestro Señor Jesús lo hospedaron muchas veces. No obstante, no hay mayores pruebas para confirmar las dos opiniones anteriores y por ello algunos creen que el anciano utiliza aquí un lenguaje figurado donde el anciano utiliza las palabras “la señora elegida” para referirse a la iglesia del Señor, tal y como la NVI lo traduce en su propia versión: “El anciano, a la iglesia elegida y a sus miembros, a quienes amo en la verdad y no solo yo, sino todos los que han conocido la verdad”, (2 Juan 1). La otra opción es que realmente el autor de esta carta dirigió su carta a una mujer cristiana, la cual era muy respetada y de buen testimonio, y por ello la llama “la señora elegida”. Es a ella y a sus hijos que Juan dirige su carta.

 

LOS QUE CONOCIERON LA VERDAD Y PERMANECEN EN ELLA

“… a quienes yo amo en la verdad; y no solo yo, sino también todos los que han conocido la verdad, a causa de la verdad que permanece en nosotros, y estará para siempre con nosotros”.

2 Juan 1-2

                  En medio de su saludo hay algo que resalta en medio de todo, el permanecer en el amor y la verdad: a quienes yo amo en la verdad; y no solo yo, sino también todos los que han conocido la verdad, a causa de la verdad que permanece en nosotros, y estará para siempre con nosotros. El amor y la verdad son dos temas de los cuales Juan habla mucho en su evangelio y cartas. El amor es una característica indispensable que debe reinar en la vida de los cristianos, no puede existir un cristiano que no haya aprendido a amar o que aborrezca a una persona o guarde odio en su corazón, porque de lo contrario estaría en tinieblas y como ya lo vimos en su primera carta, los verdaderos cristianos permanecen en la luz y han aprendido a amar, porque el mandamiento que se les ha encargado es que se amen los unos a los otros: “El que dice que está en la luz, y aborrece a su hermano, está todavía en tinieblas. El que ama a su hermano, permanece en la luz, y en él no hay tropiezo. Pero el que aborrece a su hermano está en tinieblas, y anda en tinieblas, y no sabe a dónde va, porque las tinieblas le han cegado los ojos”, (1 Juan 2:9-11). Lo otro importante en todas las cartas de Juan el tema de la verdad. La verdad está íntimamente relacionada con la sana doctrina, del conocimiento certero del Hijo de Dios que lleva a la vida eterna y sus mandamientos que nos guían y determinan nuestros principios de vida. Esa verdad está contemplada en el Evangelio de Cristo, en la palabra de Dios. por tanto, como cristianos debemos perseverar en el amor y la verdad.

 

GRACIAS, MISERICORDIA Y PAZ

“Sea con vosotros gracia, misericordia y paz, de Dios Padre y del Señor Jesucristo, Hijo del Padre, en verdad y en amor”.

2 Juan 3

                 He aquí la bendición del apóstol: Sea con vosotros gracia, misericordia y paz, de Dios Padre y del Señor Jesucristo, Hijo del Padre, en verdad y en amor. Aquí aparecen algunas palabras que el evangelio acuño y que son características del cristianismo, la primera es gracia, la cual a su vez se traduce del griego jaris (χάρις), de donde proviene la palabra carisma y hace referencia a un regalo otorgado por Dios por su bondad inmerecida. Aunque no lo merezcamos o sin tener algún merito personal, Dios nos otorga en su bondad el regalo de la vida eterna a través de la fe en su Hijo amado, y esto precisamente es la gracia. Luego, hablamos de la misericordia, la cual se traduce del griego eleos (ἔλεος), la cual se refiere a la compasión de Dios al no pagarnos según nuestras malas obras y rescatarnos de la condenación eterna. De alguna manera, gracia y misericordia están relacionadas la una con la otra y el Dr. Lehman Strauss lo decía de esta forma muy acertada: “Gracia es recibir lo que no merecemos, misericordia es no recibir lo que merecemos”. Ciertamente así es, porque en su gracia recibimos lo que no merecemos, la vida eterna por medio de Jesús y al mismo tiempo no recibimos lo que merecíamos, el castigo eterno, todo por su misericordia: “Acerquémonos, pues, confiadamente al trono de la gracia, para alcanzar misericordia y hallar gracia para el oportuno socorro”, (Hebreos 4:16). Finalmente, después de recibir su gracia y misericordia, el cristiano recibe la paz: “el mismo Señor de paz os dé siempre paz en toda manera. El Señor sea con todos vosotros”, (2 Tesalonicenses 3:16). La palabra paz se traduce del griego eirene (εἰρήνη), y nos habla del cese de todo conflicto en el hombre, conflictos por una conciencia acusada, o conflictos con sus semejantes o conflictos con Dios por causa del pecado. Todo esto es así porque ha recibido gracia y misericordia.


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