Espero ir pronto a verlos (2 Juan 12-13)


 

“Tengo muchas cosas que escribiros, pero no he querido hacerlo por medio de papel y tinta, pues espero ir a vosotros y hablar cara a cara, para que nuestro gozo sea cumplido. Los hijos de tu hermana, la elegida, te saludan. Amén”.

2 Juan 12-13

INTRODUCCIÓN

                 Hemos llegado al final de 2 Juan y con tan solo trece versículos, esta maravillosa carta se constituye como la más cortas de todas las cartas del Nuevo Testamento, sin embargo, como ya vimos su estudio es de mucha edificación y bendición para cada uno y gracias al Espíritu Santo que ha sido incluida en el canon bíblico. Con estas palabras, el apóstol Juan, o el anciano, como se presenta en esta carta, se despide de la señora elegida y sus hijos, pero aun en estos últimos versículos podemos encontrar algo que edifique nuestras vidas y nos ayude a ser mejores cristianos, así que estudiemos esta parte final.

 

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Espero ir pronto a verlos

LA NECESIDAD DE ESTAR PRESENTE

“Tengo muchas cosas que escribiros, pero no he querido hacerlo por medio de papel y tinta, pues espero ir a vosotros y hablar cara a cara, para que nuestro gozo sea cumplido”.

2 Juan 12

              En este tiempo, las cartas o epístolas eran medios a través de los cuales las personas podían comunicarse, no existían mensajes instantáneos, ni redes sociales o video llamadas. Dependiendo de que tan alejada estuviera la ciudad a la cual se enviaba la carta, así esta tardaba en llegar a su remitente. Generalmente los reinos tenían un sistema de correspondencia donde un jinete montado a caballo llevaba las cartas con las noticias del reino: “Y escribió en nombre del rey Asuero, y lo selló con el anillo del rey, y envió cartas por medio de correos montados en caballos veloces procedentes de los repastos reales”, (Ester 8:10). Algunas personas ricas solían enviar sus cartas a través de sus esclavos, pero en algunas ocasiones estas cartas también eran enviadas por amigos de un lugar a otro, por ejemplo, vemos que Epafrodito ayudo a Pablo a llevar sus cartas a la iglesia de Filipo: “Mas tuve por necesario enviaros a Epafrodito, mi hermano y colaborador y compañero de milicia, vuestro mensajero, y ministrador de mis necesidades”, (Filipenses 2:25). También Pablo utilizó a Onésimo para enviarle su carta personal a Filemón: “Te he escrito confiando en tu obediencia, sabiendo que harás aun más de lo que te digo”, (Filemón 21). De allí, no es de extrañar que Pablo se auxiliara de otros colaboradores para enviar sus cartas a las diferentes iglesias o personas a las que solía escribir: “Para que también vosotros sepáis mis asuntos, y lo que hago, todo os lo hará saber Tíquico, hermano amado y fiel ministro en el Señor, el cual envié a vosotros para esto mismo, para que sepáis lo tocante a nosotros, y que consuele vuestros corazones”, (Efesios 6:21-22). Ahora, Juan envió esta carta a la señora elegida y a sus hijos, pero había muchas cosas de las que les quería decir que no podían expresarse completamente en una carta: Tengo muchas cosas que escribiros, pero no he querido hacerlo por medio de papel y tinta, pues espero ir a vosotros y hablar cara a cara, para que nuestro gozo sea cumplido. Definitivamente había cosas que las prefería decir cara a cara, ya que una carta a veces limitaba el número de palabras o no aseguraba causar el impacto o entendimiento del contenido de un tema que al explicarlo cara a cara. Esto nos enseña que nunca las cartas o en nuestro caso, los medios virtuales, sustituyen la experiencia presencial de recibir un mensaje de parte de Dios. Hoy en día se habla mucho de los cultos virtuales, muchas personas prefieren quedarse en casa y disfrutar del cultos o servicio dominical por medio de las redes sociales, pero realmente este medio jamás sustituirá en edificación y bendición el congregarse presencialmente, el estar en comunión con los hermanos, el adorar presencialmente en un culto a Dios, el escuchar presencialmente la palabra de Dios. Por su puesto, estos medios virtuales son útiles y han ayudado a extender más allá de las fronteras la palabra de Dios, y como las cartas de los tiempos bíblicos, son una herramienta perfecta para tener un mayor alcance en la tarea de la evangelización, pero no debemos olvidar que lo mejor es continuar con la costumbre bíblica de congregarse con todos los santos en la medida que nos sea posible hacerlo: “Mantengamos firme, sin fluctuar, la profesión de nuestra esperanza, porque fiel es el que prometió. Y considerémonos unos a otros para estimularnos al amor y a las buenas obras; no dejando de congregarnos, como algunos tienen por costumbre, sino exhortándonos; y tanto más, cuanto veis que aquel día se acerca”, (Hebreos 10:23-25).

 

LA DESPEDIDA DEL ANCIANO

“Los hijos de tu hermana, la elegida, te saludan. Amén”.

2 Juan 13

             El apóstol se despide con el saludo tradicional diciendo: Los hijos de tu hermana, la elegida, te saludan. Amén. Pero, ¿quiénes son los hijos de tu hermana, la elegida? Si consideramos que los destinatarios de esta carta son literalmente una señora y sus hijos, los hijos de su hermana vendrían a ser sus sobrinos. Sin embargo, esto ha llevado a otros a pensar que realmente la señora elegida es un lenguaje figurado que el anciano está utilizando para referirse a la iglesia del Señor establecida en la ciudad a la cual dirige su carta. En cuanto a su ubicación, hay dos posiciones, una establece la ciudad de Éfeso y la otra la de Samaria. Ahora, si Juan escribió desde Éfeso, sería lógico pensar que está dirigiendo su carta a la iglesia de Samaria y, por tanto, el término, “los hijos de tu hermana”, son los miembros de la iglesia que está en Éfeso. Por esta razón, algunas traducciones de la Biblia traducen este versículo haciendo referencia a la iglesia hermana en lugar de los hijos de la hermana. Veamos como lo traduce la versión Dios Habla Hoy: “Los que pertenecen a la comunidad hermana de ustedes, a la cual Dios también ha escogido, les mandan saludos”, (2 Juan 13, DHH). También la Biblia Al Día le da el mismo sentido: “Los miembros de la iglesia hermana, la elegida, os mandan saludos”, (2 Juan 13, BAD). Y la Nueva Versión Internacional de la Biblia no es la excepción: “Los miembros de la iglesia hermana, la elegida, les mandan saludos”, (2 Juan 13, NVI). Ahora, es interesante ver como salta a relucir las palabras “la elegida”. Esta palabra, elegida, se traduce del griego eklektos (ἐκλεκτός), y hace referencia a alguien que ha sido escogido por Dios. La Biblia nos enseña el tema de la elección de los santos, por ejemplo, Pablo dijo: “Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que nos bendijo con toda bendición espiritual en los lugares celestiales en Cristo, según nos escogió en él antes de la fundación del mundo, para que fuésemos santos y sin mancha delante de él, en amor habiéndonos predestinado para ser adoptados hijos suyos por medio de Jesucristo, según el puro afecto de su voluntad”, (Efesios 1:3-5). En este sentido, es claro que Dios nos eligió para vida eterna desde antes de la fundación del mundo lo cual a su vez nos enseña que nuestra salvación es una elección divina, donde nuestra participación es totalmente nula. Por ello Jesús les dijo a sus discípulos: “No me elegisteis vosotros a mí, sino que yo os elegí a vosotros, y os he puesto para que vayáis y llevéis fruto, y vuestro fruto permanezca; para que todo lo que pidiereis al Padre en mi nombre, él os lo dé”, (Juan 15:16). Así que hoy, junto con todos nuestros hermanos en la fe, podemos considerarnos, santos, elegidos por Dios y por ello debemos vivir de acuerdo a nuestra vocación, al eterno llamamiento que Dios nos ha hechos: “Yo pues, preso en el Señor, os ruego que andéis como es digno de la vocación con que fuisteis llamados”, (Efesios 4.1).

 


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