“Y subió Judá, y Jehová entregó en sus manos al cananeo y al
ferezeo; e hirieron de ellos en Bezec a diez mil hombres. Y hallaron a
Adoni-bezec en Bezec, y pelearon contra él; y derrotaron al cananeo y al
ferezeo. Más Adoni-bezec huyó; y le siguieron y le prendieron, y le cortaron
los pulgares de las manos y de los pies. Entonces dijo Adoni-bezec: Setenta
reyes, cortados los pulgares de sus manos y de sus pies, recogían las migajas
debajo de mi mesa; como yo hice, así me ha pagado Dios. Y le llevaron a
Jerusalén, donde murió”.
Jueces 1:4-7
INTRODUCCIÓN
En estos versículos encontramos
un perfecto ejemplo de la ley de la siembra y la cosecha. Para esta época
Israel estaba terminando de ubicarse en la tierra de Canaán y se nos relata
como Judá subió a pelear contra el cananeo y ferezeo derrotándolos y capturando
a su rey llamado Adoni-bezec al cual le cortaron los pulgares de sus manos y de
sus pies. Lo interesante de este trato de los de Judá le dieron a este hombre
es que anteriormente él había hecho exactamente lo mismo con otros reyes por lo
que su mal se le devolvió como un bumerán: Entonces dijo Adoni-bezec: Setenta reyes, cortados los
pulgares de sus manos y de sus pies, recogían las migajas debajo de mi mesa;
como yo hice, así me ha pagado Dios. Y le llevaron a Jerusalén, donde murió.
Esto nos muestra que este hombre recibió la cosecha de su pecado ya que así
como hizo el mal a otros, este mismo mal se revirtió y lo alcanzo para su
ruina.
La Cosecha del Pecado |
I.
LA LEY DE LA SIEMBRA Y
LA COSECHA.
La Biblia nos advierte
que nadie se confié pensando que podrá evadir las consecuencias del pecado. Así
como en la naturaleza existen leyes que rigen el crecimiento de todo lo que se
siembra, así en el campo espiritual se dan las mismas leyes las cuales no
debemos ignorar. Veamos las principales leyes de la siembra y cosecha.
1. Lo que se siembra, eso exactamente se cosecha.
“No os engañéis; Dios no puede ser burlado: pues todo lo que el
hombre sembrare, eso también segará. Porque el que siembra para su carne, de la
carne segará corrupción; mas el que siembra para el Espíritu, del Espíritu
segará vida eterna”.
Gálatas 6:7-8
Si se siembran
frijoles, el agricultor va esperar cosecha frijoles, y no maíz. Así funciona
también en lo espiritual. Por eso Pablo les advierte a los gálatas que nadie
debe engañarse pensando que podrá escapar de su pecado, ya que lo que siembra
cosechara. Si siembra para el pecado del pecado cosechara su ruina y condenación
eterna, pero si siembra para Dios y su justicia, cosechara para la vida eterna.
2. El tiempo de la cosecha lleva su tiempo.
“Entonces Moisés extendió su mano sobre el mar, y cuando amanecía,
el mar se volvió en toda su fuerza, y los egipcios al huir se encontraban con
el mar; y Jehová derribó a los egipcios en medio del mar. Y volvieron las
aguas, y cubrieron los carros y la caballería, y todo el ejército de Faraón que
había entrado tras ellos en el mar; no quedó de ellos ni uno”.
Éxodo 14:27-28
La
segunda ley de la siembra y la cosecha que debemos considerar es que el tiempo
de la cosecha lleva su tiempo. Cuando el agricultor arroja la semilla esta no
produce su fruto al instante, sino lleva su tiempo. Primero se siembra, luego
se abona y cuida, posteriormente comienza a crecer un pequeño brote que crece
en una pequeña planta hasta extenderse a su tamaño ordinario y producir su
fruto. En todo este proceso pasan varias semanas. Lo mismo es el campo espiritual. Uno de los
mejores ejemplos que tenemos en la Biblia son los egipcios que tenían
esclavizados a Israel. Durante mucho tiempo los egipcios trataron de disminuir
el crecimiento de los israelitas por lo que decretaron que todos sus bebes
fueran arrojados al rio Nilo y muriesen ahogado, y así paso: “Entonces Faraón
mandó a todo su pueblo, diciendo: Echad al río a todo hijo que nazca, y a toda
hija preservad la vida”, (Éxodo 1:22). Sin embargo, años mas tarde
cuando Dios libero a Israel de la esclavitud, el Señor les devolvió a los
egipcios la misma maldad que habían cometido y así cuando intentaron cruzar el
mar Rojo perecieron todos ahogados: Y volvieron las aguas, y cubrieron los carros y la
caballería, y todo el ejército de Faraón que había entrado tras ellos en el
mar; no quedó de ellos ni uno. Si nos damos cuenta cuando esto
ocurrió ya habían pasado más de 80 años desde que Egipto había hecho el mal e
incluso para esta época había un nuevo faraón, pero habían sembrado en maldad
para con el pueblo de Israel y por eso años mas tarde ese mismo mal los alcanzo
y cosecharon el mismo mal que habían cometido. Así como ellos mataron ahogado a
los hijos de Israel, así los egipcios murieron ahogados. Así podemos encontrar
otros ejemplos donde vemos como algunos hombres vivieron en pecado pero no
recibieron el pago de sus malas acciones sino algún tiempo después tal y como Ofni
y Finees que pecaban en el sacerdocio contra Dios, o el rey Acab quien se
vendió para hacer lo malo, o incluso Judas que paso muchos tiempo robando de la
bolsa de los discípulos y al final recibió la paga por su codicia. Por tanto, no
debemos creer que por el simple hecho de no recibir de inmediato la paga de
nuestros pecados, no pagaremos por ellos en el futuro. Obviamente lo mismo
ocurre cuando se cosecha para la justicia ya que aunque no veamos rápidamente
la recompensa por nuestras buenas obras en el futuro Dios nos recompensara.
3. Se cosecha en mayor proporción de lo que se siembra.
“Entonces Jacob rasgó sus vestidos, y puso cilicio sobre sus lomos,
y guardó luto por su hijo muchos días. Y se levantaron todos sus hijos y todas
sus hijas para consolarlo; mas él no quiso recibir consuelo, y dijo: Descenderé
enlutado a mi hijo hasta el Seol. Y lo lloró su padre”.
Génesis 37:34-35
Esta historia nos ejemplifica muy bien la
tercera ley de la siembra y la cosecha. Es increíble como una semilla sembrada
puede producir muchos frutos, y lo mismo ocurre en lo espiritual. La vida de
Jacob es un buen ejemplo de esto. Cuando estaba joven engañó a su padre Isaac
con tal de obtener la bendición de la primogenitura, sin saber que ese pecado
del engaño traería a su vida una cosecha terrible. Jacob engañó una vez a su
padre, pero como consecuencia ese pecado se le devolvió multiplicado ya que
durante sus 20 años de trabajo con su suegro Labán sufrió el engaño en
repetidas ocasiones, ya que primero no le dio la mujer que él amaba, sino su
hermana por la cual había trabajado 7 años, luego lo engañó para que trabajara
otros 7 años por la que si quería y así se quedara con las dos hermanas, además
lo engañó cambiándoles el salario 10 veces: “Estos veinte años he estado contigo; tus ovejas y tus cabras
nunca abortaron, ni yo comí carnero de tus ovejas. Nunca te traje lo arrebatado
por las fieras: yo pagaba el daño; lo hurtado así de día como de noche, a mí me
lo cobrabas. De día me consumía el calor, y de noche la helada, y el sueño huía
de mis ojos. Así he estado veinte años en tu casa; catorce años te serví por
tus dos hijas, y seis años por tu ganado, y has cambiado mi salario diez veces.
Si el Dios de mi padre, Dios de Abraham
y temor de Isaac, no estuviera conmigo, de cierto me enviarías ahora con las
manos vacías; pero Dios vio mi aflicción y el trabajo de mis manos, y te
reprendió anoche”, (Génesis 31:38-42), y finalmente sufre el engaño
más doloroso de parte de sus propios hijos cuando estos le dijeron que su hijo José
había muerto despedazado por alguna fiera del desierto. Su engaño se multiplico
y sufrió las terribles consecuencias del pecado. Este es un ejemplo de como la
maldad que sembramos se puede multiplicar en contra de nosotros.
II.
UNA ADVERTENCIA A VER
QUE ESTAMOS SEMBRANDO.
“Pero uno de los que estaban con Jesús, extendiendo la mano, sacó su
espada, e hiriendo a un siervo del sumo sacerdote, le quitó la oreja. Entonces
Jesús le dijo: Vuelve tu espada a su lugar; porque todos los que tomen espada,
a espada perecerán”.
Mateo 25:51-52
Estas palabras de
Jesús nos pueden ayudar a reflexionar acerca de lo que realmente estamos
cosechando. Cuando los judíos llegaron a arrestar a Jesús para llevarlo al sumo
sacerdote, uno de sus discípulos saco una espada y le cortó la oreja a uno de
los captores, pero allí Jesús lo reprendió diciéndole: Vuelve tu espada a su lugar; porque todos los
que tomen espada, a espada perecerán. Jesús no quería que sus
discípulos cometieran actos que les traerían en el futuro consecuencias
terribles ya que todo el mal que sembramos, ese mismo cosecharemos. El que mata
a espada a espada morirá, el que engaña, será engañado, el que siembra terror,
discordia y pleitos, eso también cosechara, y así sucesivamente. Lo importante
es que revisemos que es lo que estamos sembrando, porque si es malo solo
sembraremos para nuestra propia condenación eterna, pero si sembramos en justicia
y fe, cosecharemos la vida eterna.
CONCLUSIÓN.
Por esto mismo es
importante sembrar en justicia y el primer paso es creer en Jesús y renunciar a
nuestros pecados porque solo así cosecharemos para vida eterna y escaparemos
del infierno.
Muy buen mensaje, me edifica y enseña muchicimo
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