“¿Osa alguno de vosotros,
cuando tiene algo contra otro, ir a juicio delante de los injustos, y no
delante de los santos? ¿O no sabéis que los santos han de juzgar al mundo? Y si
el mundo ha de ser juzgado por vosotros, ¿sois indignos de juzgar cosas muy pequeñas?
¿O no sabéis que hemos de juzgar a los ángeles? ¿Cuánto más las cosas de esta
vida? Si, pues, tenéis juicios sobre cosas de esta vida, ¿ponéis para juzgar a
los que son de menor estima en la iglesia? Para avergonzaros lo digo. ¿Pues
qué, no hay entre vosotros sabio, ni aun uno, que pueda juzgar entre sus
hermanos, sino que el hermano con el hermano pleitea en juicio, y esto ante los
incrédulos? Así que, por cierto es ya una falta en vosotros que tengáis pleitos
entre vosotros mismos. ¿Por qué no sufrís más bien el agravio? ¿Por qué no
sufrís más bien el ser defraudados? Pero vosotros cometéis el agravio, y defraudáis,
y esto a los hermanos”.
1 Corintios 6:1-8
INTRODUCCIÓN
Hasta
el momento Pablo ha tocado algunos problemas que la iglesia de Corinto estaba
atravesando. Todo comenzó con el informe de la familia de Cloé quienes le
habían dado detalles de los problemas internos que se daban dentro de la
iglesia. Es importante que no veamos mal la actitud de la familia de Cloé
quienes informaron a Pablo. No se trata de gente murmuradora, sino más que eso
nos muestra un modelo bíblico que todos deberíamos seguir para denunciar
delante de las autoridades de la iglesia los problemas que se dan al interior
de la congregación con el fin corregirlos. No se trata de informes anónimos, ni
de gente que solo sabe murmurar y criticar pero no tienen el valor de denunciar
públicamente los problemas con el anhelo que se resuelvan. En los cinco capítulos
anteriores de esta carta los problemas que se han tratado son: las divisiones y
partidismos entre los creyentes, el escándalo del pecado de fornicación de uno
de sus miembros y la tolerancia de los demás miembros a este terrible pecado, y
ahora en el capítulo 6 toca el problema de los litigios entre creyentes.
Los litigios delante de los incrédulos |
¿LITIGIOS ENTRE CREYENTES?
“¿Osa alguno de vosotros,
cuando tiene algo contra otro, ir a juicio delante de los injustos, y no
delante de los santos? ¿O no sabéis que los santos han de juzgar al mundo? Y si
el mundo ha de ser juzgado por vosotros, ¿sois indignos de juzgar cosas muy
pequeñas? ¿O no sabéis que hemos de juzgar a los ángeles? ¿Cuánto más las cosas
de esta vida? Si, pues, tenéis juicios sobre cosas de esta vida, ¿ponéis para
juzgar a los que son de menor estima en la iglesia?”.
1 Corintios 6:1-4
Un
litigio es un pleito que se da entre dos partes delante de un tribunal jurídico
con el fin de establecer demandas y llegar a un acuerdo o hacer justicia. Ahora
bien, Pablo no está diciendo que los juicios que se dan en contra de los impíos
están mal, ya que de hecho Dios ha establecido autoridades en los gobiernos con
el fin de que se haga justicia: “Sométase toda persona a las autoridades superiores; porque
no hay autoridad sino de parte de Dios, y las que hay, por Dios han sido
establecidas. De modo que quien se opone a la autoridad, a lo establecido por
Dios resiste; y los que resisten, acarrean condenación para sí mismos. Porque
los magistrados no están para infundir temor al que hace el bien, sino al malo.
¿Quieres, pues, no temer la autoridad? Haz lo bueno, y tendrás alabanza de
ella; porque es servidor de Dios para tu bien. Pero si haces lo malo, teme;
porque no en vano lleva la espada, pues es servidor de Dios, vengador para
castigar al que hace lo malo. Por lo cual es necesario estarle sujetos, no solamente
por razón del castigo, sino también por causa de la conciencia”,
(Romanos 13:1-5). Lo que Pablo no aprueba aquí es que dos creyentes acudan a un
tribunal del estado para resolver sus problemas y no lo hace dentro de la iglesia:
¿Osa alguno de
vosotros, cuando tiene algo contra otro, ir a juicio delante de los injustos, y
no delante de los santos? En los tiempos de Pablos los griegos
tenían la costumbre de acudir a los tribunales para resolver sus pleitos los
cuales eran en ocasiones motivo de entretenimiento entre el público que los
observaba. En Atenas, cuando había un pleito, se recurría a tener un árbitro
privado por cada parte afectada, y se traía a un tercero para no tener dos
opiniones iguales, pero si no se lograba nada, se presentaba el asunto al
tribunal de “los cuarenta”; si el problema no se solucionaba allí, se lo llevaban
a otro tribunal compuesto por doscientos ciudadanos; si aquí tampoco se
solucionaba, se lo llevaba a uno de cuatrocientos, donde finalmente debía
resolverse el pleito. Sin embargo, Pablo no estaba de acuerdo a que los
cristianos usaran este método para resolver sus pleitos internos. Los judíos
eran muy diferentes en cuanto a la forma de como resolvían sus problemas ya que
solucionaban sus problemas en tribunales locales donde los ancianos y hombres
de prudencia juzgaban y daban su veredicto, siendo el Sanedrín el mayor
tribunal judío que se componía por 70 ancianos y sacerdotes. Para los judíos
era una verdadera blasfemia acudir a un tribunal gentil para resolver sus
problemas. Por esto Pablo esperaba que cómo los judíos, los cristianos juzgaran
y resolvieran sus problemas sin la necesidad de acudir a tribunales externos.
Obviamente se trata de asuntos pequeños que no van en contra de las violaciones
de la ley terrenal o que sean considerados delitos, posiblemente se trataba de
cuestiones de pleitos o diferencias que provocaban desacuerdos entre los
creyentes. Para justificar su argumento Pablo les recuerda que si ellos serán
los que juzgaran al mundo y a los ángeles por qué no juzgaran estos casos
pequeños: Y si el
mundo ha de ser juzgado por vosotros, ¿sois indignos de juzgar cosas muy
pequeñas? ¿O no sabéis que hemos de juzgar a los ángeles? ¿Cuánto más las cosas
de esta vida? Si, pues, tenéis juicios sobre cosas de esta vida, ¿ponéis para
juzgar a los que son de menor estima en la iglesia? Por ejemplo,
Jesús les prometió a sus discípulos que se sentarían sobre 12 tronos con Él
para juzgar a las 12 tribus de Israel: “Y Jesús les dijo: De cierto os digo que en la regeneración,
cuando el Hijo del Hombre se siente en el trono de su gloria, vosotros que me
habéis seguido también os sentaréis sobre doce tronos, para juzgar a las doce
tribus de Israel”, (Mateo 19:28). En la visión del profeta Daniel se
ve cómo Dios les da autoridad a los santos para juzgar: “hasta que vino el Anciano de días, y se dio el
juicio a los santos del Altísimo; y llegó el tiempo, y los santos recibieron el
reino”, (Daniel 7:22). Y en Apocalipsis vemos como la iglesia
recibirá la potestad para juzgar en el milenio: “Y vi tronos, y se sentaron sobre ellos los que
recibieron facultad de juzgar; y vi las almas de los decapitados por causa del
testimonio de Jesús y por la palabra de Dios, los que no habían adorado a la
bestia ni a su imagen, y que no recibieron la marca en sus frentes ni en sus
manos; y vivieron y reinaron con Cristo mil años”, (Apocalipsis
20:4). Además de eso Pablo dice que juzgaremos incluso a los ángeles caídos de
los cuales algunos de ellos han sido puestos en prisiones de obscuridad
esperando aquel día: “Y a los ángeles que no guardaron su dignidad, sino que
abandonaron su propia morada, los ha guardado bajo oscuridad, en prisiones
eternas, para el juicio del gran día”, (Judas 6). Por tanto, si la
iglesia ha de juzgar a este mundo y a los ángeles caídos en la eternidad, por
qué no he de juzgar los casos que se presenten dentro de la iglesia.
Desde que Israel comenzó a
establecerse como nación el concepto de establecer jueces que resolvieran los
problemas dentro del pueblo ha existido: “Además escoge tú de entre todo el pueblo varones de virtud,
temerosos de Dios, varones de verdad, que aborrezcan la avaricia; y ponlos
sobre el pueblo por jefes de millares, de centenas, de cincuenta y de diez.
Ellos juzgarán al pueblo en todo tiempo; y todo asunto grave lo traerán a ti, y
ellos juzgarán todo asunto pequeño. Así aliviarás la carga de sobre ti, y la
llevarán ellos contigo. Si esto hicieres, y Dios te lo mandare, tú podrás
sostenerte, y también todo este pueblo irá en paz a su lugar”,
(Éxodo 18:21-23). De igual forma, en la iglesia existen pastores y líderes
encargados de velar por el bienestar espiritual del pueblo los cuales también
han sido puestos por Dios para que corrijan con sabiduría aquellas cosas que
estén mal: “Por
esta causa te dejé en Creta, para que corrigieses lo deficiente, y
establecieses ancianos en cada ciudad, así como yo te mandé”, (Tito
1:5). Por tanto, es de esperarse que todos los problemas entre los creyentes se
resuelvan dentro de la iglesia y no esperar que pase a cosas mayores que se
resuelvan en los tribunales del mundo.
EL MAL TESTIMONIO DE LOS CORINTIOS
“Para avergonzaros lo digo.
¿Pues qué, no hay entre vosotros sabio, ni aun uno, que pueda juzgar entre sus
hermanos, sino que el hermano con el hermano pleitea en juicio, y esto ante los
incrédulos? Así que, por cierto es ya una falta en vosotros que tengáis pleitos
entre vosotros mismos. ¿Por qué no sufrís más bien el agravio? ¿Por qué no
sufrís más bien el ser defraudados? Pero vosotros cometéis el agravio, y
defraudáis, y esto a los hermanos”.
1 Corintios 6:5-8
Pablo
expresa su indignación ante el mal testimonio que los corintios daban delante
de los incrédulos. Es de esperarse que la iglesia sea una luz en este mundo de
tinieblas y que por medio de su buen testimonio los incrédulos vean la obra que
Cristo ha hecho y crean. Pero cuando estos corintios creyentes se presentaban
delante de los tribunales de los incrédulos, sus pleitos solo servían de
espectáculo y piedra de tropiezo para que los demás creyesen en el poder
transformador del evangelio. En este tipo de juicios ambas partes terminaban
experimentando sentimientos como el odio, enojo y deseos de revancha, y esto es
un mal testimonio que no reflejan las virtudes cristianas, y por ende, alguien
podría criticar el evangelio de Cristo por culpa de esta actitud incorrecta: Para avergonzaros lo
digo. ¿Pues qué, no hay entre vosotros sabio, ni aun uno, que pueda juzgar
entre sus hermanos, sino que el hermano con el hermano pleitea en juicio, y
esto ante los incrédulos? Así que, por cierto es ya una falta en vosotros que
tengáis pleitos entre vosotros mismos. Ante tal espectáculo de mal
testimonio Pablo dice que mejor es sufrir el agravio o el ser defraudado a que
el evangelio sea ridiculizado entre los incrédulos. Lo mejor es buscar resolver
las cosas entre los hermanos y luchar por mantener la armonía entre la familia
de la fe llevando una vida que testifique el poder transformador del evangelio
con el fin de que los incrédulos glorifique a Dios por ello y sirva de
influencia para que ellos se conviertan: “Así alumbre vuestra luz delante de los hombres, para que
vean vuestras buenas obras, y glorifiquen a vuestro Padre que está en los
cielos”, (Mateo 5:16). Por
esta razón el apóstol dice que mejor es sufrir el agravio y dejarle a Dios que
se encargue de las cosas que tomar la revancha en nuestras propias manos y
crear todo este problema: ¿Por qué no sufrís más bien el agravio? ¿Por qué no sufrís
más bien el ser defraudados? Lamentablemente los corintios estaban
actuando mal, ya que por un lado los pleitos que ellos tenían servían de mal
testimonio delante de los incrédulos y por otro la comunión y unidad del cuerpo
de Cristo se rompía debido a la rivalidad que se creaba entre ambos hermanos de
la fe, y por ello Pablo les dijo: Pero vosotros cometéis el agravio, y defraudáis, y esto a los
hermanos. Quiera Dios que seamos capaces de mantener la unidad de la
iglesia y su buen testimonio, y que todo problema sea resulto dentro de ella
para que nuestro Dios sea glorificado.
Es una buena información ya qué da a conocer cómo se comportaban los hermanos de ese tiempo y cuidar el nuestro en éste tiempo Bendiciones.
ResponderBorrarMuy buena explicación🙌🏻 Me sirvió de mucho Gracias 🙌🏻Dios te dio la sabiduría gloria a Dios aunque aparece anónimo mascarte algo en mi corazón 🙌🏻
ResponderBorrarGracias siervo de Dios, me dio luz, porque no estaba seguro, si la iglesia de Cristo, jugaría en los tiempos finales, al mundo incrédulo y pecador, y aún a los ángeles caídos,,,Las citas bíblicas de ayuda me convencieron,, Qué tal privilegio,,,Dios guarde su ministerio,,,
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