“Por lo cual, como dice el Espíritu Santo: si oyereis hoy su voz, no
endurezcáis vuestros corazones, como en la provocación, en el día de la
tentación en el desierto, donde me tentaron vuestros padres; me probaron, y
vieron mis obras cuarenta años. A causa de lo cual me disgusté contra esa
generación, y dije: Siempre andan vagando en su corazón, y no han conocido mis
caminos. Por tanto, juré en mi ira: no entrarán en mi reposo”.
Hebreos 3:7-11
INTRODUCCIÓN
La historia de Israel
en el desierto nos brinda muchas enseñanzas espirituales ya que podemos
encontrar en ella un tipo de nuestra peregrinación en este mundo. Así como Dios
libero a Israel de la esclavitud en Egipto y los condujo a la tierra prometida,
también nuestro Señor nos salva de la esclavitud del pecado y la condenación
eterna a través de Cristo y nos conduce a la vida eterna. Sin embargo, como en
aquel entonces muchos no entraron a la tierra prometida, así hoy muchos más no
entraran a la vida eterna ya que comenten los mismos errores de estos
israelitas. Veamos al menos tres razones por las cuales ellos no entraron a la
tierra prometida las cuales son las misma por las cuales la gente de nuestro
tiempo se condenan.
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Israel y sus 40 años en el desierto |
I.
POR SU DUREZA DE
CORAZÓN E INCREDULIDAD.
“Dijo más Jehová a Moisés: Yo he visto a este pueblo, que por cierto
es pueblo de dura cerviz. Ahora, pues, déjame que se encienda mi ira en ellos,
y los consuma; y de ti yo haré una nación grande”.
Éxodo 32:9-10
La primera razón por
la cual el hombre se condena es por la dureza de su corazón. Una de las razones
por las cuales los israelitas de los tiempos del Éxodo no entraron en la tierra
prometida fue porque eran de dura cerviz y por eso en algunas ocasiones
estuvieron a punto de ser destruidos por la ira de Dios: Yo he visto a este pueblo, que por cierto es
pueblo de dura cerviz. Ahora, pues, déjame que se encienda mi ira en ellos, y
los consuma. A pesar de que habían visto con sus propios ojos las
maravillas del Señor al ser liberados del yugo en Egipto, sus corazones duros
seguían incrédulos en cada problema que se les aparecía en el desierto. Se quejaban de no encontrar agua, del
alimento, y en general de haber dejado la supuesta seguridad de Egipto.
Preferían murmurar en contra de Moisés que ser humildes y depositar toda su
confianza en Dios. Si hay algo que Dios no tolera es al altivo de corazón, al
soberbio que no desea aceptar su error en el pecado y humillarse delante de
Dios: “Abominación
es a Jehová todo altivo de corazón; ciertamente no quedará impune”,
(Proverbios 16:5). Muchas personas hoy rechazan el evangelio ya que se creen
superiores, dicen no necesitar nada pero ignoran que la dureza de su corazón
los llevara a la condenación eterna: “¿O menosprecias las riquezas de su benignidad, paciencia y
longanimidad, ignorando que su benignidad te guía al arrepentimiento? Pero por
tu dureza y por tu corazón no arrepentido, atesoras para ti mismo ira para el
día de la ira y de la revelación del justo juicio de Dios”, (Romanos
2:4-5).
II.
PORQUE NO VALORAN LOS
DONES DE DIOS.
“Y la gente extranjera que se mezcló con ellos tuvo un vivo deseo, y
los hijos de Israel también volvieron a llorar y dijeron: ¡Quién nos diera a
comer carne! Nos acordamos del pescado que comíamos en Egipto de balde, de los
pepinos, los melones, los puerros, las cebollas y los ajos; y ahora nuestra
alma se seca; pues nada sino este maná ven nuestros ojos”.
Números 11:4-6
La segunda razón por
la cual las personas se condenan es porque no saben valorar los dones de Dios. A
Israel le paso esto durante su estadía en el desierto a tal punto que llegaron
a decir que la comida de Egipto era mucho mejor que la provisión de maná que
Dios les daba a diario. Cuantas personas han llegado a despreciar los dones de
Dios por las cosas de este mundo. Muchos desprecian el mensaje del evangelio y
a Cristo mismo porque creen que lo que el mundo les ofrece tiene más valor.
Algunos creen que el evangelio es una religión anticuada sin saber que es más
que eso, es una vida con propósito que nos ofrece la vida eterna a través de
Jesús. Los israelitas de este tiempo no valoraban lo que el Señor hacía por
ellos y por ello Dios los castigo no haciéndolos entrar en la tierra prometida,
así todos aquellos que amen más el mundo no tendrán entrada en la vida eterna
porque despreciaron el sacrificio de Cristo: “¡Oh almas adúlteras! ¿No sabéis que la amistad
del mundo es enemistad contra Dios? Cualquiera, pues, que quiera ser amigo del
mundo, se constituye enemigo de Dios”, (Santiago 4:4).
III.
PORQUE TIENEN MIEDO DE
CONVERTIRSE A DIOS.
“Más los varones que subieron con él, dijeron: No podremos subir
contra aquel pueblo, porque es más fuerte que nosotros. Y hablaron mal entre
los hijos de Israel, de la tierra que habían reconocido, diciendo: La tierra
por donde pasamos para reconocerla, es tierra que traga a sus moradores; y todo
el pueblo que vimos en medio de ella son hombres de grande estatura. También
vimos allí gigantes, hijos de Anac, raza de los gigantes, y éramos nosotros, a
nuestro parecer, como langostas; y así les parecíamos a ellos”.
Números 13:31-33
La tercera razón que
presentamos aquí por la cual las personas se condenan es porque tienen miedo de
intentar convertirse a Dios y luego fracasar. A Israel le paso esto. Cuando
estaban a punto de entrar a la tierra prometida sus corazones se llenaron de
temor porque vieron los gigantes que vivían en la tierra que tenían que
conquistar y pensaron que no los iban a poder vencer por lo que comenzaron una
vez más a murmurar a tal punto que volvieron a enojar al Señor. Si bien es
cierto, la tierra estaba habitada por otras naciones expertas en la guerra, se
les olvido que Dios es poderoso y les podía dar la victoria. Así hoy muchas
personas dice “mejor no me convierto porque no quiero fallarle a Dios”, o
“tengo miedo de convertirme porque el evangelio es muy difícil, mejor seguiré
esperando”. El problema con esto es que por sus aparente temores un día morirán
en sus pecados e irán a la condenación eterna. Por esta razón el autor de la
carta a los Hebreos exhorta a sus lectores a ser diligente en buscar la
salvación porque Dios no perdonara a aquellos que por miedo a las pruebas de la
vida cristiana no se convirtieron: “Por tanto, es necesario que con más diligencia atendamos a
las cosas que hemos oído, no sea que nos deslicemos. Porque si la palabra dicha
por medio de los ángeles fue firme, y toda transgresión y desobediencia recibió
justa retribución, ¿cómo escaparemos nosotros, si descuidamos una salvación tan
grande? La cual, habiendo sido anunciada primeramente por el Señor, nos fue
confirmada por los que oyeron”, (Hebreos 2:1-3).
Por eso Jesús dijo en
cierta ocasión que desde tiempos de Juan el bautista el evangelio sufre
violencia y solo los violentos se aferran al reino de Dios: “Desde los días de
Juan el Bautista hasta ahora, el reino de los cielos sufre violencia, y los
violentos lo arrebatan”, (Mateo 11:12). En este caso se ha sugerido
una mejor traducción para la palabra violentos es ser esforzado y valiente. Sabemos
que la vida cristiana no es fácil, pero con la ayuda de Dios podemos vencer ya
que nos dará la victoria en todas nuestras batallas si permanecemos fieles a
Él, pero para eso se necesita valentía y perseverancia. Pero si nos acobardamos
y decidimos que los más fácil es seguir en el pecado, este camino nos conducirá
a la condenación eterna: “Entrad por la puerta estrecha; porque ancha es la puerta, y
espacioso el camino que lleva a la perdición, y muchos son los que entran por
ella; porque estrecha es la puerta, y angosto el camino que lleva a la vida, y
pocos son los que la hallan”, (Mateo 7:13-14).
CONCLUSIÓN.
Los israelitas del
tiempo de Moisés no lograron entrar a la tierra prometida sino fueron
castigados vagando 40 años en el desierto hasta que todos perecieron. De igual
forma hoy muchos cometen los mismos errores de estos israelitas al no
aprovechar la oportunidad de vida eterna que Cristo les ofrece debido a:
1.
La
dureza de su corazón.
2.
El
no saber valorar los dones de Dios.
3.
Por
el miedo a las pruebas de la vida cristiana.
Por tanto, no
cometamos estos errores, humillémonos delante de Dios, aceptemos la provisión
que se nos ofrece para ser salvos a través de Cristo y seamos valientes y
esforzados en nuestra vida cristiana.
Magnífico artículo. Muy bien enfocado y explicado. Ojalá publicara más sobre la Carta a los Hebreos.
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