“Volvió,
pues, Jesús a decirles: De cierto, de cierto os digo: Yo soy la puerta de las
ovejas. Todos los que antes de mí vinieron, ladrones son y salteadores; pero no
los oyeron las ovejas. Yo soy la puerta; el que por mí entrare, será salvo; y
entrará, y saldrá, y hallará pastos. El ladrón no viene sino para hurtar y
matar y destruir; yo he venido para que tengan vida, y para que la tengan en
abundancia”.
Juan 10:7-10
INTRODUCCIÓN
El
apóstol Juan continúa relatándonos esta maravillosa alegoría que el Señor
Jesucristo contó, y en esta ocasión continua comparando a su iglesia con las
ovejas de un pastor. Ya vimos en la ocasión anterior como Jesús se compara con
aquel pastor que cuida de su rebaño, y donde el rebaño de ovejas es su iglesia
amada. Solamente aquellos que sean sus ovejas saben reconocer su voz y un día
vendrá y hará diferencia entre estas y los cabritos donde estos últimos
quedaran excluidos de la vida eterna. Por ello es clave que todos nosotros nos
aseguremos de ser parte de su redil y en estos versículos vemos la forma de
cómo serlo, ya que Jesús es esa puerta que nos permite ser salvos de la ira
venidera.
Jesús es la puerta |
JESÚS ES LA PUERTA PARA ENTRAR A LA VIDA ETERNA
“Volvió,
pues, Jesús a decirles: De cierto, de cierto os digo: Yo soy la puerta de las
ovejas. Todos los que antes de mí vinieron, ladrones son y salteadores; pero no
los oyeron las ovejas. Yo soy la puerta; el que por mí entrare, será salvo; y
entrará, y saldrá, y hallará pastos”.
Juan 10:7-9
Aquí
encontramos el tercer “Yo soy” que Juan
presenta en este evangelio, los cuales son exclusivos en el evangelio según
Juan. Ya vimos que la declaración del “Yo soy” hace una aseveración acerca de su
divinidad y hasta el momento hemos visto cuando Él se proclama como: “Yo soy el pan de
vida”, (Juan 6:35), “Yo soy la luz del mundo”, (Juan 8:12), y ahora
vemos el “Yo soy
la puerta de las ovejas”, (Juan 10:7), más adelante veremos el “Yo soy el buen
pastor”, (Juan 10:11), “Yo soy la resurrección y la vida”, (Juan 11:25), “Yo soy el camino, la verdad y la vida”,
(Juan 14:6) y “Yo
soy la vid verdadera”, (Juan 15:1). En este Yo soy Jesús afirma ser
la única puerta por donde el hombre puede entrar para ser salvo: De cierto, de cierto
os digo: Yo soy la puerta de las ovejas. Todos los que antes de mí vinieron,
ladrones son y salteadores; pero no los oyeron las ovejas. Yo soy la puerta; el
que por mí entrare, será salvo; y entrará, y saldrá, y hallará pastos.
Para comprender mejor sus palabras hay que conocer un poco como eran los
rediles de las ovejas en Judea. Prácticamente había dos tipos. El primero era
aquel que era construido para este fin, estaba cercado por todos lados y el
único acceso y salida era una enorme puerta la cual se habría o cerraba por un
portero y esta se aseguraba con una llave que solo el portero tenía. El segundo
era un redil improvisado que prácticamente era construido aprovechando partes
naturales como pequeñas cimas, gruesos arbustos y grandes rocas, allí se
rodeaba de todos estos materiales naturales y se dejaba una pequeña abertura
por donde el rebaño entraba o salía, y como no había una puerta, el pastor se
acostaba o sentaba sobre la única entrada fungiendo como una puerta, de tal
forma que para entrar o salir, tenía que ser a través de él, y así el pastor se
convertía en una verdadera puerta. De esta forma, Jesús es la única puerta para
ser salvo y solo aquellos que son sus ovejas logran entrar por ella y heredar
la vida eterna. En este mundo se ofrecen muchas formas de llagar al cielo, pero
lo cierto es que solamente a través de la fe en Jesús podemos tener acceso a la
salvación: “Porque
por medio de él los unos y los otros tenemos entrada por un mismo Espíritu al
Padre”, (Efesios 2:18). Es gracias a Jesucristo que podemos tener
acceso a su presencia y promesas benditas, gracias a la fe en su sacrificio y
resurrección podemos llegar a ser ovejas de su redil, y una vez en este debemos
mantenernos en su esperanza, sin desviarnos del camino correcto, tal y como el
autor de la carta a los Hebreos dice: “Así que, hermanos, teniendo libertad para entrar en el
Lugar Santísimo por la sangre de Jesucristo, por el camino nuevo y vivo que él
nos abrió a través del velo, esto es, de su carne, y teniendo un gran sacerdote
sobre la casa de Dios, acerquémonos con corazón sincero, en plena certidumbre
de fe, purificados los corazones de mala conciencia, y lavados los cuerpos con
agua pura. Mantengamos firme, sin fluctuar, la profesión de nuestra esperanza,
porque fiel es el que prometió. Y considerémonos unos a otros para estimularnos
al amor y a las buenas obras; no dejando de congregarnos, como algunos tienen
por costumbre, sino exhortándonos; y tanto más, cuanto veis que aquel día se
acerca”, (Hebreos 10:19-25). Esta es la única forma de ser parte de
su redil, creer en Jesús, hacerlo el Señor y Salvador de nuestras vidas, ya que
cuando lo hagamos entraremos por medio de Él y hallaremos pastos para nuestra
cansada y hambrienta alma: y entrará, y saldrá, y hallará pastos.
UNA VIDA DE ABUNDANCIA
“El
ladrón no viene sino para hurtar y matar y destruir; yo he venido para que
tengan vida, y para que la tengan en abundancia”.
Juan 10:10
Aquí
encontramos el contraste entre la vida que el mundo nos ofrece y la que Cristo
ofrece. Jesús dice: El ladrón no viene sino para hurtar y matar y destruir.
Algunos han llegado a creer que el ladrón es un símbolo de Satanás ya que
describe perfectamente sus malévolos fines: Hurtar, matar y destruir. Lo cierto
es que en el mundo jamás encontraremos la seguridad de nuestra alma, al
contrario, solo hay robos, muerte y destrucción, e incluso la condenación
eterna; pero Jesús nos ofrece algo totalmente diferente: yo he venido para que tengan vida, y para que
la tengan en abundancia. La palabra griega que se usa en este texto
para referirse a “abundancia”, es perissós
(περισσός), la
cual literalmente sugiere una superabundante provisión. Es obvio que Jesús no está
hablando aquí de hacer millonario a alguien, pero si nos sugiere la idea de una
mejor vida, una vida llena de satisfacción, gozo y paz, donde encontramos el descanso
y alimento que tanto necesitamos, como las cansadas ovejas que encuentran
reposo y alimento gracias a su pastor que las guía a pastos abundantes y aguas
de reposo: “En
lugares de delicados pastos me hará descansar; junto a aguas de reposo me
pastoreará”, (Salmo 23:2). De esta forma Jesús se convierte en
nuestro pastor y ofrece cuidar de nuestra vida, conduciéndonos con amor por
veredas seguras, lejos del peligro de este mundo hasta llegar a la vida eterna
donde nos pastoreara por toda la eternidad: “porque el Cordero que está en medio del trono los
pastoreará, y los guiará a fuentes de aguas de vida; y Dios enjugará toda
lágrima de los ojos de ellos”, (Apocalipsis 7:17). Por tanto, Jesús
es la única puerta por donde nosotros podemos pasar a la vida eterna.
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