“Después de esto
aconteció que Ben-adad rey de Siria reunió todo su ejército, y subió y sitió a Samaria.
Y hubo gran hambre en Samaria, a consecuencia de aquel sitio; tanto que la
cabeza de un asno se vendía por ochenta piezas de plata, y la cuarta parte de
un cab de estiércol de palomas por cinco piezas de plata. Y pasando el rey de
Israel por el muro, una mujer le gritó, y dijo: Salva, rey señor mío. Y él
dijo: Si no te salva Jehová, ¿de dónde te puedo salvar yo? ¿Del granero, o del
lagar?”.
2 Reyes
6:24-27
INTRODUCCIÓN
En
este pasaje vemos como Ben-adad, rey de los sirios había sitiado Samaria y esto
había provocado una terrible hambre en la ciudad: Después de esto aconteció que Ben-adad rey de
Siria reunió todo su ejército, y subió y sitió a Samaria. Y hubo gran hambre en
Samaria, a consecuencia de aquel sitio; tanto que la cabeza de un asno se
vendía por ochenta piezas de plata, y la cuarta parte de un cab de estiércol de
palomas por cinco piezas de plata. Un día de estos mientras el rey
de Israel pasaba por las calles de la ciudad del muro el grito y le dijo: Salva, rey señor
mío, y este rey le responde una gran verdad: Si no te salva Jehová, ¿de dónde te puedo
salvar yo? Esto es una gran verdad, porque la salvación de nuestra
alma no depende de nuestro esfuerzo o de alguien más, sino proviene de Dios. Si
no es Dios nadie puede salvarnos.
Si Dios no salva, nadie puede |
I.
EL HOMBRE ES INCAPAZ DE
SALVARSE A SÍ MISMO.
Lo cierto es que el hombre debe reconocer la necesidad
que tiene de salvarse de la condenación eterna y lo incapaz que es de salvarse
a si mismo. La misma Biblia nos enseña que desde que el hombre nace, aun desde
el mismo vientre de su madre se revela en contra de Dios: “Se apartaron los impíos desde la matriz; se
descarriaron hablando mentira desde que nacieron”, (Salmo 58:3). Y
su naturaleza es contraria a la voluntad de Dios a tal punto que el hombre es
visto espiritualmente como una podrida llaga: “¿Por qué querréis ser castigados aún? ¿Todavía
os rebelaréis? Toda cabeza está enferma, y todo corazón doliente. Desde la
planta del pie hasta la cabeza no hay en él cosa sana, sino herida, hinchazón y
podrida llaga; no están curadas, ni vendadas, ni suavizadas con aceite”,
(Isaías 1:5-6). Con estas duras palabras se describe la condición pecadora del
hombre y esto lo destituye de la gloria de Dios: “Por cuanto todos pecaron, y están destituidos
de la gloria de Dios”, (Romanos 3:23). Por ello, el hombre en su
estado de pecador es incapaz de salvarse a si mismo, aun cuando se esfuerce por
hacerlo.
II.
NINGÚN MÉTODO HUMANO
PUEDE SALVAR AL HOMBRE.
El
hombre en su desesperación a tratado de salvarse a sí mismo a través de
realizar buenas obras o pertenecer a una religión, pero ninguno de estos métodos
puede ayudarle. Por un lado, la religión no puede salvar a nadie, ni el cumplir
mandamientos o tradiciones. De hecho, Israel es un buen ejemplo de como ellos
trataron de vivir por la ley, pero fracasaron: “Acontecerá que si oyeres atentamente la voz de
Jehová tu Dios, para guardar y poner por obra todos sus mandamientos que yo te
prescribo hoy, también Jehová tu Dios te exaltará sobre todas las naciones de
la tierra. Y vendrán sobre ti todas estas bendiciones, y te alcanzarán, si
oyeres la voz de Jehová tu Dios”, (Deuteronomio 32:1-2). La condición
que Israel tenia para ser bendecidos de parte de Dios y ser así su pueblo era guardar
su ley, pero estos fracasaron y no pudieron lograrlo. La ley en si era buena y
perfecta, el problema fue la incapacidad del hombre para sujetarse a ella, ya
que cualquiera que incumpliera cualquiera de los mandamientos, quebranta toda
la ley: “Porque
cualquiera que guardare toda la ley, pero ofendiere en un punto, se hace
culpable de todos”, (Santiago 2:10). Por nuestra naturaleza
pecaminosa e imperfecta es imposible que guardemos todos los mandamientos, y en
este sentido nadie puede salvarse por medio de guardar una religión.
Muchas
personas creen que pueden salvarse haciendo buenas obras, pero lo cierto es que
nadie es lo suficientemente bueno como para salvarse. La siguiente historia nos
ilustra esto: “Al
salir él para seguir su camino, vino uno corriendo, e hincando la rodilla
delante de él, le preguntó: Maestro bueno, ¿qué haré para heredar la vida
eterna? Jesús le dijo: ¿Por qué me llamas bueno? Ninguno hay bueno, sino sólo
uno, Dios. Los mandamientos sabes: No adulteres. No mates. No hurtes. No digas
falso testimonio. No defraudes. Honra a tu padre y a tu madre. El entonces,
respondiendo, le dijo: Maestro, todo esto lo he guardado desde mi juventud. Entonces
Jesús, mirándole, le amó, y le dijo: Una cosa te falta: anda, vende todo lo que
tienes, y dalo a los pobres, y tendrás tesoro en el cielo; y ven, sígueme,
tomando tu cruz. Pero él, afligido por esta palabra, se fue triste, porque
tenía muchas posesiones”, (Marcos 10:17-22). Si nos damos cuenta este
hombre creía que era muy bueno ya que desde niño había obedecido los mandamientos,
pero Jesús le mostro que no era así, había uno que no cumplía, el no codiciar
el dinero y amar más las Riquezas que ha Dios. No estaba dispuesto a renunciar
a sus riquezas para seguir a Cristo. Así, aunque hagamos mil obras buenas, un
pecado es mas que suficiente para condenarnos, de allí que Isaías dice: “Si bien todos
nosotros somos como suciedad, y todas nuestras justicias como trapo de
inmundicia; y caímos todos nosotros como la hoja, y nuestras maldades nos
llevaron como viento”, (Isaías 64:6). Por tanto, queda demostrado
que el hombre no puede salvarse, ni a través de guardar una religión, ni
haciendo buenas obras ni mucho menos a través de otro hombre, sea este obispo,
cardenal, papa, apóstol, gurú, monje o iluminado, como bien lo dijo el rey de
Israel en los versículos que leímos al principio: Si no te salva Jehová, ¿de dónde te puedo
salvar yo?
III.
SOLAMENTE CRISTO PUEDE
SALVARNOS.
“Y en ningún otro hay
salvación; porque no hay otro nombre bajo el cielo, dado a los hombres, en que
podamos ser salvos”.
Hechos 4:12
La
Biblia enseña que solamente en Cristo Jesús se encuentra la salvación: Y en ningún otro hay
salvación; porque no hay otro nombre bajo el cielo, dado a los hombres, en que
podamos ser salvos. Solamente Cristo tiene la autoridad para
perdonar pecados y es a través de la fe que el hombre que se arrepiente de sus
pecados puede llegar a ser salvo: “sabiendo que el hombre no es justificado por las obras de la
ley, sino por la fe de Jesucristo, nosotros también hemos creído en Jesucristo,
para ser justificados por la fe de Cristo y no por las obras de la ley, por
cuanto por las obras de la ley nadie será justificado”, (Gálatas 2:16).
CONCLUSIÓN.
Aquel
rey de Israel de esta historia dijo una gran verdad: Si no te salva Jehová, ¿de dónde te puedo
salvar yo? Lo cierto es que el hombre no puede salvarse ni guardando
una religión, ni haciendo buenas obras, ni mucho menos a través de un hombre,
solamente Cristo por medio de la fe puede salvar a aquellos que se arrepienten
de sus pecados.
Jesus fue un hombre no fue Dios " porque Dios no es hombre y es unico" eso lo inventaron los grecoromanos.
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