“Yo
soy el buen pastor; el buen pastor su vida da por las ovejas. Mas el
asalariado, y que no es el pastor, de quien no son propias las ovejas, ve venir
al lobo y deja las ovejas y huye, y el lobo arrebata las ovejas y las dispersa.
Así que el asalariado huye, porque es asalariado, y no le importan las ovejas.
Yo soy el buen pastor; y conozco mis ovejas, y las mías me conocen, así como el
Padre me conoce, y yo conozco al Padre; y pongo mi vida por las ovejas. También
tengo otras ovejas que no son de este redil; aquéllas también debo traer, y
oirán mi voz; y habrá un rebaño, y un pastor. Por eso me ama el Padre, porque
yo pongo mi vida, para volverla a tomar. Nadie me la quita, sino que yo de mí
mismo la pongo. Tengo poder para ponerla, y tengo poder para volverla a tomar.
Este mandamiento recibí de mi Padre. Volvió a haber disensión entre los judíos
por estas palabras. Muchos de ellos decían: Demonio tiene, y está fuera de sí;
¿por qué le oís? Decían otros: Estas palabras no son de endemoniado. ¿Puede
acaso el demonio abrir los ojos de los ciegos?”.
Juan 10:11-21
INTRODUCCIÓN
Con
estos versículos terminamos esta hermosa alegoría que nos habla del buen
pastor. En primer lugar, vimos como Dios compara a su iglesia con un rebaño de
ovejas las cuales necesitan un pastor que las cuide y las guía a pastos
abundantes y aguas de reposo. En segundo lugar, vimos como el Señor afirma se
la puerta por donde las ovejas pueden entrar y ser salvos. Aquí aparece el
tercer “Yo soy” que Juan expone en su evangelio. Ahora en estos versículos
vemos la proclamación de Jesús de ser el buen pastor, la cual representa el
cuarto “Yo soy”. Esta hermosa alegoría es exclusiva de este evangelio y podemos
ver como nosotros la iglesia tenemos un buen pastor que nos guía y guarda de
cualquier peligro, y gracias a su sacrificio hoy tenemos vida eterna.
Jesús el buen pastor |
JESÚS ES EL BUEN PASTOR
“Yo
soy el buen pastor; el buen pastor su vida da por las ovejas”.
Juan 10:11
Aquí
encontramos el cuarto “Yo soy” de este evangelio: Yo soy el buen pastor. No olvidemos
que con las palabras “Yo soy”, Jesús se identifica como Dios, utilizando uno de
los nombres que Dios recibe en el Antiguo Testamento como el gran Yo Soy,
seguido de una figura de la teología judía. En este caso se compara al buen
pastor. Para Israel Jehová era su buen pastor el cual cuidaría de ellos y los
sustentaría de tal forma que no les faltase nada, tal y como lo describe el
Salmo 23: “Jehová
es mi pastor; nada me faltará”, (Salmo 23:1). Este Salmo fue escrito
por David el cual antes de ser rey en Israel fue un pastor el cual incluso
ponía su vida por defender a las ovejas: “David respondió a Saúl: Tu siervo era pastor de las ovejas
de su padre; y cuando venía un león, o un oso, y tomaba algún cordero de la
manada, salía yo tras él, y lo hería, y lo libraba de su boca; y si se levantaba
contra mí, yo le echaba mano de la quijada, y lo hería y lo mataba”,
(1 Samuel 17:34-35). David experimento las dos cosas, por un lado,
fue un pastor que amo a su rebaño a tal punto que fue un buen pastor, pero por
el otro, también fue oveja, porque aprendió a confiar en Dios en medio de todas
sus tribulaciones y permitió que fuese su buen pastor. Al considerar estas palabras nos podemos dar cuenta que
David tenía un verdadero corazón de pastor ya que se preocupaba por el
bienestar de sus ovejas, y por ello cuando escribe este Salmo nos enseña mucho
en cuanto a como el Señor nos cuida. Consideremos este hermoso Salmo 23.
En primer lugar, David dice: “En lugares de
delicados pastos me hará descansar; junto a aguas de reposo me pastoreará.
Confortará mi alma; me guiará por sendas de justicia por amor de su nombre”,
(Salmo 23:2-3). Parte importante del trabajo de un pastor era conducir a su
rebaño de ovejas a lugares de buenos pastizales de los cuales pudieran
alimentarse. La elección de los pastos era clave para la alimentación de las
ovejas ya que de ello dependía su correcta nutrición y hasta la calidad de la
lana que producían, el buen pastor lo sabia y por ello las conduce a lugares de
delicados pastos. De igual forma, estos animales son muy asustadizos y ante cualquier
ruido pueden salir huyendo y perderse, por ello el buen pastor las lleva a
aguas de reposo. La idea de todo esto es llevar a la oveja a lugares donde pueda descansar
y ser confortada, así el Señor nos guiara por las sendas de justicia donde descansaremos
de todas nuestras cargas y seremos confortados por amor de su nombre.
Por causa de la maldad muchas personas viven angustiadas y cargadas, pero Jesús
ofrece darles descanso a todas ellas si realmente confían en Él: “Venid a mí todos
los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar. Llevad mi yugo
sobre vosotros, y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón; y
hallaréis descanso para vuestras almas, porque mi yugo es fácil, y ligera mi carga”,
(Mateo 11:28-29). Aquí encontramos tres de las más sublimes invitaciones que
alguien puede recibir. Primero, se nos invita a acudir a Jesús si queremos
descansar de todas nuestras cargas y angustias ya que solamente en su presencia
nuestra alma encuentra el descaso de la carga del pecado. Segundo, se nos
invita a sujetarnos al señorío de Cristo. En la vida podemos ser esclavos del
pecado y estar sujetos a su duro yugo, pero este es un yugo muy pesado, o
podemos sujetarnos a Cristo el cual no guía a través de esta vida. Tercero, nos
invita a aprender de su carácter, a ser manso y humilde. Ser manso significa
sujetar nuestro carácter, nuestros deseos, nuestro temperamento, nuestra propia
voluntad a Dios para obedecerle en todo, para actuar con toda cordura y dominio
propio, ser manso es alguien que ha aprendido a sujetarse a las autoridades
superiores y obedece. Ser humilde significa no tener un sobreestimado concepto
de sí mismo, sino considerar a los demás como a sus superiores. Cuando una
persona aprender a acudir a Cristo, sujetarse a su autoridad y desarrollar el
mismo carácter de Cristo encontrara descanso para su alma.
En segundo lugar, el Salmo nos
dice: “Aunque
ande en valle de sombra de muerte, no temeré mal alguno, porque tú estarás
conmigo; tu vara y tu cayado me infundirán aliento”, (Salmo 23:4). El
buen pastor es aquel que ofrece seguridad a sus ovejas, aun en medio de los
ambientes mas tenebrosos. El pastor era una figura que inspiraba
confianza a las ovejas ya que, aunque sus enemigos las merodearan, ellas no
temían porque su pastor las protegía de sus enemigos. Su vara y cayado eran un
símbolo de confianza. El cayado es una vara larga cuya punta terminaba de forma
semicircular, y se utilizaba a alcanzar a la oveja que se desviaba del camino,
esta parte semicircular se introducía delicadamente en el cuello de la oveja y
con ternura la redireccionaba al camino correcto. La vara era utilizada
generalmente como un arma de defensa en contra de los animales que atacaban a
las ovejas, y pocas veces como un instrumento corrector, para disciplinar a las
ovejas rebeldes. Así es Jesús con nosotros, como el buen pastor sus promesas
son una fuente de confianza que nos alienta a seguir en este mundo, aun cuando
podamos esta atravesando por serias dificultades. Jesús nos dice: “Estas cosas os he
hablado para que en mí tengáis paz. En el mundo tendréis aflicción; pero
confiad, yo he vencido al mundo”, (Juan 16:17). Estas palabras
verdaderamente nos brindan el aliento que necesitamos, ya que, aunque vivimos en
un mundo de maldad y dificultades nuestra alma no teme porque el Señor esta con
nosotros. Dice el Salmo 91: “El que habita al abrigo del Altísimo morará bajo la sombra
del Omnipotente. Diré yo a Jehová: Esperanza mía, y castillo mío; mi Dios, en
quien confiaré. Él te librará del lazo del cazador, de la peste destructora.
con sus plumas te cubrirá, y debajo de sus alas estarás seguro; escudo y adarga
es su verdad. No temerás el terror nocturno, ni saeta que vuele de día, Ni
pestilencia que ande en oscuridad, ni mortandad que en medio del día destruya.
Caerán a tu lado mil, y diez mil a tu diestra; más a ti no llegará. Ciertamente
con tus ojos mirarás y verás la recompensa de los impíos. Porque has puesto a
Jehová, que es mi esperanza, al Altísimo por tu habitación, no te sobrevendrá
mal, ni plaga tocará tu morada. Pues a sus ángeles mandará acerca de ti, que te
guarden en todos tus caminos. En las manos te llevarán, para que tu pie no
tropiece en piedra. Sobre el león y el áspid pisarás; hollarás al cachorro del
león y al dragón. Por cuanto en mí ha puesto su amor, yo también lo libraré; le
pondré en alto, por cuanto ha conocido mi nombre. Me invocará, y yo le
responderé; con él estaré yo en la angustia; lo libraré y le glorificaré. Lo
saciaré de larga vida, y le mostraré mi salvación” (Salmo 91:1-16).
Que hermoso Salmo que nos promete la seguridad de nuestra vida, y eso es lo que
hace Jesús, y no solo nos ofrece guardar nuestra vida, sino nuestra alma y nos
ofrece la seguridad de nuestra salvación: “De cierto, de cierto os digo: El que oye mi palabra, y cree
al que me envió, tiene vida eterna; y no vendrá a condenación, más ha pasado de
muerte a vida”, (Juan 5:24). Verdaderamente Jesús es nuestro buen
pastor que nos infunde aliento.
En tercer lugar, el Salmo 23 dice: “Aderezas mesa
delante de mí en presencia de mis angustiadores; unges mi cabeza con aceite; mi
copa está rebosando”, (Salmo 23:5). Esto significa que el
buen pastor prepara el lugar para la correcta alimentación de las ovejas, aun
en medio de tantos enemigos. David conocía muy bien el trabajo que
implicaba el llevar a las ovejas a un lugar seguro para que estas comiesen, no
solo se trataba de soltarlas y que estas corriesen a comer en cualquier
pastizal, sino que este se tenia que preparar especialmente porque a veces en
medio de los pastizales se escondían animales que podían dañar a las ovejas. El
pastor comenzaba primero a inspeccionar el lugar donde las ovejas comerían, con
su vara golpeaba los pastizales para asegurarse de expulsar a cualquier animal,
luego introducía su vara en los diferentes agujeros que encontraba para evitar
que allí se escondiesen serpientes o escorpiones que pudiesen picar a la oveja,
por ello el salmista dice: Aderezas mesa delante de mí en presencia de mis angustiadores,
porque literalmente preparaba el lugar para que ellas pudieran comer. Ademas, el pastor ungía la cabeza de la oveja con aceite con el fin de que fuera
como una especie de repelente en contra de cualquier arácnido o insecto que
quisiera picarla: unges mi cabeza con aceite, y aparte de todo eso cavaba un gran
agujero en la tierra donde llenaba de agua para que las ovejas no tuvieran
necesidad de ir a los ríos y pudiesen beber de aguas mas tranquilas: mi copa está
rebosando. Esto mismo el Señor hace con nosotros. Cristo nos protege
y a través de su palabra nos alimenta para que por medio de ella podamos crecer
para salvación: “desead,
como niños recién nacidos, la leche espiritual no adulterada, para que por ella
crezcáis para salvación”, (1 Pedro 2:2). Como cristianos debemos
tener cuidado de aquello de lo cual nos alimentamos, ya que hoy en día existen
muchas doctrinas erradas, a parte de las influencias malignas de este mundo que
quieren corromper nuestra alma, pero si nos mantenemos bajo la dirección del
Espíritu Santo, alimentándonos de la sana doctrina, podemos estar seguros de
que creceremos para salvación.
Finalmente, David dijo: “Ciertamente el bien
y la misericordia me seguirán todos los días de mi vida, y en la casa de Jehová
moraré por largos días”, (Salmo 23:6). Algunos opinan que esto que
el bien y la misericordia los siga hace referencia a las cuadrillas de perros
que acompañaban al rebaño y que ayudaban al pastor a cuidar a las ovejas, así
estas eran cuidadas durante todo el camino hasta que finalmente llegaban al
redil. Un buen pastor es aquel que acompaña a su rebaño todos los días de su
vida y los conduce seguros a su redil. Nosotros sabemos que somos
peregrinos y extranjeros en este mundo, pero no estamos solos, la presencia del
Espíritu Santo vive en nuestro corazón y nos acompaña a todo lugar donde vamos.
Jesús antes de irse nos prometió que no nos dejaría solos, sino enviaría al
otro Consolador: “Si
me amáis, guardad mis mandamientos. Y yo rogaré al Padre, y os dará otro
Consolador, para que esté con vosotros para siempre: el Espíritu de verdad, al
cual el mundo no puede recibir, porque no le ve, ni le conoce; pero vosotros le
conocéis, porque mora con vosotros, y estará en vosotros”, (Juan
14:15-17). Mientras estemos en este mundo sabemos que no estamos solos porque
Jesús ha dejado al Espíritu Santo que habita con nosotros, mientras vivamos en este
mundo, El nos cuidara, y no solo eso, sino sabemos que Cristo, nuestro buen
pastor regresara por nosotros ya que por el momento a partido a preparar lugar
para cada uno: “No
se turbe vuestro corazón; creéis en Dios, creed también en mí. En la casa de mi
Padre muchas moradas hay; si así no fuera, yo os lo hubiera dicho; voy, pues, a
preparar lugar para vosotros. Y si me fuere y os preparare lugar, vendré otra
vez, y os tomaré a mí mismo, para que donde yo estoy, vosotros también estéis”,
(Juan 14:1-3). Así como las ovejas son conducidas sanas y salvas al redil por
el buen pastor, así nuestro Señor Jesucristo un día vendrá por nosotros para
llevarnos a nuestra morada celestial. Por todo esto Jesús es el buen pastor.
EL VERDADERO PASTOR
“Mas
el asalariado, y que no es el pastor, de quien no son propias las ovejas, ve
venir al lobo y deja las ovejas y huye, y el lobo arrebata las ovejas y las
dispersa. Así que el asalariado huye, porque es asalariado, y no le importan
las ovejas. Yo soy el buen pastor; y conozco mis ovejas, y las mías me conocen,
así como el Padre me conoce, y yo conozco al Padre; y pongo mi vida por las
ovejas. También tengo otras ovejas que no son de este redil; aquéllas también
debo traer, y oirán mi voz; y habrá un rebaño, y un pastor. Por eso me ama el
Padre, porque yo pongo mi vida, para volverla a tomar. Nadie me la quita, sino
que yo de mí mismo la pongo. Tengo poder para ponerla, y tengo poder para
volverla a tomar. Este mandamiento recibí de mi Padre”.
Juan 10:12-18
En
estos versículos se nos explica como identificar a un verdadero pastor. Prácticamente todo
esta en amar de corazón a las ovejas. El Señor dice que el asalariado, es
decir, aquel que cuida las ovejas por lucrarse no esta comprometido con el
bienestar de estas: Mas el asalariado, y que no es el pastor, de quien no son
propias las ovejas, ve venir al lobo y deja las ovejas y huye, y el lobo
arrebata las ovejas y las dispersa. Así que el asalariado huye, porque es
asalariado, y no le importan las ovejas. Si alguien no ama a las
ovejas, no estará dispuesto a sacrificarse o arriesgar su vida por ellas, en
cambio, aquel que realmente tiene un interés genuino por ellas y las ama, las
protege y cuida de ellas, tal y como Jesús lo dice: Yo soy el buen pastor; y conozco mis ovejas, y
las mías me conocen, así como el Padre me conoce, y yo conozco al Padre; y
pongo mi vida por las ovejas. Nuestro mejor ejemplo de un buen
pastor es Jesús ya que nos conoce por nombre, cuida de nuestra vida e incluso
su vida dio por nosotros. Jesús es el buen pastor porque cuida de cada uno de
nosotros y aun, si uno se descarría, el no nos abandona, sino como dice la parábola,
deja las 99 y va tras la oveja perdida: “Entonces él les refirió esta parábola, diciendo: ¿Qué hombre
de vosotros, teniendo cien ovejas, si pierde una de ellas, no deja las noventa
y nueve en el desierto, y va tras la que se perdió, hasta encontrarla? Y cuando
la encuentra, la pone sobre sus hombros gozoso; y al llegar a casa, reúne a sus
amigos y vecinos, diciéndoles: Gozaos conmigo, porque he encontrado mi oveja
que se había perdido. Os digo que así habrá más gozo en el cielo por un pecador
que se arrepiente, que por noventa y nueve justos que no necesitan de
arrepentimiento”, (Lucas 15:3-7). Así de grande es el amor de Cristo
por su rebaño, que sabiendo que le falta una ve tras ella, y esto debe ser un
gran ejemplo para todos aquellos que desarrollemos una posición de liderazgo o pastoreado
dentro de la iglesia, ya que el Señor ha constituido pastores dentro de su
iglesia para que apacienten a sus ovejas, no por deseos de ganancia, sino por
amor: “Ruego a
los ancianos que están entre vosotros, yo anciano también con ellos, y testigo
de los padecimientos de Cristo, que soy también participante de la gloria que
será revelada: Apacentad la grey de Dios que está entre vosotros, cuidando de
ella, no por fuerza, sino voluntariamente; no por ganancia deshonesta, sino con
ánimo pronto; no como teniendo señorío sobre los que están a vuestro cuidado,
sino siendo ejemplos de la grey. Y cuando aparezca el Príncipe de los pastores,
vosotros recibiréis la corona incorruptible de gloria”, (1 Pedro
5:1-4). Para poder ser un buen pastor es clave que amemos al rebaño, que exista
en nuestro corazón un deseo genuino de ayudar a la grey a crecer y desarrollarse,
y esta es la voluntad de Dios. El Señor esta en contra de todos aquellos
pastores que solo ven al rebaño como una fuente de ganancia propia, que no
cuida de ellas alimentándolas correctamente de la palabra de Dios, que se
descuida de los problemas que tienen. En Israel, los reyes y sacerdotes eran
considerados como los pastores del pueblo que tenían que guiar al pueblo por el
buen camino; pero no lo hicieron, y por ello Dios condena a estos pastores: “Vino a mí palabra
de Jehová, diciendo: Hijo de hombre, profetiza contra los pastores de Israel;
profetiza, y di a los pastores: Así ha dicho Jehová el Señor: ¡Ay de los
pastores de Israel, que se apacientan a sí mismos! ¿No apacientan los pastores
a los rebaños? Coméis la grosura, y os vestís de la lana; la engordada
degolláis, mas no apacentáis a las ovejas. No fortalecisteis las débiles, ni
curasteis la enferma; no vendasteis la perniquebrada, no volvisteis al redil la
descarriada, ni buscasteis la perdida, sino que os habéis enseñoreado de ellas
con dureza y con violencia. Y andan errantes por falta de pastor, y son presa
de todas las fieras del campo, y se han dispersado. Anduvieron perdidas mis
ovejas por todos los montes, y en todo collado alto; y en toda la faz de la
tierra fueron esparcidas mis ovejas, y no hubo quien las buscase, ni quien preguntase
por ellas”, (Ezequiel 34:1-6). Aquí vemos la advertencia del Señor
hacia todos los pastores irresponsables que abusen de su grey, sin embargo, también
en el Antiguo Testamento se prometía que Dios levantaría buenos pastores: “Convertíos, hijos
rebeldes, dice Jehová, porque yo soy vuestro esposo; y os tomaré uno de cada ciudad,
y dos de cada familia, y os introduciré en Sion; y os daré pastores según mi
corazón, que os apacienten con ciencia y con inteligencia”, (Jeremías
3:14). El primer gran pastor que tenemos es Jesús, pero también El ha
constituido otros pastores para que en su nombre apacienten a su grey.
Ahora bien, Jesús vino con el fin
de pastorear a su pueblo Israel, pero en sus planes estaba incluir dentro de su
rebaño a todas las naciones, y por ello dice: También tengo otras ovejas que no son de este
redil; aquéllas también debo traer, y oirán mi voz; y habrá un rebaño, y un
pastor. Gracias a Dios hoy en día la invitación no es solo para los israelitas,
sino para todo aquel que cree en El ya que dio su vida en rescate de nuestras
vidas, y no porque se la quitaran, sino porque la ofreció por amor a nosotros: Por eso me ama el
Padre, porque yo pongo mi vida, para volverla a tomar. Nadie me la quita, sino
que yo de mí mismo la pongo. Tengo poder para ponerla, y tengo poder para
volverla a tomar. Este mandamiento recibí de mi Padre.
LA DISENSIÓN ENTRE LOS JUDÍOS
“Volvió
a haber disensión entre los judíos por estas palabras. Muchos de ellos decían: Demonio
tiene, y está fuera de sí; ¿por qué le oís? Decían otros: Estas palabras no son
de endemoniado. ¿Puede acaso el demonio abrir los ojos de los ciegos?”.
Juan 10:19-21
Después
de todo esto, las palabras de Jesús causaron gran división entre los judíos: Volvió a haber
disensión entre los judíos por estas palabras. Por un lado, estaban
aquellos que acusaban a Jesús de estar endemoniado para desistir en la gente el
interés de oírlo: Muchos de ellos decían: Demonio tiene, y está fuera de sí; ¿por qué le oís?
Pero otros no comprendían como alguien que hablaba con esta autoridad y tenía señales
que confirmaba su ministerio pudiera tener demonio: Decían otros: Estas palabras no son de endemoniado.
¿Puede acaso el demonio abrir los ojos de los ciegos? De esta forma crecía
en Jerusalén la oposición hacia el ministerio de nuestro Señor. Nosotros hoy
creemos en sus palabras y reconocemos en su persona al buen pastor.
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