Ezequiel
28:15
INTRODUCCIÓN
Como hemos visto el pecado es real en la vida de los
seres humanos y de acuerdo con la Biblia es la transgresión que se comete en
contra de la ley de Dios. Pero ¿de dónde proviene el pecado? ¿Cuál es el origen
del pecado? ¿Acaso Dios creo el pecado? Tratemos de responder en esta sección
todas estas preguntas.
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El Origen del Pecado |
LA ENTRADA DEL PECADO EN EL UNIVERSO
“Vino a mí palabra de Jehová, diciendo: Hijo
de hombre, levanta endechas sobre el rey de Tiro, y dile: Así ha dicho Jehová
el Señor: Tú eras el sello de la perfección, lleno de sabiduría, y acabado de
hermosura. En Edén, en el huerto de Dios estuviste; de toda piedra preciosa era
tu vestidura; de cornerina, topacio, jaspe, crisólito, berilo y ónice; de
zafiro, carbunclo, esmeralda y oro; los primores de tus tamboriles y flautas
estuvieron preparados para ti en el día de tu creación. Tú, querubín grande,
protector, yo te puse en el santo monte de Dios, allí estuviste; en medio de
las piedras de fuego te paseabas. Perfecto eras en todos tus caminos desde el
día que fuiste creado, hasta que se halló en ti maldad”.
Ezequiel 28:11-15
Si revisamos la
Biblia encontraremos que la primera referencia al pecado la encontramos mucho
antes que el hombre fuese creado, en la eternidad pasada, con un querubín que
fue creado perfecto, este es Satanás. El profeta Ezequiel nos ofrece una buena
revelación en cuanto a la revelación de este terrible ser. En Ezequiel 28:11-15
el profeta de parte de Dios envía un mensaje de juicio contra el rey de Tiro: “Vino a mí palabra de Jehová, diciendo: Hijo de
hombre, levanta endechas sobre el rey de Tiro”, de donde la palabra que se traduce en
la RV60 como endecha proviene del hebreo quiná (קִינָה) la cual sugiere una gran lamentación
con golpes de pecho. Es increíble ver como el libro de Ezequiel ocupa los
capítulos 26, 27 y 28 para emitir un juicio contra esta nación enemiga de Dios,
mientras que solo dedica pocos versículos en el capítulo 25 para emitir el
juicio sobre las naciones de Amón, Moab, Edom y los filisteos. Esto nos sugiere
que la maldad de esta nación había excedido en gran manera a todas las demás
que el mismo Dios quiere dejarles muy claro que el quebranto a su orgullo y
maldad será grande. Lewis S. Chafer nos comenta algo parecido: “Antes de este discurso a un
"príncipe" y a un "rey" en Tiro, se hace alusión en el
capítulo 25 a cuatro naciones que son: Amón, Moab, Edom y Filistea; y los
mensajes a estos reinos ocupan sólo diecisiete versículos, mientras el mensaje
para Tiro requiere ochenta y tres versículos. Tal proporción nos parece algo
llamativa surgiendo así una importancia simbólica de aquella sola ciudad. Como
Babilonia anteriormente, Tiro era la ciudad comercial del mundo. Mediante el
énfasis ya notado se insinúa una elevación del ideal mundano de lo que
significa éxito. Como en la actualidad lo que significa éxito es partir al
mundo de ultratumba dejando todo aquí sin llevar nada consigo; mientras que el
dejar nada aquí y llevar todo consigo le parece al mundo un verdadero fracaso.
Por lo tanto Tiro llega a ser un símbolo del amor a las riquezas del mundo”. A lo largo de su profecía Ezequiel va
más allá de los acontecimientos presentes y proféticos, y a partir del
versículo 11 del capítulo 28 retrocede al pasado, posiblemente antes de la
misma creación del hombre, para hacer una comparación con la caída de
otro ser que fue creado con gran perfección: El diablo. No cabe duda que el
diablo tenía una influencia maligna sobre el rey de Tiro, como lo ha tenido y
lo sigue teniendo sobre todos los gobernadores impíos del mundo, y en este
caso, la caída del rey de Tiro viene a ser un tipo de la caída del diablo y su
futuro juicio. El Dr. J. Dwight Pentecost comenta al respecto: “Tiro, una parte de la Siria bíblica al
norte, ocupada por los fenicios, era uno de los principales enemigos de Israel.
Pero en los versículos 11 al 17 el profeta va más allá del verdadero «príncipe
de Tiro», el rey de esa nación, y dirige un mensaje de juicio sobre aquel que
controlaba al «príncipe de Tiro», y a quien se denomina el rey de Tiro.
Debiéramos observar que Satanás obra por intermedio de los hombres. En muchas
ocasiones obra por medio de los gobernantes. Como Satanás deseaba exterminar a
Israel para que el Mesías de Dios no pudiera venir a bendecir la tierra por
intermedio de esa nación, puso a las naciones gentiles en acción contra Israel.
Los gentiles al perseguir y tratar de exterminar a Israel estaban ejecutando la
filosofía y el programa de Satanás sin reconocerlo ni darse cuenta de ello. Y
así como el profeta pronuncia el juicio sobre este enemigo de Israel en los
versículos 1 al 10, prosigue para dar un mensaje de juicio sobre quien controla
a estos príncipes gentiles”. Por tanto, estamos en el entendido que estas
palabras cobran un significado que va más allá de cualquier rey o príncipe
humano, se dirigen directamente al príncipe de los demonios, al mismo Satanás.
El
profeta nos aclara que Satanás fue un ser creado por el mismo Dios: Tú eras el sello
de la perfección, lleno de sabiduría, y acabado de hermosura. El
Señor creo a este ser y lo doto de toda sabiduría y hermosura a tal punto que
lo llama el sello de la perfección. Esto nos sugiere que no había nada más
perfecto en poder, hermosura y sabiduría entre toda la creación del
Todopoderoso que este querubín. Esto contrasta con la idea mitológica que se
tiene de este ser, tal y como lo declara el teólogo Myer Pearlman: “La idea
de un diablo de horrible apariencia, con cuernos y pezuñas se deriva de la
mitología pagana y no de la Biblia”. Este
ser fue puesto en el Edén, el cual la mayoría de eruditos bíblicos diferencian del
Huerto del Edén en el cual Adán fue puesto. Este Edén era diferente al huerto
de Dios en la creación del hombre y la vestidura de este hermoso ser fue de
toda clase de piedras preciosas que reflejaban su hermosura y se paseaba en
medio de piedras de fuego, las cuales algunos creen que hace referencia a
volcanes: En Edén, en el huerto de Dios estuviste; de
toda piedra preciosa era tu vestidura; de cornerina, topacio, jaspe, crisólito,
berilo y ónice; de zafiro, carbunclo, esmeralda y oro… en medio de las piedras
de fuego te paseabas. Tan hermosa y perfecta era su
creación que Dios permitió que en el día de su creación se tocaren instrumentos
musicales para conmemorar el comienzo de la existencia de este esplendoroso
ser: los primores de tus tamboriles y flautas estuvieron
preparados para ti en el día de tu creación. Él fue creado como un querubín protector, lo cual
nos dice que estuvo a la cabeza de todos los ángeles, como el protector
principal de la gloria de Dios: Tú,
querubín grande, protector, yo te puse en el santo monte de Dios, allí
estuviste.
Lamentablemente esta perfección llego hasta el día que en él se encontró
maldad: Perfecto eras en
todos tus caminos desde el día que fuiste creado, hasta que se halló en ti
maldad. Aquí es
donde encontramos la primera referencia de pecado en toda la eternidad.
El pecado de Satanás.
“¡Cómo caíste del cielo, oh Lucero, hijo de
la mañana! Cortado fuiste por tierra, tú que debilitabas a las naciones. Tú que
decías en tu corazón: Subiré al cielo; en lo alto, junto a las estrellas de
Dios, levantaré mi trono, y en el monte del testimonio me sentaré, a los lados
del norte; sobre las alturas de las nubes subiré, y seré semejante al Altísimo.
Mas tú derribado eres hasta el Seol, a los lados del abismo”.
Isaías 14:12-15
Para
comprender en qué consistió el pecado de Satanás podemos ir a Isaías donde se
nos explica. Es en Isaías 14:12-14 que se nos describe bien en que consistió este
pecado. El texto hace referencia a él como Lucero, hijo de la mañana y en
nuestro idioma se le conoce como Lucifer que viene del latín, formado por las
palabras lux (luz) y ferre (llevar), y literalmente significa el portador
de la luz. En el original hebreo el termino Lucero se traduce de la palabra
jeilél (הֵילֵל)
que
significa brillante, dándonos así la misma idea. Por tanto, Lucifer era un
querubín tan hermoso que reflejaba una gloria impresionante; pero cual gloria,
la suya propia, en ninguna manera, la gloria de Dios. Los diamantes figuran
entre las piedra más caras alrededor del mundo, pero por si solos no son tan
impresionantes que cuando se ponen detrás de una fuente de luz la cual provoca
que el diamante refleje toda clase de colores llameantes que asombran a
cualquier que lo ve. Pero su belleza es resultado no de una luz propia. De
igual forma, Lucifer brillaba como consecuencia de la gloria de Dios, tal y
como el Dr. J. Dwight Pentecost dice: “Era belleza reflejada. Dios en su
santidad era la luz que hacía que Lucifer irradiara y destellara la gloria que
era suya. Podría decirse que Lucifer era perfecto en hermosura, porque ninguna
criatura reflejó tan plenamente la gloria de Dios”. Isaías nos aclara que este ser llamado
Lucero, hijo de la mañana, cayó del cielo, lo cual nos habla de su expulsión de
la misma presencia de Dios: “¡Cómo caíste del cielo, oh Lucero, hijo de
la mañana! Cortado fuiste por tierra, tú que debilitabas a las naciones. Tanta era la belleza y poder que este
querubín tenia que se llenó de orgullo y creyó que podía llegar a ser semejante
al Altísimo, y ese fue su pecado: Tú que decías en tu corazón: Subiré al
cielo; en lo alto, junto a las estrellas de Dios, levantaré mi trono, y en el
monte del testimonio me sentaré, a los lados del norte; sobre las alturas de
las nubes subiré, y seré semejante al Altísimo. Mas tú derribado eres hasta el
Seol, a los lados del abismo. Aquí vemos al primer ser que pecó y como este lo
introdujo en el universo haciendo también pecar a otros ángeles que lo
siguieron en su rebelión y se convirtieron en sus demonios, y no solo ellos,
sino que también tentó al primer hombre el cual cayó en su trampa provocando
que el pecado entrase en la vida del ser humano. Al respecto J Oliver Buswell
Jr. nos dice que hay evidencia de que Satanás fue el primer ser que peco y
arrastro consigo a otros ángeles y tentó al primer hombre: “En Judas versículo 6 hay una referencia a «ángeles
que no guardaron su dignidad, sino que abandonaron su propia morada». El
versículo paralelo, 2 Pedro 2.4, habla de «los ángeles que pecaron». Los
escritores bíblicos presumen que Satanás es el jefe de los ángeles caídos. En 1
Juan 3.8 leemos: «El diablo peca desde el principio». 1 Timoteo 3.6 sugiere que
el pecado raigal o básico de Satanás fue el orgullo. Las palabras de Jesús son
más explícitas: «El [el diablo] ha sido homicida desde el principio, y no ha
permanecido en la verdad; [esto es evidente] porque no hay verdad en él. Cuando
habla mentira de suyo habla, porque es mentiroso y padre de mentira» (Juan
8:44)”. Por tanto, fue Satanás el ser que introdujo el pecado al universo.
LA ENTRADA DEL PECADO EN LA HUMANIDAD
“Y vio la mujer que el árbol era bueno para
comer, y que era agradable a los ojos, y árbol codiciable para alcanzar la
sabiduría; y tomó de su fruto, y comió; y dio también a su marido, el cual
comió así como ella”.
Génesis 3:6
Así como
hay pecado en la raza humana, debe haber habido un principio del pecado. Si no
hubiese un principio para el pecado, el hombre hubiese sido creado en pecado, y
entonces, Dios sería el creador del pecado; pero no lo es. De acuerdo al relato
de Génesis 1 y 2, Dios creó al hombre perfecto y lo puso en el hurto del Edén,
pero fue aquí donde fue tentado por el diablo y allí pecó, dándole entrada al
pecado en el mundo. J. Oliver Buswell, Jr., nos dice: “Según el relato de Génesis 3, el hombre
fue creado con una naturaleza santa en comunión con Dios, y colocado en un
ambiente que era totalmente bueno; pero el hombre fue tentado a pecar por un
ser personal de otro tipo u orden, quien había pecado anteriormente contra
Dios. Este hecho indica que la historia del pecado original del hombre no
pretende ser un relato del origen absoluto del pecado en el mundo”. El
pecado entró en la raza humana a través del engaño y la desobediencia: “Pero la serpiente
era astuta, más que todos los animales del campo que Jehová Dios había hecho;
la cual dijo a la mujer: ¿Conque Dios os ha dicho: No comáis de todo árbol del
huerto? Y la mujer respondió a la serpiente: Del fruto de los árboles del
huerto podemos comer; pero del fruto del árbol que está en medio del huerto
dijo Dios: No comeréis de él, ni le tocaréis, para que no muráis. Entonces la serpiente dijo a la mujer: No
moriréis; sino que sabe Dios que el día que comáis de él, serán abiertos
vuestros ojos, y seréis como Dios, sabiendo el bien y el mal”,
(Génesis 3:1-5). Fue Satanás a través de la serpiente que engaño a la mujer
prometiéndole que si comía del fruto que Dios había prohibido serian como
dioses sabiendo el bien y el mal. Uno puede ver como Satanás con una gran
sutileza le mete la duda a Eva en cuando a los mandamientos de Dios: ¿Conque Dios os ha
dicho: No comáis de todo árbol del huerto?... No moriréis; sino que sabe Dios
que el día que comáis de él, serán abiertos vuestros ojos, y seréis como Dios,
sabiendo el bien y el mal. En cuanto a las palabras de Satanás Myer
Pearlman nos comenta: “Mediante la pregunta formulada en el versículo 1
introduce una duda de carácter triple con respecto a Dios. Dice en otras
palabras lo siguiente: (1) La duda con respecto a la bondad de Dios. Dice en
otras palabras lo siguiente: “Dios te está negando algunas bendiciones”. (2)
Duda con respecto a la justicia de Dios. “No moriréis”. En otras palabras,
insinúa que Dios quiere dar a entender una cosa distinta de lo que dice. (3)
Duda de su santidad. En el versículo 5 la serpiente dice en efecto: “Dios te ha
prohibido comer del árbol porque te tiene envidia. No quiere que llegues a ser
tan sabia como Él, de manera que te mantiene en la ignorancia. Te ha prohibido
comer del árbol, no para evitar que mueras, sino para impedir que seas como
Él””. También Charles Hodge nos comenta al respecto: “Las primeras
palabras del tentador a Eva tenían la intención de suscitar en ella
desconfianza en cuanto a la bondad de Dios, y dudas en cuanto a la veracidad de
la prohibición. «Conque Dios os ha dicho: ¿No comáis de todo árbol del
huerto?», o más bien, como las palabras probablemente significan: «¿Ha dicho
Dios: No comáis de ningún árbol del huerto?» Las siguientes palabras fueron un
asalto directo sobre la fe de ella: «No moriréis». sino bien al contrario, os
haréis como Dios en conocimiento”. Veamos cómo Satanás tentó a la
primera pareja de humanos.
El proceso de la tentación.
“Y vio la mujer que el árbol era bueno para
comer, y que era agradable a los ojos, y árbol codiciable para alcanzar la
sabiduría; y tomó de su fruto, y comió; y dio también a su marido, el cual
comió así como ella”.
Génesis 3:6
En este versículo vemos el
proceso que Satanás siguió al tentar a la mujer, mismo proceso que lleva hoy en
día con la humanidad. El Tentador la tentó en tres áreas: los deseos de la carne, los deseos de los ojos y la vanagloria de la
vida. Esto nos muestra que el pecado puede tentarnos en tres áreas, y el
apóstol Juan exhorta a los creyentes a no ceder ante esta tentación: “No améis al mundo, ni las cosas que están en el mundo. Si
alguno ama al mundo, el amor del Padre no está en él. Porque todo lo que hay en
el mundo, los deseos de la carne, los deseos de los ojos, y la vanagloria de la
vida, no proviene del Padre, sino del mundo. Y el mundo pasa, y sus deseos;
pero el que hace la voluntad de Dios permanece para siempre”, (1
Juan 2:15-17). En primer lugar, la
mujer cedió a los deseos de la carne ya que vio que el fruto del árbol
era apetitoso: Y vio la mujer que el árbol era bueno
para comer. Hoy en día muchos ceden a los deseos de la carne, su
naturaleza pecaminosa desata toda clase de apetitos, los cuales Dios aprueba en
su mayoría con ciertas regulaciones, pero el hombre siempre va en busca de lo
prohibido, por ello la Biblia nos exhorta a huir de los deseos de la carne: “Y manifiestas son las obras de la carne, que son: adulterio,
fornicación, inmundicia, lascivia, idolatría, hechicerías, enemistades, pleitos,
celos, iras, contiendas, disensiones, herejías, envidias, homicidios,
borracheras, orgías, y cosas semejantes a estas; acerca de las cuales os
amonesto, como ya os lo he dicho antes, que los que practican tales cosas no
heredarán el reino de Dios”, (Gálatas 5:19-21). La Biblia nos
exhorta a no ser controlados por los deseos de la carne y terminemos cediendo a
las bajas pasiones, antes debemos procurar desarrollar las mejores virtudes y
ocupar nuestras vidas en cosas de provecho las cuales desalojan las malas. Por
ello Pedro decía: “Como todas las cosas que
pertenecen a la vida y a la piedad nos han sido dadas por su divino poder,
mediante el conocimiento de aquel que nos llamó por su gloria y excelencia, por
medio de las cuales nos ha dado preciosas y grandísimas promesas, para que por
ellas llegaseis a ser participantes de la naturaleza divina, habiendo huido de
la corrupción que hay en el mundo a causa de la concupiscencia; vosotros
también, poniendo toda diligencia por esto mismo, añadid a vuestra fe virtud; a
la virtud, conocimiento; al conocimiento, dominio propio; al dominio propio,
paciencia; a la paciencia, piedad; a la piedad, afecto fraternal; y al afecto
fraternal, amor. Porque si estas cosas están en vosotros, y abundan, no os
dejarán estar ociosos ni sin fruto en cuanto al conocimiento de nuestro Señor
Jesucristo”, (2 Pedro 1:3-8). En segundo lugar, tenemos la tentación de los deseos de los ojos,
y la mujer fue tentada también de esta forma al mostrarse el fruto agradable a
sus ojos: y que era agradable a los ojos.
Parecer haber una tendencia normal en el ser humano de dejarse cautivar
desmedidamente por todo aquello que el alma pueda desear y que una vez que lo
obtiene se deleitan enormemente por ello, tal y como lo declara el libro de
Eclesiastés: “No negué a mis ojos ninguna cosa que
desearan, ni aparté mi corazón de placer alguno, porque mi corazón gozó de todo
mi trabajo; y esta fue mi parte de toda mi faena. Miré yo luego todas las obras
que habían hecho mis manos, y el trabajo que tomé para hacerlas; y he aquí,
todo era vanidad y aflicción de espíritu, y sin provecho debajo del sol”,
(Eclesiastés 2:10-11). Salomón nos dice
que no le negó a sus ojos ninguna cosa que desearan, sin embargo, al final todo
fue vanidad y aflicción sin ningún provecho. Fue a causa de los deseos de los
ojos que el rey David cometió el pecado de adulterio y posteriormente el de
homicidio: “Y sucedió un día, al caer la tarde, que
se levantó David de su lecho y se paseaba sobre el terrado de la casa real; y
vio desde el terrado a una mujer que se estaba bañando, la cual era muy
hermosa”, (2 Samuel 11:2). También Acán cayó en pecado por los
deseos de los ojos: “Pues vi entre los despojos un
manto babilónico muy bueno, y doscientos siclos de plata, y un lingote de oro
de peso de cincuenta siclos, lo cual codicié y tomé; y he aquí que está
escondido bajo tierra en medio de mi tienda, y el dinero debajo de ello”,
(Josué 7:21), el mismo Señor Jesús nos aclara que el que codicia con los ojos a
una mujer es como si ya adulteró con ella: “Pero yo
os digo que cualquiera que mira a una mujer para codiciarla, ya adulteró con
ella en su corazón”, (Mateo 5:28). Hoy en día nos movemos en un
mundo lleno de pecado y nos rodean un sinfín de insinuaciones a la maldad, sin
embargo, nosotros los cristianos no debemos dejar seducir por ellos, ni
siquiera poner atención, ya que la tentación suele entrar muchas veces por
nuestros ojos, y por ello Rick Warren dice: “Cualquier
cosa que atrape tu atención te atrapará a ti”. Martin Lutero decía
que no podía evitar que los pájaros volaran sobre su cabeza, pero si podía
evitar que anidaran sobre su cabeza, de igual forma, nosotros no podemos evitar
que la tentación se insinúe alrededor de nosotros, pero si podemos evitar que
estos se introduzcan en nuestra mente cautivando nuestro ser. Por ello el
apóstol Pablo nos exhorta a poner nuestra atención en todo aquello que es de
provecho y así evitar que el ocio nos controle: “Por
lo demás, hermanos, todo lo que es verdadero, todo lo honesto, todo lo justo,
todo lo puro, todo lo amable, todo lo que es de buen nombre; si hay virtud
alguna, si algo digno de alabanza, en esto pensad”, (Filipenses
4:8). El deseo de Dios es que anhelemos las mejores cosas pero sin caer en la
ambición enfermiza de desear poseer las cosas que es conocida en la Biblia como
codicia lo cual es condenado por Dios: “No
codiciarás la casa de tu prójimo, no codiciarás la mujer de tu prójimo, ni su
siervo, ni su criada, ni su buey, ni su asno, ni cosa alguna de tu prójimo”,
(Éxodo 21:17). Fue así como la mujer cedió ante los deseos de los ojos.
Finalmente, la mujer cedió ante la
tentación de la vanagloria de la vida ya que vio que el árbol era
codiciable para alcanzar la sabiduría: y árbol
codiciable para alcanzar la sabiduría. La vanagloria de la vida es
el deseo desmedido de poseer riquezas, títulos o logros para presumirlos
considerándose superior a los demás. Estas personas son orgullosas y en la
Biblia se les llama altivos de corazón: “Porque
Jehová es excelso, y atiende al humilde, más al altivo mira de lejos”,
(Salmo 138:6). En la Biblia podemos encontrar la historia de un hombre soberbio
llamado Amán el cual enfermo su corazón con este pecado al creerse intocable
por el poder que se le había dado: “Después de estas
cosas el rey Asuero engrandeció a Amán hijo de Hamedata agagueo, y lo honró, y
puso su silla sobre todos los príncipes que estaban con él. Y todos los siervos
del rey que estaban a la puerta del rey se arrodillaban y se inclinaban ante
Amán, porque así lo había mandado el rey; pero Mardoqueo ni se arrodillaba ni
se humillaba”, (Ester 3:1-2), en su soberbia conspiro contra los
judíos y hasta construyo una horca donde quería colgar a Mardoqueo, un judío
piadoso, pero al final, la reina Ester lo desenmascaro delante del rey Asuero
el cual lo hizo colgar en su propia horca: “Así
colgaron a Amán en la horca que él había hecho preparar para Mardoqueo; y se
apaciguó la ira del rey”, (Ester 7;10). Otro ejemplo de cómo este
pecado destruye a las personas la encontramos en la vida de uno de los reyes de
Judá, Uzías, el cual después de ser engrandecido por Dios en riqueza y poder,
su corazón se enfermó al considerarse superior a las mismas leyes que el Señor
había establecido: “Mas cuando ya era fuerte su
corazón se enalteció para su ruina; porque se rebeló contra Jehová su Dios,
entrando en el templo de Jehová para quemar incienso en el altar del incienso”,
(2 Crónicas 26:16). Muchas personas son seducidas por el pecado de la
vanagloria, al considerarse poderosos llenan su corazón de soberbia, y otros
hacen todo lo posible por conseguir el poder, dinero y fama. Al final Uzías fue
castigado por su pecado: “Entonces Uzías, teniendo
en la mano un incensario para ofrecer incienso, se llenó de ira; y en su ira
contra los sacerdotes, la lepra le brotó en la frente, delante de los
sacerdotes en la casa de Jehová, junto al altar del incienso”, (2
Crónicas 26:19).
De esta forma fue tentada la mujer, a través de los
deseos de la carne, los deseos de los ojos y la vanagloria de la vida, y no
solo la mujer, sino también el hombre cometió la transgresión a tal punto que
los ojos de ambos fueron abiertos: y tomó de su fruto,
y comió; y dio también a su marido, el cual comió, así como ella.
Jesús venció estas tres tentaciones.
“Porque, así como en Adán todos mueren,
también en Cristo todos serán vivificados”.
1 Corintios 15:22
El capítulo 3 del libro de Génesis nos enseña cómo fue que el pecado
entro en el mundo, tanto el hombre como la mujer cedieron a la tentación de la
serpiente astuta. También hemos visto como el diablo tentó a esta pareja y como
lo sigue haciendo hoy en día, y son tres tipos de formas que el utiliza: los
deseos de la carne, los deseos de los ojos y la vanagloria de la vida. Sin
embargo, aquello en lo que el primer hombre fallo y por tal razón la humanidad
quedó bajo la maldición del pecado, otro hombre venció, siendo sometido a las
mismas pruebas, este hombre es nuestro Señor Jesús: Porque,
así como en Adán todos mueren, también en Cristo todos serán vivificados.
Justo antes de iniciar su ministerio Jesús se sometió a pruebas donde su
fidelidad al Padre fue probada, y Satanás lo tentó a través de los deseos de la
carne, los deseos de los ojos y la vanagloria de la vida, con la única
diferencia que El salió victorioso. En los evangelios sinópticos podemos ver
como Jesús fue tentado de estas tres formas:
“Entonces Jesús fue llevado por el Espíritu
al desierto, para ser tentado por el diablo. Y después de haber ayunado
cuarenta días y cuarenta noches, tuvo hambre. Y vino a él el tentador, y le
dijo: Si eres Hijo de Dios, di que estas piedras se conviertan en pan. El
respondió y dijo: Escrito está: No sólo de pan vivirá el hombre, sino de toda
palabra que sale de la boca de Dios. Entonces el diablo le llevó a la santa
ciudad, y le puso sobre el pináculo del templo, y le dijo: Si eres Hijo de
Dios, échate abajo; porque escrito está: A sus ángeles mandará acerca de ti, y,
en sus manos te sostendrán, para que no tropieces con tu pie en piedra. Jesús
le dijo: Escrito está también: No tentarás al Señor tu Dios. Otra vez le llevó
el diablo a un monte muy alto, y le mostró todos los reinos del mundo y la
gloria de ellos, y le dijo: Todo esto te daré, si postrado me adorares.
Entonces Jesús le dijo: Vete, Satanás, porque escrito está: Al Señor tu Dios
adorarás, y a él sólo servirás. El diablo entonces le dejó; y he aquí vinieron
ángeles y le servían”.
Mateo 4:1-11
Aquí encontramos un
contraste entre Adán que fue tentado en el Huerto del Edén y fracaso, versus
Jesús quien fue tentado en el desierto después de 40 días de ayuno, y venció. La palabra “tentado”
viene del griego peirádso (πειράζω) que puede traducirse también “probar” o “someter a prueba”
cuando se utiliza en el contexto de la relación de Dios
con su pueblo. Por ejemplo, tenemos cuando Dios probó a Abraham: “Aconteció después
de estas cosas, que probó Dios a Abraham, y le dijo: Abraham. Y él respondió:
Heme aquí. Y dijo: Toma ahora tu hijo, tu único, Isaac, a quien amas, y vete a
tierra de Moriah, y ofrécelo allí en holocausto sobre uno de los montes que yo
te diré…. Entonces el ángel de Jehová le dio voces desde el cielo… No extiendas
tu mano sobre el muchacho, ni le hagas nada; porque ya conozco que temes a
Dios… Por mí mismo he jurado, dice Jehová, que por cuanto has hecho esto, y no
me has rehusado tu hijo, tu único hijo; de cierto te bendeciré, y multiplicaré
tu descendencia como las estrellas del cielo y como la arena que está a
la orilla del mar; y tu descendencia poseerá las puertas de sus enemigos”.
(Génesis 22:1-2, 11, 12, 16-17). Sin embargo, peirádso (πειράζω) también se usa con un sentido negativo y significa “seducir”, “tentar” o “inducir al pecado”. De aquí que el nombre que se le da al diablo en Mateo
4:3 es “el tentador”. De acuerdo con
los evangelios sinópticos el Espíritu Santo condujo a Jesús al desierto para
que su fe fuera probada; pero el encargado del proceso era Satanás, cuyo
objetivo era seducir a Jesús a pecar en contra de Dios; sin embargo, nuestro
Señor venció todas las pruebas a las que fue sometido: “Porque no tenemos un sumo sacerdote que no
pueda compadecerse de nuestras debilidades, sino uno que fue tentado en todo
según nuestra semejanza, pero sin pecado”, (Hebreos 4:15). Si
consideramos por separado las tentaciones de nuestro Señor nos daremos cuenta
de que son las mismas que enfrentaron Adán y Eva.
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Jesús es tentado en el desierto después de 40 días de ayuno |
La
primera tentación que Satanás le presento a Jesús fue la de los deseos de la
carne ya que lo desafía a
convertir las rocas en pan ya después de 40 días de ayuno tenía hambre lo cual
es un deseo de la carne. El diablo lo tentó desafiándolo con una oración
condicional: Si
eres Hijo de Dios, di que estas piedras se conviertan en pan. No
solo estaba desafiándolo a que demostrara sus poderes divinos, sino también
quería obligarlo a usar estos poderes de manera egoísta para satisfacer sus
propias necesidades fuera de la voluntad de su Padre y hacer caer a Jesús en el
pecado de la falta de confianza. El desierto de Judea estaba lleno de rocas que hasta
podrían asemejarse a grandes panes, y el diablo toma ventaja de la necesidad
física de Jesús desafiándole a que si era el Hijo de Dios convirtiera las
piedras en pan; sin embargo, Jesús no cayó en la tentación y al mismo tiempo
nos muestra la manera de defendernos de los ataques del enemigo, por medio de
la palabra de Dios. Jesús cita Deuteronomio 8:3: El respondió
y dijo: Escrito está: No sólo de pan vivirá el hombre, sino de toda palabra que
sale de la boca de Dios. Así como Dios les dio
el maná a los israelitas de una forma sobrenatural (Deuteronomio 8:3), también
les puede dar a los suyos todo lo que necesitan, tanto físico como espiritual.
Por tanto, Jesús confiaba en su Padre en cuanto a la satisfacción de sus
necesidades, y no en su propio poder para hacer milagros. Al final, Jesús no
cedió a los deseos de la carne, ya que no obedeció a Satanás al convertir las
piedras en pan, a pesar que tenía 40 días de ayuno en medio de un desierto; muy
contrario a Adán y Eva, los cuales teniendo en derredor tantos frutos que
escoger en medio del Huerto del Edén, cedieron a lo apetitoso del fruto
prohibido.
La segunda tentación tiene que ver con la vanagloria
de la vida y el diablo llevó a Jesús al templo de
Jerusalén y le dijo: Si eres Hijo de Dios, échate abajo; porque escrito
está: A sus ángeles mandará acerca de ti, y, en sus manos te sostendrán, para
que no tropieces con tu pie en piedra. El
templo había sido reconstruido por Herodes el Grande. Tenía 15 pisos de altura,
el atrio había sido notablemente agrandado, hasta tener 300 metros de largo por
470 de ancho. Para lograrlo, se tuvo que crear una enorme plataforma a fin de
compensar el fuerte declive que existía al sureste. Un enorme muro de retención
hecho con piedras monumentales soportaba la plataforma, en la cual se levantaba
el edificio del templo, con sus pórticos y patios rodeados de hermosas
explanadas y columnas. No sabemos cómo, pero rápidamente el diablo lleva a
Jesús a Jerusalén, al pináculo del templo. La transición es rápida, sin demora.
Sobre un ala del templo; desde esta altura vertiginosa nuestro Señor mira abajo
al abismo. Satanás está con él. Habiendo fracasado con la tentación de falta de confianza en Dios, recurre al
otro extremo, el de la excesiva confianza, o sea la
presunción. Satanás se aprovecha de la respuesta de Jesús basada en las
Escrituras. Él dice: ¡Qué bien que confíes en Dios al no usar tus propios
poderes para alimentarte!, ¡Qué bueno que cites las Sagradas Escrituras! Así
que ahora demuestra tu confianza en Dios ya que escrito está: “Pues a sus ángeles
mandará acerca de ti, que te guarden en todos tus caminos. En las manos te
llevarán, para que tu pie no tropiece en piedra”, (Salmo 91:11-12).
El diablo hace algo muy peligroso: apegarse al igual que lo hizo Jesús a las
Escrituras. Sin embargo, el uso que hace de la Palabra no refleja la intención
de las mismas. Jesús responde nuevamente valiéndose de las Escrituras: “Escrito está también: No tentarás al Señor tu Dios” (Deuteronomio 6:16), dejando ver el motivo verdadero
de ellas. Confiar en Dios es bueno, pero provocarle a través del abuso de sus
promesas es un grave pecado. Su declaración “Escrito está también” arroja una luz acerca de la correcta interpretación de
las Escrituras: La Biblia se interpreta con la Biblia. No debemos sacar una
conclusión de un solo pasaje, separado
de otros, apartado de su contexto, y desunido de la unidad de la verdad.
Además, no es bueno querer ver hasta dónde puede uno llegar con Dios; no tiene
sentido exponerse deliberadamente en una situación peligrosa, atrevida e
innecesariamente, y esperar que Dios lo libre de las consecuencias. Dios espera
que asumamos riesgos por fidelidad a Él, pero no para elevar nuestro prestigio.
La fe que depende de las sensaciones, señales y los milagros no es la verdadera
fe. El poder salvador de Dios no es algo con lo que se puede jugar ni
experimentar, sino algo en lo que hay que confiar al 100% en la vida diaria. Al
final, el diablo tentó a Jesús a través de la vanagloria de la vida, diciéndole
que se arrojara del pináculo del templo y así mucha gente vería como los
ángeles irían en su ayuda, abuzando de la confianza en Dios, esto es
vanagloria. Adán y Eva cedieron a la vanagloria de la vida ya que vieron que el
fruto era codiciable para alcanzar la sabiduría; pero nuestro Señor venció.
La tercera tentación tiene que ver con los deseos de
los ojos. Hasta el momento el diablo ha tentado a
Jesús con la falta de confianza y exceso de confianza. Ahora lo tentara a
tener una falsa confianza. En esta ocasión el diablo pide adoración para
él por parte de Jesús, y a cambio le concederá todos los reinos del mundo: Todo esto te daré, si postrado me adorares.
Jesús fue tentado a través de ver con sus propios ojos la grandeza de los
reinos de esta tierra, pero el peligro de todo esto radicaba en recibir el
poder sin luchar, sin cruz, en un solo momento. Y es verdad: el diablo, por así
decirlo, tiene el dominio temporal sobre todos los reinos de este mundo. La
Biblia afirma que el mundo entero está bajo el control de Satanás: “Sabemos que somos
de Dios, y el mundo entero está bajo el maligno”, (1 Juan 5:19).
Originalmente este derecho se le dio al hombre en el huerto del Edén; sin
embargo, perdió este derecho cuando desobedeció comiendo del fruto que Dios les
había prohibido. Así Satanás tomo dominio del mundo. Posteriormente confirmó su
título venciendo a Israel, el pueblo escogido de Dios el cual cayó en graves
pecados y provocaron el juicio de Dios sobre ellos. Los imperios mundiales,
Egipto, Asiria, Babilonia, Medo-Persia, Grecia y Roma, fueron en la mayor parte
levantados al poder por Satanás, siendo sus sistemas de idolatría y pecado
influenciados por él. Asimismo el nuevo imperio: La Comunidad Europea será
influenciada por su maldad. Dios le había prometido a su Hijo amado que todas
las naciones le serían entregadas: “Pídeme, y te daré por herencia las naciones, y como posesión
tuya los confines de la tierra”, (Salmo
2:8). No obstante, éstas le
serían entregadas a través del camino de la cruz. Ahora Satanás le ofrece una
verdadera tentación insinuándole que no es necesario atravesar por el
sufrimiento de tres años de ministerio que terminaría en su muerte para cumplir
con su misión. Jesús, sin embargo, vino para recuperar este mundo del poder del
diablo, pero no sin la cruz. Ahora el Señor muestra su poder al decir al diablo
que se vaya. El diablo obedece. Nuevamente Jesús menciona palabras de Deuteronomio
6:13: “Al Señor tu
Dios adorarás, y a él sólo servirás”. Una de las mayores
desventajas de los seres humanos es nuestra impaciencia, sin embargo Jesús nos
mostró que el mejor es esperar en la voluntad de Dios y seguir su camino y no
los atajos u ofertas que el diablo nos pueda ofrecer. La confianza en su Padre
no le avergonzó. De esta forma Jesús no cedió a los deseos de los ojos,
mientras que Adán y Eva cedieron al ver que el fruto era agradable a la vista.
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Jesús es tentado por Satanás
De esta forma nuestro Señor venció las tres
tentaciones que Adán y Eva no lograron superar y después del primer triunfo, se
nos dice que vienen los ángeles para servirle: “El diablo
entonces le dejó; y he aquí vinieron ángeles y le servían”.
Las consecuencias del pecado.
Los
versículos del 7 al 24 del capítulo 3 del libro de Génesis nos muestran las
consecuencias de haber pecado, así como los respectivos castigos. Veamos en qué
consistieron:
1.
El hombre pierde su inocencia inicial: “Entonces fueron abiertos los ojos de ambos, y conocieron que
estaban desnudos; entonces cosieron hojas de higuera, y se hicieron delantales”,
(Génesis 3:7). Al comer el fruto perdieron su inocencia al conocer el bien y el
mal.
2.
El hombre pierde su comunión con Dios: “Y oyeron la voz de Jehová Dios que se paseaba en el huerto,
al aire del día; y el hombre y su mujer se escondieron de la presencia de
Jehová Dios entre los árboles del huerto. Mas Jehová Dios llamó al hombre, y le
dijo: ¿Dónde estás tú?”, (Génesis 3:8-9). En el capítulo 2 de este
libro se ve cómo Adán tenía una estrecha relación con el Señor, su ser completo
estaba conectado con el Espíritu de Dios; pero desde el momento que pierden su
inocencia y el pecado entra, este rompe la comunión y como consecuencia tanto
Adán como Eva deciden esconderse de la presencia del Señor. Dios sabía la
transgresión que su creación había cometido, por eso ellos se sintieron culpables
y se escondieron por lo que el Señor llamó al hombre. Charles Hodge nos dice: “Los efectos del
pecado sobre nuestros mismos primeros padres fueron: (1) Vergüenza, un
sentimiento de degradación y de contaminación. (2) Temor del desagrado de Dios;
o, un sentimiento de culpa, y el consiguiente deseo de huir de su presencia.
Estos efectos eran inevitables. Demuestran la pérdida no sólo de la inocencia
sino también de la rectitud original, y con ella del favor y de la comunión de
Dios”.
3.
El hombre es incapaz de reconocer su error: “Y él respondió: Oí tu voz en el huerto, y tuve miedo, porque
estaba desnudo; y me escondí. Y Dios le dijo: ¿Quién te enseñó que estabas
desnudo? ¿Has comido del árbol de que yo te mandé no comieses? Y el hombre
respondió: La mujer que me diste por compañera me dio del árbol, y yo comí.
Entonces Jehová Dios dijo a la mujer: ¿Qué es lo que has hecho? Y dijo la
mujer: La serpiente me engañó, y comí”, (Génesis 3:10-13). Ninguno
de los dos reconoció su culpa y hoy en día este sigue siendo un problema del
hombre el cual es incapaz de reconocer la responsabilidad que tiene por su
pecado.
4.
El castigo contra la serpiente y Satanás: “Y Jehová Dios dijo a la serpiente: Por cuanto esto hiciste,
maldita serás entre todas las bestias y entre todos los animales del campo;
sobre tu pecho andarás, y polvo comerás todos los días de tu vida. Y pondré
enemistad entre ti y la mujer, y entre tu simiente y la simiente suya; ésta te
herirá en la cabeza, y tú le herirás en el calcañar”, (Génesis
3:14-15). Muchos creen que al principio la serpiente tenía una apariencia muy
diferente a la que hoy conocemos, no tenía el aspecto repulsivo que hoy en día
presenta, sino se cree que era un ser de hermosa apariencia, pero por dejarse
controlar por Satanás se dio decreto que sería maldita entre todos los animales
y sobre su pecho se arrastraría todos los días de su vida. Este día Dios
estableció una enemistad entre la mujer y Satanás, entre su simiente y su de
Satanás, y esto fue así porque de la mujer nacería el libertador del hombre,
Jesucristo. Aquel día se dio la primera promesa mesiánica que arrojaba un rayo
de esperanza para el hombre caído, el nacimiento del Mesías, al cual Satanás lo
heriría en el calcañal, un herida menor, pero éste le provocaría una herida mortal
aplastándole la cabeza. Por esta razón el diablo ha estado buscando la forma de
destruir la simiente de la mujer ya que desde el principio sabía que Él lo
destruiría.
5.
El castigo de la mujer: “A la mujer dijo: Multiplicaré en gran manera los dolores en
tus preñeces; con dolor darás a luz los hijos; y tu deseo será para tu marido,
y él se enseñoreará de ti”, (Génesis 3:16). Una de las bendiciones
de Dios consistía en el privilegio de multiplicarse y poblar esta tierra, no
obstante, ahora este derecho iba a ser ejercido con muchos dolores, dolores que
hoy en día son catalogados como los peores de todos. A parte de eso sujeto la
libertad de la mujer a la autoridad del hombre: y tu deseo será para tu marido, y él se
enseñoreará de ti. La palabra hebrea que se traduce aquí como deseo
es teshucá (תְּשׁוּקָה), la cual
sugiere un deseo de usurpar o controlar. Cuando la mujer decidió comer del
fruto lo hizo sin considerar la autoridad de Dios y la de su marido, por ello
ahora el Señor establece la consecuencia de su desobediencia al hacerle ver su
subordinación hacia el hombre, a tal punto que ella tendría una tendencia a
dominar a su marido, pero su marido se enseñoreara de ella, comenzando así la
batalla de los sexos. Pablo Hoff nos dice al respecto: “El mal consiste en que la naturaleza caída
del varón ya lo hace propenso a abusar de su autoridad sobre la mujer, del
mismo modo que la autoridad del marido sobre la mujer puede traer sufrimientos.
El deseo femenino respecto de su esposo puede ser motivo angustia”.
En este sentido la mujer debe sujetarse a la autoridad de su marido pero esta
subordinación no tiene que verse como algo tirano, como el hombre la ha mal
interpretado, sino implica una subordinación autoridad divinamente establecida
que no dañara la integridad del sometido, porque todo en el universo tiene un
orden de autoridad, así la mujer está sujeta al hombre, como el hombre se
sujetó a Cristo, y este a su Padre: “Pero quiero que sepáis que Cristo es la cabeza de todo
varón, y el varón es la cabeza de la mujer, y Dios la cabeza de Cristo”,
(1 Corintios 11:3).
6.
El castigo del hombre: “Y al hombre dijo: Por cuanto obedeciste a la voz de tu
mujer, y comiste del árbol de que te mandé diciendo: No comerás de él; maldita
será la tierra por tu causa; con dolor comerás de ella todos los días de tu
vida. Espinos y cardos te producirá, y comerás plantas del campo. Con el sudor
de tu rostro comerás el pan hasta que vuelvas a la tierra, porque de ella
fuiste tomado; pues polvo eres, y al polvo volverás. Y llamó Adán el nombre de
su mujer, Eva, por cuanto ella era madre de todos los vivientes. Y Jehová Dios
hizo al hombre y a su mujer túnicas de pieles, y los vistió”,
(Génesis 3:17-21). Adán perdió todos sus derechos, antes vivía en un huerto
hermoso y tropical, ahora viviría en una tierra maldita, antes labraba el
huerto y recogía de su fruto con gozo, ahora con el sudor de su rostro lo haría
representando una pesada carga para él; antes la tierra estaba bendecida por
toda clase de planta y árbol frutal, ahora la tierra estaría rodeada de cardos
y espinos haciendo más difícil el trabajo del hombre; antes el hombre era
perfecto, sin ningún impedimento, pero ahora conocería la enfermedad,
envejecería hasta morir. Es importante no creer que Dios constituyo el trabajo
como una maldición. No fue así. Myrer Pealrman nos dice: “Al hombre se le había designado ya el trabajo
(Génesis 2:15); pero el castigo consistía en lo arduo del trabajo, y de las
desilusiones y disgustos que acarrea”.
Después de
haber considerado toda esta evidencia bíblica podemos llegar a la conclusión
que Dios no creo el pecado, sino fue en primer lugar el querubín protector que
hoy conocemos como Satanás que lleno su corazón de maldad al quererse igualar a
Dios, y así en este introduce por primera vez el pecado en el universo,
arrastrando consigo a otros ángeles y posteriormente tentando al primer hombre
el cual sede y así el pecado entra en la humanidad.
Excelente tema y excelente explicación felicitaciones
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