“Cuando
llegaron al gentío, vino a él un hombre que se arrodilló delante de él,
diciendo: Señor, ten misericordia de mi hijo, que es lunático, y padece
muchísimo; porque muchas veces cae en el fuego, y muchas en el agua. Y lo he
traído a tus discípulos, pero no le han podido sanar. Respondiendo Jesús, dijo:
¡Oh generación incrédula y perversa! ¿Hasta cuándo he de estar con vosotros?
¿Hasta cuándo os he de soportar? Traédmelo acá. Y reprendió Jesús al demonio,
el cual salió del muchacho, y éste quedó sano desde aquella hora. Viniendo
entonces los discípulos a Jesús, aparte, dijeron: ¿Por qué nosotros no pudimos
echarlo fuera? Jesús les dijo: Por vuestra poca fe; porque de cierto os digo,
que si tuviereis fe como un grano de mostaza, diréis a este monte: Pásate de
aquí allá, y se pasará; y nada os será imposible. Pero este género no sale sino
con oración y ayuno”.
Mateo 17:14-21
Introducción
Después de aquella glorioso visión, donde
Jesús es transfigurado, y al momento de descender del monte con sus tres
discípulos, Pedro, Jacobo y Juan, nuestro Señor se encuentra con una situación
muy diferente a la experiencia que había vivido, ve confusión, angustia y
desesperación de un padre por su hijo que era atormentado por un demonio y al
cual sus discípulos no habían podido expulsar al demonio de él. Esta historia
está narrada en los tres sinópticos, en la misma secuencia de eventos que se
vienen narrando, con la Excepción que Mateo ofrece una versión muy resumida,
Marcos es el narra con más detalles la historia, y Lucas ofrece otros detalles
al respecto. Veamos lo que podemos aprender de esta lección.
Jesús sana a un muchacho endemoniado |
El Contraste entre la gloria de arriba y la confusión de abajo
“Cuando
llegaron al gentío, vino a él un hombre que se arrodilló delante de él,
diciendo: Señor, ten misericordia de mi hijo, que es lunático, y padece
muchísimo; porque muchas veces cae en el fuego, y muchas en el agua”.
Mateo
17:14-15
De alguna manera esta historia nos muestra
el contraste que hay entre la gloria de arriba y la confusión de abajo. Por un lado,
vimos en los versículos anteriores la gloria que estaba ocurriendo arriba, en
el monte, la transfiguración de Jesús, pero mientras eso pasaba, abajo un
hombre afligido por su hijo lunático había llegado para buscar ayuda y sus
discípulos habían intentado expulsar al demonio y no habían podido por lo que
se inició una disputa entre ellos y los escribas: “Cuando llegó a donde estaban los
discípulos, vio una gran multitud alrededor de ellos, y escribas que disputaban
con ellos. Y en seguida toda la gente, viéndole, se asombró, y corriendo a él,
le saludaron. Él les preguntó: ¿Qué disputáis con ellos? Y respondiendo uno de
la multitud, dijo: Maestro, traje a ti mi hijo, que tiene un espíritu mudo, el
cual, dondequiera que le toma, le sacude; y echa espumarajos, y cruje los
dientes, y se va secando; y dije a tus discípulos que lo echasen fuera, y no
pudieron”, (Marcos 9:14-18). Rafael, el famoso
pintor y artista italiano, elaboro una pintura donde podemos ver este contraste
del que estamos hablando, en ella se ve en la parte superior a Jesús siendo
transfigurado, a Elías y Moisés a su lado, y los tres discípulos, Pedro, Jacobo
y Juan postrados, adorando y deleitándose en aquellas gloriosa visión; mientras
que en la parte inferior de la pintura se muestra la confusión y alboroto
provocada por el padre angustiado y la incapacidad de los discípulos de echar
fuera el demonio. Así es el contraste entre el cielo y este mundo, mientras que
en el cielo reina la gloria excelsa de Dios, este mundo está confundido y
turbado por el pecado. De acuerdo con Marcos aquella multitud acudió a él y les
pregunto qué es lo que pasaba, pero en medio de ellos salió el padre del hijo
endemoniado el cual arrodillándose le rogó: Señor, ten misericordia de mi hijo, que es
lunático, y padece muchísimo; porque muchas veces cae en el fuego, y muchas en
el agua. La palabra lunático se traduce del
griego seleniádsomai (σεληνιάζομαι), que literalmente significa “alguien
afectado por la luna”. Los antiguos griegos creían que si alguien dormía bajo
la luz de la luna podía ser gravemente afectada. Al parecer el hijo de este
hombre estaba gravemente afectado por el demonio y requería un gran cuidado ya
que de lo contrario este lo podía matar: porque muchas veces cae en el fuego, y
muchas en el agua.
Marcos nos detalla muy bien los efectos de una persona endemoniada: Maestro,
traje a ti mi hijo, que tiene un espíritu mudo, el cual, dondequiera que le
toma, le sacude; y echa espumarajos, y cruje los dientes, y se va secando. Y Lucas nos agrega: “y
sucede que un espíritu le toma, y de repente da voces, y le sacude con
violencia, y le hace echar espuma, y estropeándole, a duras penas se aparta de
él”, (Lucas 9:39). Podemos ver aquí la
terrible condición de este hombre y la agonía de su padre ante semejante
situación desesperadora.
Los discípulos fallaron, pero el padre del joven no dejo de creer que Jesús podía hacer el milagro
“Y lo he
traído a tus discípulos, pero no le han podido sanar”.
Mateo
17:14
De este versículo podemos aprender mucho en
cuanto a la verdadera fe. Aquel hombre tenía fe en que Jesús podía hacer el
milagro, pero cuando lo busco no lo hallo, sino a sus discípulos, y pudo haber
pensado que a lo mejor estos por ser sus seguidores podían ayudarle ya que
nuestro Señor les había dado autoridad para sanar enfermedades y echar fuera
demonios, pero lamentablemente no pudieron, y al fallar se despertó una gran
discusión entre ellos y los escribas: “Cuando llegó a donde estaban los
discípulos, vio una gran multitud alrededor de ellos, y escribas que disputaban
con ellos”, (Marcos 9:14). Aquí vemos el cuadro
típico que a veces ocurre en la iglesia, donde nosotros los cristianos nos
vemos imposibilitados de manifestar el poder de Dios a través de nuestra vida.
Muchas personas que acuden poniendo su esperanza en la religión de unos cuantos
hombres se decepcionan al no recibir nada, pero este hombre no se desanimó,
sino que su fe continuó y pensó que, si sus discípulos fueron incapaces de
ayudarme, pero el verdadero Maestro podría ayudarle. Cuando la iglesia nos
falle, no nos alejemos de Dios, porque al final todos somos hombres imperfectos
que hemos sido redimidos y estamos en la lucha por completar la carrera que
tenemos por delante, antes debemos perseverar buscando a Jesús el cual nos
puede ayudar y dar la respuesta que necesitamos.
La esperanza en Cristo jamás defrauda
“Respondiendo
Jesús, dijo: ¡Oh generación incrédula y perversa! ¿Hasta cuándo he de estar con
vosotros? ¿Hasta cuándo os he de soportar? Traédmelo acá. Y reprendió Jesús al
demonio, el cual salió del muchacho, y éste quedó sano desde aquella hora”.
Mateo
17:17-18
Cuando le hubieron explicado a Jesús lo que
había pasado y de que como sus discípulos habían intentado liberar al hijo de
este hombre y habían fracasado, les dijo: ¡Oh generación incrédula y perversa! ¿Hasta
cuándo he de estar con vosotros? ¿Hasta cuándo os he de soportar? Jesús reprende a todos sus discípulos, y
en general a todas las personas que estaban allí porque lo cierto es que el
fracaso de los discípulos radicaba en su falta de fe y corazón duro. Obviamente
el Señor no iba a poder estar con ellos para siempre, y por ello necesitaba que
ellos aprendieran la lección en cuanto a la verdadera fe. Marcos nos da mayores
detalles en cuanto a lo que paso: “Y respondiendo él, les dijo: ¡Oh generación
incrédula! ¿Hasta cuándo he de estar con vosotros? ¿Hasta cuándo os he de
soportar? Traédmelo. Y se lo trajeron; y cuando el espíritu vio a Jesús,
sacudió con violencia al muchacho, quien cayendo en tierra se revolcaba,
echando espumarajos. Jesús preguntó al padre: ¿Cuánto tiempo hace que le sucede
esto? Y él dijo: Desde niño. Y muchas veces le echa en el fuego y en el agua,
para matarle; pero si puedes hacer algo, ten misericordia de nosotros, y ayúdanos.
Jesús le dijo: Si puedes creer, al que cree todo le es posible. E
inmediatamente el padre del muchacho clamó y dijo: Creo; ayuda mi incredulidad.
Y cuando Jesús vio que la multitud se agolpaba, reprendió al espíritu inmundo,
diciéndole: Espíritu mudo y sordo, yo te mando, sal de él, y no entres más en
él. Entonces el espíritu, clamando y sacudiéndole con violencia, salió; y él
quedó como muerto, de modo que muchos decían: Está muerto. Pero Jesús,
tomándole de la mano, le enderezó; y se levantó”, (Marcos 9:19-27). Podemos ver la reacción que el
demonio presento al estar enfrente de Jesús: y cuando el espíritu vio a Jesús, sacudió
con violencia al muchacho, quien cayendo en tierra se revolcaba, echando
espumarajos. Esta condición
era tan terrible que cuando se apoderaba de él amenazaba su vida echándolo al
fuego o al agua, para matarlo, de allí que este pobre hombre tenía que estar
pendiente de su hijo, y era desde niño que sufría este azote. Este hombre no
había perdido su esperanza y aunque le costaba por momentos creer que su hijo
pudiera quedar libre, le pide ayuda a Jesús, incluso a creer y que su fe no le
faltara: Jesús le dijo: Si puedes creer, al que cree todo le es
posible. E inmediatamente el padre del muchacho clamó y dijo: Creo; ayuda mi
incredulidad. Como cristianos
debemos luchar por creer, a lo mejor al principio no sea fácil y la mente puede
hacernos dudar, pero no abandonemos nuestra esperanza en Cristo, debemos creer
con todo el corazón que al que cree todo le es posible. Aquel día Jesús libero
a aquel pobre hombre: Y cuando Jesús vio que la multitud se
agolpaba, reprendió al espíritu inmundo, diciéndole: Espíritu mudo y sordo, yo
te mando, sal de él, y no entres más en él. Entonces el espíritu, clamando y
sacudiéndole con violencia, salió; y él quedó como muerto, de modo que muchos
decían: Está muerto. Pero Jesús, tomándole de la mano, le enderezó; y se
levantó. De esta forma cada uno de nosotros no
debe olvidar que nuestra fe esta puesta en Jesucristo y que esta jamás será
defraudada.
Una fe que tiene que crecer
“Viniendo
entonces los discípulos a Jesús, aparte, dijeron: ¿Por qué nosotros no pudimos
echarlo fuera? Jesús les dijo: Por vuestra poca fe; porque de cierto os digo,
que si tuviereis fe como un grano de mostaza, diréis a este monte: Pásate de
aquí allá, y se pasará; y nada os será imposible. Pero este género no sale sino
con oración y ayuno”.
Mateo
17:19-21
Aquel día aquel hombre fue recompensado por
su fe en Cristo, pero después de este milagro Jesús se apartó con sus
discípulos y estando aparte estos le preguntaron: ¿Por qué nosotros no pudimos echarlo fuera?. La respuesta de Jesús la resume en
palabras sencillas: Por vuestra poca fe. Lo cierto es que en la vida cristiana
necesitamos fe. Fe para ser salvos, fe para caminar con Dios, fe para vivir día
a día, fe para sanar, fe para recibir, fe para realizar su obra y servirle, fe
para perseverar, en general, toda nuestra vida debe ser de fe, debemos poner
nuestra esperanza en Cristo y creer que su presencia es mas que suficiente para
triunfar en esta vida. Debemos aprender a crecer en nuestra fe ya que aun la
más pequeña es capaz de hacer grandes obras: porque de cierto os digo, que si tuviereis
fe como un grano de mostaza, diréis a este monte: Pásate de aquí allá, y se
pasará; y nada os será imposible.
Pero como podemos crecer en nuestra fe. Bueno, cultivando nuestra relación con
Dios, ya que en la medida que estemos mas consagrados, en completa comunión y
santidad nuestra confianza será mas firme, por ello les dijo: Pero
este género no sale sino con oración y ayuno. La vida de Jesús nos ofrece un perfecto ejemplo de
como debemos vivir delante de Dios, ya que El pasaba en ayuno y oración, en
comunión y obediencia a la palabra, cuando esto es así podemos estar seguros de
que nuestra fe crecerá y nos ayudará a vivir en este mundo de confusión.
Dios les bendiga gracias asi mismo es la busqueda la comunion el vibir en santida nos dara confianza y aumentara nuestra fe
ResponderBorrarmuchas gracias muy bien explicado, El Señor los siga usando
ResponderBorrarGracias, gracias, gracias, me ayudó con mi clase dominical 😊
ResponderBorrarMuy bueno Grasias me ayudo con la clase biblica
ResponderBorrarBendiciones, muy acepta la explicación, Dios les siga ayudando.
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