La ceguera espiritual de los fariseos (Juan 9:35-41)




“Oyó Jesús que le habían expulsado; y hallándole, le dijo: ¿Crees tú en el Hijo de Dios? Respondió él y dijo: ¿Quién es, Señor, para que crea en él? Le dijo Jesús: Pues le has visto, y el que habla contigo, él es. Y él dijo: Creo, Señor; y le adoró. Dijo Jesús: Para juicio he venido yo a este mundo; para que los que no ven, vean, y los que ven, sean cegados. Entonces algunos de los fariseos que estaban con él, al oír esto, le dijeron: ¿Acaso nosotros somos también ciegos? Jesús les respondió: Si fuerais ciegos, no tendríais pecado; mas ahora, porque decís: Vemos, vuestro pecado permanece”.
Juan 9:35-41

INTRODUCCIÓN



                  Al finalizar el capítulo nueve termina la historia del ciego que recibió la vista en Jerusalén la cual constituye la sexta señal que Jesús realiza en este evangelio. Si consideramos todo lo que ha pasado hasta el momento sabremos que este hombre que había sido siego va conociendo poco a poco a Jesús, podemos ver una revelación progresiva en cuanto a su persona divina que se le va presentando poco a poco. Para este momento el hombre que había sido ciego fue expulsado de la sinagoga por los fariseos que se negaban en creer en Jesús y al no tener cómo desmentir este milagro de sanidad, decidieron expulsarlo y así asegurarse de que nadie más creyese en Jesús. Con esto vemos la ceguera espiritual que estos hombres tenían ya que se negaba a creer en las obras de Jesús y por eso serán condenados por el mismo Señor.

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La ceguera espiritual de los fariseos


LA REVELACIÓN PROGRESIVA DE JESÚS


“Oyó Jesús que le habían expulsado; y hallándole, le dijo: ¿Crees tú en el Hijo de Dios? Respondió él y dijo: ¿Quién es, Señor, para que crea en él? Le dijo Jesús: Pues le has visto, y el que habla contigo, él es. Y él dijo: Creo, Señor; y le adoró”.
Juan 9:35-38

            Aquí vemos el cuadro precioso de un hombre al cual habían echado los fariseos de la sinagoga por causa del testimonio que este dada de aquel que le había dado la vista; y mientras este era expulsado, Jesús iba a su encuentro para recibirle: Oyó Jesús que le habían expulsado; y hallándole, le dijo: ¿Crees tú en el Hijo de Dios? La expulsión de este hombre había sido publica ya que los fariseos querían atemorizar a los judíos mostrándoles lo que pasaría si alguien se atrevía creer en Jesús, pero a este hombre no le importo el ser expulsado de su religión ya que en ella no encontraba el verdadero alivio de su alma. Podemos imaginarnos a aquel hombre que había sido expulsado, tal vez sentado en algún rincón, solo, triste, pensativo en cuanto a aquel que le había dado la vista ya que nunca lo había visto personalmente, y allí fue donde se le apareció el Señor y le dijo: ¿Crees tú en el Hijo de Dios? Este hombre nunca había visto el rostro de Jesús ya que cuando le realizó el milagro estaba ciego, pero a lo mejor reconoció su voz, por eso le pregunto: ¿Quién es, Señor, para que crea en él? Hasta este momento este hombre no había conocido plenamente a Jesús, sino progresivamente se le iba revelando todo respecto a su persona. En primer lugar, consideró a Jesús solo otro hombre más: “Respondió él y dijo: Aquel hombre que se llama Jesús hizo lodo, me untó los ojos, y me dijo: Vé al Siloé, y lávate; y fui, y me lavé, y recibí la vista”, (Juan 9:11); luego, lo consideró un profeta: “Entonces volvieron a decirle al ciego: ¿Qué dices tú del que te abrió los ojos? Y él dijo: Que es profeta”, (Juan 9:17); después creyó que era un hombre que venía de Dios: Si éste no viniera de Dios, nada podría hacer”, (Juan 1:33); y ahora que Jesús le dice que Él era el Hijo de Dios, este creyó y le adoró: Le dijo Jesús: Pues le has visto, y el que habla contigo, él es. Y él dijo: Creo, Señor; y le adoró. El llegar a conocer a Jesús como quien verdaderamente es, es importante para nuestra fe, ya que Él es el fundamento del cristianismo, por ello el Dios desea que conozcamos a su Hijo amado y allá en Efesios Pablo oraba para que la revelación completa de su persona y profesión a la que hemos sido llamado se nos revele completamente: “Por esta causa también yo, habiendo oído de vuestra fe en el Señor Jesús, y de vuestro amor para con todos los santos, no ceso de dar gracias por vosotros, haciendo memoria de vosotros en mis oraciones, para que el Dios de nuestro Señor Jesucristo, el Padre de gloria, os dé espíritu de sabiduría y de revelación en el conocimiento de él, alumbrando los ojos de vuestro entendimiento, para que sepáis cuál es la esperanza a que él os ha llamado, y cuáles las riquezas de la gloria de su herencia en los santos, y cuál la supereminente grandeza de su poder para con nosotros los que creemos, según la operación del poder de su fuerza, la cual operó en Cristo, resucitándole de los muertos y sentándole a su diestra en los lugares celestiales, sobre todo principado y autoridad y poder y señorío, y sobre todo nombre que se nombra, no sólo en este siglo, sino también en el venidero; y sometió todas las cosas bajo sus pies, y lo dio por cabeza sobre todas las cosas a la iglesia, la cual es su cuerpo, la plenitud de Aquel que todo lo llena en todo”, (Efesios 1:15-23). En sus oraciones Pablo daba gracias a Dios por la fe que los efesios tenían hacia el Señor Jesús, pero pedía para que la revelación completa de su persona y la obra que se había iniciado en ellos fuese comprendida plenamente: para que el Dios de nuestro Señor Jesucristo, el Padre de gloria, os dé espíritu de sabiduría y de revelación en el conocimiento de él, alumbrando los ojos de vuestro entendimiento. También oraba para que estos llegasen a comprender cuál es la esperanza y herencia que tienen entre los santos, así como cuál es la supereminente grandeza de su poder: para que sepáis cuál es la esperanza a que él os ha llamado, y cuáles las riquezas de la gloria de su herencia en los santos, y cuál la supereminente grandeza de su poder para con nosotros los que creemos. El deseaba que comprendieran que este poder operó en Jesús resucitándolo de los muertos y dándole la autoridad sobre todas las cosas y poderes: la cual operó en Cristo, resucitándole de los muertos y sentándole a su diestra en los lugares celestiales, sobre todo principado y autoridad y poder y señorío, y sobre todo nombre que se nombra, no sólo en este siglo, sino también en el venidero; y sometió todas las cosas bajo sus pies. Y que este poder ha sido otorgado a la iglesia donde Jesús es la cabeza de ella: y lo dio por cabeza sobre todas las cosas a la iglesia, la cual es su cuerpo, la plenitud de Aquel que todo lo llena en todo. Cuán importante es que Dios habrá nuestro entendimiento, nuestros ojos espirituales para que seamos capaces de comprender quien es Jesús y la gloriosa esperanza a la cual hemos sido llamados. Aquel día a este hombre no solo se le había abierto sus ojos físicos, sino también los espirituales para que conociese al glorioso Mesías, a su Salvador.

LA CEGUERA ESPIRITUAL DE LOS FARISEOS


Dijo Jesús: Para juicio he venido yo a este mundo; para que los que no ven, vean, y los que ven, sean cegados. Entonces algunos de los fariseos que estaban con él, al oír esto, le dijeron: ¿Acaso nosotros somos también ciegos? Jesús les respondió: Si fuerais ciegos, no tendríais pecado; mas ahora, porque decís: Vemos, vuestro pecado permanece”.
Juan 9:39-41


                Mientras este hombre había recibido la vista no solo de sus ojos físicos, sino también la de sus ojos espirituales para que viese y comprendiese quién era Jesús, los fariseos que se consideraban hombres sabios y conocedores en la ley estaban realmente ciegos al no reconocer que las obras de Dios se realizaban en sus propias narices, y por ello el Señor dice: Dijo Jesús: Para juicio he venido yo a este mundo; para que los que no ven, vean, y los que ven, sean cegados. Como estos se negaban en creer y permanecían en su ceguera espiritual el juicio les estaba reservado, pero estos fariseos no comprendían ya que creían saberlo todo y ser los líderes espirituales de la nación, pero lo cierto es que estaban ciegos, viviendo en sus pecados por los cuales serían condenados: Entonces algunos de los fariseos que estaban con él, al oír esto, le dijeron: ¿Acaso nosotros somos también ciegos? Jesús les respondió: Si fuerais ciegos, no tendríais pecado; mas ahora, porque decís: Vemos, vuestro pecado permanece.  El problema con estos hombres era la dureza de su corazón el cual se negaba a aceptar las obras que Jesús realizaba, por ello Pedro dice que el Dios de este siglo ha cegado el entendimiento de los tales para que la luz del evangelio no les resplandezca: “Pero si nuestro evangelio está aún encubierto, entre los que se pierden está encubierto; en los cuales el dios de este siglo cegó el entendimiento de los incrédulos, para que no les resplandezca la luz del evangelio de la gloria de Cristo, el cual es la imagen de Dios”, (2 Corintios 4:3-4). Qué triste es ver como Satanás ha cegado el entendimiento de muchos para que no crean en Jesús el Señor y Salvador, pero esto se debe a su orgullo, a su falta de humildad de aceptar la palabra de Dios y nacer a una nueva vida, por ello Santiago nos dice: “Por lo cual, desechando toda inmundicia y abundancia de malicia, recibid con mansedumbre la palabra implantada, la cual puede salvar vuestras almas”, (Santiago 1:21). Debemos abandonar todo pecado y malicia, aceptar con humildad la palabra de Dios y creer en Jesús como lo hizo este hombre que había recibido la vista y conoció a su glorioso Redentor.




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