Comprensión y acceso directo (Juan 16:25-28)


 

“Estas cosas os he hablado en alegorías; la hora viene cuando ya no os hablaré por alegorías, sino que claramente os anunciaré acerca del Padre. En aquel día pediréis en mi nombre; y no os digo que yo rogaré al Padre por vosotros, pues el Padre mismo os ama, porque vosotros me habéis amado, y habéis creído que yo salí de Dios. Salí del Padre, y he venido al mundo; otra vez dejo el mundo, y voy al Padre”.

Juan 16:25-28

INTRODUCCIÓN

                Ahora nuestro Señor comienza a hablarles más claro a sus discípulos, hasta el momento les ha sido difícil entender sus palabras, pero sabiendo Jesús que el momento de su martirio se acerca, les declara a sus apóstoles todo lo que ellos necesitan saber, que va directo al Padre y la cruz será solo un medio para lograrlo y que a partir de este momento ellos tendrían un acceso directo a la misma presencia de Dios, porque Dios les amaba porque ellos amaban a su Hijo. Con estas palabras se aproxima el fin de este maravilloso discurso que inicio allá en el capítulo 13 de este glorioso evangelio.

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Comprensión y acceso directo

AHORA COMENZARAN A COMPRENDER

 “Estas cosas os he hablado en alegorías; la hora viene cuando ya no os hablaré por alegorías, sino que claramente os anunciaré acerca del Padre”.

Juan 16:25

              Durante el tiempo que Jesús estuvo con sus discípulos les enseñó muchas cosas, sin embargo, les costaba entender sus enseñanzas ya que a veces les explicaba cosas referentes al futuro que ellos comprendían mal, o explicaba verdades espirituales que su mente no alcanzaba a entender, tal y como le paso a Nicodemo cuando le hablo del nuevo nacimiento y en otras ocasiones les hablaba con lenguaje figurativo. En cierta ocasión les comenzó a hablar en parábolas, tal y como lo vemos en Mateo 13, otras veces hizo uso de alegorías, tal y como lo vimos en este evangelio, en Juan 15. En otras oportunidades habló usando metáforas para referirse a Él mismo, así lo vemos cuando pronuncias los 7 grandes “Yo soy” que ya estudiamos en este evangelio (Juan 6:35; 8:12; 10:7; 10:11; 11:25; 14:6 y 15:1). Y así, muchas veces el Señor les hablaba con este lenguaje figurado, por eso el texto dice: Estas cosas os he hablado en alegorías, donde la palabra alegoría se traduce del griego paroimía (παροιμία), que literalmente significa “algo difícil de entender”. Por ello, en algunas ocasiones nuestro Señor se dio a la tarea de explicarles algunas cosas que Él considero necesario que ellos supieran (Mateo 13:18), y otras ocasiones porque ellos se lo pidieron (Mateo 13:36). Sin embargo, había llegado el momento donde ya no era necesario hablarles más con lenguaje figurado, sino que les hablo claramente, de una forma que ellos entenderían: la hora viene cuando ya no os hablaré por alegorías, sino que claramente os anunciaré acerca del Padre. Finalmente, aquello que Jesús estaba tratando de decirles les iba a quedar claro, ellos entenderían que Jesús era el Hijo de Dios, que venia del cielo e iba de regreso al cielo para estar al lado de su Padre, y que la cruz iba a ser solo un medio para conseguirlo. A partir de este momento, la revelación de su palabra iba a comenzar a ser progresiva ya que el Espíritu Santo les ayudaría a comprenderlo y esto representaba una nueva relación de confianza donde ellos comenzarían a comprender muchas cosas más.

                 Esto nos recuerda mucho a nuestra vida cristiana, de cómo al principio nos es difícil comprender las verdades de la palabra de Dios, de cómo hay cosas que vivimos y no logramos comprender por qué tenemos que pasar por ellas o por qué Dios las permite; pero lo cierto es que la revelación es progresiva y conforme avanzamos en nuestra fe, nuestro Maestro y Guía, el Espíritu Santo, nos da el entendimiento para comprenderlas, y esto es así porque tenemos una relación de comunión y confianza establecida con Dios, por ello, debemos pedirle a Dios que abra nuestro entendimiento a su palabra para que aprendamos a ponerla por obra: “Abre mis ojos, y miraré las maravillas de tu ley”, (Salmo 119:18). Cuando vivimos para Dios podemos estar confiados que el mismo Señor será el que abrirá nuestro entendimiento para que comprendamos aquellas cosas que hoy nos son veladas, tal y como les pasó a los discípulos que iban camino a Emaús: “Y he aquí, dos de ellos iban el mismo día a una aldea llamada Emaús, que estaba a sesenta estadios de Jerusalén. E iban hablando entre sí de todas aquellas cosas que habían acontecido. Sucedió que mientras hablaban y discutían entre sí, Jesús mismo se acercó, y caminaba con ellos. Mas los ojos de ellos estaban velados, para que no le conociesen. Y les dijo: ¿Qué pláticas son estas que tenéis entre vosotros mientras camináis, y por qué estáis tristes? Respondiendo uno de ellos, que se llamaba Cleofas, le dijo: ¿Eres tú el único forastero en Jerusalén que no has sabido las cosas que en ella han acontecido en estos días? Entonces él les dijo: ¿Qué cosas? Y ellos le dijeron: De Jesús nazareno, que fue varón profeta, poderoso en obra y en palabra delante de Dios y de todo el pueblo; y cómo le entregaron los principales sacerdotes y nuestros gobernantes a sentencia de muerte, y le crucificaron. Pero nosotros esperábamos que él era el que había de redimir a Israel; y ahora, además de todo esto, hoy es ya el tercer día que esto ha acontecido. Aunque también nos han asombrado unas mujeres de entre nosotros, las que antes del día fueron al sepulcro; y como no hallaron su cuerpo, vinieron diciendo que también habían visto visión de ángeles, quienes dijeron que él vive. Y fueron algunos de los nuestros al sepulcro, y hallaron, así como las mujeres habían dicho, pero a él no le vieron. Entonces él les dijo: ¡Oh insensatos, y tardos de corazón para creer todo lo que los profetas han dicho! ¿No era necesario que el Cristo padeciera estas cosas, y que entrara en su gloria? Y comenzando desde Moisés, y siguiendo por todos los profetas, les declaraba en todas las Escrituras lo que de él decían”, (Lucas 24:13-27). Cuando vivimos para Dios, será Él quien quitara el velo de nuestro entendimiento para que comprendamos las Escritura y aprendamos a conocer su voluntad la cual es perfecta para nuestras vidas.


ACCESO DIRECTO A DIOS

 “En aquel día pediréis en mi nombre; y no os digo que yo rogaré al Padre por vosotros, pues el Padre mismo os ama, porque vosotros me habéis amado, y habéis creído que yo salí de Dios. Salí del Padre, y he venido al mundo; otra vez dejo el mundo, y voy al Padre”.

Juan 16:26-28

              A parte de comprender claramente la voluntad de Dios, el nuevo nivel de comunión lleva al creyente a saber que tiene acceso directo a la presencia del Padre: En aquel día pediréis en mi nombre; y no os digo que yo rogaré al Padre por vosotros, pues el Padre mismo os ama, porque vosotros me habéis amado, y habéis creído que yo salí de Dios. La traducción de la Biblia en Lenguaje Sencillo traduce estos versículos de la siguiente manera: “Ya no hará falta que le ruegue a mi Padre por ustedes, sino que ustedes mismos le rogarán a él, porque son mis seguidores. Dios los ama, porque ustedes me aman, y porque han creído que el Padre me envió”, (Juan 16:26-27, BLS). Ahora el nivel de comunión de ellos era tal que ya no era necesario que Jesús intercediera por ellos, sino que tenían acceso directo al Padre, porque el Padre los amaba ya que ellos amaban a Cristo. Antes de Cristo, los israelitas no podían acercarse directamente a Dios por causa de sus pecados, por ello existían los sacerdotes, los cuales ofrecían sacrificios de expiación por los pecados del pueblo e intercedían delante de Dios por el pueblo, y es más, dentro del templo existía el lugar santísimo al cual solo podía entrar el sumo sacerdote una vez al año para hacer expiación por los pecados del pueblo y que Dios fuera propicio a ellos; pero ahora, con Cristo eso ya no es necesario, no necesitamos de intermediarios o personas que intercedan por nosotros, sino, nosotros mismos nos podemos presentar en la misma presencia santa de Dios y hacerle saber nuestras peticiones personales: “Así que, hermanos, teniendo libertad para entrar en el Lugar Santísimo por la sangre de Jesucristo, por el camino nuevo y vivo que él nos abrió a través del velo, esto es, de su carne, y teniendo un gran sacerdote sobre la casa de Dios, acerquémonos con corazón sincero, en plena certidumbre de fe, purificados los corazones de mala conciencia, y lavados los cuerpos con agua pura”, (Hebreos 10:19-22). Ahora, los discípulos conocerían las cosas tal y como son, Dios abriría su entendimiento y tendrían acceso directo a la presencia del Padre para presentar sus oraciones delante de Él, porque los amaba, y por ello Jesús les dijo que ahora entenderían que Él vino del cielo y ahora parte de regreso al cielo para estar al lado de su Padre celestial: Salí del Padre, y he venido al mundo; otra vez dejo el mundo, y voy al Padre.

 

 

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