Noé, un hombre perfecto en sus generaciones


 

“Pero Noé halló gracia ante los ojos de Jehová”.

Génesis 6:8 (RV60)

 

INTRODUCCIÓN

 

Noé es uno de los personajes que encontramos en la Biblia y cuyo estudio de su biografía es de gran provecho a nuestra vida espiritual. Aunque la Biblia no es un libro autobiográfico, pero ciertamente nos presenta las historias de varios personajes que bendicen en gran manera nuestra vida cuando consideramos los detalles referentes a sus vidas. Podríamos decir que Noé fue un hombre muy diferente para su época, un tiempo donde la maldad proliferaba y la humanidad iba rumbo a la destrucción total, pero en medio de todo esto, un hombre hallo gracia a los ojos de Dios, un hombre que fue perfecto en todas sus generaciones y vamos a estudiar algunos aspectos de su vida que pueden ayudarnos en nuestro andar cristiano.


Noé
Noé, el hombre perfecto en sus generaciones


SU ORIGEN Y PRIMEROS AÑOS

 

La primera vez que se menciona Noé es cuando este nace, a los 182 años de su padre: “Cuando Lamec tenía ciento ochenta y dos años, fue padre de un hijo varón. Lamec le puso por nombre a su hijo Noé, porque dijo: «Que él nos traiga alivio de nuestro trabajo y de la penosa labor de cultivar esta tierra que el Señor ha maldecido»”, (Génesis 5:28-29, NTV). Cuando Noé nació, su padre vio en él la posibilidad de que este traería consuelo a sus vidas, ya que, por causa de la desobediencia de Adán, la tierra ya no producía el fruto en la proporción del trabajo del hombre. De hecho, en la lengua hebrea el nombre de Noé suena como la palabra consuelo o alivio. Luego, después de esto, Noé vuelve a aparecer en el escenario hasta que tiene 500 años: “Cuando Noé tenía quinientos años, fue padre de Sem, Cam y Jafet”, (Génesis 5:32, NTV). De alguna manera, Lamet, su padre, fijo sus esperanzas en su hijo al verlo como un consuelo en medio de un mundo cargado de injusticias, dificultades y maldad, hoy en día nosotros los cristianos podemos ser hombres y mujeres de consuelo, en medio de un mundo muy parecido al de Noé, muchas personas viven desconsoladas y cargadas, pero como hijos de Dios tenemos la palabra de Dios que ofrece la promesa de vida eterna.

 

LA SOCIEDAD DE LOS TIEMPOS DE NOÉ

 

Considerar la condición de la sociedad en los tiempos de Noé nos recuerda mucho la sociedad en medio de la cual los cristianos de hoy en día vivimos, una sociedad impía, totalmente injusta, rodeada de maldad y sufrimiento, un mundo lleno de dificultades y desilusiones. Ahora, todo esto es así por causa del pecado. Consideremos entonces que tipo de sociedad era.

 

Una sociedad llena de maldad.

 

Una de las características de la sociedad de los tiempos de Noé era su gran maldad: “El Señor vio que era demasiada la maldad del hombre en la tierra y que éste siempre estaba pensando en hacer lo malo”, (Génesis 6:5, DHH). Este versículo refleja muy bien la realidad del ser humano caído, con demasiada maldad y pensamientos orientados a hacer solamente el mal. Hoy en día vivimos en un mundo donde la maldad del hombre es mucha en gran manera, las influencias y corrientes guían al hombre a cometer todo tipo de pecado y a no considerar a Dios en sus caminos.

 

Una sociedad inconsciente del castigo divino.

 

La sociedad en los tiempos de Noé se caracterizó por no creer en el castigo divino, es decir, ignoraban que un día la ira de Dios podía venir a sus vidas para castigar su maldad. De hecho, nuestro Señor Jesucristo advirtió que una característica de la sociedad moderna seria como en los días de Noé que no se preocupaba ni percibía que el día del juicio venia: “La venida del Hijo del hombre será como en tiempos de Noé. Porque en los días antes del diluvio comían, bebían, se casaban y daban en casamiento, hasta el día en que Noé entró en el arca; y no supieron nada de lo que sucedería hasta que llegó el diluvio y se los llevó a todos. Así será en la venida del Hijo del hombre”, (Mateo 24:37-39, NVI). Como leemos, las personas de los tiempos de Noé vivían sin estar conscientes de la realidad de su pecado, practicaban sus actos malvados, ignorando la existencia de Dios e inconscientes del juicio que venía al mundo, porque la vida seguía su rumbo norma, la gente comía, bebía, se casaban y toda la vida seguía su rumbo natural, sin percibir que Dios ya había decretado un día para el juicio mundial.

 

Una sociedad que rechaza la oportunidad de salvación.

 

Otra característica de los tiempos de Noé fue que su sociedad rechazo la oportunidad de salvación que Dios les otorgo: “Y si tampoco dejó sin castigo al mundo antiguo, pero preservó a Noé, heraldo de justicia, junto con otras siete personas cuando trajo el diluvio sobre el mundo de los impíos”, (2 Pedro 2:5, RVA). En esta versión de la Biblia, a Noé se le llama, heraldo de justicia, en otras versiones se traduce como pregonero o predicador de justicia, lo cual lleva a la idea de que Noé anuncio el futuro juicio que venía al mundo por causa de sus pecados y la oportunidad de salvación que se tendría por medio del arca. Una vez más el parecido de la sociedad de Noé concuerda con nuestros días, donde el mensaje del evangelio es predicado, pero muchos rechazan la invitación de vida eterna.

 

NOÉ, UN HOMBRE DIFERENTE A SUS GENERACIONES

 

A pesar de que la sociedad antediluviana estaba entregada a la maldad y se habían olvidado totalmente a Dios, un hombre halló gracias ante los ojos de Dios: “Sin embargo, el SEÑOR tenía un buen concepto de Noé. Esta es la historia de la familia de Noé. Él era un hombre justo y honesto entre la gente de esa época, y vivía de acuerdo a la voluntad de Dios”, (Génesis 6:8-9, PDT). Noé fue un hombre que halló gracia ante los ojos de Dios en medio de una sociedad impía, esto fue así porque Noé se caracterizó por tres cosas importantes. La primera, Noé fue un varón justo, es decir, no obro según la maldad de su generación, antes fue un hombre temeroso de Dios que siempre busco hacer lo bueno. Segundo, fue un hombre honesto entre la gente de su época, o sea, un hombre recto delante de sus semejantes, integro a los ojos de los demás. Finalmente, Noé fue un hombre que vivía de acuerdo a la voluntad de Dios. Aquí tenemos tres características que como cristianos deberíamos practicar, especialmente, porque vivimos en un tiempo de extrema maldad, un mundo rebelde a la palabra de Dios, lleno de apostasía e hipocresía religiosa.

 

NOÉ, UN HOMBRE DE FE

 

Otra característica de Noé fue su fe en Dios, tanto así que por fe creyó que venia un diluvio universal y obedeció la voz del Señor al construir el arca donde él, su familia y los animales que acudieron al arca se salvaron: “Por la fe Noé, advertido sobre cosas que aún no se veían, con temor reverente construyó un arca para salvar a su familia. Por esa fe condenó al mundo y llegó a ser heredero de la justicia que viene por la fe”, (Hebreos 11:7, BAD). Que increíble forma de describirlo, por su fe Noé obedeció construir el arca y con ello heredo una nueva vida para él y su familia y terminó condenando al mundo incrédulo, un hermoso ejemplo para nosotros, ya que muchas veces nuestra fe puede debilitarse ante los problemas y adversidades, podríamos vernos tentados a abandonar nuestra fe, especialmente porque no vemos el cumplimiento de algunas promesas de Dios en nuestras vidas; pero es allí donde debemos perseverar tal y como lo hizo Noé, ya que como lo dice la Escritura, por 120 años, Noé persevero construyendo el arca y así dando testimonio de lo que venía, sin importarle las burlas o adversidades que se le pudiesen presentar: “Pero el SEÑOR dijo: «Mi espíritu no permanecerá en el ser humano para siempre, porque no es más que un simple mortal; por eso vivirá solamente ciento veinte años»”, (Génesis 6:3, NVI).

 

NOÉ, EJEMPLO PARA NOSOTROS

           

No cabe duda que el estudio de la vida de Noé nos arroja un desafío a los cristianos de nuestro tiempo, especialmente porque vivimos en tiempos muy parecidos, donde en medio de un mundo de maldad e injusticia se experimenta en las iglesias un descuido y frialdad espiritual, sin embargo, consideremos la vida de este hombre, para ser agradables a los ojos de nuestro Dios, viviendo de forma justa, honesta delante de los demás y guiados por su palabra y el Espíritu Santo, anunciando el mensaje de salvación para que así muchos otros puedan creer y alcanzar la promesa de vida eterna.



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