“Habiendo purificado vuestras almas por la obediencia a la
verdad, mediante el Espíritu, para el amor fraternal no fingido, amaos unos a
otros entrañablemente, de corazón puro; siendo renacidos, no de simiente
corruptible, sino de incorruptible, por la palabra de Dios que vive y permanece
para siempre. Porque: Toda carne es como hierba, y toda la gloria del hombre
como flor de la hierba. La hierba se seca, y la flor se cae; más la palabra del
Señor permanece para siempre. Y esta es la palabra que por el evangelio os ha sido
anunciada”.
1 Pedro 1:22-25
Características de los hijos de Dios
INTRODUCCIÓN
Conforme se va avanzando
en la lectura de 1 Pedro, el autor nos lleva cada vez más al punto concluyente
y práctico de todo, la forma de cómo un hijo de Dios debe andar en esta tierra.
Como ya lo menciono anteriormente, se espera que un hijo de Dios ande en total
obediencia, sobria y prudentemente en este mundo, de manera santa, porque su
Padre es santo y ha sido lavado de todos sus pecados por la sangre de
Jesucristo. Ahora, el apóstol nos enseñara cómo esta vida consagrada a Dios
debe caracterizarse en medio de este mundo, porque el poder de Dios está sobre
ella y nadie puede permanecer igual si ha experimentado el verdadero poder
transformador de Dios.
UN HIJO DE DIOS VIVE BAJO LA VOLUNTAD DEL ESPÍRITU SANTO
“Habiendo purificado vuestras almas por la obediencia a la
verdad, mediante el Espíritu…”.
1 Pedro 1:22
Un verdadero hijo de Dios
debe caracterizarse por la obediencia al Espíritu Santo: Habiendo purificado vuestras almas por la obediencia a la verdad,
mediante el Espíritu.
Pedro nos enseña que la verdadera obediencia a Dios no se logra por medio
de esfuerzo humano o la lealtad a cumplir algún rito religioso, sino, es una
obra que el Espíritu Santo hace en nosotros para poder sujetar nuestra carne y
voluntad al señorío de Cristo. Como ya lo vimos, la purificación de
nuestra alma la hemos logrado por medio del sacrificio en Cristo, sin embargo,
una vez hechos santos, debemos perseverar en nuestra santificación y esta se
logra obedeciendo al Espíritu Santo: “Digo, pues:
Andad en el Espíritu, y no satisfagáis los deseos de la carne”,
(Gálatas 5:16). Andar en el Espíritu significa, seguir el camino de la
edificación, evitar seguir practicando todas aquellas acciones o conductas
pecaminosas que la Biblia llama las obras de la carne, andar en el Espíritu es
vivir obedeciendo su voluntad y negándonos a satisfacer los deseos de nuestra
naturaleza pecaminosa, cuando alguien hace así, purifica su alma de la
contaminación del pecado y es una característica de los hijos de Dios.
UN HIJO DE DIOS TIENE AMOR FRATERNAL
“… para el amor fraternal no fingido, amaos unos a otros
entrañablemente, de corazón puro”.
1 Pedro 1:22
Otra de las
características de los hijos de Dios es el amor fraternal: para el amor fraternal no fingido, amaos unos a otros
entrañablemente, de corazón puro. Las palabras, “amor fraternal”, se traducen de una
sola palabra griega que es filadelfía (φιλαδελφία),
la cual nos habla de un afecto o cariño que surge entre dos amigos.
Dios espera que una característica que nos distinga como sus hijos sea el amor
fraternal o, dicho de otra forma, el amor hacia los hermanos en la fe: “En esto conocerán todos que sois mis discípulos, si
tuviereis amor los unos con los otros”, (Juan 13:35). Este amor
fraternal se espera que sea sincero, no fingido, que sea un verdadero cariño y
aprecio por nuestro hermano, de tal manera que vaya progresando hasta
convertirse en un amor entrañable que surja de un corazón sincero, como lo es
el amor de Dios, de hecho, la palabra griega que se traduce como, “amaos”, es agapésate (ἀγαπήσατε),
cuya raíz griega es agapao (ἀγαπάω),
el amor de Dios que está basado no en una emoción pasajera, sino en una
decisión. De esta forma, nosotros también debemos decidirnos el amor a nuestros
hermanos con un corazón sincero, no de manera fingido, sino con un gran afecto
y cariño fraternal.
UN HIJO DE DIOS A NACIDO DE NUEVO POR MEDIO DE LA PALABRA DE DIOS
“… siendo renacidos, no de simiente corruptible, sino de
incorruptible, por la palabra de Dios que vive y permanece para siempre”.
1 Pedro 1:23
Además de todo esto, un
verdadero hijo de Dios se caracteriza por haber renacido de la palabra de Dios:
siendo renacidos, no de simiente
corruptible, sino de incorruptible, por la palabra de Dios que vive y permanece
para siempre.
La palabra griega que se traduce como “renacidos” es anagegenneménoi (ἀναγεγεννημένοι), la cual literalmente
significa: “volver a nacer de nuevo”. El nuevo nacimiento es un tema doctrinal
básico que todo recién convertido debe conocer, el nuevo nacimiento nos
introduce a la familia de Dios por medio de la fe, esta es una obra maravillosa
que crea en nosotros una nueva naturaleza, una naturaleza espiritual que nos
ayuda a acercarnos a Dios. Es importante entender que este nuevo nacimiento no
es como nuestro nacimiento natural, el cual es corruptible, sino por medio de
la palabra de Dios, la cual obra en nuestros corazones para salvación y con la
ayuda del Espíritu Santo venimos a ser hechos hijos de Dios: “Mas a todos los que le recibieron, a los que creen en su
nombre, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios; los cuales no son
engendrados de sangre, ni de voluntad de carne, ni de voluntad de varón, sino
de Dios”, (Juan 1:12-13).
EL FUNDAMENTO DE UN HIJO DE DIOS ES LA BIBLIA
“Porque: Toda carne es como hierba, y toda la gloria del
hombre como flor de la hierba. La hierba se seca, y la flor se cae; más la
palabra del Señor permanece para siempre. Y esta es la palabra que por el
evangelio os ha sido anunciada”.
1 Pedro 1:24-25
Finalmente, un
verdadero hijo de Dios se caracterizar porque ha puesto su fundamento en la
Biblia, la palabra de Dios, por ello Pedro dice: Porque: Toda carne es como hierba, y toda la gloria del
hombre como flor de la hierba. La hierba se seca, y la flor se cae; más la
palabra del Señor permanece para siempre. En este caso el apóstol Pedro cita
al profeta Isaías: “Voz que decía: Da voces. Y yo
respondí: ¿Qué tengo que decir a voces? Que toda carne es hierba, y toda su
gloria como flor del campo. La hierba se seca, y la flor se marchita, porque el
viento de Jehová sopló en ella; ciertamente como hierba es el pueblo. Sécase la
hierba, marchítase la flor; más la palabra del Dios nuestro permanece para
siempre”, (Isaías 40:6-8). Toda gloria del hombre es como la hierba,
aquellas cosas de las cuales se jacta, toda sabiduría humana, es como la
hierba, que hoy está verde y fuerte, pero mañana esta se seca y todo vestigio
de hermosura se desvanece. Sin embargo, la palabra de Dios permanece para siempre
y aunque el hombre ha intentado menospreciarla o silenciarla, esta permanece
viva y eficaz a favor de aquellos que creen en su mensaje, un mensaje que trae
no solo vida eterna por medio de Cristo, sino da sabiduría e inteligencia,
instruye al indocto, contribuye a nuestro crecimiento espiritual y personal,
trae esperanza por medio de sus promesas y alimenta nuestras cansadas almas. Por
tanto, la palabra de Dios debe ser nuestro fundamento, porque esta permanecerá para
siempre aun cuando los cimientos de este mundo se tambaleen, nosotros
permaneceremos firme en la palabra de Dios la cual predicamos y anunciamos al
mundo entero: Y esta es la palabra que por el
evangelio os ha sido anunciada.
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