“Palabras de Nehemías hijo de Hacalías. Aconteció en el mes de Quisleu, en el año veinte, estando yo en Susa, capital
del reino, que vino Hanani, uno de mis hermanos, con algunos varones de Judá, y
les pregunté por los judíos que habían escapado, que habían quedado de la
cautividad, y por Jerusalén. Y me dijeron: El remanente, los que quedaron de la
cautividad, allí en la provincia, están en gran mal y afrenta, y el muro de
Jerusalén derribado, y sus puertas quemadas a fuego. Cuando oí estas palabras
me senté y lloré, e hice duelo por algunos días, y ayuné y oré delante del Dios
de los cielos”.
Nehemías 1:1-4
INTRODUCCIÓN
En
esta oportunidad iniciaremos el estudio de los versículos de este increíble
libro que hoy tenemos en nuestras Biblia en el Antiguo Testamento y que algunos
han clasificado como un libro histórico, nos referimos al libro de Nehemías.
Como veremos, el estudio de este libro ofrece una verdadera riqueza espiritual ya
que nos desafiará a edificar una vida al servicio de Dios y una obra para su
gloria, además que nos impulsará a tener un celo por la gloria de su nombre y
reedificar aquello que por algún descuido espiritual este derribado. En estos
primeros 4 versículos tenemos la introducción a las memorias de Nehemías.
Las malas noticias llegan a Nehemías
LA PRESENTACIÓN DE NEHEMÍAS
“Palabras de Nehemías hijo de Hacalías. Aconteció en el mes de
Quisleu, en el año veinte, estando yo en Susa, capital del reino…”
Nehemías 1:1
El libro inicia con la presentación del
personaje principal de este: Palabras de Nehemías hijo de
Hacalías. La forma
introductoria de este libro ha llevado a algunos a pensar que el autor de este
libro es Nehemías, además del hecho de que la mayor parte del libro está
escrito en primera persona, sin embargo, como ya vimos en el estudio inicial de
este libro, hay otras opiniones al respecto. La forma de cómo inicia este
libro: Palabras de Nehemías hijo de Hacalías, presenta una formula introductoria que otros
autores del Antiguo Testamento usaron, tal y como lo hizo Jeremías: “Las palabras de Jeremías hijo de Hilcías…”, (Jeremías
1:1), o Amós: “Las palabras de Amós…”, (Amós
1:1). La palabra hebrea que se traduce como “Palabras”, al inicio de este
libro, es dabár (דָּבָר), la
cual posee un amplio rango de significados, desde palabras, asunto, cantico,
acta, discurso, hechos históricos, entre otros. Si consideramos el último
significado, podríamos parafrasear este versículo como: Los hechos
históricos de Nehemías, de allí que algunos lo llamen las memorias de Nehemías,
porque de alguna manera eso son, es la presentación de la historia de un hombre
llamado Nehemías. Por otro lado, el nombre de Nehemías se traduce del
hebreo: Nekjemyá (נְחֶמְיָה),
el cual significa, “El Señor Consuela”. Se nos dice que Nehemías es hijo de Hacalías,
cuya traducción es incierta y nada sabemos acerca de su padre. Algunos comentaristas
han llegado a pensar que Nehemías era de la tribu de Juda, descendiente de David,
no obstante, ninguna genealogía tenemos de él en las Escrituras, por lo que no podríamos
afirmar nada de manera contundente, aunque por ser judío, es muy probable que
perteneciera a la tribu de Judá. De acuerdo con el primer versículo, nos
encontramos en el mes de Quisleu, que corresponde a noviembre-diciembre
de nuestro calendario, en el año 20, que se refiere al año 20 del
reinado de Artajerjes I Longimano, rey de Persia, que sería aproximadamente el
445 o 444 a.C. Para este momento Nehemías se encuentra en Susa, que era
la capital del reino de Persia la cual estaba a unos 240 km del norte del Golfo
Pérsico, en el Irán actual. Susa era una ciudadela fortificada donde se
encontraba el palacio real, la cual fungía como la capital del reino en tiempos
de invierno para los monarcas persas, en los relatos bíblicos es mencionada en
Daniel 8:2, cuando Daniel recibe la visión del carnero y el macho cabrío, así
como en Ester 1:2, donde habitaba el rey persa Asuero. Es para este tiempo y
lugar donde la Biblia nos presenta por primera vez a este personaje que ahora
conocemos como Nehemías.
LAS MALAS NOTICIAS LLEGAN A NEHEMÍAS
“… que vino Hanani, uno de mis hermanos, con algunos varones de
Judá, y les pregunté por los judíos que habían escapado, que habían quedado de
la cautividad, y por Jerusalén. Y me dijeron: El remanente, los que quedaron de
la cautividad, allí en la provincia, están en gran mal y afrenta, y el muro de
Jerusalén derribado, y sus puertas quemadas a fuego”.
Nehemías 1:2-3
La historia inicia con la presentación de malas
noticias con respecto a la condición de Jerusalén, noticias que son
proporcionadas por Hanani a Nehemías: vino Hanani, uno de mis hermanos,
con algunos varones de Judá, y les pregunté por los judíos que habían escapado,
que habían quedado de la cautividad, y por Jerusalén. Es muy probable que Hanani fuese el hermano
de Nehemías, ya que así se deja entender más adelante: “mandé a mi hermano Hanani…”, (Nehemías 7:2), este regresa a Susa junto con otros judíos,
un viaje de unos 1, 800 km que tardaría no menos de 4 meses, esto considerando
que Esdras se tardó 4 meses en su viaje de Babilonia a Jerusalén, y Susa estaba
un poco más lejana: “Porque el día primero del
primer mes fue el principio de la partida de Babilonia, y al primero del mes
quinto llegó a Jerusalén, estando con él la buena mano de Dios”,
(Esdras 7:9). En el antiguo Medio Oriente, los viejes implicaba recorrer
grandes distancias por muchas semanas, lo ideal era organizar caravanas de
varias personas ya que implicaba peligros a los que pudieran enfrentarse en los
desiertos o lugares por donde se transitaba, este Hanani junto con otros judíos
llegaron hasta Susa donde se encontraron con Nehemías y es allí donde este aprovecha
a preguntarle acerca de cómo se encontraban los judíos que habían regresado a
Judá y cómo se encontraba la ciudad de Jerusalén, lamentablemente, la noticia no
traía un buen informe: Y me dijeron: El remanente, los que
quedaron de la cautividad, allí en la provincia, están en gran mal y afrenta, y
el muro de Jerusalén derribado, y sus puertas quemadas a fuego. Muchos judíos habían regresado a Judá, todo
con el fin de restaurar su nación, en Esdras podemos ver cómo un grupo de ellos
regreso con el fin de establecer una comunidad judía y reconstruir el templo: “En el primer año de Ciro rey de Persia, para que se
cumpliese la palabra de Jehová por boca de Jeremías, despertó Jehová el
espíritu de Ciro rey de Persia, el cual hizo pregonar de palabra y también por
escrito por todo su reino, diciendo: Así ha dicho Ciro rey de Persia: Jehová el
Dios de los cielos me ha dado todos los reinos de la tierra, y me ha mandado
que le edifique casa en Jerusalén, que está en Judá… Entonces se levantaron los
jefes de las casas paternas de Judá y de Benjamín, y los sacerdotes y levitas,
todos aquellos cuyo espíritu despertó Dios para subir a edificar la casa de
Jehová, la cual está en Jerusalén”, (Esdras 1.1-2,5). A pesar de
todo esto, las cosas no habían ido tan bien, porque los constantes ataques y oposición
de parte de sus enemigos había hecho que la restauración de la nación no fuese
tan bien, de hecho, para este momento las cosas no estaban tan bien, de acuerdo
al informe dado a Nehemías, la comunidad judía que se había establecido allí
estaba en gran mal y afrenta, y con estas palabras, se describe la calamidad
que estaban sufriendo, tanto material como moral, porque sus enemigos hacia burla
de ellos y estaban totalmente indefensos a sus ataques porque el muro de Jerusalén
estaba derribado y sus puertas habían sido quemadas a fuego. Sabemos que cuando
Babilonia invadió Jerusalén en el 587 a.C., destruyo el templo y los muros de la
ciudad fueron derribados: “Y quemaron la casa de
Dios, y rompieron el muro de Jerusalén, y consumieron a fuego todos sus
palacios, y destruyeron todos sus objetos deseables”, (2 Crónicas 36:19),
desde allí algunos creen que los muros no fueron levantados, luego, al regresar
los primeros grupos de judíos a Jerusalén, después de 70 años de cautiverio, es
posible que intentaran levantar los muros, pero lo más seguro es que sus
enemigos se los impidieran, así que al final, la situación de la comunidad judía
que había regresado era de gran mal y mucha afrenta, totalmente expuestos al ataque
de sus enemigos.
EL QUEBRANTO DE NEHEMÍAS
“Cuando oí estas palabras me senté y lloré, e hice duelo por algunos
días, y ayuné y oré delante del Dios de los cielos”.
Nehemías 1:4
Es increíble considerar el estado emocional que
Nehemías alcanzo cuando se enteró del gran mal en el cual se encontraba su
pueblo: Cuando oí estas palabras me senté y lloré, e hice duelo por
algunos días, y ayuné y oré delante del Dios de los cielos. La reacción fue de gran dolor ya que
dice que al oír la noticia se sentó y lloró, es decir, sus
fuerzas decayeron y cayó sentado e hizo gran lamento derramando lágrimas de
gran dolor al entender la desgracia en la que estaban sus compatriotas en
Jerusalén, además, su dolor no fue una cuestión de unos minutos,
sino se prolongó por días, tanto que hizo gran duelo, ayunó y oró a
Dios por la situación que estaba viviendo su pueblo. De hecho, veremos cómo
Nehemías prolongo su duelo y oración a Dios, desde el mes Quisleu, hasta el mes
Nisán, es decir, 4 meses. En este versículo, la palabra que se traduce como
Dios en el hebreo es Elojím (אֱלֹהִים),
uno de los nombres de Dios que aparece por primera vez en Génesis 1 y que nos
habla de su grandeza y poder, de hecho, Nehemías dice que oró al Dios de los
cielos, magnificando aún más su majestad y señorío, ya que sabia que, aunque la
situación era de gran calamidad y humanamente había muy poco que hacer, Dios podía
obrar poderosamente a favor de su pueblo. En este versículo 4 podemos ver un
aspecto de la personalidad de Nehemías: Era un hombre piadoso, preocupado
por el bienestar de su pueblo y la gloria de Dios. Para Nehemías era
inconcebible que el pueblo de Dios se encontrara en derrota, que el nombre de
Dios fuese menospreciado por otras naciones, esto lo lleno de dolor y
gran celo, tanto que se negó a aceptar la realidad de la situación y decidió
entregarse al ayuno y oración. Nehemías pudo haberse hecho el
disimulado con la situación, porque al final, él estaba bien, muy cómodo siendo
el copero del rey, nada le faltaba, pero la verdad es que Nehemías amaba
realmente a Dios y su reino, ya que su corazón no tolero el mal y afrenta que
su pueblo sufría. Hoy en día, necesitamos más hombres y mujeres como Nehemías,
cristianos que se preocupen por el bienestar y crecimiento espiritual de sus
hermanos, de contribuir con el avance de la obra de Dios en esta tierra, ya que
tristemente, existen muchos creyentes que espiritualmente se encuentran en ruina,
indiferentes a la gloria de Dios y totalmente despreocupados por lo que pase en
este mundo. Este mundo sucumbe ante el pecado, cada día más almas parten al
infierno y algunos cristianos no se preocupan en lo más mínimo de esto, están contentos
con su vida tranquila y están enfocados en sus proyectos de prosperidad personal,
pero lo cierto es que la iglesia no debe ser indiferente a todo esto, antes,
debe unirse para reconstruir los muros espirituales que hayan caído y trabajar
por proclamar el evangelio y atraer a muchos a los pies de Cristo. Como Nehemías,
deberíamos sentir dolor por la realidad que hoy se vive en el mundo, un mundo
que desafía a Dios y no muestra temor ante su nombre, un mundo donde la apostasía
ha golpeado muchas congregaciones, pero como Nehemías, ayunemos y oremos, para
que la gloria de Dios siga avanzando y seamos participes de su reino en esta tierra.
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