“Sino como aquel que os llamó es santo, sed también vosotros santos
en toda vuestra manera de vivir; porque escrito está: Sed santos, porque yo soy
santo. Y si invocáis por Padre a aquel que sin acepción de personas juzga según
la obra de cada uno, conducíos en temor todo el tiempo de vuestra
peregrinación; sabiendo que fuisteis rescatados de vuestra vana manera de
vivir, la cual recibisteis de vuestros padres, no con cosas corruptibles, como
oro o plata, sino con la sangre preciosa de Cristo, como de un cordero sin
mancha y sin contaminación, ya destinado desde antes de la fundación del mundo,
pero manifestado en los postreros tiempos por amor de vosotros, y mediante el
cual creéis en Dios, quien le resucitó de los muertos y le ha dado gloria, para
que vuestra fe y esperanza sean en Dios”.
1 Pedro 1:15-21
INTRODUCCIÓN
El proseguir el apóstol Pedro con su
carta en este primer capítulo de su carta, después de exhortar a los creyentes
a ser sobrios en su manera de pensar y vivir como hijos obedientes, les pide
que sean santos. El resultado anterior de todo lo anterior que se ha estado
estudiando es una vida santa, una vida que refleja la gracia de Cristo de tal
manera que, así como Dios es santo, es indispensable que también sus hijos lo
sean y en estos versículos el apóstol Pedro nos dará al menos tres razones por
las cuales los creyentes en Cristo debemos ser santos en toda nuestra manera de
vivir.
SER SANTOS
“…. sed también vosotros santos en toda vuestra manera de vivir…”
1 Pedro 1:15
En la Biblia encontramos numerosas
referencias a la santidad de Dios, en el Nuevo Testamento la palabra que se
traduce como santo es jágios (ἅγιος),
que literalmente hace referencia a alguien o algo que ha sido sacado de
en medio de este mundo y puesto aparte para otros propósitos. Es
interesante considerar que en el Antiguo Testamento los instrumentos, utensilios
o edificios eran los santos, también eran santos los días o rituales que se
realizaban, pero en el Nuevo Testamento, son las personas las que son santos y
estos son santificados por medio de la sangre de Cristo: “Pero si andamos en luz, como él está en luz, tenemos
comunión unos con otros, y la sangre de Jesucristo su Hijo nos limpia de todo
pecado”, (1 Juan 1:7). Por tanto, ser santo no tiene ningún
significado místico o misterioso, más bien, somos santos porque hemos
sido hechos limpios de nuestros pecados por medio de la sangre de Cristo,
además, hemos sido sacados de en medio del frenesí de pecado de este mundo,
para seguir un camino diferente, apartados de la maldad y consagrados para ser
instrumentos de su justicia, eso es lo que significa ser santo. Ahora,
en su carta Pedro nos dice que debemos ser santos en toda nuestra manera de
vivir y esto nos hace reflexionar en la manera de cómo realmente vivimos,
porque debemos ser santos, no solo en la iglesia o lugares públicos, sino que
en toda nuestra manera de vivir lo cual abarca nuestra vida privada, esta
santificación es obra de nuestro Señor Jesucristo, sin embargo, también hay una
responsabilidad en nosotros de progresar en nuestra santidad: “Así que, amados, puesto que tenemos tales promesas,
limpiémonos de toda contaminación de carne y de espíritu, perfeccionando la
santidad en el temor de Dios”, (2 Corintios 7:1). Más adelante Pedro
nos hablara un poco más de cómo un cristiano debe andar piadosamente en este
mundo, pero es importante que nosotros comprendamos lo importante y
determinante que es cuidar nuestra santidad delante de Dios, no podemos seguir
con nuestra vida comprometiendo nuestra integridad o en falsedades, ocultando
pecados, manteniendo actitudes que no agradan a Dios, antes, debemos sujetarnos
a su palabra y permitir que esta obre en nosotros con la ayuda del Espíritu
Santo.
RAZONES POR LAS CUALES DEBEMOS SER SANTOS
Pedro y en general la Biblia es clara al enseñarnos que debemos ser santos en toda nuestra manera de vivir, como peregrinos debemos conducirnos con temor y temblor delatante de su presencia sabiendo que nuestro Dios no se agrada de la maldad, por ello el apóstol afirma en el texto que estamos considerando: sed también vosotros santos en toda vuestra manera de vivir… Ahora, en los siguientes versículos el apóstol Pedro nos da al menos tres razones por la cuales nosotros los cristianos debemos ser santos y vamos a considerarlos en este mismo estudio.
Debemos ser santos porque Dios es santo.
“Sino como aquel que os llamó es santo, sed también vosotros santos
en toda vuestra manera de vivir; porque escrito está: Sed santos, porque yo soy
santo”.
1 Pedro 1:15-16
La primera
razón por la cual nosotros
los cristianos debemos ser santos es porque Dios es santo: Sino como aquel que os llamó es santo, sed también vosotros santos
en toda vuestra manera de vivir.
La razón es sencilla, pero a veces podríamos olvidar esta gran verdad. Dios es
grande en santidad y no tolera el pecado, esta imagen de su santidad debería
producir en nosotros un temor reverencial que nos aleje del pecado y nos
enfoque en una vida consagrada a Dios, por ello, el apóstol Pablo nos pide que
nos ocupemos de nuestra vida cristiana con temor y tembló: “Por tanto, amados míos, como siempre habéis obedecido, no
como en mi presencia solamente, sino mucho más ahora en mi ausencia, ocupaos en
vuestra salvación con temor y temblor”, (Filipenses 2:12). Esto
significa que deberíamos andar con suma reverencia y cuidado en nuestra vida
cristiana teniendo en cuenta que nuestro Dios es santo y, por tanto, no tolera
el pecado, y si somos sus hijos, así como Él es santo, nosotros también debemos
ser santos, por eso Pedro, recordando la exhortación que Dios daba en el Libro
de Levítico dice: porque escrito está: Sed santos,
porque yo soy santo.
En más de una vez encontramos esta exhortación en el libro de Levítico donde el
Señor espera que su pueblo sea santo porque le sirve a un Dios que es santo: “Habla a toda la congregación de los hijos de Israel, y
diles: Santos seréis, porque santo soy yo Jehová vuestro Dios”,
(Levítico 19:2).
Debemos ser santos porque un día Dios juzgara toda obra.
“Y si invocáis por Padre a aquel que sin acepción de personas juzga
según la obra de cada uno, conducíos en temor todo el tiempo de vuestra
peregrinación”.
1 Pedro 1:17
La segunda razón por la cual los
cristianos debemos ser santos es porque un día Dios juzgara toda obra
humana: Y si invocáis por Padre a aquel que
sin acepción de personas juzga según la obra de cada uno, conducíos en temor
todo el tiempo de vuestra peregrinación. Un día Dios
juzgara las obras de todos los hombres, sin hacer acepción de personas ya que Él
es un Dios justo y no tendrá por inocente al culpable: “Dios es juez justo, y Dios está airado contra el impío todos
los días. Si no se arrepiente, él afilará su espada; armado tiene ya su arco, y
lo ha preparado”, (Salmos 7:11-12). Esta
es la realidad, un día Dios juzgara el pecado de todo ser humano, esa imagen
que algunos tienen de Dios como la de un anciano gracioso de barba blanca que hace
caso omiso a las maldades de los hombres y que no enviará a nadie al infierno
está totalmente equivocada. Por eso Pedro nos dice que si invocamos el nombre
de aquel a quien llamamos Padre, el cual juzgara la obra de todo ser humano sin
hacer acepción de personas, es importante conducirnos con temor y temblor todo
el tiempo de nuestra peregrinación en esta tierra. Pedro usa la imagen de un
peregrino, es decir, alguien que va de paso por una nación y eso es lo que
nosotros somos, somos peregrinos, nuestro paso por esta tierra es de paso, nuestra
asignación en esta tierra es temporal, porque un día partiremos a la eternidad
y allí serán juzgados aquellos que nunca renunciaron a sus pecados y rechazaron
el sacrificio de Cristo.
Debemos ser santos porque el precio de nuestro rescate es la sangre del Hijo de Dios.
“… sabiendo que fuisteis rescatados de vuestra vana manera de vivir,
la cual recibisteis de vuestros padres, no con cosas corruptibles, como oro o
plata, sino con la sangre preciosa de Cristo, como de un cordero sin mancha y
sin contaminación, ya destinado desde antes de la fundación del mundo, pero
manifestado en los postreros tiempos por amor de vosotros, y mediante el cual
creéis en Dios, quien le resucitó de los muertos y le ha dado gloria, para que
vuestra fe y esperanza sean en Dios”.
1 Pedro 1:18-21
La tercera razón por
la cual debemos ser santos es porque el precio de nuestra salvación es la
sangre del Hijo de Dios: sabiendo que fuisteis rescatados de
vuestra vana manera de vivir, la cual recibisteis de vuestros padres, no con
cosas corruptibles, como oro o plata, sino con la sangre preciosa de Cristo. Somos santos por la posición que
tenemos en Cristo Jesús, ya que su sacrificio nos libra de la condenación eterna
y por medio de su sangre somos limpios de nuestras maldades, por ello, como
cristianos debemos huir de la tentación y no ceder a ella, porque cada vez que
pecamos estamos desvalorando el precio de esa salvación, el sacrificio del Hijo
de Dios. Esta salvación que hoy gozamos no fue lograda por precio de oro, o plata,
o piedras preciosas, sino por el derramamiento de la sangre de nuestro Señor Jesucristo,
un cordero perfecto, sin pecado y destinado desde antes de la fundación del
mundo para tal fin: como de un cordero sin mancha y sin
contaminación, ya destinado desde antes de la fundación del mundo, pero
manifestado en los postreros tiempos por amor de vosotros, y mediante el cual
creéis en Dios, quien le resucitó de los muertos y le ha dado gloria, para que
vuestra fe y esperanza sean en Dios.
Por tanto, no debemos olvidar esto, debemos cuidar nuestra santidad, recordando
que nuestro Dios es santo y por amor a todo lo que ha hecho por nosotros,
nosotros también debemos conducirnos con temor y temblor todo el tiempo de
nuestra peregrinación.
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